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Así será la nueva geopolítica de la energía

Los países nórdicos se están posicionando en cabeza de las energías renovables, mientras que los tradicionales gigantes del petróleo y el gas intentan recolocarse.


El tablero energético global está en plena transformación. Países que hace una década no figuraban en el radar de los grandes exportadores de energía están emergiendo como potenciales líderes de la era de las renovables. Mientras tanto, los gigantes tradicionales del petróleo y el gas se tambalean ante un futuro incierto.

Según el último Índice de Transición Energética del Foro Económico Mundial, países del norte de Europa como Suecia, Dinamarca y Noruega lideran la carrera hacia un futuro energético sostenible, alcanzando más del 70% en la clasificación del organismo, que utiliza baremos como la equidad, la seguridad y la sostenibilidad. Los países nórdicos, tradicionalmente importadores de energía, están aprovechando su potencial eólico y su capacidad de innovación para posicionarse como futuros exportadores de energía limpia. 

 

Dinamarca, por ejemplo, ha anunciado planes para construir una «isla energética» artificial en el Mar del Norte que podría suministrar electricidad a 10 millones de hogares europeos. Asimismo, países con economías emergentes como Marruecos también están apostando por las renovables. El gigantesco complejo solar de Noor Ouarzazate, visible desde el espacio, es un ejemplo de cómo un país tradicionalmente dependiente de las importaciones energéticas puede reinventarse.

El cambio de paradigma también está afectando a los líderes tradicionales. Arabia Saudí, consciente de que su reinado petrolero tiene fecha de caducidad, ha lanzado el enorme proyecto de Neom, una ciudad futurista alimentada 100% por energías renovables. 

Rusia, por su parte, se encuentra en una encrucijada desde que la invasión de Ucrania aceleró los planes de Europa para reducir su dependencia del gas ruso, tras décadas como principal exportador. Según datos del Consejo Europeo, las exportaciones de gas ruso a la UE cayeron un 48% en 2021 y cerca del 8% en 2023, representando actualmente menos del 15% del total de importaciones de este combustible en la UE. 

 

 

Y, en este nuevo escenario, han surgido diversas alianzas. Por ejemplo, Australia y Japón han firmado un acuerdo para desarrollar una cadena de suministro de hidrógeno verde. 

Por su parte, China va en cabeza, dominando actualmente la producción de paneles solares y baterías, lo que le otorga una ventaja estratégica.


El gigante asiático sigue siendo el líder indiscutible en potencia eólica instalada, donde triplica a la de Estados Unidos, y multiplica por siete en el caso de la fotovoltaica, según datos de la World Wind Energy Association y la Agencia Internacional de la Energía, respectivamente.


El mapa energético del futuro aún está por dibujarse, pero una cosa está clara: los vientos del cambio soplan con fuerza. Los países que sepan adaptarse a esta nueva realidad serán los que lideren la economía del siglo XXI. El resto, como las reservas de petróleo, corren el riesgo de quedar sepultados en el pasado.

¿Cómo generar energía desde casa?

Desde tejas y ventanas solares hasta microgeneradores en grifos y tuberías o sistemas que producen energía a partir de residuos orgánicos y plásticos: estos son los inventos que van a revolucionar el autoconsumo energético en nuestros hogares. 


En España ya hay 410.000 tejados solares residenciales. Según la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), solo en 2023 se pusieron en marcha 111.795 nuevas instalaciones fotovoltaicas en las cubiertas de viviendas particulares, muy lejos de las 424 de 2016. 

Los avances en la eficiencia de estos sistemas y la reducción de su coste han hecho que esta opción esté al alcance y en la mente de cada vez más personas. Pero ¿y si no fuera la única forma de generar energía desde casa? 

Científicos y empresas de todo el mundo buscan, de manera incansable, alternativas que permitan aprovechar el potencial del sol, el viento, el agua o incluso los residuos domésticos para impulsar el autoconsumo y la sostenibilidad de nuestros hogares. 

Soluciones como las tejas solares y las ventanas fotovoltaicas permiten apostar por la sostenibilidad sin renunciar ni al diseño ni a la funcionalidad

Uno de los grandes retos con los que se han topado las instalaciones fotovoltaicas tradicionales ha sido su integración en el entorno urbano. Muchos propietarios y arquitectos deseaban utilizar esta fuente renovable sin sacrificar el diseño y la estética. Por eso, se empezaron a buscar fórmulas para integrar células fotovoltaicas en materiales tradicionales de construcción. 

