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¿Qué es la arquitectura 'passivhaus'?

Se trata de un sistema de construcción adaptado al entorno natural para maximizar la eficiencia energética del inmueble.

Nuestras casas son, en cuanto hogar, los sitios donde vivimos, descansamos, disfrutamos e incluso, en algunos casos, trabajamos. Gran parte de nuestra vida discurre entre esas pocas paredes. También es en ellas donde consumimos gran parte de la energía que gastamos día a día. No solo a través de electrodomésticos como lavadoras, televisiones o lavavajillas: también es el caso de la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano. Para dar cabida a estas comodidades básicas, sin embargo, es esencial ser eficiente; es decir: utilizar la energía de forma racional para abastecer un inmueble, no gastando sin necesidad. Desde esta perspectiva lógica han surgido corrientes arquitectónicas tan populares en la actualidad como la llamada passivhaus (en castellano, ‘casa pasiva’).

Esta forma de construcción centra su existencia en España en seis pilares: un aislamiento térmico más robusto, la reducción de hasta diez veces los puentes térmicos con respecto a un edificio tradicional, unas ventanas de alta calidad con triples cristales, hermeticidad, ventilación mecánica controlada y una protección solar óptima. Para ello, la passivhaus utiliza los principios de la arquitectura bioclimática, cuyo diseño se centra en las condiciones climáticas y los recursos disponibles —como la luz solar, la vegetación, la lluvia o los vientos— para disminuir el consumo energético. Es decir, se trata de una construcción centrada en el confort, pero también en las bases ecológicas. En sí, no obstante, el concepto no es completamente nuevo: la arquitectura popular, por ejemplo, siempre ha tenido que enfrentarse a los avatares del clima con el menor gasto posible de energía. Hoy también tenemos que adaptarnos cuanto antes: según la Agencia Internacional de la Energía, el consumo de energía de los edificios ha aumentado un 7% desde 2010.

Para obtener el Estándar Passivhaus se necesita haber reducido en un 90% la demanda energética relativa a la calefacción

¿Pasividad o adaptación natural?

La construcción de la primera casa pasiva tuvo lugar en la ciudad alemana de Darmstadt, en 1991, y los resultados fueron notables. Su artífice, el científico Wolfgang Feist, logró reducir el consumo de energía en un 87% respecto a una vivienda tradicional. Hoy, incluso esa cifra parece quedarse corta: una vivienda que cumpla el llamado Estándar Passivhaus (marcado, a su vez, por el Passivhaus-Institut) deberá haber reducido en un 90% la demanda energética relativa a la calefacción. 

Más allá de sus logros técnicos, el principal triunfo de las casas pasivas reside en su adaptación a las condiciones impuestas por el entorno. Al fin y al cabo, la propia expresión de «casa pasiva» se usa para definir los principios de captación, almacenamiento y distribución que la hacen capaz de «funcionar sola», sin aportaciones de energía exterior a través de técnicas sencillas, sin equipo o tecnología alguna. La disposición de sombras estratégicas en la vivienda, por ejemplo, ayuda a enfriar el hogar y a mantenerlo en unos límites térmicos razonables. De este modo, las passivhaus no son iguales en las zonas montañosas que en las costeras o desérticas: en las primeras, por ejemplo, es habitual buscar una ladera soleada que esté al resguardo de las rachas de viento, ubicando las ventanas hacia el sol del mediodía; en la última, en cambio, se suele buscar construir gruesos muros con los que elaborar una poderosa masa térmica. Son las condiciones del lugar las que dictan de forma natural las construcciones adaptándolas al medio ambiente, no al revés.

El consumo anual de energía por parte de una casa pasiva es alrededor de un 80% más bajo que el de las viviendas tradicionales

La diferencia económica en estos modelos de edificación puede ser considerable, llegando a suponer un ahorro de cientos de euros al año en gasto energético. Y es que, aunque el desembolso inicial puede ser mayor a la hora de comprar una vivienda, el consumo anual de energía por su parte se sitúa alrededor de un 80% más bajo, con lo que el coste «extra» se puede amortizar entre cinco y diez años: una inversión a largo plazo tanto para nuestros bolsillos como para el futuro del planeta. 

