El cambio
climático constituye la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta
actualmente la humanidad. Aunque algunos se empeñen en negarlo, los datos están
sobre la mesa y evidencian que la huella ecológica que dejamos a nuestro paso
en el planeta tiene consecuencias devastadoras. De seguir con los actuales
niveles de emisión de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera, se
espera que las temperaturas globales sigan aumentando, con todas las consecuencias
para nuestra salud y la del planeta que eso conlleva.
Muchos se preguntarán por qué no lo vimos venir con antelación o por qué no actuamos antes, pero lo cierto es que ya en el siglo XIX aparecieron las primeras advertencias sobre el calentamiento global. Pero quedaron silenciadas, probablemente porque fue una mujer quien las pronunció. Eunice Foote (1819-1888), científica estadounidense, fue la primera en teorizar sobre el cambio climático. Fue ella la que alertó sobre las consecuencias que las emisiones de dióxido de carbono podrían tener sobre la temperatura del planeta. Pero la vida de Foote, como la de muchas mujeres de la época, fue un camino marcado por los obstáculos y el olvido.
Nació en el seno de una familia numerosa y progresista en 1819, en Goshen, Connecticut (EE. UU.). Sus experimentos, realizados en un laboratorio construido en casa, evidenciaban el ingenio de Foote. Cuatro termómetros, dos cilindros de vidrio y una bomba de vacío para aislar los gases de la atmósfera y exponerlos a los rayos solares le bastaron para demostrar que el CO2 y el vapor de agua absorbían suficiente calor como para tener un impacto en el clima. Sin embargo, la historia concedió durante más de un siglo este reconocimiento al físico irlandés John Tyndall.
Según los libros de
ciencia e historia, fue Tyndall el primero en descubrir, en 1859, que las
moléculas de gases como el dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua
(los conocidos como gases de efecto invernadero) bloqueaban la radiación
infrarroja. Pero lo cierto es que Eunice Foote ya había realizado estudios al
respecto. En concreto, Foote había publicado en 1856 el paper ‘Circumstances
affecting the heat of sun’s rays’.
El 23 de agosto de 1856, cientos de hombres -la mayoría científicos, inventores y doctores- se reunieron en Nueva York para compartir nuevos descubrimientos, discutir avances en sus respectivos campos y explorar nuevas áreas de investigación en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS). Aunque Eunice Foote tenía un trabajo magnífico que presentar en esa reunión no pudo leerlo en el evento, ya que entonces las mujeres no tenían permiso para exponer sus ideas científicas. Fue su compañero de profesión Joseph Henry, profesor del Smithsonian Institution, quien presentó los resultados del estudio. Sin embargo, las pruebas quedaron fuera de las Actas y Foote fue condenada al olvido.
Sus descubrimientos únicamente vieron la luz en noviembre de ese año, cuando aparecieron publicados en una breve página y media de la revista American Journal of Art and Science. La teoría de Foote quedó en el olvido hasta 2011, cuando fue rescatada por Raymond Sorenson, un investigador independiente que dio con el artículo original que leyó Joseph Henry en aquella reunión de 1856.
Los descubrimientos de Foote se adelantaron a los estudios del momento, pero fueron relegados a un segundo plano. Por suerte ahora, aunque con mucho retraso -más de 200 años después de su nacimiento– la figura de Eunice Foote, como las de otras mujeres pioneras olvidadas, recupera el lugar que le corresponde en los anales científicos.
“Nos hemos desconectado mucho del mundo natural y vivimos en un entorno egocéntrico, explotando nuestro entorno solo para nuestro bien. Nos adentramos en la naturaleza y saqueamos sus recursos”. Esta frase no pertenece a un científico, tampoco a un filósofo: forma parte del discurso que pronunció el actor Joaquin Phoenix al recoger su Oscar a mejor actor protagonista en la pasada ceremonia de entrega de premios que celebra la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos cada año en Hollywood. De esta manera, Phoenix denunciaba ante cientos de actores, directores y productores la situación de emergencia climática en la que nos encontramos y recordaba que -igual que la culpa- la responsabilidad de frenar y revertir esta situación es compartida.
Pero sería injusto afirmar que la industria cinematográfica ha hecho oídos sordos a lo que es ya el mayor desafío del siglo XXI. Desde hace unos años, el mundo del cine se ha hecho eco de esta amenaza y ha impulsado soluciones tanto a través de la gran pantalla como desde detrás de las cámaras. Porque, aunque cueste imaginarlo, la industria cinematográfica es altamente contaminante. Un ejemplo revelador es el del negocio del cine en California que, según un estudio realizado por el Instituto de la Universidad de California (UCLA) para el Medio Ambiente, es el más contaminante del estado, por encima incluso de la industria aeroespacial y la textil.
