En nuestro día a día, lo común es abrir el grifo cada vez que necesitamos agua para hidratarnos, ducharnos o cocinar. Sin embargo, esta realidad cotidiana no es posible para todo el mundo y más de 2.000 millones de personas no tienen acceso a agua potable.
Categoría: Agenda 2030
Deporte y cuidado del medio ambiente, binomio emergente (y urgente)
En el pasado, muchos eventos deportivos impactaron negativamente en el medio ambiente, pero hoy diversas iniciativas muestran que el deporte puede ser una herramienta plenamente eficaz para reducir la huella de carbono y proteger el planeta.
En las últimas décadas, muchos de los grandes eventos deportivos han supuesto graves efectos negativos sobre el medio ambiente. Por ejemplo, el Mundial de fútbol de 2014, en Brasil, emitió más de 2,7 millones de toneladas de CO2. Asimismo, la huella de carbono de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016 fue de alrededor de 3,5 millones de toneladas. Afortunadamente, esto no sucedió en Tokio 2020 porque se celebró sin espectadores, y no ocurrió este verano en París porque se han tomado cartas en el asunto: se redujo a la mitad la huella de CO2.
Dado que la crisis medioambiental es una preocupación global, se requieren acciones coordinadas (y urgentes) para abordar sus consecuencias, y en este contexto, el deporte quiere demostrar que puede ser una herramienta poderosa para generar un impacto positivo, además de redimirse de sus errores del pasado. De este modo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU reconocen el papel del deporte en la lucha por la sostenibilidad ambiental, pues contribuyen a la consecución del ODS 13 («adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático») y el ODS 15 («conservar la vida de ecosistemas terrestres»).
Hoy más que nunca, las organizaciones deportivas tienen la capacidad de educar a su comunidad y promover valores de desarrollo sostenible, que incluyen el uso eficiente de energías renovables, la reducción de residuos, la minimización del ruido, el fomento de productos ecológicos, la preservación del patrimonio cultural y la lucha contra la violencia deportiva.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU reconocen el papel del deporte en la lucha por la sostenibilidad ambiental, y contribuyen a la consecución del ODS 13 y el ODS 15
A nivel internacional, hay numerosas iniciativas que conciencian sobre el uso respetuoso del medio natural. Entre ellas, Earth Hour Run es una carrera organizada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), cuyo objetivo es sensibilizar sobre la importancia de la conservación del medio ambiente. En este evento anual, los participantes salen a correr durante la Hora del Planeta, que es un apagón eléctrico voluntario.
Otro caso es el de PADI Aware, un movimiento de la Asociación Profesional de Instructores de Buceo (PADI) centrado en la conservación marina. La iniciativa incluye programas como Dive Against Debris, que moviliza a los buceadores y entusiastas del mar para recoger residuos bajo el agua.
Indudablemente, el abandono de residuos en entornos naturales es un problema que afecta gravemente a la conservación del medio ambiente, y en España también hay iniciativas que luchan contra ello. El proyecto LIBERA, de Ecoembes y SEO/BirdLife, en colaboración con la Asociación del Deporte Español (ADESP), trabaja para mantener los espacios naturales libres de residuos y sensibilizar a la ciudadanía sobre su impacto negativo. En su cometido, esta iniciativa forma a deportistas amateurs como «ecovoluntarios» para concienciar sobre el problema de la basuraleza en eventos deportivos. También quiere crear «ecoembajadores», deportistas de élite que difunden las acciones del proyecto a través de sus redes sociales.
Proyectos nacionales e internacionales, como Earth Hour Run, PADI Aware, LIBERA o Plogging Tour ilustran cómo practicar un deporte es compatible con la defensa del medio ambiente.
Por otro lado, el Plogging Tour España es otra iniciativa que combina el deporte con la acción medioambiental. El plogging es un concepto que combina jogging (correr) y plocka upp (recoger), y se refiere a la práctica de recoger basura mientras se corre. En muchas ciudades españolas se organizan eventos en los que los participantes se dedican a correr o caminar mientras recogen residuos del entorno. Estos eventos promueven tanto la actividad física como la limpieza de espacios naturales y urbanos.
En conclusión, durante los últimos años han surgido iniciativas que incorporan criterios ambientales en la gestión deportiva y organización de eventos, una demostración de que el deporte puede contribuir a la protección medioambiental. Ahora bien, si el objetivo es que el deporte no sea el estandarte de huellas de carbono de 3,5 millones de toneladas, se requiere el esfuerzo colectivo de todas las partes interesadas, gobiernos y ciudadanos, para adoptar prácticas respetuosas con el planeta y crear un futuro prometedor.
«La educación es un derecho inalienable»
Pilar Orenes es directora general de Educo, organización de cooperación al desarrollo con enfoque en la educación y acción humanitaria con presencia en 18 países de América, África, y Asia. Gracias a sus más de 200 proyectos de acción humanitaria han logrado llegar a más de un millón de niños, niñas y adolescentes para garantizar una educación ininterrumpida, hasta en las situaciones más desafiantes.
