Cuando pensamos en una catástrofe natural lo primero que se nos viene a la mente es el desastre inmediato pérdidas humanas, materiales y económicas. ¿Qué viene después? ¿Cómo se recupera la vida en las poblaciones afectadas?
Categoría: Agenda 2030
Theresa Zabell: «Tenemos la misión de proteger nuestra casa, que es más agua que tierra»
Fundada en 1999 por Theresa Zabell, la Fundación Ecomar es una organización sin fines de lucro comprometida con la conservación y preservación de los mares. Su misión es proteger y restaurar los ecosistemas marinos, cuidando de la biodiversidad, combatiendo la contaminación, sensibilizando a la población y promoviendo un estilo de vida saludable y sostenible.
Cuando se creó Ecomar, en 1999, no había la misma concienciación que en la actualidad sobre la importancia de cuidar los mares y el medio ambiente. ¿Cuáles fueron las razones que la llevaron a crear la Fundación?
Ecomar nació después de una carrera deportiva de más de 20 años navegando por todos los mares del mundo, que me sirvió para darme cuenta de que mi terreno de juego, el mar, estaba enfrentándose a retos cada vez más difíciles. Sentí que tenía la responsabilidad de trasladar a la sociedad estos mensajes y empezar a formar parte de la solución. Fue la realización de un sueño que comencé a tener cuando era adolescente y no entendía por qué el mar tenía cosas flotando que no eran suyas. Me propuse ayudarle y ya llevamos 25 años haciéndolo.
¿Qué retos había entonces y qué retos hay ahora? ¿Han cambiado mucho las necesidades del mar?
Hace 25 años el gran reto era conseguir que la población entendiera que nuestros mares estaban en peligro y que teníamos que actuar. Nuestros mares y océanos eran tan inmensos que nos parecía que eran capaces de «tragar» todo lo que les mandábamos. Desde Ecomar hemos trabajado con más de 2,5 millones de personas a través de las cuales educamos, concienciamos, actuamos y reparamos todo lo que podemos. La tarea es enorme, pero anima mucho ver cómo niños que han pasado por nuestros programas educativos están ahora en puestos de toma de decisión.
Después de 25 años, ¿cuál considera el mayor logro de la fundación?
Una fundación no cumple 25 años si no sirve a la sociedad y a las personas. Ecomar llegó para demostrar que las cosas también se podían hacer de otra manera, de forma inclusiva, contando con las empresas, las instituciones y las personas, centrándonos no solo en el qué sino también en el cómo. Lo que nosotros llamamos la «filosofía azul». Nuestra manera de hacer las cosas ha calado muy hondo, y servido de modelo para muchos otros que siguen nuestra estela. Se han subido a nuestra ola y la siguen surfeando. Sin ninguna duda, esto y los más de dos millones y medio de personas que han pasado por nuestras actividades son los mayores logros de la Fundación Ecomar.
Una parte muy importante del trabajo de Ecomar es la educación y sensibilización. ¿Cuáles son las principales actividades educativas que llevan a cabo y qué resultados han observado?
Nuestro primer proyecto educativo fue un concurso escolar en el que los mejores eran premiados con una Semana del Mar. Con la crisis económica nos tuvimos que reinventar y ahora hemos volcado toda nuestra experiencia y conocimiento en una plataforma digital con la que llegamos a muchos más niños, niñas y adolescentes. Conseguimos, a través de todos nuestros programas, que los participantes conozcan el papel fundamental que juegan nuestros mares y océanos en nuestra supervivencia en este planeta, el problema al que nos enfrentamos como humanidad. Conseguimos también que quieran ponerle solución. Asimismo, tenemos el programa educativo de la Grímpola Ecomar, que está implantado en un centenar de clubes de España y Portugal en los que los niños que van a aprender un deporte náutico también aprenden lo que les da y cómo cuidar su terreno de juego.
¿Qué papel cree que juegan adolescentes y personas jóvenes en este proceso? ¿Cómo fomenta Ecomar su participación?