Afortunadamente, los tiempos están cambiando y la lucha por hacer de nuestro entorno un lugar más sostenible ha llevado a cineastas, productores y académicos a poner este asunto sobre la mesa de manera urgente. Es el caso de la Seminci —la Semana Internacional de Cine de Valladolid—, donde la organización ha elaborado un manifiesto que, entre otras medidas, establece la creación de un ‘sello verde’ que premie y certifique el espíritu sostenible de algunas producciones. Es decir, se trata de una especie de distintivo que reconoce a los rodajes que se llevan a cabo de una forma más respetuosa con el medio ambiente. Entre las acciones valoradas destacan la utilización de energías renovables y papel reciclado, el uso de envases reciclables y la sustitución de productos plásticos por materiales biodegradables como madera o textiles orgánicos.
“El cine genera mitos,
lanza o asienta paradigmas de pensamiento y puede ayudar a resolver esta
emergencia planetaria”, comenta Carlos Castro, profesor de Física Aplicada en
la Universidad de Valladolid. Coincide con él el director de cine Guillermo
García, que destaca la importancia de “normalizar este tipo de medidas a la
hora de filmar y entender el rodaje ecológico y sostenible como un reto”.
La Seminci, además, se ha
convertido en el primer festival de cine que ha creado un premio especial —la
Espiga Verde— para galardonar al filme que mejor represente los valores
medioambientales. Durante el festival, ocho películas y documentales llevaron a
la gran pantalla temas como la contaminación por pesticidas, el activismo
ecologista, la experimentación con cultivos o la desaparición de la
biodiversidad.
El periodista y director del festival, Javier Angulo, destacó en la pasada edición que “los efectos del cambio climático ya están aquí y el cine puede ayudar a concienciar a los ciudadanos sobre este grave asunto de muchas formas”. Un ejemplo de ello es la aclamada serie de HBOJuego de Tronos, en cuyo rodaje se consiguieron ahorrar 2.000 kilos de plásticos en siete meses gracias a la iniciativa de eliminar las botellas de agua en el set.
Películas
para el planeta
Al mismo tiempo, cada vez
más películas y documentales ahondan en la problemática que supone el cambio
climático y las consecuencias devastadoras que tiene en el planeta Tierra. Una
muestra de ello es el documental de Fisher Stevens, Before the flood, en
el que, junto a Leonardo DiCaprio, el cineasta visita y documenta los impactos del
cambio climático y la actitud de la humanidad ante catástrofe como el deshielo
de la Antártida.
“Todo lo que presenciamos
en este viaje nos muestra que el clima de nuestro mundo está increíblemente
interconectado y que está en un punto de ruptura urgente. Queríamos crear una
película que generase alarma en las personas y que les hiciera entender qué
cosas particulares pueden resolver este problema”, dijo DiCaprio sobre la obra.
Esta concienciación, que no tiene edades ni límites, también está presente en el cine animación. La película de Pixar Wall-E es un ejemplo de ello. Han pasado ya diez años desde que el pequeño robot encargado de compactar basura Wall-E llegó a los cines y presentó la peor versión posible de la Tierra: un planeta cubierto por toneladas de basura y sin rastro de vida ni actividad humana. Después de todo este tiempo, el tema de la película sigue ligado a la actualidad y refleja preocupantes realidades como la alta contaminación de las ciudades y el vertido de residuos que acaban en la naturaleza.
Fiel a sus palabras, Joaquin Phoenix, que nos sorprendió con su actuación del Joker este último año, también ha decidido utilizar el cine como arma de sensibilización. El actor ha dejado atrás el maquillaje de villano para protagonizar Guardians of Life (2020), un microdrama del director y activista Shaun Monson. En el vídeo, que dura apenas unos minutos, se muestra a un Phoenix vestido de médico que intenta salvar a un paciente herido en “los incendios forestales”. Con diálogos cortos y duros silencios, el cineasta golpea nuestra consciencia y nos traslada de manera simbólica a los múltiples incendios forestales que en los últimos meses han devastado miles de hectáreas en Australia y en el Amazonas.
“Todo es una clara llamada de atención. La gente no se da cuenta de que todavía hay tiempo, pero solo si actuamos ahora y hacemos cambios generalizados en nuestro consumo. No podemos esperar a que los gobiernos resuelvan estos problemas por nosotros”, sentenció el actor, que no duda en acusar a todos y cada uno de nosotros por haber provocado de manera más o menos directa, el calentamiento global.