¿Por qué Educo?
La educación es una de las principales maneras de reducir las desigualdades sociales y erradicar la pobreza, por eso trabajamos por los derechos y el bienestar de la infancia. Trabajamos en 18 países y en cada uno aplicamos estrategias acotadas al contexto de ese lugar. Si bien las intervenciones pueden ser diferentes, el hilo conductor siempre es el mismo: una educación de calidad garantizada como derecho humano para todos los niños y niñas, independientemente del contexto.
¿Qué tipo de estrategias implementáis?
Trabajamos con las instituciones educativas de cada país, con las escuelas públicas y con el profesorado para reforzar la estrategia educativa del país y asegurar el acceso a la escuela. También lo hacemos cerca de los padres de familia, ya que los entornos protectores son una prioridad. Lo cierto es que cada país nos ofrece contextos diferentes, pero en todos procuramos asegurar una educación de calidad, y espacios en los que el niño y la niña pueda participar y expresar sus opiniones.
«Estamos en una sociedad adultocéntrica que está diseñada sin tener en cuenta un porcentaje muy alto de la población que son los niños»
Desde Guatemala a Burkina Faso… ¿Cuáles son los principales retos a los que os enfrentáis?
Hay que señalar que cuando hablamos del derecho a la educación, este no solamente es habilitador de otros derechos, sino que es un derecho inalienable, que no se pierde y que no se puede dejar de dar estés donde estés. Entonces, cuando hablamos de países en la región del Sahel, en África, estamos hablando principalmente de contextos de emergencia. Se trata de situaciones en las que las familias deben desplazarse por seguridad o a consecuencia del cambio climático. Ahí los niños no siempre tienen una escuela fija, sino que deben adaptarse.
En el caso de Centroamérica, por ejemplo, trabajamos en el área del Corredor Seco, donde también hay desplazamientos por hambruna; o Bangladesh, donde las olas de calor hacen que se cierren las escuelas. Por eso nuestra seña de identidad es asegurar que la educación se mantenga en todos los contextos.
Siguiendo esa línea, ¿qué tipo de innovaciones educativas realizáis para este tipo de contextos?
En la educación las metodologías son claves. Innovar es aplicar metodologías en las que el niño y la niña y sus necesidades están en el centro, gracias a que son activamente escuchados y son ellos mismos quienes influyen en su currícula. En España, por ejemplo, uno de los proyectos que hemos realizado sobre comedores escolares fue hablando con ellos sobre cómo sería su comedor ideal.
Estamos en una sociedad adultocéntrica que está diseñada sin tener en cuenta un porcentaje muy alto de la población que son los niños. Por eso es importante entender qué están diciendo y cómo lo están diciendo, ya que no van a usar ni las mismas palabras ni los mismos razonamientos que un adulto. Nosotros adaptamos nuestra manera de trabajar a su manera de comunicarse y esto es algo muy innovador.
Lleváis 30 años trabajando, ¿qué sabéis ahora que no sabíais entonces?
El sector general de la cooperación y la acción humanitaria en 30 años ha evolucionado muchísimo. Hemos aprendido la importancia de asegurar que los cambios que promueves sean sostenibles en el tiempo, una vez que ya no estemos ahí. Es importante no estar continuamente poniendo parches, sino tener una mirada a largo plazo. Y eso se consigue cuando hay cambios en las prácticas, pero también en los sistemas, y los valores. Por ejemplo, si pones un pozo, cambias la vida de la gente porque tienen agua, pero ¿cómo desarrollas una política pública alrededor de una correcta gestión del recurso?
En estos 30 años hemos aprendido que tenemos que hacer análisis, investigaciones, trabajar con datos y hacer incidencia política. Es fundamental reunirnos con los gobiernos locales, autonómicos y estatales y convencer a la ciudadanía, ya que a los políticos les interesa lo que le interesa a la ciudadanía. Es por eso que las ONG hacemos campañas. Hemos aprendido que tenemos que unirnos y que, por muy grande que sea una ONG, no va a poder cambiar nada si no trabaja con otros actores.
«La educación es una herramienta para frenar el matrimonio infantil»
En el caso de países como Nicaragua, donde se han ilegalizado cerca de 3.600 ONG, ¿de qué manera impacta una buena o mala calidad democrática en los derechos de las infancias y en la labor de una organización como Educo?
Nosotros realizamos un análisis de la situación de cada país y nos preguntamos cuál es el valor agregado que, dentro de ese contexto, Educo puede aportar. Es ahí donde cambian también nuestras intervenciones. Hay países donde nuestras estrategias tienen que ser más operativas, enfocadas en un trabajo de primera línea, entonces estamos presentes en las escuelas. Hay otros países en los que trabajamos en incidencia pública, y otros donde vemos más posibilidades de cambio a través de la influencia.