Las nuevas generaciones juegan un papel importantísimo. De lo que aprendan ahora depende el futuro del planeta. Ecomar les educa y conciencia en cada uno de sus programas. Les hacemos partícipes de actividades como una limpieza de costas para que vean de primera mano la realidad de la situación. A partir de ese momento se quieren involucrar más y acaban siendo nuestros «embajadores».
Uno de sus proyectos recientes es la plataforma Bosque Marino, en colaboración con Redeia. ¿Cómo surge esta iniciativa y en qué consiste?
Después de años estudiando cómo dar un paso al frente en la recuperación de ecosistemas marinos para ser más útiles a la sociedad y el planeta, nos aliamos con Redeia, que lleva 10 años trabajando una iniciativa pionera. En la Fundación Ecomar nos gusta trabajar en equipo y sumar esfuerzos para conseguir mayores resultados con menor inversión, y por ello nos juntamos para constituir la plataforma Bosque Marino. No solo se trata de restaurar las praderas de posidonia, que también, sino de implantar una manera de hacerlo junto con la comunidad científica y la colaboración público-privada, que la iniciativa sea escalable, y así conseguir en un futuro un verdadero cambio. Además, haremos talleres en colegios e institutos para que los más jóvenes aprendan a identificar y valorar esta planta, sean partícipes del proyecto y crezcan sabiendo cómo cuidarla.
A partir de vuestra experiencia colaborando con Redeia, ¿qué papel juega el sector privado en la conservación de los ecosistemas marinos?
El capital privado es fundamental para la conservación y el equilibrio de nuestro planeta en general, y en la Fundación Ecomar involucramos al sector privado en todas nuestras actividades. Sin su apoyo no habríamos sobrevivido. Todos estamos en el mismo barco, metafóricamente hablando, y debemos remar en la única dirección posible: la de proteger nuestra casa que, dicho sea de paso, es más agua que tierra. Con Redeia participamos en un proyecto muy innovador, que estoy segura va a sorprender gratamente a muchos.
Una de las primeras acciones del proyecto Bosque Marino es la restauración de posidonia oceanica en las aguas de la Comunitat Valenciana. ¿Cuál es la finalidad de esta iniciativa?
Empezar a regenerar los fondos marinos del Mediterráneo, que están muy deteriorados por diferentes razones. El objetivo es restaurar 30 hectáreas de aquí al 2030 en línea con la reciente Ley de Restauración de la Naturaleza de la Unión Europea y con los objetivos globales de biodiversidad y conservación marina de la ONU.
¿Cómo seleccionan las áreas donde desarrollan proyectos como Bosque Marino?
Los científicos y expertos en la materia con los que trabajamos hacen estudios exhaustivos, bajan a examinar los fondos y valoran el número de plantaciones que hay que realizar. A partir de ahí se valora la viabilidad y se eligen las localizaciones en función de la necesidad y de dónde se estima que pueda haber una mayor tasa de supervivencia.
¿Es parecido este proyecto a otros como Acción Posidonia? ¿Qué diferencias o similitudes destacaría de ambos?
Son proyectos paralelos con un mismo objetivo. En el proyecto Acción Posidonia, Redeia es uno de los socios, además de un apoyo fundamental. El objetivo es mejorar la salud ambiental de las praderas de posidonia oceanica involucrando al sector pesquero, a los científicos y a la ciudadanía, promoviendo a su vez la sensibilización ambiental de la sociedad y la I+D en la mitigación del cambio climático. Acción Posidonia forma parte del Programa Pleamar de Fundación Biodiversidad y cuenta con fondos de la Unión Europea.
Su vida siempre ha estado muy ligada al mar y al deporte. ¿Cómo puede promover el deporte una mayor concienciación y compromiso con el medio ambiente?
Me gusta decir que el deporte es la mejor escuela para la vida, ya que a través de él aprendemos una serie de valores que difícilmente podríamos adquirir de otra manera. Los deportes practicados en la naturaleza, además, te enseñan la importancia de tu «terreno de juego», en mi caso el mar. Al final todos cuidamos aquello que amamos, y es un buen comienzo para empezar a cuidar nuestro entorno.
Para quienes tengan interés en contribuir a la conservación marina, pero no saben por dónde empezar, ¿qué consejo daría?
