Categoría: Cambio climático

Dora García: «Me imaginaba a los osos polares viendo los cruceros de turistas y pensando que el fin estaba cada vez más cerca»

Charlamos con la artista a propósito de la crisis climática, el impacto de la industria cinematográfica en el medioambiente y su primer largometraje, END (dos prólogos).


Cantaba Paco Ibáñez  que «nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno». El arte como medio para denunciar las injusticias del mundo ha existido siempre, pero parece aún más necesario hoy, cuando la sobresaturación de contenidos en los medios hace que el foco se disuelva con más rapidez que nunca. La artista Dora García (Valladolid, 1965) se adentra en el terreno del cine en el largometraje END (dos prólogos), película en la que denuncia la situación climática en los polos. Charlamos con ella.

¿Por qué decides hacer el largometraje END (dos prólogos)?

Como respuesta a la invitación de CNIO arte, tras haber encontrado al científico David Bravo Nogués, macroecólogo, y haber decidido juntos que el mejor lugar para hablar de crisis climática y crisis de biodiversidad era el archipiélago noruego de Svalbard, el lugar habitado más al norte del planeta, y que se calienta siete veces más rápido que la media.

¿Te habías planteado antes utilizar el cine como medio para expresar tu preocupación ambiental? ¿Es tu primer proyecto de este tipo? 

Yo no soy cineasta, sino artista plástica, y a veces utilizo el medio del cine digital. Tengo mi preocupación medioambiental de ciudadana y la he expresado de varios modos, por ejemplo, contribuyendo en Greenpeace y ahora en Ecologistas en Acción. Esto me parece más efectivo que hacer una película, francamente. Pero quise visitar ese lugar con David Bravo Nogués y el CNIO para aprender y para ofrecerle una plataforma de divulgación a David. Es mi primer proyecto de este tipo y también la primera vez que filmo paisaje.

La industria cinematográfica tiene un impacto en el medio ambiente. ¿Crees que se están tomando las medidas necesarias para cambiarlo? ¿Qué piensas que debe mejorar?

En efecto, la industria cinematográfica tiene un impacto en el medio ambiente y lo tuvo también en nuestro viaje, ya que viajamos siete personas en avión a Svalbard. No hay otro modo de llegar y era por trabajo, pero el turismo es ahora la principal industria de Svalbard y constantemente llegan allí enormes cruceros que vienen de América y Asia. No creo que se esté haciendo prácticamente nada por reducir el impacto de la crisis climática. Un cierto avance es la conciencia de generaciones más jóvenes al respecto y, aunque no se está haciendo prácticamente nada, sí existe la conciencia de que hay que hacer algo y eso en sí es un avance. También quiero pensar que entre los jóvenes existe un rechazo al turismo masivo y al consumo de carne, lo que también es un avance.

El rodaje de la película se desarrolló en Noruega, donde el cambio climático se manifiesta con más rapidez que en el resto del planeta. ¿Era como te lo esperabas o hubo algo que te impactó?

Me había documentado mucho para hacer el trabajo, de modo que el paisaje era el que esperaba. Lo que sí me sorprendió e impactó fueron los inmensos cruceros de turistas que llegaban constantemente. Me imaginaba a los osos polares observando esas masas inmensas y pensando que el fin estaba cada vez más cerca.

¿Cuál es la lección que te llevas después de haber rodado esta película?

Que lo máximo que podemos esperar frente a la urgencia climática y de biodiversidad es poder adaptarnos para sobrevivir, aunque malamente. Nadie está haciendo lo necesario. También he aprendido que las guerras son, además de otras muchas cosas, agentes máximos de contaminación y calentamiento.

¿Crees que el cine es mejor que otros formatos para transmitir información y concienciar a propósito del cambio climático?

No, creo que la prensa y la información oral, pedagógica, en las escuelas y en las universidades son muy importantes también. Todos son buenos y necesarios.

¿Qué podéis hacer los artistas para luchar contra problemas como el cambio climático?

