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El edificio del futuro: de la sostenibilidad al confort

Aprovechar el entorno y las condiciones naturales para que la eficiencia de un edificio llegue a su punto más álgido es el objetivo de la arquitectura bioclimática, un aspecto de la edificación ya presente en todas las nuevas construcciones.


La arquitectura bioclimática está pensada para ser sostenible tanto con el medio ambiente como con las personas y demás seres vivos del planeta. Esta condición la acompaña desde el momento del diseño y la construcción hasta el posterior uso del edificio por los moradores del inmueble, llegando incluso a tener presente la posibilidad del derribo en un futuro mediante las técnicas menos contaminantes.

«Lo primero que hacemos es utilizar los recursos naturales del entorno de manera controlada, intentando disminuir todo lo posible la demanda energética del edificio», apunta Eugenia del Río, secretaria de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). Además, la poca energía que necesite la edificación será renovable siempre y cuando sea posible, a lo que se sumarán otras medidas como el ahorro de agua, un sistema de reciclaje y el control de los residuos generados.

Los arquitectos adoptan todas las medidas necesarias para conseguir un consumo mínimo de energía que, por otra parte, vendrá de fuentes renovables

De esta forma, los arquitectos intentan adoptar todas las medidas pasivas necesarias para poder conseguir ese consumo mínimo de energía. Ejemplo de ello es la orientación del edificio para aprovechar la luz solar o potenciar la ventilación cruzada, dónde ubicar voladizos para producir sombra o dónde plantar masa arbórea de hoja caduca que proteja los cristales en verano de la radiación solar pero que permita el paso de la luz en invierno.

La energía para hacer funcionar el inmueble de forma confortable vendrá de la energía fotovoltaica o de las máquinas de aerotermia y geotermia. «Siempre tenemos en cuenta todo el ciclo del edificio, por eso lo levantamos con materiales de proximidad certificados con sellos medioambientales», enfatiza Del Río.

La arquitectura bioclimática también tiene presente el uso controlado del agua. Por ello, su estructura, además de dejar un espacio suficiente para poder guardar los contenedores de basuras necesarios para un correcto reciclaje, está pensada para poder reutilizar las aguas de la lluvia para riego o las aguas grises para las cisternas, por ejemplo. Además, la arquitecta  señala que «los materiales con los que está construido el edificio deben ser fácilmente reciclables para contaminar lo menos posible una vez llegado el caso de su desmontaje o demolición».

«Siempre tenemos en cuenta todo el ciclo del edificio, por eso lo levantamos con materiales de proximidad certificados con sellos medioambientales»

Ejemplo de ello es la Academia de las Ciencias de California, en San Francisco (Estados Unidos). Tras tener que ser reconstruido después de diversos terremotos que sacudieron el edificio, el arquitecto Renzo Piano se decantó por la arquitectura bioclimática para volverlo a erigir. De esta forma, se convirtió en uno de los primeros museos que más respetan el medio ambiente del mundo. De hecho, desde 2008 está certificado por Green Building Council, un standard como el de FSC para bosques y productos de papel, pero para edificios.

En cuanto a las viviendas, la demanda ha cambiado tanto como la forma de construirlas. «Ya no piden casas lujosas o grandes, sino espacios sostenibles. Es algo que ha cambiado en la sociedad», afirma la Del Río.

A nivel legislativo también se han dado algunos avances en España. Aprobada en 2021, la Ley de Cambio Climático, junto con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, recoge un plan de Rehabilitación de viviendas y de descarbonización de las edificaciones a 2050. La Unión Europea no se queda atrás: el Plan de Recuperación y Resiliencia para mejorar la eficiencia de los hogares prevé alcanzar 1,2 millones de viviendas en 2030, lo que demuestra la importancia de las administraciones públicas en el impulso a esta cuestión.

Esta realidad entronca directamente con varios de los objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados en la agenda de la ONU para 2030. Por ejemplo, con el noveno, referido a la industria, innovación e infraestructura, mediante el que se potencia la construcción de espacios resilientes, se promueve la industrialización inclusiva y sostenible y se fomenta la innovación, teniendo como fin impulsar el desarrollo económico.

El ODS 11 también está íntimamente relacionado con esta cuestión. Enfocado en hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, busca mejorar el acceso a viviendas seguras y asequibles, desarrollar el transporte sostenible, proteger el patrimonio cultural y reducir el impacto ambiental en áreas urbanas. «Y eso, cada vez más, es a lo que nos dedicamos los arquitectos», concluye la integrante del COAM.