Según Naciones Unidas, el 40% de los países no han logrado la paridad de género en la educación primaria. ¿Cómo se puede implementar una perspectiva de género en la educación para poder cumplir con el ODS 4?
Desgraciadamente todavía estamos lejos de alcanzar esa paridad y todas nuestras estrategias deben llevar un enfoque de género. En países con altas tasas de matrimonio infantil, la educación se ve totalmente interrumpida, pero a su vez, la educación es una herramienta para frenar esos matrimonios. Una de las cuestiones que sucedió durante el covid-19 fue el cierre de las escuelas y esto disparó las cifras de matrimonio y trabajo infantil, ya que hubo niñas que nunca volvieron a escolarizarse tras la pandemia.
¿El cambio climático es una cuestión de género?
Según la Organización de Naciones Unidas, el 80% de las personas desplazadas por desastres relacionados con el clima son mujeres, quienes también enfrentan mayores riesgos y cargas debido al cambio climático. Adoptar una perspectiva de género puede transformar a las mujeres de víctimas a agentes de cambio, acelerando una transición no solo verde, sino también socialmente justa.
El cambio climático es una amenaza global, aunque no afecta a todos por igual: exacerba desigualdades estructurales preexistentes y afecta desproporcionadamente a los grupos más vulnerables. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), las mujeres, junto con los niños, tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres cuando se dan desastres climáticos extremos. De las 230.000 personas que murieron en el tsunami del Océano Índico en 2004, el 70% eran mujeres. Además, la violencia de genero se agrava en el contexto del cambio climático, y la vulnerabilidad en aspectos de salud y seguridad impide a muchas mujeres escapar de situaciones adversas. El UNFPA descubrió que, por ejemplo, la trata sexual se disparó después de que ciclones y tifones azotaran la región de Asia y el Pacífico, y que la violencia de pareja aumentó durante la sequía en África oriental.
Las mujeres no solo sufren mayores riesgos, sino también más cargas para hacer frente a las consecuencias del cambio climático. Una de ellas, procede de los roles tradicionales que desempeñan, como la recolección de agua y alimentos. En el Sur Global desempeñan el 60% del trabajo agrícola, produciendo el 80% de los alimentos.
Las mujeres trabajan en las tierras más pequeñas, menos productivas, sin ser propietarias de ellas y sin acceso a recursos esenciales para la agricultura
No obstante, las mujeres trabajan en las tierras más pequeñas y menos productivas, sin ser propietarias y sin acceso a recursos esenciales para la agricultura. Además, encargadas de ir a por agua en el 80% de los hogares donde hace falta, se enfrentan a los efectos de su escasez, con un 30% más de trabajo, caminando cada vez más lejos. Por otro lado, en situaciones desesperadas, pueden llegar a recurrir a la prostitución, para sobrevivir. Este círculo vicioso de exigencias contrapuestas y falta de acceso a recursos perpetúa su vulnerabilidad e impide el acceso a oportunidades que podrían mejorar su situación.
La adaptación al cambio climático requiere más que tecnología y medidas verdes. Las mujeres desempeñan roles cruciales en sus comunidades, como cuidadoras, gestionan recursos naturales y aseguran la supervivencia de sus familias frente a las adversidades. Como expertas productoras de alimentos poseen un conocimiento valioso que puede enriquecer las estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático. Sin embargo, su conocimiento y experiencia suelen ser ignorados en las políticas y estrategias climáticas: solo 55 países tienen medidas específicas de adaptación que hacen referencia a la igualdad de género y únicamente 23 países reconocen a las mujeres como agentes de cambio para acelerar el progreso en los compromisos climáticos.
Tal y como declaró Nisreen Elsaim, presidenta del UN Secretary General’s Youth Advisory Group on Climate Change, se debe cambiar el discurso de «no dejar a nadie atrás» a «poner a las personas al frente». La participación femenina en el liderazgo climático y en la financiación es un agente de cambio crucial.
Enfocar la acción climática desde una perspectiva de género, lejos de limitar, amplía el alcance y la profundidad de las políticas climáticas
Tal y como remarca la organización She Changes Climate, las mujeres representan la mitad de la población mundial y, aun así, siguen estando infrarrepresentadas en las negociaciones dirigidas a combatir el cambio climático, enfrentándose a obstáculos como el techo de cristal o las barreras de financiación. De las 28 presidencias de la Conferencia de las Partes de Cambio Climático de la ONU (COP), solo 5 han sido mujeres, la participación femenina en delegaciones se ha mantenido alrededor 30% en los últimos 10 años, según WEDO, y el acceso a financiación climática se limita a un 1% de organizaciones lideradas por mujeres.
Enfocar la acción climática desde una perspectiva de género, lejos de limitar, amplía el alcance y la profundidad de las políticas climáticas.