Evitar un modo de hacer cine extractivo y contaminante, como viajes constantes, rodajes que requieren mucho transporte de obras y personas… También decrecer la producción y convencer a los agentes con los que trabajamos (instituciones, galerías…) de que hagan.

La España vacía, clave para el reto climático

La migración del campo a la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado conllevó un abandono de los territorios rurales, que son cruciales para mantener la biodiversidad y paliar el cambio climático.


En 1960, cerca de 13 millones de personas vivían en zonas rurales en España, casi la mitad de la población  de aquel momento (43%). Siete décadas después, tan solo 9 millones, que representan únicamente el 19% de la población total, siguen viviendo en pueblos y pequeñas localidades. Este éxodo paulatino del campo a la ciudad en busca demejores oportunidades vitales, no solo ha llevado a un declive demográfico, sino también ha provocado un impacto significativo en el medio ambiente.

 

 

El abandono de las áreas rurales, la conocida como España vacía, concentra mayor población en las ciudades y al mismo tiempo aumenta la demanda de recursos y energía, lo que se traduce en un incremento de emisiones de gases de efecto invernadero y una mayor presión sobre los ecosistemas urbanos. 

Los municipios rurales contribuyen en un 32,6% al cambio climático, mientras que en el entorno urbano esta cifra se dispara al 49,8%

Así, mientras los territorios de los municipios rurales contribuyen en un 32,6% al cambio climático, en el entorno urbano esta cifra se dispara al 49,8%, según datos del informe El papel clave de la España rural frente a la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad de la organización Greenpeace. El principal impacto proviene de la urbanización del terreno, del transporte y de los servicios y a la industria que tienen lugar en las ciudades.

 

 Además, como puede verse en el gráfico, los municipios rurales contribuyen un 18% más a la conservación de la biodiversidad que los urbanos, por la mayor cantidad de vegetación que aportan a la atmósfera. Es decir, son fundamentales para absorber CO2, y ayudar a mitigar el cambio climático.

 

 

Según este informe de Greenpeace, el entorno rural ayuda a mantener 20 veces más la biodiversidad y acumula el 60% de humedales y lagos de España. Por eso, el abandono de las zonas rurales por las manos que las trabajan también perjudica a la conservación de la biodiversidad, tanto de fauna como de flora, ya que la falta de supervisión y cuidado de las tierras abandonadas conlleva la erosión de los suelos y aumenta el riesgo de incendios. 

En ese sentido, Andalucía y Cataluña son las más perjudicadas, ya que registran la mayor erosión de  suelos de los últimos 20 años, según el Inventario Nacional Erosión de Suelos, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

 

 

Para combatir las consecuencias en el medio ambiente que supone la despoblación, el pasado mes de noviembre, el Consejo de la Unión Europea adoptó varias medidas dentro del Plan de Acción Rural de la UE y el Pacto Rural, como un enfoque integrado de las medidas que aborde la coordinación, inversión, innovación y digitalización de estas zonas, así como una mayor sostenibilidad.

El entorno rural ayuda a mantener 20 veces más la biodiversidad y concentra el 60% de humedales y lagos de España

«Nuestras zonas rurales son el tejido de nuestra sociedad y el latido de nuestra economía. La diversidad del paisaje, la cultura y el patrimonio son una de las características más importantes de Europa.  Son una parte esencial de nuestra identidad y de nuestro potencial económico. Valoraremos y preservaremos nuestras zonas rurales, e invertiremos en su futuro», explicó en 2019 Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, con motivo de la puesta en marcha del plan.

Wallace Smith Broecker, el padre del cambio climático

Conocido como el «padre del cambio climático», Wallace Broecker no solo destacó como científico, sino que también fue un visionario cuyas ideas y descubrimientos han dejado una gran huella en nuestra percepción del mundo.


