“Digitalizarse” no es lo mismo que “transformarse digitalmente”. La primera, como define el economista digital Marc Vidal, implica un foco de cambio, un salto hacia el nuevo paradigma. Pero «no es suficiente dado el volumen de cambios que vivimos actualmente». Digitalizados, apunta, lo estamos todos –o casi todos–. Transformados digitalmente, muy pocos: no es lo mismo registrar la contabilidad de una empresa en una base de datos que saber utilizar esa base de datos; un comercio con una página web no es sinónimo de un negocio con capacidad de vender online; tampoco una serie de materiales educativos guardados en la nube se traduce en la transformación digital del sistema educativo español. Y, por supuesto, la conexión a una red de internet no garantiza la accesibilidad al mundo digital.
Esta última diferencia se hace aún más evidente en la España vaciada. Según el informe de cobertura de banda ancha del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital publicado en 2019, un 13,4% de las zonas rurales en España todavía no cuenta con acceso a Internet de al menos 30 Mbps (megabytes por segundo) de velocidad, mientras que la mitad carece de cobertura de redes ultrarrápidas –más de 100 mbps-. De hecho, todavía encontramos más de 720.000 hogares a los que el rango de cobertura de una conexión mayor a 2 Mbps no alcanza en más de un 10% de su potencia.
La brecha digital es un problema que la España rural, o la España desconectada, lleva arrastrando desde que se comenzara a hablar de digitalización. Reducirla entra dentro del Plan 300x100, presentado por el Gobierno en la primavera de 2018 con el objetivo garantizar el acceso del 95% de la población de cada provincia del país a redes de banda ancha ultrarrápida –al menos, 300 MBps–. Sin embargo, el avance del coronavirus no ha hecho más que evidenciar la urgencia de que Internet llegue a todos los rincones de nuestro país: con la deslocalización de las oficinas, los pueblos se presentan como un entorno ideal para vivir lejos de las aglomeraciones… si no fuese por la falta de conexión.
Elon Musk mira hacia los campos españoles
La necesidad de digitalizar correctamente las áreas rurales alcanza niveles internacionales y es por ello que algunas celebridades del ámbito tech como Elon Musk se han propuesto resolver el problema en los lugares más recónditos, incluidos algunos municipios de España. Así, el fundador de Tesla ha diseñado un operador que proveerá de red a los hogares a través de 1.400 satélites. Llamada Starlink, la entidad promete mayor cobertura y velocidad desde cualquier punto del país.
Además, en los últimos años han aflorado todo tipo de proyectos públicos y privados para llevar Internet a los pueblos. Más allá de las ayudas del Gobierno, en 2019 la Comisión Europea repartió a través del programa Wifi4EU varios bonos de 15.000 euros destinados a la instalación de puntos wifi en espacios públicos de municipios españoles pequeños. Por otro lado, Eurona, la multinacional española de telecomunicaciones, se ha aliado con la Asociación Los Pueblos Más Bonitos de España para premiar a través de un concurso con Internet de banda ancha ultrarrápida gratuito durante dos años a dos municipios ganadores bajo el lema ‘Internet, patrimonio de todos’.
Con esta iniciativa, la entidad pretende demostrar que, con una conexión funcional, el modelo rural puede disfrutar de las mismas oportunidades digitales que el urbano. Así, por ejemplo, nació Cowocat Rural, una asociación de coworking rural de Cataluña que integra quince espacios que funcionan en pueblos y pequeñas ciudades de la autonomía y que permiten a emprendedores, estudiantes y teletrabajadores acceder a la red. Este tipo de propuestas se multiplican por todo el país. El de Villafranca de la Sierra (Ávila) es un caso llamativo: su espacio de coworking ha conseguido aumentar la población en un 20% desde el inicio de la pandemia del coronavirus, revitalizando el entorno laboral de la zona y dándole el impulso económico que necesita.
En su compromiso con la España Vaciada, el Grupo Red Eléctrica también ha llevado a cabo numerosas propuestas para paliar la brecha digital. Sin ir más lejos, en este mismo mes, la entidad colabora en un proyecto innovador en el Nordeste de Segovia que facilita el acceso a internet de ultra alta velocidad (1.000 Mbps) a través de fibra óptica de la red de transporte a municipios con muy poca población. La iniciativa, promovida por la asociación sin ánimo de lucro Nordesnet, se está desarrollando en tres municipios del Nordeste de Segovia que suman menos de 180 habitantes: Castroserracín, Navares de las Cuevas y Cerezo de Abajo. El objetivo es ampliarlo a más de 50 localidades de la comarca donde la densidad de población es inferior a 6 habitantes por kilómetro cuadrado, la mitad de lo que la Unión Europea define como ‘desierto demográfico’.
La clave de esta estrategia es que la infraestructura pertenece por completo a los vecinos. «Igual que en otros tiempos los vecinos ayudaron a traer el agua o la luz a las casas, ahora colaboramos para traer un recurso imprescindible para la supervivencia de la comarca como es una conexión adecuada», añadía recientemente Emilio Utrilla, uno de los ingenieros que ayudó a impulsar el proyecto. Es una «hacendera digital», donde los propios habitantes, empresas y administraciones que así quieran invierten en el despliegue de la red de su localidad mientras que, los que optan por no hacerlo, pueden contratar sus servicios como a cualquier proveedor de internet. Una forma de garantizar que ningún habitante se quede fuera.
Sin embargo, este es tan solo uno de los numerosos proyectos de innovación social que Grupo Red Eléctrica está llevando a cabo en la España rural en sintonía con su Compromiso con la Sostenibilidad 2030. En el horizonte están otras iniciativas relacionadas con la ‘industria 4.0’ y las numerosas –y novedosas– aplicaciones de los satélites en el mundo rural, que permiten potenciar el ámbito económico a través del uso de esta tecnología de automatización para diseñar calendarios de riego en base a la información propiciada por estos aparatos, controlar las plagas o gestionar mejor el agua de los cultivos.
Y es que la conectividad es esencial para quienes viven en el pueblo, y para los que vuelven y se quedan. Igual que las carreteras. Así la define Antonio Calvo, director de Sostenibilidad del grupo, que insiste en que «la crisis de la COVID ha puesto de manifiesto las desigualdades digitales entre lo rural y lo urbano. No podemos hablar de acelerar la transformación digital cuando hay personas que a día de hoy ni siquiera tienen acceso a internet». La solución está a golpe de click.