Consejos para un uso eficiente del aire acondicionado este verano

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En los meses de más calor, el consumo energético se dispara por el uso de los sistemas de refrigeración. Sin embargo, existen una serie de pautas, como utilizar ventiladores cuando sea posible o bajar las persianas durante las horas de más calor, que permiten reducir el gasto de energía y, por tanto, la emisión de gases de efecto invernadero. 

Descifrando la calificación energética de nuestros electrodomésticos

“Con el etiquetado energético se busca que los compradores de electrodomésticos, aparatos de climatización, o coches consideren la eficiencia energética como un factor más a tener en cuenta en la decisión de compra y, al mismo tiempo, promover el ahorro energético y la protección medioambiental”. Con estas palabras, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico presenta la nueva clasificación energética de la que ya disponen los nuevos electrodomésticos que hay en el mercado. El pasado lunes 1 de marzo desaparecían definitivamente las famosas A+, A++, A+++ para frigoríficos, congeladores, vinotecas, lavadoras, lavasecadoras, lavavajillas y pantallas electrónicas. En su lugar, ahora encontramos una clasificación alfabética de la A a la G, en la que la primera letra designa a los productos más eficientes energéticamente –y, por ende, que menos consumen–, mientras que la G se refiere a los menos eficientes. Aunque por el momento solo afectará a los electrodomésticos, las fuentes de iluminación se unirán al nuevo sistema a partir de septiembre de este mismo año. En este marco se celebra este año el Día Mundial de la Eficiencia Energética, una jornada dedicada a concienciar sobre el uso racional de la energía. 

Desde el 1 de marzo los electrodomésticos contarán con una clasificación alfabética de la A a la G

Con este etiquetado, España se adhiere a las normas de ensayo sobre eficiencia energética de la legislación europea: así, se estandarizan los métodos utilizados por los laboratorios y fabricantes para adecuarse de manera realista al uso que el comprador final dará en su hogar al electrodoméstico. Además, el nuevo sistema de calificación viene regulado en las Directivas de Ecodiseño-Ecodesign (2009/125/EC) y en la Directiva 2010/31 de eficiencia energética. Estas, junto a la Directiva Europea 2010/30/CE –también conocida como Directiva sobre etiquetado energético o Energy Labelling–, marcan los requisitos de diseño ecológico que pauta la Comisión Europea. De esta manera, en ese sendero de descarbonización en el que el continente está sumergido, el mercado de electrodomésticos se vuelve más transparente para los usuarios finales gracias a los indicadores de consumo de energía y otros recursos necesarios para su funcionamiento –como el agua–. 

Así son las nuevas etiquetas

A partir de ahora, esta nueva etiqueta se convierte en obligatoria, pero cada electrodoméstico tendrá su propio reglamento de aplicación según sus características propias. Hasta el momento se han publicado los de los aparatos de refrigeración, lavadoras, lavavajillas, secadoras, campanas, hornos, calentadores de agua, aspiradores y aparatos de aire acondicionado. Sin embargo, poco a poco se irán uniendo a ellos el resto de dispositivos eléctricos y electrónicos.

Los electrodomésticos hasta ahora calificados con una A+++ recibirán una B, para ampliar su margen de mejora en eficiencia energética

Pero ¿en qué consiste el nuevo etiquetado? El principal cambio –más allá de la nomenclatura– estará en la inclusión de las nuevas categorías energéticas y de pictogramas para los parámetros indicados. Las etiquetas de la A a la G marcarán cuán ecológico es el electrodoméstico y, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), serán “revisadas cuando el 30% de los productos en el mercado comunitario reciban la máxima clasificación (A) o cuando el 50% esté en las franjas A y B, para asegurar su utilidad”. De esta manera, siempre habrá lugar a mejoras en la eficiencia energética de los productos. Además, este cambio en el etiquetado hará que aquellos electrodomésticos más eficientes hasta ahora calificados con la clase A+++ reciban, como mucho, una B. Así, ese margen de mejora en la eficiencia energética de todos esos aparatos será aún mayor. 

Por ejemplo, una etiqueta de una nevera sin congelador, que hasta ahora pertenecía a la categoría A+++, mostraría la siguiente información: un código QR que ofrece más datos sobre el modelo de electrodoméstico, la letra que marca la eficiencia energética del aparato (C), un código de color para visualizar con facilidad esa letra –A, B y C corresponderían a diferentes tonos de verde, D al amarillo, E y F al naranja y G al rojo–, el consumo energético anual calculado con menor margen de error (66kWh/annum), el volumen del frigorífico en litros (160 l), y sus niveles de ruido medidos en decibelios y visualizados en una escala de cuatro letras: A, B, C, D (38dB C). 