En respuesta a esta necesidad, nacieron en el año 2000 los primeros prototipos de tejas solares, a las que se unirían, en 2014, los paneles solares transparentes. Estos últimos, inventados por la Universidad Estatal de Michigan, sentaron las bases de las actuales ventanas solares o fotovoltaicas que ya se ven en edificios de Estados Unidos, Japón y Alemania. Gracias a esta tecnología, las ventanas siguen cumpliendo su función habitual mientras transforman la luz solar en energía, utilizando técnicas que van desde la integración de células fotovoltaicas en el propio vidrio hasta el uso de materiales que absorben y redirigen la luz a los bordes de la ventana, donde se produce la conversión. 

Por otro lado, cuando pensamos en el agua como fuente de energía, es normal que se nos vengan a la cabeza las grandes instalaciones hidroeléctricas. Sin embargo, esto podría empezar a cambiar. 

Microgeneradores instalados en las tuberías y los grifos nos permitirán convertir la energía mecánica del agua en movimiento en electricidad

En Francia o Israel ya hay empresas que han desarrollado microgeneradores que, instalados en las tuberías, convierten la energía mecánica del agua en movimiento en electricidad. De momento, solo pueden alimentar pequeños dispositivos de monitoreo de la presión, el caudal o la calidad del agua, pero hay quienes, como el grupo de investigación Barcelona Fluids & Energy Lab (IFLUIDS) y el Centro de Innovación Tecnológica en Convertidores Estáticos y Accionamientos, siguen intentando mejorar estos sistemas para brindar nuevas oportunidades a hogares y ciudades.

Otra iniciativa que pretende estar en el mercado en 2025 es un dispositivo de una startup francesa que se conectará a los grifos de cualquier casa para generar entre 5 y 7 kW de electricidad al día aprovechando el flujo y la presión del agua corriente. ¿Y quién dice que algún día no podremos convertir en electricidad la energía que producen las gotas de lluvia al impactar sobre las paredes o las ventanas de nuestras casas?  

Por último, al alcance de nuestras manos puede estar también producir energía a través de la basura doméstica.  

Hay soluciones para convertir los desechos de alimentos y otros restos orgánicos en biogás que puede usarse para la calefacción o la cocina que ya se usan en más de 90 países. Al mismo tiempo, otras empresas centran sus esfuerzos en transformar en electricidad un residuo tan problemático como las botellas y las bolsas de plástico.

El trayecto hacia un futuro verde se hace con combustibles sostenibles

La revolución del transporte sostenible es un viaje hacia la innovación en combustibles alternativos, del petróleo al plasma.


El sector del transporte se encuentra en una encrucijada decisiva en su camino hacia un futuro más verde. Tanto en la Unión Europea como en España el transporte es el sector con mayor consumo energético. Según el Observatorio del Transporte y la Logística, en España el transporte consume aproximadamente un 39% de la energía final, y la mayor parte de esta energía procede del petróleo. Representando una quinta parte de las emisiones de CO2 de la UE, la industria del transporte está bajo presión para reinventarse.

La búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles ha desencadenado una ola de innovación que promete transformar la manera en que nos movemos. Más allá de la electrificación, que ha dominado el discurso de la movilidad sostenible en los últimos años, una nueva generación de combustibles alternativos está emergiendo. Desde el agua de mar hasta el plasma, pasando por la biomasa y los e–fuels, la industria está explorando territorios antes inimaginables.

Representando una quinta parte de las emisiones de CO2 de la UE, la industria del transporte está bajo presión para reinventarse

La empresa Nanoflowcell, con sede en Liechtenstein, ha desarrollado un sistema que utiliza líquidos iónicos derivados del agua de mar, prometiendo una autonomía de hasta 1000 kilómetros con un solo tanque. 

Los combustibles sintéticos o e–fuels, que combinan CO2 capturado e hidrógeno, se presentan como una solución para aprovechar la infraestructura existente de vehículos de combustión interna. Mientras tanto, el hidrógeno verde, producido mediante electrólisis del agua con energía renovable, promete ser una alternativa limpia para el transporte pesado y de larga distancia, difícil de electrificar.

La diversidad de soluciones en combustibles sostenibles refleja la complejidad del desafío de la descarbonización en el transporte. La transición hacia estos combustibles alternativos no está exenta de retos: la necesidad de desarrollar nuevas infraestructuras, enfrentada con la posibilidad de aprovechar las existentes, puede resultar en el retraso de la transición hacia energías verdaderamente limpias. Asimismo, la industria enfrenta el reto de equilibrar los costes de producción para los fabricantes y los costes de propiedad para los usuarios, todo ello mientras navega un panorama regulatorio en constante evolución.