Nacido en Chicago en 1931, Broecker destacó por su valentía al enfrentarse a la realidad de temas relacionados con el cambio climático, en una época en la que era poco menos que una preocupación secundaria. Fue quien introdujo el término  «calentamiento global»  en un artículo de la revista Science en 1975 titulado «Calentamiento global: ¿Estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?», que arrojaba luz sobre el impacto devastador de las actividades humanas en el clima del planeta. Sus palabras conmocionaron al mundo y siguen generando debate entre expertos y sociedad civil.

Broecker introdujo el término «calentamiento global» en un artículo de la revista Science en 1975

Broecker fue uno de los primeros en proponer soluciones concretas para abordar el cambio climático. Sus investigaciones fueron fundamentales para comprender los mecanismos que regulan la temperatura de la Tierra y para concienciar al público sobre la importancia de abordar el calentamiento global. Durante sus estudios se dio cuenta de que el clima del planeta era capaz de cambiar de forma brusca en períodos muy cortos. Para combatir este fenómeno, propuso un «Plan B», que consistía en capturar el dióxido de carbono de las emisiones industriales y almacenarlo de forma segura bajo tierra. Esta idea revolucionaria proporcionó una vía prometedora para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los impactos del cambio climático.

No obstante, el legado de Broecker va mucho más allá, ya que fue de los primeros científicos en poner de relieve la importancia de la interacción de los océanos y la atmósfera en la regulación del clima a través del intercambio de CO2.

Su descubrimiento de la circulación termohalina, la «cinta transportadora oceánica», reveló un complejo sistema de corrientes que influye sobre la temperatura del aire y sobre los patrones de lluvia. Las corrientes marinas intervienen en la constitución del clima; el agua salada y fría del Atlántico Norte, al descender, permite crear una corriente desde América del Norte hasta Europa, consiguiendo que las aguas superiores sean cálidas y el clima europeo no sea perpetuamente frío. Es la corriente que distribuye el calor entre los océanos.

Broecker consideró esta cinta transportadora oceánica el punto débil del sistema climático, que podría cambiar de manera rápida e inexplicable. Este hallazgo no solo amplió el conocimiento sobre los océanos, sino también demostró la interconexión entre los sistemas terrestres y marinos en la regulación del clima global.

Wallace Broecker nos recuerda la importancia de la curiosidad, la valentía y la acción en la lucha contra el cambio climático

A lo largo de su carrera, recibió múltiples premios y reconocimientos por su destacada labor científica como el Premio Vetlesen (1987), la Medalla Nacional de Ciencia del Gobierno de Estados Unidos (1996), el Tyler Prize for Environmental Achievement (2002) y el Premio Crafoord (2006). Tres años después, en 2009, obtuvo el Premio de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de cambio climático, precisamente por su investigación en los océanos y el papel de estos en el calentamiento global.

Sus contribuciones siguen inspirando a científicos, líderes y ciudadanos de todo el mundo a tomar medidas para proteger el planeta. Broecker falleció en Nueva York en 2019 siendo doctor honoris causa, entre otras, de las Universidades de Cambridge, Oxford, Harvard o la Pennsylvania State.

¿Cuáles son los bulos más comunes sobre el cambio climático?

La era digital ha facilitado el intercambio de información sobre medio ambiente, pero también ha disparado la propagación de bulos, y en este contexto, debe ser prioritario aprender a discernir la realidad científica de la actitud conspiranoica.


El cambio climático es una de las primeras crisis globales que se viven, en buena parte, a través de las pantallas. Gracias a la digitalización, la información sobre la salud del planeta es más accesible que nunca, pero los bulos al respecto también se han multiplicado.

Un estudio de la revista Nature muestra que la desinformación sobre el cambio climático es más persuasiva incluso que los hechos científicos

Muchos usuarios difunden en redes sociales afirmaciones que son imprecisas, conspirativas o simplemente carentes de sentido.

Asimismo, un estudio reciente publicado en Nature Human Behavior muestra que la desinformación sobre el cambio climático es más persuasiva incluso que los hechos científicos. Pero, ¿cuáles son los ejemplos de bulos más comunes?