En el caso de una lavadora, por ejemplo, de eficiencia media clasificada como D (amarillo), se incluiría también la cantidad de energía consumida por cada 100 ciclos (por ejemplo, 69 kWh), los kilogramos de carga que soporta (7,0 kg), la duración del ciclo de lavado ecológico (03:20), la cantidad de agua que necesita (45 l), la eficiencia de centrifugado clasificada de la A a la G (una B en este ejemplo), el ruido de centrifugado (74 dB) y la clase de emisión de ruido de la A a la D (B en este caso). 

Aunque dependerá del electrodoméstico, como se ha visto, las nuevas etiquetas no solo se ciñen en clarificar la eficiencia energética de este, sino que aportan datos sobre el consumo de agua –en el caso de las lavadoras o los lavavajillas, por ejemplo–, su capacidad de almacenamiento o el ruido que hace. Gracias a su código QR se puede, además, encontrar información extra para el usuario final. Esta semana la Unión Europea y sus países miembro han dado un paso más en la dirección hacia un futuro más sostenible y unos hogares más respetuosos con nuestro planeta en el que la transparencia es la clave.

La rehabilitación energética de nuestros edificios: mucho más que un cambio de fachada

Caminamos por las calles sin saber que más de un tercio de los edificios que observamos a nuestro paso tienen más de 50 años de antigüedad. Son una joya arquitectónica, un recuerdo vivo del crecimiento del mayor desarrollo de la edificación de toda la historia de España, pero también un pesado lastre para el planeta: demandan más del 30% del consumo de energía en nuestro país. De hecho, más de la mitad de ese consumo corresponde exclusivamente al sector residencial. Si tenemos en cuenta que al menos la mitad de viviendas están construidas sin ningún tipo de aislamiento y que tan solo un 3% cumple con los estándares de la normativa actual, llegamos a una realidad insalvable: las ciudades del futuro tienen que asegurarse de que los edificios ya existentes apuesten por la sostenibilidad.

Hasta 14 millones de viviendas españolas tienen deficiencias graves en cuanto a su eficiencia energética

Cuando hablamos sobre rehabilitación energética no hablamos solo de retocar la fachada. Hay que mirar primero lo que tenemos frente a nosotros: materiales incapaces de almacenar el calor, distribuciones poco eficientes, ventanas mal construidas, aislamientos deficientes… la lista es extensa. Con el objetivo de escribir el punto y final del despilfarro energético, el Programa de Rehabilitación Energética de Edificios (PREE) del Gobierno de España destinará 300 millones de euros a ayudas para la rehabilitación energética de edificaciones y la descarbonización progresiva que permita alcanzar la neutralidad climática en 2050. 

El Ejecutivo advierte en el informe que teniendo en cuenta que actualmente se están construyendo unas 80.000 viviendas al año y que el parque construido ronda los 26 millones de edificios, de los cuales 14 millones tienen deficiencias graves en cuanto a su eficiencia energética, no se podrán conseguir los objetivos sin actuar de forma intensiva sobre lo que ya está construido., Así, la meta es rehabilitar un total de 300.000 viviendas de aquí a 2030. Para hacerlo subvencionará cambios en la envolvente térmica, la sustitución de calderas por opciones renovables y la mejora de la eficiencia de la iluminación. No hay una solución óptima pero sí una infinidad de soluciones distintas. 

Luchando contra la pobreza energética desde la rehabilitación

La mala eficiencia energética agrava la situación de más de un millón de hogares españoles en pobreza energética. En los Objetivos de Desarrollo Sostenible este término ocupa un lugar prioritario, ya que es necesario eliminarlo para garantizar la justicia social y la sostenibilidad de nuestra sociedad. Las ciudades en particular y los municipios en general son el escenario principal del cambio energético. Bajo la premisa de que todos aportamos, Red Eléctrica de España ha trabajado junto a la Federación Española de Municipios y Provincias en la elaboración de una Guía para la transición energética en las entidades locales que aborde los principales retos a los que se enfrenta la sociedad española desde cada consistorio, cada casa, cada habitación. 