La diversidad de soluciones en combustibles sostenibles refleja la complejidad del desafío de la descarbonización en el transporte

El Reglamento sobre la infraestructura para los combustibles alternativos (AFIR), parte del paquete de medidas «Objetivo 55» presentado por la Comisión Europea el 14 de julio de 2021, marca el comienzo de una nueva era en la política de transporte de la UE. Su objetivo es permitir a la UE reducir sus emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% de aquí a 2030, en comparación con los valores de 1990, y lograr la neutralidad climática en 2050. Aunque existe cierta ambigüedad en la legislación, el mensaje es claro: el futuro de la movilidad será diverso, sostenible y adaptado a las necesidades específicas de cada modo de transporte y región geográfica.

En definitiva, el trayecto hacia un futuro verde en el transporte se está construyendo sobre una base de innovación, colaboración y adaptabilidad. Los combustibles sostenibles, en sus múltiples formas, jugarán un papel crucial en esta transformación, que no consiste únicamente en la reducción de emisiones. Un futuro verde también deberá tener en cuenta, a la hora de innovar, factores como la calidad del aire o la democratización del acceso a recursos como la energía o materiales raros necesarios para la transición, manteniendo el bienestar de las comunidades en el centro de toda iniciativa.

¿Es posible transformar el calor de los volcanes en electricidad limpia?

La energía producida a partir de las fumarolas de los volcanes, desarrollada por primera vez a nivel mundial por un equipo de investigadores de la Universidad de Navarra, permite generar energía durante todo el año, independientemente de las condiciones climatológicas.


La preocupación por el medio ambiente y el cambio climático ha impulsado la innovación sostenible, sobre todo en cuestión de transición energética. La búsqueda de alternativas para obtener electricidad ha llevado a generar soluciones a partir del agua marina, de la nieve, del compost, y también de los volcanes. Un grupo de investigadores españoles de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), pertenecientes al Instituto de Smart Cities (ISC), ha desarrollado un generador termoeléctrico pionero a nivel mundial, que es capaz de producir energía eléctrica renovable a partir del calor volcánico que llega a la superficie terrestre. Este generador tiene un impacto medioambiental mínimo, ya que se trata de energía limpia.

El proyecto Generadores Termoeléctricos Autónomos para Vigilancia Volcánica (VIVOTEG), financiado por la Agencia Estatal de Investigación, se puso en marcha para desarrollar una tecnología inédita, basada en generadores termoeléctricos capaces de aprovechar el calor geotérmico presente en las fumarolas de los volcanes para producir electricidad y poder alimentar las estaciones de vigilancia volcánica. Su gran ventaja es que es capaz de producir energía eléctrica de manera continua, independientemente de las condiciones ambientales o de la luz solar, por lo que supone un avance en la monitorización en tiempo real de fenómenos geológicos y volcánicos.

Los generadores termoeléctricos funcionan gracias a un sistema modular de efecto Seebeck, unos dispositivos que transforman el calor geotérmico en energía eléctrica, con una diferencia mínima de temperatura

El grupo de investigación de la UPNA ha empleado módulos termoeléctricos de efecto Seebeck, unos dispositivos que transforman el calor geotérmico en energía eléctrica. Para que los módulos funcionen, necesitan tener un lado caliente y otro frío. El calor de la Tierra calienta un lado del módulo y el aire frío de la Antártida, la región donde se ha probado, enfría el otro. Los investigadores han creado la diferencia de temperatura necesaria con el desarrollo de intercambiadores de calor de alta eficiencia, capaces de transportar el calor geotérmico desde el suelo, a una profundidad de 40 centímetros, hasta el módulo termoeléctrico, con muy poca pérdida de temperatura. Estos intercambiadores de calor maximizan esa diferencia de temperatura, acercando la cara caliente de los módulos a la temperatura de la fuente de calor, y la cara fría a la temperatura ambiente.

Los generadores termoeléctricos geotérmicos no emplean partes móviles como bombas o ventiladores, lo que reduce al mínimo su mantenimiento y los convierte en generadores eléctricos muy robustos, que tienen la posibilidad de funcionar durante todo el año. Además, su diseño modular permite aumentar la potencia producida solo con la instalación de más módulos termoeléctricos.

Un avance de gran importancia a la hora de superar el reto de dotar de suministro energético a los sensores de medida y equipos de emisión de datos de proyectos científicos geológicos y vulcanológicos, así como a las estaciones de vigilancia volcánica, especialmente, a los que se hallan en lugares remotos y de climatología extrema, como la isla Decepción de la Antártida.

Este método permitirá mejorar el estudio geológico y la vigilancia volcánica, y, en consecuencia, incrementará la predicción de las erupciones volcánicas para anticipar y reducir los impactos potenciales sobre la población

Además, permitirá mejorar el estudio geológico y la vigilancia volcánica de la zona y hará posible tener datos geológicos en tiempo real durante todo el año, incluido el invierno. Extrapolar los generadores termoeléctricos a muchos otros volcanes del mundo contribuiría a aumentar la seguridad de la sociedad, al mejorar la vigilancia volcánica con una mejor y mayor anticipación a las erupciones. También, facilitaría la predicción de las erupciones volcánicas, lo que contribuiría a reducir los posibles impactos sobre la población. 