Medidas como el sistema de cuotas o la copresidencia son a veces percibidas como inclusión artificial. Sin embargo, en el ámbito político, se ha demostrado que el liderazgo femenino está relacionado con medidas más efectivas contra el cambio climático.
Por ejemplo, los países con mayorías parlamentarias de mujeres tienden a ratificar más tratados ambientales, crear áreas protegidas y adoptar políticas climáticas estrictas. La inclusión de mujeres en estos espacios no solo es justa, sino también estratégica para enfrentar el cambio climático de manera integral. Según la Guía Práctica: Igualdad de género e inclusión para una transición justa en la acción climática de la OMT, en 2021, por cada 100 hombres considerados como «talento verde» entre más de 800 millones de usuarios, solo había 62 mujeres. Mantener una posición neutral de género puede excluir a las mujeres de oportunidades económicas también en el futuro, en sectores emergentes, más estables y lucrativos, como la transición energética.
Como el resto de formas de desigualdad social, el género y el cambio climático son cuestiones inseparables. Reconocer y abordar estas intersecciones, desde la evaluación de necesidades y el diseño de soluciones, hasta la medida de impacto, es fundamental para asegurar que las políticas climáticas beneficien a todos, especialmente a los más vulnerables. Al hacerlo, no solo se promueve la igualdad de género, sino que también se fortalece la capacidad global para enfrentar uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, apostando por una acción climática verdaderamente efectiva y justa.
Florence Nightingale, la «dama de la lámpara» que sentó las bases de la enfermería
Florence Nightingale, conocida como la «dama de la lámpara», es una figura icónica en el sector de la salud. Su vida y trabajo no solo transformaron la enfermería, sino que también sentaron las bases de la sanidad moderna, poniendo un énfasis vital en la higiene y el cuidado integral de los pacientes.
Nacida el 12 de mayo de 1820 en Florencia (Italia) en el seno de una familia acomodada británica, Florence Nightingale desafió las expectativas sociales de su época. En un tiempo donde se esperaba que las mujeres de su estatus se dedicaran a labores domésticas y sociales, encontró su vocación en la enfermería, una profesión poco valorada en la sociedad victoriana. Desde muy joven, Nightingale mostró un interés profundo por el bienestar de los demás. A pesar de la fuerte oposición de su familia, que consideraba la enfermería una ocupación inadecuada para una mujer de su clase, perseveró y estudió en el Instituto de Diaconisas Protestantes en Kaiserswerth (Alemania), continuando su formación en hospitales en Francia, donde adquirió conocimientos esenciales que más tarde aplicaría en su carrera.
Impulsó que todas las generaciones de enfermeras descubrieran el concepto de «cuidar de uno mismo, del entorno y al paciente»
La dama de la lámpara
El punto de inflexión en la vida de Florence Nightingale llegó con la Guerra de Crimea (1853-1856). Enviada a un hospital militar británico en Scutari (Turquía), Nightingale quedó horrorizada por las condiciones insalubres y caóticas que encontró. Las tasas de mortalidad eran alarmantemente altas, no solo por las heridas de guerra, sino también por las enfermedades infecciosas que proliferaban en un entorno de higiene deficiente. Con determinación y una visión clara, implementó una serie de reformas que transformaron radicalmente el hospital, realizando prácticas de limpieza estrictas, mejorando la ventilación y estableciendo un sistema de alimentación y ropa limpia para los pacientes. Su impacto fue inmediato consiguiendo que la tasa de mortalidad se redujera drásticamente. Fue durante este tiempo que recibió el apodo de «la dama de la lámpara», ya que se la veía haciendo rondas nocturnas con una lámpara para atender a los heridos, brindándoles no solo cuidados médicos, sino también consuelo y esperanza.
En 1860, fundó la Escuela Nightingale de Enfermería en el Hospital St. Thomas, en Londres
La mejora de la sanidad
El trabajo de Florence Nightingale no terminó con la guerra. A su regreso a Inglaterra, se dedicó a la reforma de la sanidad pública y la profesionalización de la enfermería. En 1860, fundó la Escuela Nightingale de Enfermería en el Hospital St. Thomas, en Londres. Esta fue la primera escuela laica de enfermería en el mundo, y su enfoque en la formación rigurosa y ética profesional sentó las bases para la enfermería moderna. Tuvo un gran impulso en todas las generaciones de enfermeras para que descubrieran el concepto de «cuidar de uno mismo, del entorno y al paciente, a través de toda su obra. Nightingale también fue una pionera en el uso de la estadística para mejorar los cuidados de la salud ya que utilizó gráficos y datos para demostrar la efectividad de sus métodos, influenciando a políticos y líderes de salud pública a implementar sus recomendaciones.