«El cambio climático es un ciclo natural de la Tierra»

Es verdad que nuestro planeta ha experimentado cambios climáticos a lo largo de su historia. Ahora bien, la situación actual es drásticamente diferente, y por eso la solución debería ser inmediata. Las actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles y la deforestación, han acelerado el ritmo del cambio climático a un grado sin precedentes. Durante los últimos años, los registros científicos confirman que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera ha aumentado significativamente desde la Revolución Industrial, y eso está contribuyendo al calentamiento global de forma que nos afecta (pero sobre todo nos afectará) enormemente.

«El agujero de la capa de ozono causa el cambio climático»

La degradación de la capa de ozono es un problema grave, indudablemente, pues en las últimas décadas ha habido una reducción significativa en la cantidad de ozono en la atmósfera, y eso ha llevado a un aumento de la radiación ultravioleta en ciertas regiones de la Tierra. Sin embargo, no es la principal causa del cambio climático.

El agujero de la capa de ozono no causa cambio climático: el ozono protege a la Tierra de los rayos ultravioleta del Sol, pero no contribuye a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera

La capa de ozono «simplemente» protege la Tierra de los rayos ultravioleta del Sol, mientras que el cambio climático sucede por la acumulación de gases de efecto invernadero (como el dióxido de carbono y el metano) en la atmósfera, que atrapan el calor y provocan un aumento de la temperatura global.

«El cambio climático está provocado voluntariamente mediante técnicas como los chemtrails»

El bulo de los chemtrails es una teoría de la conspiración que sostiene que las estelas de condensación dejadas por aviones contienen productos químicos dispersados por los gobiernos (u otras entidades) para propósitos oscuros, como el control del clima o la manipulación de la población. Esta teoría ha sido ampliamente desacreditada. Los singulares trazados en el cielo son simples nubes artificiales formadas por la condensación del vapor de agua en las estelas de los aviones a grandes altitudes, y están compuestas principalmente de agua y dióxido de carbono. No solo no hay evidencia que respalde la existencia de ningún rociado químico, sino que la logística necesaria para llevar a cabo tal operación sería tan inmensa que sería imposible de ocultar.

«El aumento en la cobertura de hielo en la Antártida refuta el cambio climático»

Esta afirmación tampoco es cierta. Aunque la cobertura de hielo puede fluctuar de un año a otro, debido a factores como la variabilidad del clima y las oscilaciones atmosféricas, los datos a largo plazo muestran una clarísima tendencia a la disminución de la masa de hielo en la región debido al calentamiento global. En este contexto, hay que distinguir la cobertura de hielo marino de la pérdida de hielo terrestre: por un lado, la primera alude a la capa helada que flota en el océano y puede experimentar variaciones estacionales; por otro lado, la segunda se refiere al derretimiento de los glaciares y los casquetes polares en tierra firme. Este segundo sí es un indicador mucho más fiable del impacto del cambio climático. Además, tiene consecuencias significativas, como el aumento del nivel del mar y la alteración de los ecosistemas del territorio afectado.

El agua hace su llamada de emergencia, ¿la hemos escuchado?

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El informe sobre la gestión de la sequía en 2023, publicado por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), ha revelado que el 14,6% del territorio español está en emergencia por escasez de agua. Un escenario complejo que obliga a trazar un plan de acción inmediato, colaborativo y veloz. 

Cabo Ortegal, joya geológica reconocida por la UNESCO

Cabo Ortegal

Cabo Ortegal

Una zona costera en el noreste de La Coruña ha sido elegida como Geoparque Mundial de la UNESCO. Este paraíso gallego es un enclave de gran biodiversidad que cuenta con espacios naturales protegidos y endemismos animales y vegetales.


Marcando la frontera entre el mar Cantábrico y el Océano Atlántico, se encuentra el Cabo Ortegal. Este territorio se caracteriza por sus elevados acantilados, algunos de más de 600 metros de altura, y por sus inmediaciones están repletas de rías, islotes y calas. Pero, además de eso, el Cabo Ortegal esconde una riqueza geológica sin parangón, que lo ha llevado a ser declarado Geoparque Mundial de la UNESCO.