Por tanto, esta iniciativa supone un gran paso, tanto a nivel medioambiental como científico, ya que abre la posibilidad de llevar energía a zonas del mundo antes impensables por sus condiciones climáticas, y demuestra que, en cuanto a energías limpias y desarrollo sostenible, aún queda mucho por descubrir. 

Las nevadas como fuente de energía limpia: así funciona la electricidad blanca

Sabemos que cada copo de nieve es único por su estructura cristalina. Investigadores exploran ahora otra propiedad de la nieve que puede transformar el campo de las energías renovables: su capacidad para generar cargas eléctricas. La nueva fuente de energía limpia tiene el potencial único de implementarse donde ninguna otra opción sostenible es viable. 


El sol, el viento y el agua se han utilizado durante décadas para generar electricidad de forma sostenible, en reemplazo de los combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón. Ahora investigadores exploran una nueva alternativa que puede revolucionar el campo de la energía renovable: la nieve. La llamada electricidad blanca tiene el potencial de lograr un alcance a gran escala, ya que aproximadamente el 30% de la superficie de la Tierra está cubierto de nieve. Además, esta forma de generación de electricidad llega a regiones remotas de frío extremo, donde ninguna otra opción sostenible es viable. De momento, la industria ha comenzado a dar sus primeros pasos. 

La llamada electricidad blanca tiene el potencial de lograr un alcance a gran escala, ya que aproximadamente el 30% de la superficie de la Tierra está cubierto de nieve

Un equipo de investigadores de la Universidad de California. en Los Ángeles (UCLA), comenzó a desarrollar en 2019 una tecnología que obtiene energía de la nieve a partir del principio de la electricidad estática, por intercambio de electrones. Se trata de un dispositivo pequeño, delgado y flexible, denominado nanogenerador triboeléctrico basado en nieve (Snow-TENG, en inglés), que está fabricado con silicona, un material sintético parecido al caucho con carga negativa. Como los copos de nieve tienen carga positiva, cuando entran en contacto con la silicona se produce un intercambio de electrones, uno cede y otro toma, que genera electricidad.

«Puede funcionar en áreas remotas porque genera su propia energía y no necesita baterías», remarcó el autor principal del estudio, Richard Kaner, al dar a conocer la innovación. El Snow-TENG tiene bajo coste de producción, por la gran disponibilidad de silicona, y puede acoplarse a los paneles solares generando energía cuando están cubiertos por nevadas y no hay suficiente luz solar. Sin embargo, aún es pronto para conocer su alcance, ya que no se ha fabricado a gran escala y los que ya están disponibles no generan suficiente energía, por ejemplo, para abastecer un edificio entero. La innovación sí ha mostrado otras aplicaciones exitosas como el monitoreo de deportes de invierno.

El dispositivo Snow-TENG tiene un bajo coste de producción y puede acoplarse a los paneles solares, generando energía cuando las nevadas los cubren y no hay suficiente luz solar

Del otro lado del mundo, en Japón, está en marcha un experimento con un posible mayor alcance. La Universidad de Electro-Comunicaciones de Tokio y la empresa TI Forte están explorando el uso de grandes cantidades de nieve para impulsar una turbina generadora de electricidad. El proyecto se realiza en la ciudad japonesa de Aomori, uno de los lugares con más nieve del planeta (se acumulan unos 8 metros de media cada invierno). La nieve que retiran las máquinas de la ciudad es arrojada a una piscina, donde se usan turbinas para generar energía a partir de la diferencia de temperatura entre la nieve y el aire circundante.

Hay desafíos por sortear, como garantizar un suministro de aire caliente continuo en regiones nevadas, pero el nuevo sistema japonés tiene las bases para ser una alternativa rentable en los países nórdicos o que sufren inviernos de temperaturas extremas, en especial durante crisis energéticas como la desencadenada por la guerra en Ucrania. Y puede ser tan eficiente como la energía solar, aseguran los investigadores.

Palas de madera laminada: hacia una energía eólica totalmente limpia

Las energías renovables no están exentas de la generación de residuos contaminantes. En el caso de la eólica, el desafío pasa por el reciclaje de las palas de los aerogeneradores. Frente a este problema surgen opciones que garantizan una mayor sostenibilidad, como las palas de madera laminada o LVL. 


La energía eólica está experimentando un importante momento de expansión. En 2023 se generaron 1.021 GW por esta vía a nivel mundial. En España, el quinto país del planeta en potencia eólica instalada, es ya la principal fuente de energía, según datos de Red Eléctrica: un 23,5% de la capacidad eléctrica del país en 2023 procedió de aerogeneradores. 