La vida de Florence Nightingale es un testimonio de la fuerza del compromiso y la compasión y su legado perdura en cada hospital, en cada práctica de salud y en cada enfermera formada bajo los principios que ella estableció. Como pionera de la enfermería moderna, no solo salvó innumerables vidas, sino que también dignificó una profesión crucial, mostrando al mundo el poder transformador del cuidado y la dedicación. Su historia inspira a seguir luchando por la excelencia en la atención médica, recordándonos que un solo individuo, con pasión y determinación, puede cambiar el curso de la historia.
Energía verde e inteligente: la IA al servicio de las renovables
Aplicar la inteligencia artificial en el sector de la energía verde permite optimizar procesos, corregir problemas y explorar nuevas potencialidades. Así, las renovables multiplican su capacidad y, por ende, su valor.
Son dos de las tendencias de moda: La inteligencia artificial está dominando la conversación en el ámbito tecnológico, con sus grandes capacidades de análisis en ingentes volúmenes de datos y la automatización de operaciones. Las renovables son casi un imperativo cuando se trata de energía, sobre todo en el actual contexto en el que se demandan alternativas limpias para reducir la dependencia de otras formas más contaminantes y finitas. Parecían predestinadas a encontrarse.
¿Para qué se puede utilizar entonces la IA cuando se habla de la optimización del desarrollo en las renovables? La respuesta corta es: para casi todo y en todas las fases del proceso.
Anticiparse a posibles picos de demanda permite redistribuir la energía para destinar más recursos allí donde sean necesarios
En una primera fase, por ejemplo, el análisis inteligente de datos meteorológicos permite estudiar las localizaciones idóneas para ubicar nuevas instalaciones. Una vez en funcionamiento, en la generación de suministro, al cruzar las previsiones del tiempo con los datos del propio parque, se puede conocer si van a producirse fenómenos adversos y predecir cuánta energía se va a generar. También mediante la monitorización en la red de transporte: Red Eléctrica ha implantado en varias líneas aéreas 750 sistemas DLR (Dynamic Line Rating). Estos constan de sensores y estaciones meteorológicas con tecnología IoT e inteligencia artificial, para predecir de forma precisa la capacidad de transporte de las líneas y optimizar su uso: se puede llegar a incrementar hasta un 30% su capacidad.
También en las instalaciones, independientemente de su tipo, el empleo de analítica predictiva permite adelantarse a la hora de realizar tareas de mantenimiento, al calcular los límites de uso de cada dispositivo o estructura. Además, otra de las funcionalidades que está permitiendo la IA aplicada a las energías renovables es la creación de smart grids o redes de distribución inteligentes, en las que se realiza análisis en tiempo real. Esto posibilita conocer los patrones de uso de los consumidores finales, de tal modo que se pueden controlar posibles fraudes o facilitar una gestión personalizada del consumo eléctrico. Proyectos como el de Elewit, utilizan técnicas de análisis de datos para elaborar modelos de predicción de producción y demanda, mejorando así la cobertura: anticiparse a posibles picos de demanda permite redistribuir la energía de modo que se destinen más recursos allí donde sean necesarios.
Entrenar un algoritmo de procesamiento del lenguaje natural emite el mismo CO2 que cinco vidas útiles de un coche
Tareas pendientes
Sin embargo, las ventajas en la aplicación de tecnologías inteligentes tienen una contra: su coste medioambiental. Entrenar un algoritmo de procesamiento del lenguaje natural emite el mismo CO2 que cinco vidas útiles de un coche. Asimismo, los centros de datos consumen ya más electricidad que la mayor parte de países del mundo, además de necesitar grandes cantidades de agua para refrescar las instalaciones.
El sector tecnológico es consciente de este problema y está buscando vías para mitigarlo, como el desarrollo de software verde, que se preocupa tanto por el impacto final de la herramienta como por lo que consume. Se trata de una forma de utilizar la tecnología que, además, se alinea con los principios sobre los que operan las energías renovables.
Pellets de plástico: de la industria al océano (y a nuestros alimentos)
Los microplásticos son esenciales para fabricar productos que usamos a diario, pero, por errores en su manipulación y transporte, muchas veces terminan vertidos en el medio ambiente, con efectos nocivos para la biosfera y la salud. Una nueva regulación de la UE intenta reducir su impacto.
Cada año se producen y manipulan enormes cantidades de granzas o pellets de plástico. En la Unión Europea, al ser la materia prima de artículos de uso cotidiano como botellas, tapones, envases y bolsas, y productos industriales y médicos, la cifra llega a más de 57 millones de toneladas. Pero, debido a la inadecuada gestión de su producción y transporte, millones se pierden en el proceso.
Se calcula que se vierten al medio ambiente entre 52.000 y 184.000 toneladas de pellets cada año en la Unión Europea –el equivalente a unos 2.100 a 7.300 camiones repletos. Las granzas, llamadas «lágrimas de sirena», son consideradas unas de las principales fuentes de liberación no intencional de microplásticos.