El documento pretende dar respuesta a, entre otros aspectos, la rehabilitación de edificios, una estrategia clave para reducir el número de habitantes afectados por la pobreza energética: cambiar las ventanas, por ejemplo, puede ayudar a ahorrar hasta un 25% en las facturas y aislar térmicamente fachadas y cubiertas puede reducir la cifra a la mitad. Por otro lado, instalar termostatos y sistemas de ajustes ayudan a evitar el derroche energético. Otras medidas estructurales útiles son los sistemas domóticos, que permiten gestionar la demanda eléctrica y que pueden ser una gran técnica de cara a la habitabilidad energética de las viviendas. Cuanto más inteligente el hogar, más sostenible es nuestra forma de vida.

Priorizar las viviendas con alto grado de deterioro es un aspecto clave

Sin embargo, indica la guía, no podemos prestar atención solo a la parte más práctica: también es importante impulsar líneas de ayuda para las familias con menos recursos. Proponer planes para la rehabilitación, que prioricen la vulnerabilidad y la falta de recursos de los habitantes en las viviendas con alto grado de deterioro, es un aspecto clave a la hora de enfocar la sostenibilidad del parque de viviendas. A fin de cuentas, nuestra vida cotidiana depende de servicios energéticos fiables y asequibles para funcionar de forma equitativa.

La huella ecológica de la revolución digital

En Internet no existe el tiempo ni el espacio. Sus puertas siempre están abiertas a nuestro mundo. Marshal McLuhan, el famoso filósofo canadiense, ya vaticinó en los años sesenta que Internet -aunque por entonces no existía ese término- se convertiría en una extensión de nuestro cuerpo, una prolongación que formaría parte de nosotros por y para siempre. No estaba equivocado: hoy en día ya hay más de 4.500 millones de usuarios navegando diariamente a través de mails, páginas webs y redes sociales. Toda nuestra vida está en la nube. A veces, vivimos más en Internet que en la vida real. 

Lo que McLuhan no pudo vaticinar con tanta precisión fue la huella de carbono de esta revolución digital. El sector IT ya representa el 7% del consumo global de electricidad, lo que implica un gasto de recursos que inevitablemente deja una emisión de dióxido de carbono tal sobre nuestro planeta que, según estiman los expertos, supera al de la aviación, responsable del 12% de las emisiones. 

A pesar de todo esto, las Naciones Unidas insisten en que la digitalización es capaz de acelerar y fomentar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para reducir las desigualdades y alcanzar un mundo más justo, con mejores condiciones laborales y sociales. Si queremos avanzar en la revolución digital en busca de un mundo mejor es necesario que lo hagamos de la forma más limpia posible.

El impacto de nuestra actividad digital

Si Internet fuera en país, ocuparía el sexto puesto entre los más contaminantes

Si Internet fuera un país, ocuparía el sexto puesto entre los más contaminantes. Aunque no veamos de forma instantánea el daño que provoca sobre el medio ambiente, como sí podemos hacerlo con un coche, todos los recursos que se necesitan para que el mundo digital funcione -almacenamiento de datos, antenas de emisión, sistemas de refrigeración…- implican un consumo ingente de electricidad que no siempre proviene de fuentes de energía renovables, pese a los avances y compromisos por descarbonizar el sector eléctrico y reducir su emisión de gases. ¿Cuánto podemos llegar a consumir en nuestra actividad digital durante un día? 

Como demuestra este reportaje de El País, realizado con la colaboración del grupo de investigación Alarcos, de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), enviar un mensaje de 280 caracteres en Twitter consume un total de 177 vatios por segundo. A su vez, en esta red social y en Facebook, un GIF puede llegar a requerir más de un centenar de vatios por segundo. Hasta un simple emoticono implica un gran consumo: más de 140 vatios por segundo. En 40 segundos, la actividad global en Facebook y Twitter llega a costarnos más de 800 kilos de CO2. 

Por otro lado, cada segundo se envían 2,5 millones de correos electrónicos en todo el mundo, lo que equivale a 4 gramos de CO2 emitidos al medio ambiente. Si al día se escriben 236 mil millones de correos, la cifra se torna especialmente preocupante. Lo mismo ocurre con Youtube: según este artículo de The Guardian, cada 10 minutos consumidos en un vídeo equivalen a un gramo de CO2. Un dato que se torna preocupante si tenemos en cuenta que en 42 segundos, los internautas a nivel mundial llegan a consumir tres millones de vídeos. 