Los cambios empiezan por pequeñas acciones, decisiones que tomas en tu día a día, como lo que consumes y su procedencia. Los animaría a que sigan nuestros diferentes canales de comunicación para aprender gestos que puedan impactar positivamente en el estado de nuestro planeta, y a que se hagan Socios Ecomar con una pequeña cuota que es 80% desgravable, que además de ser una gran ayuda para nosotros, sirve para que puedan participar en nuestras actividades.
¿Maquilla la industria cosmética su sostenibilidad?
Desde labiales y lociones hasta pastas de dientes: cada vez más productos de cuidado personal llevan sellos ecológicos. Pero, ¿significa esto que el sector se está volviendo en realidad más amigable con el medio ambiente?
Los productos de belleza y cuidado personal ecológicos están ganando terreno con cada vez más consumidores que buscan ser respetuosos con el medio ambiente. Según estima la consultora Grand View Research, el mercado de los cosméticos orgánicos crecerá un 9,3% anual hasta alcanzar un valor de unos 42 millones de euros en 2030. Pero esto no implica una mayor sostenibilidad en la industria: maquillajes, lociones y champús pueden llevar etiquetas «verdes» sin ser de bajo impacto ambiental y social.
Esto sucede pues no hay una definición uniforme en Europa –y aún menos a nivel internacional– de lo que implica que un cosmético sea sostenible. Y algunas marcas lo aprovechan para promocionar artículos de este modo sin que realmente lo sean. ¿Cómo hacemos entonces para distinguirlos?
Orgánico o natural no equivale a sostenible
La sostenibilidad es compleja y abarca múltiples requisitos en lo ambiental, lo social y lo económico. Calificaciones como «natural» u «orgánico» suelen referirse solo a los ingredientes del producto –en cuanto a que no tienen químicos o que provienen de la agricultura ecológica–. Pero esto no significa que todos los componentes y prácticas de la fabricación sean sostenibles.
No hay una definición uniforme de lo que implica un cosmético sostenible a nivel mundial
Greenpeace recomienda prestar atención a más aspectos a la hora de elegir un artículo, desde el modo de extracción de sus materias primas y los métodos para probar sus fórmulas (con o sin animales) hasta los envases en que se venden. Este es un detalle importante: la industria cosmética mundial produce alrededor de 80.000 millones de envases como cartones plegables, botellas y tubos de plástico cada año, según datos de Euromonitor International. Y una buena parte no pueden o no llegan a reciclarse. Además, los envases pueden tener diseños o logotipos que parecen una credencial de sostenibilidad, pero no tienen un respaldo real, lo cual acaba confundiendo al consumidor.
Aunque es importante saber que sí hay algunas certificaciones de entidades públicas y privadas que las marcas pueden pedir de forma voluntaria para ser transparentes con sus procesos –y que les exigen requisitos rigurosos– como Ecolabel, la etiqueta de la Unión Europea. El sello, que se muestra con el icónico símbolo de la «flor de la UE», garantiza que los productos contienen ingredientes biodegradables y renovables, procedentes de fuentes sostenibles, y que tienen un embalaje minimizado, fácil de reciclar y un uso restringido de sustancias peligrosas. Este puede estar en productos de higiene, como jabón, acondicionador, crema de afeitar y pasta de dientes, o de cuidado y belleza, como cremas, aceites y maquillajes (tanto para personas como mascotas).
Calificaciones como «natural» u «orgánico» suelen referirse solo a los ingredientes del producto
Otras dos certificaciones con estrictos criterios y procesos de control externo son la norma BioVidaSana, con cerca de un centenar de empresas certificadas, en su mayoría pequeños proyectos y fabricantes, y la asociación internacional NATURE, con más de 280 marcas y 6.400 artículos bajo su sello. Estas analizan los ingredientes, fórmulas y etiquetas, e inspeccionan la producción y distribución para otorgar certificaciones en distintas categorías: natural, orgánico y ecológico.
Asa Philip Randolph, a la vanguardia de los derechos laborales
En una época donde se separaba a las personas por el color de su piel, la incansable labor de Asa Philip Randolph como activista y su habilidad para unir movimientos sindicales con demandas de justicia social dejaron una huella imborrable en la historia.