Cada año, en la Unión Europea se vierte al medio ambiente el equivalente a unos 2.100 a 7.300 camiones repletos de pellets de plástico
Los pellets son granos de entre 2 y 5 milímetros de polietileno, polipropileno y otros plásticos o resinas sintéticas. Se caracterizan por su gran movilidad, adaptabilidad y resistencia, por lo que se desplazan con facilidad en aguas superficiales y corrientes marinas; y, al no ser biodegradables, permanecen en el tiempo. Pueden cargar toxinas y son ingeridos por diversas especies costeras (como crustáceos y tortugas y aves marinas) y causarles daños físicos o incluso la muerte.
Al contaminar la cadena trófica, se bioacumulan en los tejidos de los seres vivos y pueden llegar a nuestros alimentos. Aunque el impacto directo en la salud está siendo investigado, la exposición a microplásticos en estudios de laboratorio se ha relacionado con efectos tóxicos en los organismos vivos. Además, los microplásticos contribuyen al cambio climático, pues emiten gases de efecto invernadero e interfieren en la capacidad de los océanos para absorber y capturar dióxido de carbono.
Y España no es ajena a esta realidad. En Cataluña, donde se concentra una buena parte de la industria del plástico del país, la granza es un problema cotidiano. Organizaciones han denunciado, con estudios sobre terreno, que desde Tarragona a Barcelona las playas están invadidas de pellets. La península también está en riesgo ante un posible vertido accidental a gran escala como ocurrió el invierno pasado cuando un buque perdió 25 toneladas de pellets camino a Portugal, y las «lágrimas de sirena» llegaron hasta Galicia y Asturias.
Al contaminar la cadena trófica, los microplásticos se bioacumulan en los tejidos de los seres vivos y pueden llegar a nuestros alimentos
No hay que dejar de lado que la fuga de pellets implica, además, una pérdida de materia prima y económica para la industria. A nivel mundial, el sector ha impulsado la iniciativa Operation Clean Sweep (OCS), un programa de certificaciones voluntarias para reducir la fuga, al que la industria española se adhirió en 2016 con el compromiso de la Asociación Española de Industriales de Plástico (ANAIP), y que desde 2021 tiene el respaldo del Ministerio para la Transición Ecológica.
La Unión Europea ha implementado numerosas iniciativas para reducir la contaminación con plásticos, pero en el último año puso el foco en los pellets. Primero aprobó el reglamento REACH, que limita los microplásticos agregados a productos. Luego, en abril, estableció una nueva reglamentación con requisitos obligatorios de manipulación para toda la cadena –desde la producción, la conversión y el transporte hasta la gestión de residuos–. Se espera que esta entre en vigor a lo largo de 2024.
El tiburón ballena, «gigante gentil» en peligro de extinción
A pesar de ser el pez más grande del mundo, este animal se enfrenta a graves amenazas como la caza ilegal y el cambio climático, que requieren esfuerzos de conservación para garantizar su supervivencia a largo plazo.
En las profundidades del Mar Rojo, el Golfo de México y las costas australianas viven los llamados «gigantes gentiles», criaturas de 15 metros de largo y 20 toneladas de peso que, aunque ellos no lo sepan, son el pez más grande el mundo.
Hablamos de los tiburones ballena, fácilmente reconocibles por su piel llena de puntos blancos y líneas horizontales sobre un fondo gris oscuro. Ahora bien, son reconocibles en las fotografías, pues bajo el mar es precisamente este patrón de formas y colores lo que les permite camuflarse. Una particularidad de este animal es que, a pesar de su tamaño, se alimenta principalmente de plancton y peces pequeños, y no representa una amenaza para los humanos que intentan interactuar con ellos. De hecho, el tiburón ballena tiene unos dientes tan pequeños que no puede morder ni masticar, y eso que su boca mide más de un metro de ancho. Asimismo, son peces tremendamente longevos: ¡pueden vivir hasta 150 años! Desafortunadamente, se especula que menos del 10% sobrevivehasta la edad adulta. Hoy por hoy, el tiburón ballena es una especie en peligro de extinción. Su población se ha reducido un 50 % en los últimos 75 años y se estima que actualmente ronda entre 7.000 y 12.000 ejemplares.
La población de esta especie se ha reducido un 50 % en los últimos 75 años y se estima que actualmente ronda entre 7.000 y 12.000 ejemplares
Si realmente son tan respetados en el fondo marino y tampoco ponen en peligro a los humanos, ¿por qué cada vez quedan menos? La caza ilegal de tiburones ballena para conseguir su carne, aletas y aceite son algunas de las razones principales. Aunque existen leyes internacionales para evitarlo, la demanda en algunos mercados persiste. Por otro lado, la degradación de los ecosistemas marinos debido a la contaminación, el desarrollo costero y el cambio climático también está afectando a las áreas de alimentación y reproducción del animal. Además, el cambio climático es el gran factor del siglo XXI. Tanto las alteraciones en las corrientes oceánicas como la distribución de plancton influyen directamente la disponibilidad de alimento para estos gigantes del mar al tiempo que los cambios en la temperatura del agua pueden alterar los patrones migratorios y los hábitats adecuados para esta especie.