Indudablemente el cine
cala en las emociones y sentimientos de los espectadores como casi ningún otro arte
lo hace. Y aunque la gran pantalla es un buen altavoz para llamar a la
movilización, que logremos revertir los efectos del cambio climático depende de
que cantemos claqueta… ¡Y acción!
Publicado por Javier Yanes Garrido 11 febrero, 2020
Recuerden
esta cifra: 18,3. A simple vista, este número dice poco. Sin embargo, conviene
que lo recuerden porque es histórico. El pasado 6 de febrero esa fue la
temperatura que se registró en la Antártida: 18,3 grados centígrados. Nunca
antes se había disparado el mercurio de esta manera en el continente austral.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) avisa: en los últimos 50 años, la
temperatura en la Antártida ha aumentado tres grados.
Habrá ciudadanos que recibirán la noticia con preocupación y otros que, como Donald Trump, le restará importancia dentro de su discurso negacionista contra el cambio climático. Tras anunciar meses atrás la salida definitiva de EE.UU. del Acuerdo de París para avanzar en la lucha contra el calentamiento global, el presidente de los Estados Unidos sigue retrocediendo en las políticas climáticas. En las próximas horas presentará en el Congreso un primer borrador de los presupuestos anuales que incluyen una reducción de los fondos para la lucha contra el cambio climático (un 26% menos). En esa cruzada casi personal de Trump contra todo lo que tenga que ver con el medio ambiente, el presidente norteamericano se enfrenta a su primera gran reválida en las elecciones presidenciales del próximo noviembre.
Si en 2019 los españoles acabaron el año cansados de ir a votar, en 2020 puede que los estadounidenses experimenten esa misma sensación. Todo hace indicar que lo que suceda en la política estadounidense durante este año tendrá una importancia vital en la lucha mundial contra el cambio climático. Y ahí es donde debe entrar en juego el Partido Demócrata. El pasado tres de febrero dio el pistoletazo de salida a las primarias demócratas en el estado de Iowa. ¿El objetivo? Echar a Donald Trump de la Casa Blanca.
De
las 29 candidaturas que se presentaron en un primer momento, solo once continúan
en la carrera por el liderazgo del partido tras los caucus de Iowa pero, a día
de hoy, solo cuatro candidatos cuentan con opciones reales de vencer: Pete
Buttigieg, Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Joe Biden. Los dos primeros
salieron reforzados tras el caótico recuento de Iowa, mientras que Warren y
Biden, favoritos meses atrás, pueden estar viviendo sus últimas horas en la
carrera electoral. Las primarias de New Hampshire del próximo 11 de febrero
pueden darnos las pistas definitivas sobre quién será el rival de Donald Trump el
3 de noviembre.
El Green New Deal pone de acuerdo a todos los candidatos
A pesar de las diferencias programáticas que tienen los candidatos en materias como sanidad, educación o defensa, hay algo en lo que coinciden todos: su apoyo al Green New Deal, la hoja de ruta que presentaron el año pasado en el Congreso el senador Edward Markey y la congresista Alexandra Ocasio-Cortez con el objetivo de situar a Estados Unidos al frente de la lucha contra el cambio climático a nivel mundial y que guarda, además del nombre, otras similitudes con el plan aprobado recientemente por la Comisión Europea, el European Green Deal. Curiosamente, tanto Markey como Ocasio-Cortez se han manifestado públicamente en favor de alguno de los candidatos: el primero lo hizo con Elizabeth Warren y la segunda con Bernie Sanders.
El Green New Deal ha marcado una meta: reducir de manera drástica la emisión de gases de efecto invernadero para lograr la neutralidad de emisiones en el año 2050. Además, en un plazo de diez años se espera generar el 100% de la electricidad del país a través de energías renovables o sin emisiones para conseguir una mayor eficiencia energética. Para ello, se modernizará tanto la red eléctrica como todos los edificios del país y se invertirá en el vehículo eléctrico y en el tren de alta velocidad.
Pero, ¿cuánto costará electrificar la economía de un país como Estados Unidos? Sanders promete una inversión de 16,3 trillones de dólares. El resto de candidatos son más tímidos: 3 trillones, Warren, 2 trillones, Buttigeig y 1,7 trillones, Biden. La subida de impuestos a la industria carbonífera y la creación de millones de nuevos puestos de trabajo directamente relacionados con el Green New Deal pagarán gran parte de esta inversión.
Más
allá de las cifras presupuestarias hay un aspecto en el que hay discrepancias:
la energía nuclear. Sanders y Warren abogan por cerrar todas las centrales
nucleares del país antes de 2035, mientras que Biden y Buttigieg creen que la
nuclear es una fuente de energía imprescindible a medio plazo y el país no
puede prescindir de sus 97 centrales.