Cabo Ortegal forma parte de las comarcas de Ferrol y Ortegal, situadas en La Coruña, Galicia. Este accidente geográfico ha dado nombre a un nuevo Geoparque Mundial, título del que goza desde el 24 de mayo de 2023. Con una superficie total de 799,72 km² –de ellos, 168,72 km² de superficie marina– este enclave es ya una reconocida joya geológica. La belleza y singularidad de su paisaje son sin duda merecedores de ese galardón, pero su valor geológico va más allá: es un testimonio de la historia de la Tierra.

El Cabo Ortegal esconde una riqueza geológica sin parangón, con la que se ha ganado ser declarado Geoparque Mundial de la UNESCO

La teoría de la tectónica de placas explica la configuración y los movimientos de las mismas. Estas «piezas de puzzle» se desplazan sobre el manto terrestre, arrastradas por las corrientes de convección. El movimiento de estas placas ha hecho que, a lo largo de la historia de la Tierra, los continentes se hayan unido y separado varias veces. El último supercontinente que hubo en la Tierra se llamó Pangea. Se originó tras la colisión de dos continentes –Laurussia y Gondwana– hace unos 350 millones de años. Fue, precisamente, en esa colisión en la que afloraron las rocas que hoy forman el Geoparque de Cabo Ortegal. Por ello, proporciona algunas de las pruebas más completas de Europa sobre la colisión que creó Pangea.

El título de geoparque mundial de la UNESCO fue lanzado en 2015, y tiene como objetivo reconocer el patrimonio geológico de importancia internacional. Junto con Cabo Ortegal, el Consejo Ejecutivo de la UNESCO aprobó la designación de 18 nuevos geoparques mundiales el año pasado. Actualmente, existen 195 geoparques repartidos en 48 países de todo el mundo. Estas áreas geográficas son únicas por la protección del legado geológico y promueven la educación y el desarrollo sostenible. 

Los geoparques pretenden construir un puente entre el medio ambiente y la sociedad

Además, buscan construir un puente entre el medio ambiente y la sociedad. Tanto en Cabo Ortegal como en el resto de geoparques, el patrimonio geológico se funde con el patrimonio cultural, y también con el medioambiental. El geoparque gallego es un enclave con gran biodiversidad, que cuenta con espacios naturales protegidos y endemismos animales y vegetales.

Cabo Ortegal conservará esta designación durante un periodo de cuatro años, tras el cual tendrá que revalidar el correcto funcionamiento y la calidad del geoparque. Mientras tanto, su objetivo será honrar el pasado y guiar el presente y el futuro hacia un uso sostenible de nuestro entorno.

El aviso silencioso de la desaparición del Ártico

El aviso silencioso de la desaparición del Ártico

El efecto invernadero, causante del cambio climático, provoca que cada década se derrita un 12,2% de la superficie del hielo ártico, con nefastas consecuencias ambientales si no se toman medidas urgentes.


El cambio climático tiene múltiples consecuencias, pero de todas ellas hay una especialmente silenciosa: la desaparición del hielo polar. El derretimiento provocado por el calentamiento global provoca una pérdida del 12,2% de la extensión del Ártico cada década, según calcula la NASA, lo que repercute directamente en la estabilidad climática y ambiental del presente y el futuro cercano.

Desde que se empezaron a tomar imágenes por satélite del estado de los polos, en 1979, se puede constatar que el hielo no ha hecho más que reducirse año a año, aunque es en los últimos periodos cuando se están registrando las cifras mínimas históricas.

Desde 1985, el hielo de más de 4 años de formación ha pasado de suponer algo más del 30% a menos del 10%

Concretamente, el hielo ártico ha pasado de ocupar 16,91 millones de kilómetros cuadrados a finales de la década de los 70 a tan solo 4,79 en 2023. Su mínimo histórico se registró en 2021, con tan solo 3,79 millones de km2 durante el mes de septiembre, momento de referencia anual ya que es cuando el hielo alcanza su mínimo, coincidiendo con el final del verano en el hemisferio norte.