Enoturismo, una manera de viajar de manera sostenible este verano

El enoturismo se perfila como la opción perfecta para aquellos viajeros que desean explorar el mundo de manera consciente y responsable. Adentrarse en los viñedos y bodegas no solo ofrece una experiencia única y enriquecedora, sino que también promueve la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente. Descubre cómo el turismo del vino puede transformar tus vacaciones en una aventura inolvidable y ecológica.


Decía Ortega y Gasset que «el vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza». El enoturismo, o turismo del vino, se ha convertido en una de las experiencias más enriquecedoras para los amantes de los viajes y la gastronomía. Lejos de ser una mera visita a unas bodegas, el enoturismo es una modalidad de turismo que se centra en visitar regiones vinícolas viviendo una experiencia inmersiva que puede incluir recorridos por los viñedos, visitas guiadas a las bodegas, talleres sobre la elaboración del vino, catas dirigidas por expertos y, en muchos casos, alojamiento en entornos naturales espectaculares.

España es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo

El enoturismo puede desarrollarse en regiones vinícolas de todo el mundo, desde los famosos paisajes de la Toscana en Italia, hasta el Valle de Napa en Estados Unidos, pasando por los viñedos de Mendoza en Argentina. Sin embargo, España tiene un lugar destacado, ya que es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo, sumando un total de 131 zonas vitivinícolas.

Mucho más que vino

El enoturismo también promueve la sostenibilidad y la conexión con la naturaleza. Según el informe Análisis de la demanda turística Rutas del Vino de España realizado por el Observatorio Turístico Rutas del Vino de España, los visitantes de este tipo de turismo combinan su visita a las bodegas con actividades en la naturaleza (11,6%), visita a pueblos (11,5%) o disfrutan de la gastronomía local (9,9%), lo que confirma su interés por el entorno y la naturaleza.

Muchas bodegas están adoptando prácticas ecológicas, como la viticultura biodinámica, que respeta los ciclos naturales y minimiza el impacto ambiental. Además, están aumentando las hectáreas en agricultura ecológica, la incorporación de las energías renovables y el manejo responsable del agua. Esto no solo reduce la huella de carbono, sino que también promueve un modelo de negocio respetuoso con el medio ambiente. Según un informe de la International Organisation of Vine and Wine (OIV), el número de bodegas que adoptan prácticas sostenibles ha crecido un 20% en los últimos cinco años, lo que refleja una creciente conciencia ambiental en el sector.

Los viñedos suelen estar ubicados en zonas de gran belleza natural, algo que permite a los visitantes disfrutar de caminatas, paseos en bicicleta y, por supuesto, de la calma y la tranquilidad que ofrece el campo. Es una oportunidad para desconectar de la rutina, conectar con la tierra y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con la tierra y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible.

Además, el sector vitícola es un factor determinante contra la despoblación de la España vacía. Según la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE), la población de los municipios españoles con menos de 2.000 habitantes que se dedican al cultivo de la vid se ha incrementado hasta un 35,8% en los últimos 20 años, mientras que la de los que carecen de viñedos ha disminuido un 9,6%. 

Esta actividad genera riqueza que va dirigida precisamente a zonas rurales ayudando a sostener a los pequeños productores y a las comunidades rurales. Al visitar bodegas locales, los turistas contribuyen directamente a la economía de la región.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con las raíces y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible. Optar por esta forma de viaje es un acto consciente de apoyo a las economías rurales y a prácticas medioambientalmente responsables. Así, cada copa de vino se convierte en un brindis por la preservación del medio ambiente y por un futuro más verde.

Zonas verdes para reducir la temperatura de las ciudades

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Según las estimaciones de la ONU, el 70% de la población que habitará el planeta en 2050 vivirá en ciudades. A su vez, para esa fecha, se estima que la temperatura haya aumentado hasta los 50 grados en los entornos urbanos. Razones más que suficientes para el desarrollo de zonas verdes urbanas que mejoren la calidad de vida de sus habitantes y mitigar el calor. 

Solarpunk: el poder de imaginar futuros mejores

Solarpunk es el movimiento que imagina ciudades futuristas que funcionan gracias al uso de energías renovables, plagadas de huertos y jardines urbanos y habitadas por comunidades fraternales.