Objetivo: recuperar el liderazgo
internacional
Pero si hay algo en lo que coinciden de forma inequívoca los cuatro candidatos es en el papel que debe jugar Estados Unidos en el mundo en la lucha contra el cambio climático, y esto pasa por no abandonar bajo ninguna circunstancia el Acuerdo de París. Los argumentos de Trump para rechazar este consenso internacional son básicamente dos: que el acuerdo representa un “castigo” hacia los Estados Unidos y que el precio que los estadounidenses pagarían por “una reducción de solamente 0,2°” es demasiado alto.
Los demócratas consideran imprescindible recuperar la iniciativa internacional y convertirse en el país que lidere la lucha contra el cambio climático. No entienden que Estados Unidos, primera potencia económica mundial y responsable directo del 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero, solo por detrás de China, abandone un acuerdo al que se han sumado ya 195 países entre los que se encuentran los gigantes de la contaminación: la ya mencionada China, la Unión Europea e India. En este sentido, la presencia de la presidenta del Congreso de EE.UU., la demócrata Nancy Pelosi, en la COP25 de Madrid el pasado mes de diciembre fue un acto cargado de intención.
Para
los defensores de la lucha contra el cambio climático en Estados Unidos todavía
hay espacio para la esperanza. La salida efectiva de cualquier país firmante
del Acuerdo de París solo puede producirse cuatro años después de su entrada en
vigor: en noviembre de 2020, justo después de las elecciones presidenciales,
por lo que un cambio de liderazgo en la Casa Blanca cambiaría totalmente la
panorámica.
Los grandes estados se rebelan contra Trump
La deriva de las políticas climáticas de Trump ha generado un rechazo total en gran parte del país. Por ello, hasta 25 estados han dicho basta y se han unido bajo la Alianza por el Clima de EE.UU. para defender sus intereses e implementar políticas energéticas limpias que permitan reducir las emisiones contaminantes. Entre esos 25 estados “rebeldes”, la gran mayoría gobernados por el Partido Demócrata, encontramos tres que pertenecen al bando republicano: Vermont, Maryland y Massachusetts. La unión de todos estos territorios, que representan el 65% de la población estadounidense, logrará reducir en un 28% las emisiones de CO2 para el año 2030.
El caso de California es singular: es el estado más poblado del país y su economía se sitúa en el quinto puesto a nivel mundial por encima de países como Francia o Reino Unido. Los demócratas californianos aprobaron el año pasado una ley estatal con el objetivo de usar energía 100% libre de emisiones en el año 2045, de la que un 60% deberá ser renovable. En esta línea, Los Ángeles se ha marcado como objetivo obtener el 100% de su energía de fuentes renovables para ese mismo año, mientras que la ciudad de Berkeley es, desde julio de 2019, la primera metrópoli estadounidense en prohibir el gas natural en todas sus nuevas construcciones. Por su parte, Nueva York, la ciudad más poblada del país, también ha aprobado una ley que obliga a que en 2040 toda su energía sea limpia, y se ha fijado 2050 como año límite alcanzar la neutralidad de carbono.
Más de siete millones de personas mueren al año de forma prematura por enfermedades relacionadas con la calidad del aire que respiran. La Organización Mundial de la Salud no deja lugar a dudas: la contaminación mata. Aunque no haya rincón del planeta que se libre de esta lacra, las grandes ciudades son las más afectadas. ¿Cómo podemos protegernos de la contaminación urbana?
Convertir a Europa en líder de la lucha contra la emergencia climática. Con este ambicioso objetivo, la Comisión Europea se ha estrenado hoy ante el Parlamento Europeo en su primer acto político. Con mucha expectación, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, acompañada del vicepresidente, Frans Timmermans, ha presentado su prometido European Green Deal. Se trata de una hoja de ruta que pretende guiar a Europa para que dé el salto a la era postcarbono y se convierta en el primer continente neutro en emisiones de carbono en 2050.
“El objetivo del European Green Deal es reconciliar nuestra economía con el cuidado del planeta, es algo que debemos a nuestros hijos”. Von der Leyen ha iniciado así la presentación de este paquete legislativo al que ha descrito como la nueva estrategia de crecimiento de la Unión Europea. ¿Su objetivo? Transformar la economía europea de manera que garantice un futuro sostenible para la región y el conjunto de sus ciudadanos.
Pero la presidenta ha sido clara: “Este pacto no solo consiste en reducir emisiones. También se trata de impulsar la innovación, modernizar el transporte y promover un estilo de vida saludable”. En concreto, ha anunciado que este pacto verde se articulará a través de ocho ejes de acción principales: incrementar la ambición climática con horizonte 2030 y 2050; garantizar el suministro y la producción de energía limpia, asequible y segura; movilizar a la industria por una economía circular y limpia; fomentar la construcción y la renovación de edificios eficientes; conseguir un medioambiente con polución cero; preservar y restaurar los ecosistemas y la biodiversidad; impulsar un modelo agroalimentario justo y saludable; y acelerar el cambio a una movilidad inteligente y sostenible.