A este ritmo, las expectativas a futuro no son nada optimistas: se calcula que para 2050 hasta el 45% de la infraestructura existente en el Ártico estará en alto riesgo debido al deshielo. Otros estudios sitúan su completa desaparición en la década de 2030.

La extensión no es el único parámetro que permite medir la desaparición del Ártico; también la antigüedad del hielo que lo compone, cada vez más joven. Como puede verse en las imágenes debajo de estas líneas, apenas queda ya superficie con más de 4 años porque la gran mayoría se crea y desaparece en menos de un año. Desde 1985, el hielo más «veterano» ha pasado de representar algo más del 30% a menos del 10%.

 

La pérdida del Ártico tiene múltiples consecuencias, entre las que destacan la aceleración del cambio climático, el aumento del nivel del mar, los cambios en los patrones climáticos a nivel global o la pérdida de fauna y especies marinas. 

Por eso, el World Economic Forum que tendrá lugar del 15 al 19 de enero ha fijado entre sus prioridades la transición hacia energías sostenibles, la adaptación a los cambios climáticos algunos de ellos ya inevitables y la mejora de la colaboración internacional para investigar, proteger el hábitat natural y reducir las emisiones que provocan el efecto invernadero y no han dejado de crecer en las últimas décadas.

Se calcula que para 2050, el 45% de su extensión estará en alto riesgo, aunque otros estudios apuntan a su completa desaparición

«La desaparición del hielo marino en la cima del mundo no solo sería una señal emblemática del colapso climático, sino que tendría consecuencias globales dañinas y peligrosas», explica Jonathan Bamber, profesor de Geografía Física de la Universidad de Bristol.

Los peces también migran ante el aumento de temperaturas

Ilustración por Valeria Cafagna

Un novedoso estudio demuestra cómo los peces se desplazan hacia los polos o a aguas más profundas para evitar el incremento de las temperaturas. Los expertos enfatizan que estos cambios pueden conllevar graves consecuencias en el futuro.


Las migraciones climáticas ya son una realidad en muchas partes del planeta. Huir de zonas en las que la vida humana no puede desarrollarse con normalidad debido al aumento de las temperaturas será algo cada vez más habitual. Y lo veremos. ¿Qué pasa con lo que no vemos? ¿Qué ocurre con los cientos de millones de peces que viven en el mar? ¿Y si sus cambios fueran mucho más rápidos que los de los seres humanos en tierra? ¿Y si ellos también migraran y eso pudiera tener consecuencias para las personas?

Los efectos del calentamiento global, como su propio nombre indica, no dejan nada por perturbar. La mirada antropocéntrica no debe desviarnos del estudio de aquello que va más allá de lo humano pues, como bien está demostrado, las personas tan solo somos un eslabón más en una cadena trófica más sensible de lo que podemos llegar a pensar. Este interés es lo que ha llevado a varios investigadores de la Universidad de Glasgow a concluir que la mayoría de las poblaciones de peces están respondiendo al calentamiento global desplazándose hacia aguas más frías cercanas a los polos norte y sur.

Los peces migran hacia el polo sur y norte o hacia aguas más profundas para evitar el aumento de las temperaturas

Esta postura se deduce de los últimos estudios sobre el impacto del cambio climático en nuestros océanos, que también recogen otra dinámica en estos peces: algunos de ellos deciden trasladarse a aguas más profundas, siempre como un intento de encontrar espacios más fríos en los que vivir.

Se trata de la primera vez que se estudia de forma tan exhaustiva estos desplazamientos. Los expertos han examinado los datos de 115 especies de las principales regiones oceánicas, con un total de 595 respuestas de las poblaciones de peces marinos al aumento de la temperatura.