En las últimas décadas han proliferado en la literatura y el cine los relatos de ciencia ficción con un marcado carácter distópico. Algunos ejemplos son el filme Gattaca o las obras El Cuento de la Criada de Margaret Atwood y Los Juegos del Hambre de Suzanne Collins –ambas adaptadas también a la gran pantalla–, o hasta la serie televisiva Black Mirror. Este tipo de ficción puede ser de gran utilidad a la hora de recordar las pasiones de la naturaleza humana, y despertar un sentido crítico con el mundo en el que vivimos, además de alertar de los serios desafíos que plantea el avance de las nuevas tecnologías y el mundo moderno. No obstante, ha generado un cierto clima catastrófico y desolador.

Ante este panorama, un movimiento cultural y artístico autodenominado «Solarpunk» trata de recuperar una cierta esperanza, especialmente en relación con la construcción de un modelo de ciudad que reconcilie al ser humano consigo mismo y con la naturaleza. Gracias a esta corriente, ya forman parte del imaginario colectivo ciudades futuristas caracterizadas por el uso de energías renovables, conectadas a través de transporte sostenible, plagadas de huertos y jardines urbanos, llenas de vida y guiadas por un espíritu de comunidad y fraternidad, en las que lo humano, la belleza, la naturaleza y la tecnología se entrelazan de forma armónica. 

Un movimiento que trata de recuperar una cierta esperanza, la construcción de un modelo de ciudad que reconcilie al ser humano consigo mismo y con la naturaleza

Este movimiento, derivado de otros géneros como el «punk», de carácter transgresor, no trata de construir modelos idílicos y utópicos para ser instaurados en una realidad histórica concreta, sino que crea relatos de pura ficción, pero que pueden servir como fuente de inspiración para construir las ciudades del futuro. En 2014 surgió un primer manifiesto impulsado por Adam Flynn, un investigador norteamericano, y desde entonces se han ido sucediendo diferentes artículos en su defensa que tratan de recoger sus principales ideas, aunque mantiene su pluralismo y heterogeneidad. Entre sus intenciones existe un claro activismo para despertar conciencias, generar sinergias entre personas y conseguir que la ciudadanía se involucre en la mejora de sus ciudades. Su mensaje va a contracorriente. No se resigna al caos y apocalipsis climático ni a que el uso de nuevas tecnologías acabe llevando a la humanidad al desastre. Imagina futuros próximos en los que precisamente estos avances técnicos sirvan para mejorar la vida de las personas, crear comunidades más cooperativas y establecer una relación de cuidado con la naturaleza. Podríamos encontrar muchos precursores en las últimas décadas –o incluso siglos atrás– que recojan estas características, pero ha sido en los últimos años cuando se han elaborado relatos de este género de una forma más consciente: un conjunto de cuentos publicados bajo el nombre de Historias ecológicas y fantásticas en un mundo sostenible, el filme de ciencia ficción After Yung o la producción animada de Disney Un mundo extraño.

Recurre a una llamativa estética naturalista que trata de buscar la belleza de comunidades fraternales y de ciudades modernas

Pero es que, además, este movimiento cultural se reivindica a sí mismo como arte en su sentido más auténtico, bebiendo de fuentes como el art noveau, y recurre a una llamativa estética naturalista que trata de buscar la belleza de comunidades fraternales y de ciudades modernas que se hermanan con la naturaleza. Así, este movimiento introduce dicha estética en sus relatos, y busca irrumpir también en la esfera del arte, la arquitectura e incluso la inteligencia artificial para recrear este tipo de urbes comunitarias, verdes y sostenibles. Su creación artística abarca desde pinturas y dibujos, ya expuestos en museos, a multitud de ilustraciones publicadas en internet. Y en arquitectura, que seguramente pueda encontrar su precedente más antiguo en los Jardines Colgantes de Babilonia, hoy en día encontramos muchos proyectos en marcha o ya construidos que podríamos englobar también bajo la influencia de Solarpunk, como los Jardines de la Bahía (Gardens by the way) de Singapur, inaugurados en 2011. 

En todo caso, Solarpunk recurre desde una actitud inconformista y provocativa a la creación literaria y artística, a la estética y la belleza, pues es precisamente a través de todo ello como es posible llegar a esa esfera que trasciende el mundo discursivo, y que apela a lo más profundo de la experiencia humana. De esta manera busca despertar conciencias de personas que quieran construir comunidades fraternales y hermanadas con la naturaleza.