En 1925, Asa Philip Randolph tomó una decisión que marcaría un antes y un después en la historia laboral y social de Estados Unidos: fundó el Sindicato de Trabajadores de los Ferrocarriles (Brotherhood of Sleeping Car Porters), el primer sindicato afroamericano reconocido oficialmente en el país. Randolph fue testigo, durante su estancia en Nueva York, de las duras condiciones laborales que sufrían los afroamericanos. La explotación y la discriminación eran parte de la vida cotidiana, especialmente en el trabajo.
Randolph creía profundamente en la fuerza de los sindicatos para cambiar realidades
Inspirado por el poder de la organización colectiva, Randolph creía profundamente en la fuerza de los sindicatos para cambiar realidades y veía en la unidad de los trabajadores la clave para derribar barreras consideradas infranqueables durante generaciones. Consideraba que la igualdad racial y la justicia económica estaban entrelazadas y que la clase trabajadora afroamericana podía lograr avances significativos a través de la organización sindical. Este pensamiento le llevó a convertirse en una de las voces más influyentes de su tiempo, tanto en el ámbito laboral como en la esfera de los derechos civiles.
La marcha sobre Washington: un punto de inflexión
Uno de los momentos más destacados en la carrera de Randolph fue su participación en la organización de la histórica Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad en 1963. Este evento reunió a más de 250.000 personas en la capital del país y fue la plataforma en la que Martin Luther King Jr. pronunció su famoso discurso «I Have a Dream». La marcha fue clave para la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derechos Electorales de 1965.
Su visión de un país donde las oportunidades laborales estuvieran abiertas para todos, sin importar el color de su piel, sigue siendo relevante en la lucha por la equidad en el trabajo y en la sociedad
Randolph, con su habitual discreción, prefirió dejar el protagonismo de la jornada a los jóvenes líderes emergentes del movimiento, pero su influencia fue innegable. Su trabajo contribuyó a la integración racial en el ámbito laboral y a la consolidación de los derechos civiles en Estados Unidos. Y es que el sindicalista soñaba con un país donde las oportunidades laborales estuvieran abiertas para todos, sin importar el color de su piel. Randolph fue un visionario que comprendió que la justicia social es un esfuerzo colectivo, que requiere tanto la voz de la protesta pacífica como la organización sindical para construir un futuro más justo.
Marina Palacios: «Los arrecifes de coral ocupan el 1% del planeta y albergan el 25% de la vida marina»
Marina Palacios Miñambres es una científica marina y ambientóloga que cofundó y dirige Coral Soul, asociación que trabaja por la recuperación de los arrecifes de coral del Mediterráneo y que cuenta con un proyecto pionero para la restauración y protección de los mismos. Este programa ha sido financiado durante 3 años por Coral Guardian y en los próximos 18 meses será cofinanciado por el FEMPA (Fondo Europeo Marítimo de Pesca y Acuicultura) dentro de la Convocatoria Pleamar de la Fundación Biodiversidad. Hablamos con ella de dicha iniciativa y de la importancia de los arrecifes de coral para la conservación de la biodiversidad marina.
Además de científica marina y ambientóloga, eres una experta buceadora. ¿Tu fascinación por los ecosistemas marinos comenzó a través de dicha actividad o venía de antes?
La verdad es que mi amor hacia el mar comienza desde pequeñita. Mis primeros recuerdos son en la playa, con mis padres, que también son grandes amantes del mar. Y siempre tuve claro que quería trabajar protegiéndolo. En cuanto cumplí 17 años me fui a estudiar a Cádiz, y desde entonces todos los pasos de mi carrera profesional se han orientado hacia la conservación de la biodiversidad marina, y especialmente de los corales.
Desde Coral Soul trabajáis por la conservación marina a través de la restauración de arrecifes de coral que se encuentran amenazados. ¿Qué papel juegan dichos arrecifes en la protección de la biodiversidad marina?