No es baladí este cambio en los peces, pues la temperatura del agua circundante les afecta en funciones críticas como el metabolismo, el crecimiento y la reproducción. Además, las especies marinas suelen tener un rango de temperatura habitable muy limitado, lo que hace que «incluso las pequeñas diferencias en el agua sean imposibles de soportar», tal y como explica la investigación publicada en Global Change Biology. Como resultado, los cambios en la vida marina causados por el calentamiento global se han dado hasta siete veces más rápido que las respuestas de los animales en tierra. Una de sus repercusiones más graves ha sido la desaparición total de especies de peces en algunos lugares.

«Nuestra capacidad para predecir las reubicaciones de los peces será vital para mantener la seguridad alimentaria»

De esta forma, «nuestra capacidad para predecir las reubicaciones de los peces será vital para proteger los ecosistemas mundiales y mantener la seguridad alimentaria», añaden desde el centro académico. Carolin Dahms, autora principal del estudio, señala cómo la pesca también afecta a estas reubicaciones, ya que las especies explotadas comercialmente se desplazan más lentamente.

Todo ello deja en el aire cómo esta alteración puede afectar a las personas, tal y como concluye Shaun Killen, también autor del estudio: «Si las presas de estas especies no se trasladan también, o si estas especies se convierten en una perturbación invasora en su nueva ubicación, podría haber graves consecuencias en el futuro».

Hotel de insectos, nuestra ayuda para el ecosistema

Hotel de insectos, nuestra ayuda para el ecosistema

Ilustración por Valeria Cafagna

Con el objetivo de conservar la diversidad biológica y evitar la degradación de su hábitat surgen los hoteles de insectos, una forma de cuidar al grupo de animales más numeroso del planeta.


Los insectos constituyen una parte esencial para la vida. Según datos de la Royal Entomological Society de Londres, asociación que se dedica al estudio de los insectos, se estima que existen unos 10.000 millones de insectos por kilómetro cuadrado, superando cualquier otra forma de vida en términos de diversidad y número. La importancia de estos diminutos seres va más allá de su cantidad, pues desempeñan funciones cruciales para la vida en nuestro planeta.

Los insectos son polinizadores fundamentales para la reproducción de plantas, contribuyen a la descomposición de materia orgánica, controlan poblaciones de insectos perjudiciales y sirven como fuente alimentaria para una amplia variedad de animales, incluidos pájaros y mamíferos. Sin embargo, en las últimas décadas, las poblaciones de insectos han experimentado un declive alarmante debido a la pérdida de hábitat, el uso indiscriminado de pesticidas y otros factores ambientales. 

La extinción de los insectos podría suponer el desequilibrio de los ecosistemas; existen numerosos ejemplos de plantas con flores que necesitan un insecto específico para la polinización

Ante este escenario crítico, ha surgido una iniciativa ingeniosa para cuidar a estos pequeños héroes: los hoteles de insectos. Estos refugios, normalmente creados con materiales reciclados procedentes de la naturaleza, como troncos, cortezas, ramas o cañas, son diseñados para ofrecer un entorno seguro y propicio para la reproducción y descanso de los insectos.

La idea ha ganado terreno y se estima que hay millones de hoteles de insectos en todo el mundo, desde pequeños refugios en jardines particulares hasta instalaciones más grandes en parques urbanos y áreas naturales.

La repercusión de los hoteles de insectos en la vida y el entorno es significativa, pues estas estructuras ofrecen refugio a insectos para promover su presencia y, por tanto, mejorar la polinización de plantas y la reducción de plagas. Además, al proporcionar hábitats específicos, los hoteles de insectos contribuyen a conservar la diversidad biológica en áreas urbanas, donde la degradación del hábitat es una amenaza constante.

Un ejemplo inspirador de esta iniciativa es el Bee & Bee, un hotel de insectos creado por la organización Friends of the Earth. Este singular refugio urbano cuenta con una variedad de compartimentos diseñados para atraer a diferentes especies de insectos, de forma que se promueve la biodiversidad en medio de la bulliciosa vida urbana.