Se estima que los desperdicios de palas alcanzarán las 43 millones de toneladas en 2050

No obstante, este cambio a una energía renovable no implica una producción 100% limpia. Entre un 10 y un 15% de los materiales de un aerogenerador no son reciclables. Los molinos de viento, como cualquier estructura, tienen una vida útil de entre 25 y 30 años. Entre sus componentes no reciclables se encuentran las palas, cuyos desperdicios se estima que alcanzarán los 43 millones de toneladas en 2050. Desde 2019 hasta 2024 se ha previsto el desmantelamiento de un total de 14.000 palas en Europa. Estas cifras dan cuenta de la magnitud del reto de la gestión de la energía eólica al final de la vida útil de sus componentes.

La dificultad de reciclar las palas de los aerogeneradores proviene de que estos segmentos se elaboran con materiales compuestos, principalmente poliéster o epoxi reforzados con fibra de vidrio o de carbono. Su principal ventaja es que permiten estructuras más ligeras y duraderas, aunque tienen un inconveniente: su reciclaje es complejo y costoso. 

Respuestas a un desafío único

Una de las estrategias hacia una eólica totalmente limpia pasa por atajar el problema en origen mediante el empleo de materiales sostenibles. Recientemente, la startup Voodin Blade Technology ha montado en una turbina existente en Breuna, Alemania, unas palas realizadas en LVL, madera laminada enchapada o capas muy finas de madera ensambladas mediante adhesivos. 

La madera laminada es un material 100% biodegradable y tiene un proceso de fabricación más automatizado por la cercanía a parques eólicos

La compañía asegura que es un material 100% biodegradable, lo que minimizaría el problema de gestión una vez finalizado su ciclo de vida.  Otra ventaja: una mayor automatización del proceso de fabricación, gracias a que se producen cerca de los parques eólicos. Esto se traduce, según la startup, en una reducción del 78% las emisiones derivadas de su fabricación y un ahorro del 20% de los costes. 

Otras alternativas pasan por la reutilización de las infraestructuras mediante la venta en otros mercados. El reciclaje mecánico tritura las palas viejas y emplea el resultante en otros productos, como hormigón o aislamientos de construcción. El térmico o químico emplea distintos procesos para reaprovechar las fibras, separándolas de las resinas. 

Los esfuerzos en España en este sector se han incrementado en los últimos 5 años, en parte gracias al apoyo de distintas administraciones; por ejemplo, las ayudas específicas del Gobierno para la creación de plantas de tratamiento de palas. Instalaciones como las de Lumbier y Cortes, en Navarra, o la de León tienen previsto abrir entre 2024 y 2025. 

Precisamente esta última planta está financiada en parte con fondos europeos, a través del consorcio de 14 empresas Blades2Build. Y es que en Europa también se están moviendo iniciativas de interés, como la de Continuum, una empresa que convierte las palas en material reciclable para edificios. Entre sus planes, abrir seis plantas de reciclaje por el continente, empezando por Dinamarca y Reino Unido. La investigación en nuevos materiales, la reutilización de infraestructuras usadas o la apuesta por distintas formas de reciclaje son las respuestas con las que la industria eólica quiere encontrar maneras de reciclar elementos que, hasta hoy, lastraban la etiqueta de energía totalmente limpia.

El sol y la agricultura: claves para la transición energética

La convergencia entre la energía solar y los cultivos agrícolas dibuja la hoja de ruta hacia un futuro más sostenible con una industria en auge que se presume fundamental en la lucha global contra el cambio climático.


En la carrera contrarreloj que el planeta libra contra el cambio climático, aparece un actor semidesconocido para la gran mayoría de la población: la energía agrovoltaica. Si bien las placas solares son un elemento común y una alternativa sostenible muy utilizada, incluso para el autoconsumo, su aplicación en agricultura y ganadería resulta menos habitual.

La fusión agrovoltaica mantiene frescos los pastos gracias a los paneles que captan la energía del sol

También conocida como agrofotovoltaica, este tipo de energía consiste en algo tan sencillo como aprovechar un mismo terreno para obtener energía solar y cultivar productos agrícolas de forma simultánea. Es lo que se denomina smart farming: promover la agricultura y generar electricidad desde un único lugar. Además, la sombra que ofrecen los paneles mantiene frescos los pastos y ofrece refugio a los animales. Instaladas a varios metros de altura, las placas pueden ver modificada su orientación para maximizar la eficiencia del sistema agrovoltaico. Y, al mismo tiempo, sirven para atraer y proteger a insectos polinizadores, en especial a las abejas, potenciando la biodiversidad.