Los centros de datos, en el punto de mira

A pesar de que el tamaño de la huella de carbono que generamos día a día con nuestra actividad digital sea nuestra responsabilidad, lo cierto es que estas emisiones están íntimamente relacionadas con la forma en que las empresas digitales utilizan los recursos energéticos. La clave está en los centros de almacenamiento de datos, lugares físicos con la tecnología de computación necesaria para almacenar y alojar páginas webs. A nivel global, los centros de datos consumen más de 416 teravatios de electricidad al año, un 40% más que el consumo de todo Reino Unido.

Los centros de datos consumen un 40% más que el consumo de todo Reino Unido

No obstante, son muchas las empresas que están trabajando por reducir su huella de carbono digital. Google, que acoge en su servidor más de 5.000 millones de búsquedas al día, ya ha dado el primer paso hacia una red más sostenible comprando energía sin emisiones de carbono de forma ininterrumpida para sus centros de datos. Netflix, por su parte, anunció el año pasado su intención de reducir a cero las emisiones de carbono alimentándose de energía hidráulica y eólica. Facebook también presume de basar el 67% de su consumo en energías limpias, igual que iTunes (83%), Youtube (56%), Whatsapp (67%) e Instagram (67%). 

Nosotros, como individuos, también podemos contribuir al cambio centrándonos en consumir servicios digitales en dispositivos más pequeños, cerrando las ventanas del navegador que no estemos utilizando, apagando el router por las noches,y, sobre todo, utilizando servicios digitales que hayan diseñado una estrategia clara y efectiva para combatir el CO2. Solo sumando esfuerzos conseguiremos un mundo digital más verde y un planeta más sano. 

El uso responsable de la calefacción, clave para reducir las emisiones

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Según el último informe sobre la calidad del aire elaborado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), la contaminación atmosférica es el mayor riesgo medioambiental individual para la salud de la población europea. A las emisiones generadas por el transporte o la industria, en invierno se suman las provenientes por el uso de sistemas de calefacción. Con un simple gesto como es la regulación óptima de temperatura podemos contribuir a reducir el calentamiento de nuestro planeta. 

El ahorro energético, clave para la reducción de emisiones

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El 21 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro de Energía, una conmemoración que nació con el objetivo de invitar a la reflexión y afianzar un consumo racional de la energía.

Esta iniciativa pretende impulsar la eficiencia energética como elemento clave para abordar los retos medioambientales y reducir las emisiones globales de efecto invernadero.

Las tecnológicas avanzan hacia la descarbonización total

La tendencia, si bien avanza a través del tejido empresarial global, se revela en una imagen lenta, casi estática: la energía limpia, según afirman científicos de todo el globo terráqueo, es un deber moral; la única forma, afirman, de mantener en pie nuestro hogar común. No es sorprendente, por tanto, la aparición de numerosas incursiones en este terreno, aún demasiado fértil. Quizás por su cercanía a una constante innovación, son las grandes empresas tecnológicas aquellas que más parecen comprometerse con un uso neutro de la energía.

Entre los abundantes ejemplos tenemos, de hecho, a gigantescas corporaciones como Samsung, cuyas previsiones incluían el uso completo de energía limpia 100% renovable para este año (si bien sus cálculos no incluían el estallido de una pandemia global). Mientras tanto, Amazon, una de las compañías a nivel internacional con mayor consumo de energía verde, no cesa en su adquisición de granjas eólicas. Apple, por otro lado, no solo utiliza fuentes de energías renovables para su total consumo eléctrico, si no que es la compañía que posee los paneles solares privados más grandes de Estados Unidos.

Se trata del mayor comprador corporativo de energía renovable a nivel global

Es Google, sin embargo, quien suele acaparar el liderazgo en todas las listas de las compañías más responsables con el medio ambiente. Es por ello que se sumerge, de nuevo, en la ambiciosa —y necesaria— senda de la responsabilidad ecológica. Según los planes de la empresa norteamericana, su consumo en 2030 se producirá a través de una energía completamente limpia. Cabe recordar que no es el primer paso ofrecido en esta dirección: el gigante tecnológico ya consiguió cancelar su deuda de carbono mediante la compensación de las emisiones generadas (esto es, una inversión económica en proyectos de corte ecológico proporcional a las toneladas de CO2 generadas), alcanzando una huella de carbono cero en 2007. La corporación californiana también consiguió igualar su consumo de energía con alternativas completamente renovables. Es, de hecho, la primera gran empresa que ha conseguido un logro de este calibre. Se trata del mayor comprador corporativo de energía renovable a nivel global. Según afirma Sundar Pichai, CEO de la compañía, «la ciencia es clara: el mundo debe actuar ahora si queremos evitar las peores consecuencias del cambio climático».