Los hoteles de insectos ofrecen un entorno seguro y propicio para la reproducción y el descanso

En definitiva, los hoteles de insectos representan una respuesta creativa y eficaz para contrarrestar el declive de las poblaciones de insectos y preservar la biodiversidad. Al proporcionar refugio y hábitats adecuados, estas estructuras no solo benefician a los insectos, sino que también fomentan un equilibrio saludable en los ecosistemas. Es importante reconocer la importancia de estos pequeños habitantes y trabajar en conjunto para garantizar su supervivencia, recordando que el bienestar de los insectos es fundamental para el orden natural que sustenta toda la vida en nuestro planeta.

La sequía económica de la desertificación

La falta de recursos hídricos provocada por el cambio climático tiene efectos en la economía a varios niveles y sectores y se calcula que puede afectar al 75% de la población mundial en 2050.


La sequía mundial, fenómeno en aumento debido al cambio climático, no solo amenaza la disponibilidad de agua, sino que también pone en riesgo la estabilidad económica global. En un mundo donde los mercados y economías se interconectan, los efectos de la desertificación se filtran en diversos sectores, desde la agricultura hasta la generación de energía, con una serie de consecuencias económicas que son cada vez más palpables.

En los campos de cultivo, la sequía actúa como un ladrón silencioso, robando la productividad y dejando a los agricultores en la cuerda floja. Entre 2015 y 2019, al menos 100 millones de hectáreas de tierras sanas y productivas se degradaron cada año, lo que ha perjudicado a la seguridad alimentaria e hídrica a nivel mundial. Según cálculos de Naciones Unidas, la pérdida equivale al doble del tamaño de Groenlandia y afecta a las vidas de 1.300 millones de personas, directamente expuestas a la degradación de la tierra.

 

Según la Organización Meteorológica Mundial, los daños económicos de las sequías aumentaron un 63% en 2021 en comparación con la media de los últimos 20 años. En toda la Unión Europea, se calcula que ese año se perdieron más de 56.000 millones de euros a consecuencia del cambio climático, según datos de Eurostat.

Se estima que para el año 2050 la sequía pueda afectar al 75% de la población mundial

La escasez de agua no solo reduce el tamaño de las cosechas, sino que también impacta en la calidad de los productos agrícolas, lo que, a su vez, se traduce en un aumento de los precios de los alimentos para los consumidores. También el sector energético, que depende de fuentes hídricas como los embalses y los ríos, se ve afectado por la falta de lluvias. Esto hace que aumente la dependencia de los combustibles fósiles, lo que genera más costes y contaminación. 

La industria manufacturera y el comercio internacional también dependen del agua para sus procesos productivos. Por ejemplo, las vías marítimas de ríos como el Rin, en Alemania, el Mississippi, en Estados Unidos o el Yangtsé, en China, ven cómo su comercio se ve afectado por el descenso en sus caudales.

Estos problemas derivados de la falta de agua afectan cada vez a más población a nivel mundial, aunque es una cifra que fluctúa de un año a otro. 2015 fue el año más fatídico: el 64,8% de la población total estuvo expuesta a la sequía, y un 28,9% lo hizo en un grado extremo o severo, el máximo en el período 2000-2019.  Se estima que para el año 2050 la sequía pueda afectar al 75% de la población mundial.

Cada año se pierden unos 100 millones de hectáreas, equivalente a toda la superficie de Groenlandia

En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) celebrada este mes se señaló, una vez más, que el único modo de avanzar a nivel mundial es respetando los límites planetarios y las interdependencias de todas las formas de vida. «Tenemos que llegar a acuerdos globales vinculantes sobre las medidas proactivas que deben tomar las naciones para reducir las sequías», explicó Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.

«Necesitamos una transformación profunda para hacer frente a las sequías, que cada vez son más frecuentes y graves, reduciendo los niveles de los embalses, hundiendo el rendimiento agrícola, afectando la diversidad biológica y extendiendo las hambrunas», añadió Thiaw.