Von der Leyen ha afirmado que este plan se concretará en un paquete de medidas que verán la luz en los próximos dos años y para cuya ejecución plantea movilizar 100.000 millones de euros entre 2021 y 2027. Para la presidenta, “se trata de una hoja de ruta ambiciosa pero también prudente y realista”, en cuyo planteamiento han tenido en cuenta el impacto social y económico de cada una de las medidas. En este sentido, la Comisión ha diseñado el European Green Deal que implique a todos de manera justa. “La solidaridad en esta transición es esencial porque todos debemos ser parte del cambio. Por eso pondremos en marcha un Fondo de Transición justa con financiación pública y privada”, ha declarado Von der Leyen.
La presentación de este plan ha sido aplaudida por los europarlamentarios. Mañana será presentado a los líderes en el Consejo Europeo y el vicepresidente Frans Timmermans lo llevará a la COP25 que se celebra hasta este viernes en Madrid.
1. Incrementar la ambición climática de la Unión para 2030 y 2050
El objetivo de la Comisión es alcanzar la neutralidad climática en 2050. Para ello, el órgano ejecutivo de la Unión propondrá unaLey Climática Europea en marzo de 2020. Un poco más tarde, en verano, verá la luz un plan integral para aumentar el objetivo de reducción de emisiones al menos al 50% para 2030. Para ello, antes de junio de 2021 se revisarán todas las políticas que sean relevantes para lograr este plan de acción climática.
2. Garantizar una energía limpia, asequible y segura
La descarbonización del sistema energético es crítica para alcanzar los objetivos climáticos en 2030 y 2050. En este sentido, la Comisión podrá el foco, a través de medidas y directivas concretas, en las siguientes prioridades: interconectar los sistemas energéticos; integrar las fuentes de generación renovable en la red eléctrica; promover tecnologías innovadores e infraestructuras modernas e inteligentes; impulsar la eficiencia energética y el diseño ecológico de productos; descarbonizar el sector del gas; empoderar a los consumidores y reducir la pobreza energética; desarrollar el potencial de energía eólica de Europa. Los Estados miembro tendrán un papel protagonista y deberán actualizar sus planes nacionales de Energía y Clima en 2023 para que reflejen la nueva ambición climática.
3. Movilidad a la industria para lograr una economía circular y limpia
La neutralidad climática solo será posible si el sector industrial se moviliza por completo. Por eso, en marzo de 2020, la Comisión adoptará una estrategia industrial para lograr la descarbonización del modelo productivo, aprovechar el potencial de la transformación digital y lograr una economía circular. En esta línea, la Comisión presentará una política de productos sostenibles, que priorizará la reducción y la reutilización de los materiales.
4. Fomentar la construcción y la renovación eficiente de edificios
La construcción, uso y renovación de edificios requiere de importantes recursos energéticos. Por este motivo, la Comisión propondrá una nueva iniciativa de renovación de edificios públicos y privados en 2020 para promover la eficiencia energética.
5. Conseguir un medioambiente con polución cero
Para proteger a los ciudadanos europeos y a los ecosistemas del continente, el organismo europeo adoptará un plan de acción para acabar con la contaminación y prevenir la contaminación del aire o el agua.
6. Preservar y restaurar los ecosistemas y la biodiversidad
Los ecosistemas ofrecen alimento, agua, aire limpio y cobijo, y ayudan a mitigar los desastres naturales y a regular el clima. Por eso, una de las prioridades de la Comisión es la protección de los ecosistemas. Con este objetivo, en marzo de 2020, el Ejecutivo presentará su Estrategia de Biodiversidad y, meses más tarde, en el marco de la Conferencia de la ONU del mes de octubre, la Unión Europea propondrá un objetivo global de protección de la biodiversidad.
7. Impulsar un modelo agroalimentario justo y saludable
Otra de las prioridades de la presente Comisión es apoyar al sector agroalimentario de la región. Con este fin, en la primavera de 2020, dará a conocer una estrategia que englobe una serie de medidas para garantizar que todos los europeos se alimentan de forma saludable y asequible, al tiempo que se combate el cambo climático, se protege el medioambiente, se preserva la biodiversidad y se incrementan los cultivos orgánicos.