Aunque fue inventada en 1981, su uso se ha disparado en la última década, experimentando un crecimiento significativo que la convierte en una iniciativa muy interesante para la generación de electricidad sostenible. Los datos así lo indican: España es el cuarto productor de energía fotovoltaica en Europa, detrás de Alemania, Italia y Reino Unido, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés). Y las posibilidades son inmensas ya que el 50% del suelo español se considera superficie agraria útil, unos 23 millones de hectáreas potenciales donde poder implementarla, conforme a los datos del Ministerio para la Transformación Ecológica y el Reto Demográfico.

Los agricultores pueden diversificar sus ingresos y mantener la productividad con plantaciones adecuadas para crecer bajo la sombra de la instalación fotovoltaica

Según datos del informe Overview of the Potential and Challenges for Agri-Photovoltaics in the European Union, si se implementaran sistemas agrovoltaicos en el 1% de la superficie agrícola utilizada de la UE se produciría el 1 TW de capacidad fotovoltaica, muy por encima de los 590 GW previstos para 2030. Por su parte, España, que tiene el segundo objetivo más alto de desarrollo fotovoltaico para 2030 (92 GW), podría quintuplicar su energía si incorporara agrovoltaica en el 1% de su superficie agrícola.

En días nublados, la menor producción de energía se compensa con el uso de la energía almacenada de días soleados. Así, los agricultores pueden diversificar sus ingresos y mantener la productividad con plantaciones adecuadas para crecer bajo la sombra de la instalación fotovoltaica como vides, hongos o plantas aromáticas, entre otras.

A pesar de que construir un futuro sostenible supone un reto mayúsculo, impresiona pensar que, tal y como señala un estudio publicado en la revista Nature, para compensar la demanda mundial de energía con la producción solar bastaría con que menos de un 1% de las tierras de cultivo implantaran un sistema de energía agrovoltaica.

¿Son las islas solares una alternativa más eficiente?

Mediante un aprovechamiento ingenioso del espacio, un aumento de la eficiencia inspirada en la naturaleza y la apuesta por la integración de sistemas con redes inteligentes, las islas solares allanan el camino hacia un sistema energético limpio, fiable y resiliente.


Cuando éramos pequeños, nos enseñaban a tener cuidado con el agua y la electricidad debido al peligro inherente a su combinación. Sin embargo, en la actualidad, estamos presenciando una innovación que une estos dos elementos de manera segura y eficiente.

Conocidas en la industria como fotovoltaica flotante, o parques solares flotantes, estas no son islas repletas de paneles solares, sino estructuras flotantes compuestas de placas situadas en masas de agua como embalses, pantanos o más recientemente, el mar. Desde India, país que acoge la mayor infraestructura de este tipo, a Brasil, primer país latinoamericano en el que se instala, las islas solares están revolucionando el panorama global de las energías renovables.

Donde el espacio es un lujo y la descarbonización una prioridad, optimizar el espacio y maximizar la eficiencia se vuelve más crucial que nunca, y las islas solares están en la corriente para resolver esta encrucijada. Las exigencias contrapuestas de las industrias alimentaria, energética y las demandas crecientes de otros bienes y servicios clave para la lucha contra el cambio climático, entre ellos, el almacenamiento de carbono, convierten el suelo en un lugar casi tan congestionado como las grandes capitales del planeta.

Donde el espacio es un lujo y la descarbonización una prioridad, optimizar el espacio y maximizar la eficiencia se vuelve más crucial que nunca

Instituciones como MacArthurFoundation o Chatham House alertan del uso y explotación excesivos de la tierra, y sobre la posibilidad de que no haya superficie suficiente para alcanzar los objetivos climáticos y de biodiversidad para 2050. Además de resolver uno de los desafíos más apremiantes de la fotovoltaica tradicional (el espacio), las islas solares pueden apoyar el aumento considerable en el uso de renovables para llegar a los objetivos globales de emisiones cero para 2050.

Para ello, empresas como Solar Duck, ahora con el foco en alta mar, apuestan por la fotovoltaica flotante offshore, trasladando estas instalaciones inicialmente desplegadas en embalses, lagos o pantanos, para una generación de energía, de escala megawatt a escala gigawatt. Por otro lado, Solaris Float, desarrolladora de PROTEVS en Países Bajos, pone su foco en evitar discontinuidades en picos de sol, aumentando la producción por metro cuadrado con innovaciones como la robotización de paneles «girasoles» que siguen al sol de este a oeste. Se está evaluando la complementariedad de esta medida, que podría ser hasta un 40% más eficiente que la fotovoltaica tradicional, según la empresa, con otras energías renovables. En el Mar del Norte, TNO está determinando, además, su integración en parques eólicos, o un nuevo prototipo en el Mediterráneo, en el puerto de Valencia, que considera la integración potencial para hidrógeno verde.