Los arrecifes son elementos fundamentales en la vida marina porque nos dan una serie de servicios ecosistémicos. Son generadores de vida por su capacidad de concentración de especies, que hace que cientos de ellas dependan de los corales. Si los corales desaparecen, también lo harían muchas especies marinas. Además, actúan como sumideros de CO2, por lo que ayudan a combatir el cambio climático. Y no podemos olvidar que son bioindicadores que registran cualquier cambio que se produce en el ecosistema, por lo que monitorizarlos permite controlar los cambios de nuestros ecosistemas marinos. Por último, son motores socioeconómicos de numerosas poblaciones, tanto a nivel pesquero como turístico.
¿Cuáles son los principales riesgos que corren los arrecifes de coral?
Los principales riesgos son el estrés térmico por el aumento de la temperatura de las aguas, la sobrepesca, la acumulación incontrolada de todo tipo de residuos, físicos y químicos, e incluso el coleccionismo, que en algunas zonas está acabando con los arrecifes.
«Los proyectos de Coral Soul se basan en tres pilares básicos: la investigación científica, la acción directa de recuperación de arrecifes y la sensibilización»
En 2021, desde Coral Soul lanzasteis Deep Core Project, un plan pionero en la recuperación de arrecifes. ¿En qué consiste el proyecto?
En Coral Soul trabajamos con los denominados arrecifes profundos, en este caso los que se sitúan a entre 30 y 60 metros de profundidad. El proyecto Deep Core Project surge como una necesidad imperativa de actuar ante la desaparición de un ecosistema dominado por una población única de coral candelabro en los arrecifes profundos de la Zona de Especial Conservación de los acantilados y fondos marinos de la Punta de la Mona en la costa de Almuñécar, Granada. A pesar de ser una zona protegida, no se le ha otorgado ningún plan de ordenación de los recursos y sufre un impacto de años por el abandono accidental de elementos propios de la pesca y el fondeo de embarcaciones como redes, anclas y cadenas. Lo primero que hicimos fue crear una red científica, junto con diversas instituciones públicas y privadas, para estudiar el ecosistema desde todos los puntos posibles. Desarrollamos desde estudios genéticos y de ADN hasta otros poblacionales de las especies que vivían en los arrecifes, pasando por investigar la hidrodinámica de las corrientes y los parámetros ambientales y, sobre todo, un estudio geomorfológico. A partir de ahí arranca un programa de saneamiento para retirar todos los residuos, y aquellos corales fracturados y, por tanto, heridos, se trasladan a las guarderías de corales.
¿Qué es exactamente una guardería de corales?
Cuando el coral se parte o fisura se produce una herida que es colonizada por parásitos. Estos les provocan enfermedades que, poco a poco, acaban con su vida. Es imprescindible, para que puedan repoblarse, someterlos a un tratamiento previo que pueda curar las patologías que tienen. Hemos logrado detectar hasta ocho patologías distintas. Una vez el coral está totalmente curado se devuelve de nuevo al arrecife, insertándolo en zonas estratégicas previamente estudiadas donde tiene asegurada su total recuperación. En eso consisten las guarderías de coral, en espacios habilitados en la misma profundidad en que estos habitan para poder tratarlos y curarlos. El proyecto cuenta con tres, cada una para un rango de profundidad.
¿Los resultados de las acciones desarrolladas hasta la fecha dentro de Deep Core Project son positivos?
Desde que arrancamos el proyecto la abundancia de peces en la zona ha aumentado en un 75%, la de invertebrados y fauna asociada en un 42% y, tras tres años de seguimiento, hay un 91% de supervivencia de los corales tratados.
¿Es extrapolable este proyecto a otros territorios marinos, a nivel global?
Sí, hemos comprobado que las técnicas empleadas son replicables e incluso adaptables a otros tipos de corales. Concretamente, tras el éxito de Deep Core Project, arrancamos un proyecto con el apoyo de la Unión Europea en Cerdeña para recuperar corales sometidos a estrés térmico, y otro conjuntamente con la Universidad del Algarve, en Portugal, para recuperar corales de sus costas.
Sin duda, para facilitar la conservación de los arrecifes de coral, son imprescindibles las labores de conservación e investigación que realizáis. Pero, ¿qué importancia tiene en dicha conservación la sensibilización social?