8. Acelerar el cambio a una movilidad inteligente y sostenible
El transporte supone un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero de la Unión Europea. La Comisión es consciente de que para lograr la neutralidad climática, el sector del transporte debe sufrir una profunda transformación. Para impulsarla de manera justa, el año que viene se activará una estrategia para fomentar la movilidad sostenible e inteligente.
Conoce todas las medidas y la hoja de ruta en este enlace.
La nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado este lunes que el próximo mes de marzo presentará una ley europea para evitar que se den pasos atrás en el camino de la neutralidadclimática de la Unión Europea. La presidenta ha hecho este comunicado en el contexto de la COP25, que ha arrancado hoy en Madrid y en la que se espera que se cierren las negociaciones sobre el reglamento del Acuerdo de París, que entrará en vigor en 2020.
Hace apenas unos días, el brazo ejecutivo de la Unión Europea aprobó una resolución para declarar a la región en situación emergencia climática, convirtiéndose en el primer continente en anunciar esta situación. Ahora, tras tomar posesión el domingo, Ursula von der Leyen ha puesto sobre la mesa un plan de inversiones para poner en marcha una acción climática que se sustente en la investigación, la innovación y las nuevas tecnologías. También contempla la creación de un Fondo de Transición que garantice que nadie se quede atrás en el proceso de transformación. “Esto implicará dotar de una perspectiva climática a todos los sectores económicos”, ha anunciado la comisaria.
Otro de los ejes vertebradores del discurso que la presidenta ha pronunciado frente a los mandatarios mundiales ha sido la activación de un Green New Deal europeo que, según ha asegurado, presentará de aquí a diez días. El objetivo es convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050. “Si queremos alcanzar esta meta tenemos que actuar e implementar nuestras propias medidas ahora. Porque sabemos que esta transición necesita un cambio generacional”, ha concluido la comisaria.
“Ambición, ambición, ambición”. Con estas palabras, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha inaugurado la Cumbre del Clima que hasta el próximo día 13 de diciembre reunirá a los líderes de todo el mundo. En este foro se acabarán de definir, en el mejor de los casos, los próximos pasos para cumplir con el pacto de limitar el aumento de la temperatura en 1,5°C. Por eso, el adelanto de las futuras medidas que aplicará la Unión Europea, cuando menos ambiciosas, abre la puerta al resto de las partes firmantes del Acuerdo de París y les invita a presentar unos planes de acción más combativos contra el cambio climático.
Si alguien ha logrado escapar de los cánones clásicos que definen el establishment norteamericano y hacerse un hueco en la esfera política, esa es, sin duda, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez. De raíces puertorriqueñas y familia humilde, la joven de 28 años triunfó en las primarias demócratas del distrito de Nueva York de 2018. Desde entonces, su carrera no ha hecho más que coger velocidad, guiada por la defensa de la sanidad universal, de los derechos de los inmigrantes, de las mujeres y de la comunidad LGTBI+. Además, Ocasio-Cortez ha estampado su sello en una iniciativa que promete marcar no solo el futuro de la icónica ciudad, sino del país entero. Esta es, la puesta en marcha de un New Deal medioambiental que plantea soluciones a corto plazo para revertir los efectos del cambio climático, que hoy celebra su efeméride más negra: la del día Internacional contra el Cambio Climático.
El conocido como nuevo Green New Deal —nombre que evoca los planes del presidente Roosevelt para luchar contra las consecuencias económicas de la Gran Depresión — tiene un objetivo claro: reducir considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en una década. Para alcanzar esa meta, la congresista ha propuesto algunas medidas concretas que lleven a la descarbonización total de la economía y la protección de los derechos de la población.
En primer lugar, el plan defiende la necesidad de que haya una inversión gubernamental en proyectos y estrategias para resistir los desastres naturales y las temperaturas extremas provocadas por el cambio climático. Asimismo, exige la financiación estatal en investigación para el desarrollo de nuevos sistemas de prevención.
En segundo lugar, la hoja de ruta definida por la congresista más joven del Capitolio propone que de aquí a 10 años casi el 100% de la electricidad del país provenga de energías renovables. Para ello, se detalla en el pacto que es preciso digitalizar la red eléctrica del país, mejorar los edificios para que sean más eficientes energéticamente, revisar el sistema de transporte nacional a través de una fuerte inversión en los vehículos eléctricos y los trenes de alta velocidad, y minimizar el número de viajes en avión, el medio de transporte más contaminante.