Más allá del uso de energía renovable

Estas acciones se incluyen dentro del ámbito conocido como responsabilidad social corporativa y, como toda faceta, requiere de una comunicación precisa y efectiva. Aún con la implementación de este tipo de medidas colectivas, un 18% de los consumidores se define como incapaz de valorar el compromiso social de las corporaciones: aunque se tomen medidas, éstas se desconocen. En el gigante tecnológico, sin embargo, confluyen ambos factores, por lo que el hecho de que repita cada año una posición de liderazgo entre las distintas compañías globales no es ninguna casualidad. Es por esta clase de medidas, en parte, por las que se mantiene desde hace un lustro —según la consultora RepTrak— como la empresa con la reputación más positiva entre el público. No en vano, la percepción de un comportamiento corporativo responsable puede llegar a construir hasta un 40% de su reputación a ojos del consumidor medio.

Según informa la empresa californiana, todos los actos serán suministrados mediante energía limpia: cada correo electrónico enviado a través de Gmail, cada búsqueda mediante Google, cada vídeo visto en YouTube y, por supuesto, cada trayecto realizado con Google Maps. La nube global de la compañía es actualmente, tal y como afirman, la más limpia de la industria. La consecución del nuevo compromiso, fechado para el año 2030, conllevaría una producción de energía libre de carbono total. Ésta contaría con hasta 5 gigavatios, lo que podría estimular inversiones limpias de hasta 5.000 millones de dólares. Se trata, por tanto, de un paso más allá de la tradicional estrategia de la utilización de energía renovable como simple mecanismo de compensación; estaríamos, en definitiva, ante infinitas operaciones que contarían únicamente con una energía libre de carbono como motor en todo momento y lugar. Estas cifras, que pueden resultar ininteligibles, cobran significado a la sombra de una sencilla comparativa: la eliminación de emisiones aquí propuesta equivaldría a la retirada de más de un millón de vehículos al año. A su vez, esta ruta ecológica podría llegar a producir entre 8.000 y 20.000 empleos, todos de carácter «verde»

La eliminación de emisiones aquí propuesta equivaldría a la retirada de más de un millón de vehículos al año

Las acciones de Google, sin embargo, no se hallan destinadas tan solo a sus propias repercusiones. Dentro del marco propuesto, la compañía se ha comprometido también a reducir las emisiones de carbono de múltiples ciudades en una gigatonelada, una cantidad equivalente a las emisiones que podría llegar a crear un país del tamaño de Japón. Google prevé también prestar apoyo a diversas compañías y socios comerciales. Otras decisiones, sin embargo, se centran más en las decisiones individuales de los usuarios. Así, Google incluirá la posibilidad de encontrar bicicletas de uso público y puntos de recarga de vehículos eléctricos en el callejero global de Google Maps. En muchos países del continente europeo también se incluirá la opción, a través de Google Flights, de encontrar vuelos con menos emisiones de carbono.

Puede, sin embargo, que sea una de las empresas que más éxito ha alcanzado en sus propuestas, pero Google no es la única compañía dispuesta a reducir o eliminar la contaminación de la totalidad de sus actividades. Es parte de un contexto, de un hecho, del que el universo corporativo parece cada vez más consciente: que todos respiramos el mismo aire.

Edificios contra el cambio climático

A inicios de julio, el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto por el que se regula el Programa de Rehabilitación Energética de Edificios (PREE) propuesto por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El plan, que contempla una línea de ayudas de 300 millones de euros orientadas a mejorar la eficiencia energética en edificios, será supervisado por el Instituto para el Ahorro y la Diversificación de la Energía (IDAE) y subvencionará cambios en la envolvente térmica, sustitución de calderas por opciones renovables y mejoras en la eficiencia de la iluminación en edificios construidos antes de 2007. Todo, con el objetivo de contribuir a descarbonizar el parque de edificios nacional, que actualmente supone el 30% del consumo de energía de España.