Dicho lo cual, no hace falta ser cazador furtivo para que, a nivel individual, pongamos en peligro al tiburón ballena. En muchas regiones del mundo, el buceo con estos peces se ha convertido en actividad turística por excelencia, y esta práctica lucrativa contribuye a su desaparición. Varias agrupaciones de biólogos denuncian que la interacción constante con humanos puede influir en el comportamiento y hábitos de los animales. La constante cercanía de personas y embarcaciones no solo aumenta su estrés, sino que puede aumentar el riesgo de lesiones, ya sea por contacto con las hélices o por el comportamiento imprudente de algunos turistas. Además, la concentración de actividad humana en áreas específicas puede degradar el hábitat natural, lo que afecta la disponibilidad de alimento y la calidad del agua.
El buceo turístico en muchas regiones del mundo se ha convertido en un factor que contribuye a la desaparición del tiburón ballena
En conclusión, no por ser el pez más grande del mundo se está a salvo. El tiburón ballena se enfrenta múltiples amenazas que han llevado a su inclusión en la lista de especies en peligro de extinción, y por ello se requiere una acción inmediata. Los esfuerzos globales de conservación, la protección legislativa, la investigación científica y la sensibilización pública ofrecen una esperanza para la preservación de esta especie tan icónica. Debemos asegurarnos de queen las profundidades del Mar Rojo, el Golfo de México y las costas australianas sigan viviendo los «gigantes gentiles» por muchos siglos más.
Tres inventos que ya mejoran la producción y el consumo de energía en las ciudades
Cada vez son más las ciudades de todo el mundo que buscan soluciones para ser más sostenibles, ya sea mediante el desarrollo de nuevas fórmulas para generar energía limpia o invirtiendo en sistemas que permiten minimizar su consumo e incluso absorber las emisiones de CO2 que se derivan del mismo.
Ocupan solo un 3% de la superficie de la Tierra y, sin embargo, son ya responsables de entre un 60 y un 80% del consumo de energía y tres cuartas partes de las emisiones globales de gases contaminantes a la atmósfera. En palabras de Naciones Unidas, las ciudades se han convertido en «una de las principales causas del cambio climático», pero también podrían ser un aliado fundamental para combatir sus efectos.
Por eso, más allá de la adaptación de soluciones ya existentes –como los paneles solares o los aerogeneradores– al contexto urbano, empresas y administraciones de todo el mundo trabajan, desde hace años, para desarrollar soluciones innovadoras que permitan mejorar la producción y el consumo de energía en las ciudades.
La energía que hay en una pisada
Una de esas soluciones son los pavimentos cinéticos y piezoeléctricos. Aunque basados en tecnologías diferentes, ambos generan energía a partir de los desplazamientos de personas y vehículos sobre ellos.
El primero utiliza un mecanismo de resortes y palancas por el que cada paso produce una pequeña cantidad de electricidad. La empresa británica Pavegen lleva años instalándolo en lugares como el estadio olímpico de Londres o el aeropuerto de Heathrow. El segundo, por su parte, aprovecha la capacidad de ciertos materiales –como algunos cristales y cerámicas– para generar corrientes eléctricas cuando son sometidos a presión mecánica. Esta tecnología se utiliza en carreteras de Tel Aviv y en las escaleras de la estación de metro de Odenplan de Estocolmo.
Los sistemas de bioluminiscencia permiten iluminar las ciudades sin necesidad de conectarse a la red eléctrica
Iluminar las ciudades sin electricidad
Buena parte de la electricidad que generan esos nuevos pavimentos va destinada a alimentar sistemas de iluminación, como farolas o señales de tráfico. Sin embargo, existen alternativas para iluminar las ciudades sin necesidad de conectarse a la red eléctrica, como la bioluminiscencia.
La francesa Glowee fue una de las primeras en conseguir iluminar escaparates, pasos de peatones y mobiliario urbano en pueblos como Rambouillet y la propia París copiando un proceso que puede observarse en seres vivos como las luciérnagas y muchos animales marinos. Desarrolló lámparas e instalaciones que reproducen las condiciones que la bacteria Aliivibrio fischeri necesita para «brillar» –y nunca mejor dicho– en toda su plenitud.
Aun así, no hace falta trasladarse al país galo para encontrar soluciones de este tipo. Aquí, en nuestro país, Bioo ya integra hongos bioluminiscentes naturales en entornos urbanos y experimenta, además, con la obtención de energía de las mismas plantas, como ya hizo en su momento la empresa belga Plant-e. Este modelo aprovecha la corriente eléctrica que generan los microorganismos presentes en la tierra al descomponer el material orgánico.