Además de la carrera por reducir las emisiones en la industria y en las ciudades, el Green New Deal también dirige el foco hacia las zonas rurales y propone, según se cita en el documento, “colaborar estrechamente con los granjeros para eliminar la polución y los gases de efecto invernadero del sector de la agricultura y la ganadería”. En este caso en concreto no se detalla la línea de actuación a seguir, lo que ha favorecido que políticos como el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, un férreo negacionista del cambio climático, lo interprete a su manera. Sin ir más lejos, días después de la publicación del pacto verde, Trump utilizó las redes sociales para criticar “la brillante idea” del partido demócrata de reducir la huella de carbono a base de “eliminar los aviones, el petróleo y las vacas (que generan gas metano)”. No obstante, estas no son las únicas medidas que el presidente republicano ha afeado al Green New Deal de Alexandria Ocasio-Cortez.
Otra de las propuestas que ha levantado la polvareda entre las sillas del Congreso es la de hacer de la lucha contra el cambio climático una oportunidad para acabar con las desigualdades. Para combatir las injusticias sociales, el documento recuerda que el Gobierno debe implantar normas de comercio internacional y ajustes legislativos que garanticen una fuerte protección de los derechos laborales y unos salarios dignos, la creación de empleo y el impulso de la fabricación local. En palabras de Alexandra Ocasio-Cortez, “la crisis climática requiere de una movilización federal y local masiva e inmediata que beneficie al planeta y al conjunto de su población”.
Cierra los ojos. Imagina, por un momento, que vas a comenzar un viaje. ¿Coges el coche? ¿El tren? ¿El avión? ¿Cuántos viajes realizarás a lo largo de tu vida? Nuestra mera existencia es fruto del movimiento y sin este, es imposible entender el planeta ni la flora y fauna que lo pueblan. Al igual que el ser humano se mueve –ya sea trasladándose de un lugar a otro o de una calle a otra, o de un pueblo a la ciudad, o de su país de origen a otro continente–, las aves, instintivamente y desde que salen del cascarón, saben que llegará el momento de emprender el vuelo y viajar en una dirección específica y durante un tiempo determinado. De este modo, emprenden un largo viaje hacia lo desconocido que, como para nosotros, acabará convirtiéndose en conocido.
Desde hace millones de años este programa de viaje perfecto ha ayudado a que la avifauna del planeta se mantenga. Sin embargo, hace casi medio siglo que, desconcertadas, las aves buscan nuevos destinos. El cambio climático –propiciado por la deforestación, el aumento de la población humana, la sobreexplotación de recursos o la contaminación– ha provocado que el itinerario de vuelo diseñado con exactitud de nuestros pájaros cambie. Con ese motivo, cada 12 de octubre se celebra el Día Mundial de las Aves Migratorias con el objetivo de visibilizar el papel de estas especies en la conservación de la biodiversidad.
Los científicos aseguran que una de cada ocho especies de aves en el planeta está amenazada. El aumento de las temperaturas está provocando que millones de aves estén modificando sus flujos migratorios acortando distancias o desplazando sus movimientos más al norte, haciéndose sedentarias en zonas donde antes no lo hacían, o incluso, desacoplando los calendarios de estos traslados y sus ciclos biológicos, cambios que ponen en peligro su supervivencia y favorecen la disminución de sus poblaciones.
En la mayoría de los casos, es la acción del ser humano –ya sea de manera directa o indirecta– la que pone en peligro a estos animales. Para preservar el futuro de buitres, cigüeñas, alimoches o águilas (entre otros), es imprescindible que los estados, la sociedad y la empresa privada trabajen codo con codo en un compromiso firme de protección. Por eso, en 2011, Red Eléctrica colaboró en la creación del Centro Internacional de Migración de Aves (CIMA), gestionado por la Fundación Migres, una entidad privada sin ánimo de lucro, de carácter científico y cultural, orientada a la conservación y mejora del patrimonio natural.
Con sede en Tarifa, el CIMA se ha consolidado como uno de los centros más relevantes a nivel mundial para el estudio de las migraciones ornitológicas y del cambio climático. Al situarse en el estrecho de Gibraltar, punto estratégico en concentración de aves migratorias, los científicos pueden estudiar el comportamiento de la avifauna en el punto de confluencia de las rutas migratorias entre Europa y África, por donde pasan alrededor de 400.000 aves planeadoras (cigüeñas y rapaces) y varios millones de aves de pequeño tamaño (vencejos, golondrinas y aviones, abejarucos, entre otros).
El centro de estudios de Tarifa cuenta con un centro expositivo y un observatorio desde donde poder contemplar las aves y cetáceos que utilizan el Estrecho como puente entre continentes y mares. Además, el CIMA acoge a científicos y estudiantes que desean profundizar en las migraciones y la capacidad de influencia que el calentamiento global tiene sobre ellas y, a fin de cuentas, sobre todos nosotros.