Muchísima. Los proyectos que desarrollamos se basan en tres pilares básicos: la investigación científica, la acción directa de recuperación de arrecifes y la sensibilización. Trabajamos para involucrar a la población local, al sector pesquero, con el que realizamos sesiones de trabajo para transmisión de conocimientos horizontales, a las administraciones y a la ciudadanía en general, incluso con programas de sensibilización para menores de edad que desarrollamos en toda España, no sólo en poblaciones costeras.
«Los principales riesgos que corren los arrecifes de coral son el estrés térmico, la sobrepesca, la acumulación de residuos, e incluso el coleccionismo»
¿Cómo puede contribuir un ciudadano de a pie a la conservación y la recuperación de corales? ¿Qué actividades ciudadanas generan más impacto sobre ellos?
Lo primero es el apoyo y la colaboración con entidades y proyectos de recuperación. Lo segundo es la sensibilización, ser conscientes del valor que tienen los arrecifes de coral y el peligro que corren, por desgracia. Y, por último, el conocimiento de la importancia de las pequeñas acciones. Tenemos que tener siempre presente el poder que tenemos cada uno de nosotros. Algunas actividades que podemos realizar son apostar por un consumo adecuado de los recursos marinos, una correcta gestión del agua, el reciclaje o la disminución del uso de cualquier tipo de residuos. Y por supuesto, impulsar planes de gestión para que áreas marinas protegidas sirvan como zonas resilientes y como el corazón para recuperar y para mantener los ecosistemas.
Entiendo que también es importante la participación de las administraciones públicas. ¿Existe normativa legal orientada a la protección de los arrecifes de coral?
Sí, nuestros arrecifes forman parte de zonas catalogadas como Hábitat de Interés Comunitario (HIC) para los que la Unión Europea quiere garantizar la conservación, o ya a nivel estatal como Zona de Especial Conservación (ZEC) o Parque Natural. El problema surge cuando, a pesar de pertenecer a zonas protegidas, no se desarrollan planes de gestión adecuados para asegurar tal protección.
Por último, ¿podrías facilitarnos algún dato que confirme la aportación a la biodiversidad marina de los arrecifes de coral restaurados?
El dato más relevante es la constatación de que los arrecifes de coral tan solo ocupan el 1% de la superficie del planeta, pero albergan el 25% de la vida marina. A día de hoy, hemos perdido casi la mitad de los arrecifes de coral a nivel global. De continuar así, en 2050 habremos perdido más del 70%, por lo que es vital para la vida en nuestro planeta el seguir trabajando en su conservación.
Jardín de pulpos, ¿por qué miles de cefalópodos anidan en este lugar?
En 2018 investigadores estadounidenses descubrieron miles de pulpos que anidaban en un lecho marino profundo cerca de la costa de California. Un exótico hallazgo que fue denominado con el nombre de “Jardín de Pulpos”. Tras varios años de investigación se han descubierto las razones por las que este lugar es tan atractivo para los cefalópodos.
¿Quién vive en el desierto?
Aunque puede parecer un lugar inhóspito, entre los billones de granos de arena del desierto podemos hallar diversas comunidades que han encontrado diferentes formas de adaptarse y vivir en este entorno extremo.
La pobreza de tiempo, una desigualdad invisible
La falta de tiempo libre debido a la carga de trabajo remunerado y no remunerado es un problema creciente. Afecta especialmente a las mujeres y a los sectores más vulnerables, con importantes repercusiones para la salud.
Cuando pensamos en la pobreza, solemos imaginar una carencia económica que afecta a la vivienda, la salud o la calidad de vida. Sin embargo, en los últimos años ha surgido un nuevo concepto: la pobreza de tiempo, que se refiere a la falta de tiempo libre disponible para el ocio, el descanso y el autocuidado. Según los datos de The Time Use Initiative (TUI), en países como España, una persona se considera pobre de tiempo si dispone de menos de 170 minutos al día para dedicar a estas actividades.