Pero llegar a la meta del Green Deal europeo de alcanzar la neutralidad climática en 2050 requiere de actuaciones todavía más ambiciosas. Por este motivo, el pasado junio, el Gobierno de España ya actualizó la Estrategia a largo plazo para la Rehabilitación Energética en el Sector de la Edificación en España (ERESEE 2020), una iniciativa que, avalada por la Unión Europea, y alineada con las políticas europeas de reactivación económica frente la COVID-19 y con estrategias nacionales como el recién aprobado PREE -incluido en el Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030-, pretende ser la hoja de ruta para renovar el parque nacional de edificios residenciales y no residenciales, y convertirlo en uno de alta eficiencia energética y descarbonizado de aquí a 30 años. Actualmente, las cifras sobre gasto energético exigen esta transformación: casi un 50% del consumo de energía final en Europa se destina a calefacción y refrigeración; de ella, el 80% se consume dentro de los edificios.

La ERESEE fue aprobada en 2014 y, desde entonces, la propuesta ha ido renovándose cada tres años para adaptarse a las nuevas realidades y exigencias sociales. Las dos versiones previas –2014 y 2017– fueron las mejor valoradas por el Joint Research Centre, el grupo evaluador de la Dirección General de Energía de la Comisión Europea. En la última ocasión, solo Francia alcanzó la misma puntuación que la estrategia española, la más alta de las 31 estrategias presentadas.

Casi un 50% del consumo de energía final en Europa se destina a calefacción y refrigeración

Como en las versiones anteriores, esta nueva actualización de la estrategia hace referencia a la necesidad de una transformación -que sea rentable a nivel económico- de los edificios existentes en edificios de consumo de energía casi nulo. Sin embargo, incluye novedades como políticas y acciones destinadas a todos los edificios públicos, establece una hoja de ruta con indicadores de progreso medibles, trata el problema de la pobreza energética y realiza un proceso de participación pública que permite recoger la visión de los distintos sectores que juegan un papel decisivo para la renovación energética de los edificios.

Además, el documento señala la posibilidad de que los hospitales sean un sector prioritario en la reforma de los sistemas de climatización y ventilación, sobre todo tras la pandemia, que también ocupa un lugar prioritario en el texto. Según se indica, “la COVID-19 ha venido a sacudir el mundo con unas consecuencias a largo plazo que todavía no podemos vislumbrar”. Y aunque no se han modificado las previsiones de consumo ni de inversión (porque el texto comenzó a redactarse antes), sí se hace especial hincapié en la importancia que tiene el disponer de una vivienda que reúna unas condiciones adecuadas, no solamente considerando su confort térmico, sino también acústico y lumínico.

La estrategia española se enmarca en un contexto regional –y global– que persigue una mayor eficiencia energética. En la Unión Europea, esta apuesta queda reflejada en el Green Deal presentado a principios de este año por la Comisión Europea, en el que se refiere a la necesidad de rehabilitar energéticamente el parque inmobiliario de los Estados miembro. Concretamente, el Renovation Wave es el texto que recoge que, para alcanzar este objetivo, será necesario promover un desarrollo urbano sostenible que invierta en la eficiencia energética de los edificios. Pero para lograr esta meta, no solo hace falta una legislación, también es esencial la contribución de todos los agentes sociales.

Los sistemas de climatización, clave para la eficiencia

Hasta un 99% de las viviendas experimentan pérdidas de calor innecesarias

En una vivienda, los electrodomésticos son los que más energía consumen. Pero no hay que limitarse con identificar el problema, sino que se pueden emprender múltiples iniciativas para reducir el gasto energético. Sobre todo en verano, cuando el aire acondicionado se convierte en nuestro mejor aliado. Bajar las persianas durante el día y abrir las ventanas por la noche o mantener la temperatura del termostato a 24 grados, son algunas de las recomendaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) para los meses de más calor. Sin embargo, durante el resto del año también es posible reducir el derroche energético empleando bombillas LED o aparatos electrónicos de bajo consumo.2020

Consejos para ser energéticamente eficiente en verano

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En verano llegan las vacaciones, la desconexión y, sobre todo, el calor. En esta época, ser energéticamente eficientes en casa es un gran reto. Sin embargo, pequeñas acciones diarias como bajar las persianas en las horas de más calor y abrir las ventanas durante la noche o mantener el termostato a 25 grados pueden ayudarte a ahorrar energía.