La fotovoltaica flotante podría generar impactos sociales y económicos positivos más allá de aquellos marcados en materia medioambiental

Aún en fases precomerciales en la mayoría de los casos, esta tecnología se centra en la viabilidad técnica de sistemas de anclaje, flotación, sistemas eléctricos o inclinación de paneles para la optimización de la producción energética, tal y como muestra el manual publicado por SolarPower Europe, una guía para el desarrollo de esta tecnología aún emergente. Y mientras se continúa investigando el impacto de estas instalaciones en ecosistemas marinos o en el comportamiento de aves, el apoyo a la innovación en fotovoltaica flotante podría generar impactos sociales y económicos positivos más allá de aquellos marcados en materia medioambiental. Se espera que atraiga el interés científico y tecnológico, y esto ayude a reavivar zonas rurales vaciadas o diversificar economías isleñas, como en el caso de La Palma.

Para acelerar la transición energética y llegar a los objetivos de emisiones cero, soluciones como las islas solares, que aprovechan espacios inutilizados y apuestan por la eficiencia y continuidad de los sistemas, serán clave para responder a los desafíos que se vayan planteando. Por supuesto, es necesario buscar la combinación óptima en cada entorno y adaptar las soluciones a las distintas condiciones, pero ya estamos viendo que esta tecnología es especialmente interesante en zonas con poca tierra como Países Bajos, o con mucha agua, como es el caso de España.

Biohidrógeno, ¿tan prometedor como dicen?

El biohidrógeno forma parte del universo del biogás y se posiciona como fuente de energía renovable capaz de acelerar la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, es una tecnología en desarrollo con retos económicos pendientes por resolver.


Científicos ambientales, ingenieros, físicos, meteorólogos… Todo tipo de expertos advierten que se debe reducir la dependencia de los combustibles fósiles y aumentar la adopción de fuentes de energía renovable. En este contexto, el hidrógeno se presenta como una prometedora fuente de energía para lograr la neutralidad climática en 2050, tal como reconoce la Estrategia del Hidrógeno 2020. Esto se debe a su alta eficiencia, a la capacidad de reciclaje, su baja contaminación y su baja toxicidad, entre otros. No obstante, uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector del hidrógeno es la descarbonización de su producción. 

Más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás

Históricamente, la mayor parte del hidrógeno se ha producido a partir de combustibles fósiles; de hecho, más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás (EBA). Por ello, a pesar de que el hidrógeno pueda usarse sobre todo en transporte y generación de electricidad, se enfrenta a desafíos de viabilidad ecológica y económica.

Durante la última década, sin embargo, se ha estado llevando a cabo una producción de hidrógeno distinta, que requiere menos energía, puede ser realizada a temperatura y presión ambiente y que se obtiene por medio de procesos fotosintéticos y fermentativos por algas y bacterias: estamos hablando del biohidrógeno. Este consiste en aprovechar el gas hidrógeno que producen los microorganismos en sus procesos biológicos. En otras palabras, cuando estos organismos se alimentan, descomponen los compuestos orgánicos mediante unas enzimas, y a medida que esto ocurre, liberan gas hidrógeno como un subproducto metabólico. Este gas se recolecta y almacena, y es lo que se utiliza para producir energía.

A diferencia de las otras formas de hidrógeno, el biohidrógeno (o hidrógeno verde) puede ser cero o incluso «carbono negativo» si se obtiene a partir de materias primas como residuos y estiércol. Además, dependiendo de la tecnología que se utilice, su producción puede generar coproductos como dióxido de carbono biogénico puro, digestato o biocarbón, que pueden utilizarse como fertilizantes o pesticidas, algo que refuerza aún más su papel en la descarbonización de las industrias. Asimismo, mientras el 95% de hidrógeno «normal» procede de combustibles fósiles, la producción de biohidrógeno representa menos del 1%, y este puede ser usado directamente en motores de combustión interna o también pueden ser usados para pilas de combustibles para la producción de electricidad.

El biohidrógeno requiere menos energía que el hidrógeno tradicional

Entonces, si es tan prometedor, ¿por qué no se extiende en los sistemas de producción? Gran parte de los estudios hablan de las complicaciones en su uso, almacenamiento, distribución, transporte y elevados costes de producción. Por lo tanto, para que aumente la cantidad de biohidrógeno producido habría que mejorar los procesos de producción y contar con mucho tiempo. Según Giulia Cancian, secretaria general de la EBA, «la Unión Europea avanza hacia el establecimiento de un mercado único de energía, y se encuentra en un punto crítico en el desarrollo de leyes que regulen el futuro del biohidrógeno. Si bien es cierto que el biohidrógeno es un producto innovador, el marco regulador carece de impulsores para alcanzar la madurez comercial».