La feminización de la pobreza de tiempo
Uno de los aspectos más preocupantes que destaca la TUI es la desigualdad de género en la distribución del tiempo. En Europa, las mujeres dedican entre 1,5 y 2 veces más tiempo que los hombres al trabajo no remunerado, que incluye tareas domésticas y cuidados familiares, lo que limita el tiempo que pueden dedicar a su desarrollo profesional, al ocio o incluso al descanso.
Margarita Vega-Rapun, investigadora del Center for Time Use Research y autora del estudio The multidimensionality of poverty: time poverty in Spain (2021), destaca que este fenómeno perpetúa las desigualdades de género y genera un impacto negativo en la salud mental y física de las mujeres.
Un problema de salud pública
Este tipo de pobreza también impacta en la salud física y mental de las personas. La falta de tiempo para el autocuidado aumenta el riesgo de estrés crónico, agotamiento y enfermedades como la ansiedad y la depresión. También está asociada con problemas cardiovasculares y un sistema inmunológico debilitado.
Pero esta problemática no afecta por igual a todas las clases sociales. Las personas con empleos precarios o mal remunerados suelen trabajar más horas o tener varios trabajos, lo que limita aún más su tiempo libre. Esto crea un círculo vicioso difícil de romper: al tener menos tiempo, las oportunidades para mejorar sus condiciones laborales se reducen drásticamente.
Las personas que carecen de tiempo no tienen la oportunidad de adquirir nuevas habilidades, fortalecer vínculos sociales o participar activamente en la vida democrática, lo que limita su desarrollo personal y su plena integración en la sociedad.
La necesidad de políticas públicas y cambios culturales
The Time Use Initiative y expertos como Sara Moreno Colom, profesora de Sociología en la Universitat Autònoma de Barcelona, subrayan la importancia de implementar políticas públicas que aborden de manera integral la redistribución del tiempo en la sociedad. Entre las medidas clave se destacan la reducción de la jornada laboral, la flexibilidad horaria y el acceso a servicios públicos de cuidado que descarguen las responsabilidades familiares –que generalmente recaen sobre las mujeres–.
Es crucial que estas políticas se apliquen a toda la población: trabajadores de todos los sectores, clases sociales y situaciones familiares, de manera que todos puedan disfrutar de un tiempo libre suficiente y de calidad.
En definitiva, reorganizar el uso del tiempo es crucial para garantizar el bienestar de la población. Promover el derecho al tiempo libre, adoptar modelos laborales más flexibles y fomentar una mayor eficiencia en la gestión del tiempo puede aliviar la presión que muchas personas enfrentan en su vida diaria. Estas medidas no solo mejorarán la salud y el equilibrio personal, sino que también impulsarán una sociedad más productiva y con una mejor calidad de vida.
Violencia obstétrica, cuando el maltrato llama a consulta
La violencia obstétrica es una realidad invisible para muchos sistemas sanitarios pese a que mujeres de todo el mundo reportan continuamente malos tratos, intervenciones innecesarias y la negación de sus derechos durante el embarazo, parto y posparto.
En 2007, Venezuela se convirtió en el primer país en introducir el término violencia obstétrica en su legislación, definiéndolo como «la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, que se expresa en un trato deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y su sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres». Después le siguieron algunos países de América Latina. A nivel internacional no hay una definición consensuada, aunque en 2014 la OMS señaló que «en todo el mundo, muchas mujeres sufren un trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en centros de salud, que no solo viola los derechos de las mujeres a una atención respetuosa, sino que también amenaza sus derechos a la vida, la salud, la integridad física y la no discriminación».
Más allá de las definiciones, la violencia obstétrica se materializa en algunas técnicas normalizadas que, en muchas ocasiones, no son identificadas como violentas. Según el Observatorio de Violencia Obstétrica, estas conductas incluirían prácticas rutinarias no basadas en evidencia, como la restricción de movimientos, la ingesta de líquidos, o el uso de la posición horizontal durante el parto, así como el intervencionismo innecesario (fórceps didácticos, maniobra de Kristeller, episiotomías y cesáreas no justificadas), entre otras. Además, la violencia obstétrica también implica no respetar la fisiología del parto, no atender las necesidades básicas de las mujeres y de sus hijos o hijas (como el acompañamiento familiar), la atención integral al dolor, la no incorporación de prácticas beneficiosas orientadas a la humanización del parto o no respetar el protagonismo y la autonomía de las mujeres.