Ya hay baldosas que pueden generar energía con nuestras pisadas o absorber el exceso de CO2 del aire de las ciudades
Baldosas que capturan CO2
Pero no se trata solo de buscar nuevas fuentes de energía o de intentar reducir su consumo, también existen soluciones para minimizar el impacto de las emisiones de gases contaminantes que puedan derivarse de la actividad de las ciudades.
Bilbao se convirtió hace unos años en la primera ciudad española en instalar las baldosas ecológicas de la empresa zamorana Trenza Metal. Estas losetas, muy similares en apariencia a las que solemos encontrar en las aceras de otros tantos núcleos urbanos, contienen en su composición un activo adicional: hidróxido de carbono. Cada metro cuadrado de este pavimento tiene capacidad para absorber el exceso de CO2 contenido en 5.000 metros cúbicos de aire.
Estas tres iniciativas son algunos ejemplos de soluciones que ayudan a las ciudades no solo a cumplir sus objetivos de sostenibilidad medioambiental, sino también a mejorar la calidad de vida y el bienestar de sus vecinos, de forma que la innovación queda al servicio de las personas.
El agua potable y segura no es una realidad para todo el mundo
Una de cada cuatro personas en el mundo no tiene acceso a agua segura. El cambio climático y la superpoblación empeoran la situación, especialmente en las zonas menos desarrolladas.
En 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció el derecho fundamental al acceso al agua limpia para su consumo. Sin embargo, más de una década después, esta declaración sigue siendo una ilusión para una parte considerable de la población mundial. La escasez de agua y la contaminación continúan afectando a más de 2.000 millones de personas, y solo un 73% de la población se hidrata de forma segura, con las consecuencias para la salud y el desarrollo que eso supone, según alerta la Organización Mundial de la Salud.
En África subsahariana, solo el 31% de la población tiene acceso a agua potable, frente al 97% de Norteamérica
La escasez de agua es un problema crítico en muchas partes del mundo. En grandes regiones como el África subsahariana, la aridez natural combinada con el crecimiento poblacional y una inadecuada gestión de los recursos hídricos han llevado a una crisis de disponibilidad de agua. Es la región donde, a día de hoy, menos población tiene acceso al agua potable: un 31%, lejos del 93% de Europa o el 97% de América del Norte. Asia es la región donde más ha crecido este porcentaje en las últimas décadas, pasando del 56% al 75% de la población que puede acceder a agua limpia, según datos de la OMS y UNICEF.
El cambio climático está empeorando esta situación. Los patrones de lluvia cada vez más irregulares y el aumento de las sequías están reduciendo las fuentes de agua dulce disponibles. Además, en algunas regiones, los glaciares que proporcionan agua a ríos y lagos se están derritiendo rápidamente, lo que reduce las reservas de agua a largo plazo. La ONU alerta de que, de seguir así, para 2050 hasta 2.400 millones de personas (1,7 veces la población de China) podrían enfrentarse a la escasez de agua.
Tener acceso al agua no garantiza tampoco su uso seguro. Al menos 1.700 millones de personas en todo el mundo toman agua de fuentes contaminadas con heces, lo que provoca enfermedades como el cólera, la disentería y la fiebre tifoidea. Estas enfermedades transmitidas por el agua son responsables de la muerte de más de 485.000 personas cada año, la mayoría de ellas niños y niñas menores de cinco años.
En zonas rurales de países en desarrollo, la falta de infraestructuras básicas de saneamiento obliga a las comunidades a depender de ríos, lagos y pozos contaminados. En Bangladesh, por ejemplo, muchas fuentes de agua están contaminadas con arsénico, un problema que afecta a unos 20 millones de personas y provoca graves problemas de salud a largo plazo, como cáncer de piel y enfermedades cardiovasculares. La contaminación industrial y agrícola también contribuye a la degradación de la calidad del agua, afectando tanto a la salud humana como a los ecosistemas.
Cada año 485.000 personas mueren por enfermedades relacionadas con la calidad del agua, la mayoría niños y niñas menores de cinco años
Además, cuanto menos desarrollada es la región, más diferencia hay entre la población que vive en las ciudades y la que lo hace en el campo. Así en África subsahariana, solo el 15% de las personas que viven en zonas rurales tiene acceso a agua segura para beber, mientras que en las zonas urbanas sube al 53%. En Europa, sin embargo, la brecha es solo de 8 puntos, del 87% al 95%.
Para abordar esta crisis, es esencial una combinación de inversiones en infraestructuras, políticas de gestión sostenible del agua y educación comunitaria. La construcción de sistemas de saneamiento adecuados y la protección de las fuentes de agua existentes son pasos cruciales. Por eso, poner en marcha iniciativas para tratar de cumplir el ODS 6 de la ONU, que busca garantizar la disponibilidad y gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos, son fundamentales.