Ahora bien, la responsable técnica de la EBA, Marina Pasteris, es optimista y defiende que el biohidrógeno será clave para apoyar las estrategias europeas de mitigación del cambio climático «por su capacidad única de eliminar carbono de la atmósfera», y considera que «está bien situado para ayudar a sectores con opciones limitadas de descarbonización a alcanzar la neutralidad de carbono». Asimismo, el microbiólogo Tasios Melis, de la Universidad de California, apunta que otra promesa de esta fuente de energía es que se pueden cultivar algas donde los cultivos convencionales no tienen oportunidad. 

El hidrógeno verde podría ser una pieza fundamental —todavía por encajar— en el puzzle de la transición ecológica y en la lucha contra el cambio climático. Su versatilidad y bajo impacto ambiental lo posicionan como una alternativa prometedora a los combustibles fósiles. En última instancia, se necesitan tiempo y recursos para descubrir si el biohidrógeno es sinónimo de oportunidad para mitigar los impactos del cambio climático y construir un futuro más limpio para las generaciones venideras.

El bambú, un aliado sostenible para la eficiencia energética

La rápida tasa de crecimiento del bambú, así como su gran densidad y su capacidad de absorción de CO2 convierten a este vegetal en una alternativa efectiva y sostenible para la producción de biomasa y, por tanto, de energía limpia.


Aunque es un gran desconocido para el gran público, el bambú es una de las opciones actuales más potentes y eficientes para la producción de biomasa. Gracias a su rápido crecimiento, esta planta permite disponer cada poco tiempo de la materia necesaria para generar calor o electricidad.

Una hectárea de bambú puede absorber 21,41 toneladas anuales de CO2 y almacenar aproximadamente 150 toneladas durante los primeros siete años de vida

En comparación con la leña, el bambú tiene una tasa de crecimiento mucho más rápida. Esto significa que se puede producir en mayores cantidades y con la ventaja de necesitar menos tiempo y espacio para su plantación y cultivo. De hecho, algunas especies pueden crecer hasta un metro por día. Además, una hectárea de bambú tiene la capacidad de absorber 21,41 toneladas anuales de CO2 y de almacenar aproximadamente 150 toneladas en los primeros siete años de vida, según datos aportados por la International Bamboo and Rattan Organization.

Estas propiedades particulares han llevado a algunas empresas a centrar sus plantaciones y explotaciones agrícolas en el cultivo de esta planta, a centrar sus plantaciones y explotaciones agrícolas en el cultivo de esta planta, con el objetivo de que pueda servir como proveedor de energía limpia y como una alternativa sostenible a los combustibles fósiles.

El bambú tiene una mayor densidad que la mayoría de las especies de madera, lo que significa que tiene un mayor contenido de energía por unidad de volumen y proporciona grandes cantidades de biomasa sostenible para la producción de energía renovable

Además, el bambú tiene una mayor densidad que la mayoría de los tipos de madera, lo que significa que tiene un mayor contenido de energía por unidad de volumen. Asimismo, proporciona grandes cantidades de biomasa sostenible para la producción de energía renovable.

Países como China, India, Brasil o Filipinas son algunos de los que lideran su desarrollo debido al poder energético que tiene el bambú al entrar en combustión. En Europa existen varias plantas de biomasa alimentadas con bambú y en España, el primer bosque dedicado a la producción de bambú se plantó en el año 2012.

Como se ha visto, el rendimiento del bambú para biomasa es muy alto. Cada año es posible llegar a más de 35 toneladas por hectárea recolectadas para este fin. Los tipos de energía que se pueden generar a partir de la combustión del bambú son, principalmente, eléctrica, calórica, gas y carbón.

En el primero de los casos, el calor producido por la biomasa puede emplearse para alimentar generadores eléctricos, ya sea para autoconsumo o bien para verter a la red eléctrica en sistemas de gran escala. Por otro lado, el propio proceso de combustión del bambú y la producción de biomasa generan calor para utilizar en calefacciones o, incluso, agua caliente sanitaria. Por último, los procesos de combustión a pequeña escala generan gas e, incluso, carbón, que se pueden reaprovechar como combustibles.

Además de esta propiedad en la generación de diferentes tipos de energía, la rigidez y la cámara interior de aire con las que cuenta este vegetal permiten realizar construcciones, contrachapados y paneles con características altamente aislantes. También en relación con los campos de la arquitectura y la construcción, comparado con otros materiales como el hormigón o el acero, la producción del bambú requiere menos energía y tiene una baja huella ecológica, lo que ayuda a reducir las emisiones de dióxido de carbono y lograr viviendas mucho más sostenibles.