Como también han denunciado diversas expertas y organizaciones feministas como El Parto es Nuestro, muchas de estas prácticas están relacionadas con estereotipos de género muy arraigados en nuestra sociedad. Estos se materializan en un trato denigrante hacia las mujeres embarazadas, consideradas como sujetos pasivos, y, en muchas ocasiones, en la omisión de sus planes de parto y nacimiento.
Nombrar las violencias estructurales para transformar la realidad
En todo el mundo, mujeres con experiencias similares se han ido organizando para buscar reparación en un sistema en el que se han sentido invisibles o vulnerables —tal y como recoge el proyecto de la artista visual Silvia Marte—. La similitud de sus relatos demuestra que lo que han vivido no es causa de una mala praxis puntual, sino de un problema estructural al que hay que hacer frente.
Sin embargo, la violencia obstétrica aún no está reconocida en la legislación de ningún Estado miembro de la UE, según un estudio presentado en 2024, que evaluó el nivel de conciencia y el tratamiento jurídico del tema en los 27 Estados miembros. Las lagunas jurídicas detectadas en esta materia obligan a las mujeres que solicitan reparación a basarse en instrumentos jurídicos preexistentes, como derechos de los pacientes o las normas mínimas de asistencia sanitaria, que pocas veces incluyen de forma explícita los tratamientos obstétricos y ginecológicos. Además, este informe también señala la dificultad que tienen muchas mujeres que han experimentado violencia obstétrica para poder denominarla y comprenderla como tal, ya que aún hay un desconocimiento generalizado.
Este estudio sitúa la violencia obstétrica como convergencia de dos problemas estructurales: la violencia de género y la falta de recursos de los sistemas e instituciones sanitarias, y ofrece algunos datos de diferentes países. Por ejemplo, en Polonia, un estudio reveló que el 71,8% de las actividades realizadas durante las exploraciones ginecológicas eran bruscas, y el 14,6% recuerda una exploración ginecológica en urgencias como extremadamente dolorosa y desagradable. En España, un estudio que contó con una muestra de 17.541 mujeres mostró que el 45,9% de las mujeres entrevistadas no fueron informadas sobre los procedimientos a los que iban a someterse, ni se les solicitó expresamente que dieran su consentimiento informado. De ellas, el 74% señaló a profesionales de ginecología como responsables de no haberles informado ni haberles solicitado su consentimiento.
Además, un estudio publicado en Woman and Birth en el que participaron 899 mujeres, muestra que el 67,4% de las mujeres en España ha experimentado violencia obstétrica en al menos una de sus formas: el 54,5% reportó violencia física; el 25,1%, violencia verbal; y el 36,7%, psicoafectiva.
A pesar de todo, el término violencia obstétrica sigue creando confrontación y siendo rechazado por diferentes colectivos profesionales en España. De hecho, no fue incluido en la reforma de la Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, aunque sí se incluyó el término «parto respetado» y se definieron las «intervenciones ginecológicas y obstétricas adecuadas» y «la violencia contra las mujeres en el ámbito reproductivo».
¿Por qué genera rechazo este término? «No es un término bien recibido por parte de la comunidad médica (…), de alguna manera, se contrapone a nuestra vocación», explica Mina Comas, jefa de servicio de obstetricia del Hospital Germans Trias i Pujol, en un documental que celebra los 20 años de El Parto es Nuestro. «Creo que, más allá del término, debemos ser capaces de entender cuál es la realidad, qué expresa ese término y, nos guste o no, aceptar que existe. Como profesionales directamente implicados, debemos tomar parte proactiva, positiva, propositiva, en lugar de quedarnos en la fachada de rechazo del término», concluye Comas.
Los carroñeros, una especie clave para los humedales
Investigaciones recientes han revelado que los animales carroñeros desempeñan funciones esenciales en los humedales tales como el reciclaje, el transporte de nutrientes, la regulación de la calidad del agua y el control de patógenos.