La lucha contra el cambio climático y la rentabilidad financiera no están reñidos. De hecho, se trata de un matrimonio muy bien avenido en el que los inversores socialmente responsables cuentan con la garantía de que su dinero se destina y gestiona a un proyecto que cumple con criterios de respeto al entorno. Esto se llama financiación verde y ha llegado para quedarse. En 2017, Red Eléctrica se convertía en la primera empresa de Europa en incorporar criterios ambientales, sociales y de buen gobierno en una operación financiera a través de múltiples agentes.
Ahora, la compañía da un paso más para el impulso de este tipo de iniciativas y crea un marco verde de financiación (Green Framework) que le permitirá la emisión de productos financieros que cumplan con todas las garantías de sostenibilidad ambiental. Las energías renovables, la eficiencia energética, con la prevención y control de la contaminación, los vehículos eléctricos o la gestión sostenible de los recursos naturales son algunos de las áreas de desarrollo de proyectos candidatos a recibir capital a través de la financiación ‘verde’ que se engloba dentro de este marco.
«En Red Eléctrica vinculamos parte de nuestra inversión a la financiación sostenible y contamos con un marco verde que nos permitirá desarrollar proyectos de esta naturaleza», señaló Tomás Gallego, director financiero del Grupo, durante las jornadas ‘Creando juntos un futuro sostenible. El reto de los ODS’ celebradas en octubre en su sede de Madrid. Según detalló Gallego en este encuentro, este marco verde de financiación también pretende diversificar la base de inversores, con el foco en los socialmente responsables y en aquellos llamados verdes; además de contribuir al crecimiento de mercados más respetuosos con el medio en que vivimos.
El marco verde de Red Eléctrica se rige bajos los Principios Verdes (Green Bond Principles), establecidos por International Capital Market Association (ICMA), y exige la garantía de transparencia en la gestión durante la vigencia del bono verde, así como la realización de informes y la revisión externa de todo el procedimiento.
Más de 70 países. Más de 100 ciudades. Más de 100 compañías. La Cumbre de Acción por el Clima celebrada esta semana en Nueva York ha dejado números de gran impacto en un momento en el que la crisis climática ha subido un nuevo escalón y ha alcanzado la categoría de emergencia. Este mismo lunes, el Consejo Asesor Científico de la ONU publicaba el informe United Science, en el que se recordaban algunos datos de esta alarmante realidad. Entre ellos, que el último lustro ha sido el más cálido jamás registrado y que la temperatura media mundial ha aumentado 1,1ºC desde la era preindustrial.
Con estas evidencias bajo el brazo, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha dejado claro el propósito de esta cumbre extraordinaria: que los países se comprometan a poner en marcha hojas de rutas más ambiciosas y concretas que las originalmente trazadas en el Acuerdo de París de 2015. Y ha avisado a los participantes con contundencia: “No hemos venido a hablar ni a negociar. Con la naturaleza no se negocia”. Su determinación no ha sido en vano, ya que la cumbre se ha saldado con dos buenas noticias. Guterres ha anunciado que 77 países han acordado reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero a cero neto para 2050. Además, ha informado de que 70 países pondrán en marcha planes más potentes de recorte de emisiones. Y no se trata de un hecho baladí, puesto que se ha conseguido que, durante el encuentro, 23 países se hayan adherido a este convenio.
Al término de la jornada, hubo más anuncios destacados. Entre ellos, los planes de Francia o Alemania. El país galo, por ejemplo, ha prometido no adoptar ningún acuerdo comercial con países que apliquen políticas contrarias al Acuerdo de París. Por su parte, nuestro vecino germano se ha comprometido a la neutralidad de carbono para 2050. Paralelamente, la Unión Europea ha informado de que al menos el 25 % del próximo presupuesto comunitario se destinará a acciones relacionadas con el clima.
El sector privado también ha mostrado un impulso sin precedentes. Más de 87 grandes compañías han proclamado inversiones por 2,3 billones de euros para reducir emisiones, así como la modificación de sus estrategias de negocio para frenar la inercia imparable del cambio climático. Pero no todo han sido buenas noticias. Los mayores emisores de carbono —China, Estados Unidos e India— no están haciendo lo suficiente. Mientras que sus emisiones crecen, su compromiso con la descarbonización sigue siendo demasiado débil. A pesar de ello, durante la cumbre, India y China anunciaron medidas que hacen pensar que aún hay lugar para la esperanza. Concretamente India ha prometido aumentar la capacidad de energía renovable a 175 Gw para 2022, mientras que China ha apostado por reducir sus emisiones en 12.000 millones de toneladas cada año. Si bien toda acción es bienvenida, el tiempo corre en contra. Como sentenció Guterres durante la cumbre: "la emergencia climática es una carrera que estamos perdiendo, pero aún podemos ganarla".