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Wallace Smith Broecker, el padre del cambio climático

Conocido como el «padre del cambio climático», Wallace Broecker no solo destacó como científico, sino que también fue un visionario cuyas ideas y descubrimientos han dejado una gran huella en nuestra percepción del mundo.


Nacido en Chicago en 1931, Broecker destacó por su valentía al enfrentarse a la realidad de temas relacionados con el cambio climático, en una época en la que era poco menos que una preocupación secundaria. Fue quien introdujo el término  «calentamiento global»  en un artículo de la revista Science en 1975 titulado «Calentamiento global: ¿Estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?», que arrojaba luz sobre el impacto devastador de las actividades humanas en el clima del planeta. Sus palabras conmocionaron al mundo y siguen generando debate entre expertos y sociedad civil.

Broecker introdujo el término «calentamiento global» en un artículo de la revista Science en 1975

Broecker fue uno de los primeros en proponer soluciones concretas para abordar el cambio climático. Sus investigaciones fueron fundamentales para comprender los mecanismos que regulan la temperatura de la Tierra y para concienciar al público sobre la importancia de abordar el calentamiento global. Durante sus estudios se dio cuenta de que el clima del planeta era capaz de cambiar de forma brusca en períodos muy cortos. Para combatir este fenómeno, propuso un «Plan B», que consistía en capturar el dióxido de carbono de las emisiones industriales y almacenarlo de forma segura bajo tierra. Esta idea revolucionaria proporcionó una vía prometedora para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los impactos del cambio climático.

No obstante, el legado de Broecker va mucho más allá, ya que fue de los primeros científicos en poner de relieve la importancia de la interacción de los océanos y la atmósfera en la regulación del clima a través del intercambio de CO2.

Su descubrimiento de la circulación termohalina, la «cinta transportadora oceánica», reveló un complejo sistema de corrientes que influye sobre la temperatura del aire y sobre los patrones de lluvia. Las corrientes marinas intervienen en la constitución del clima; el agua salada y fría del Atlántico Norte, al descender, permite crear una corriente desde América del Norte hasta Europa, consiguiendo que las aguas superiores sean cálidas y el clima europeo no sea perpetuamente frío. Es la corriente que distribuye el calor entre los océanos.

Broecker consideró esta cinta transportadora oceánica el punto débil del sistema climático, que podría cambiar de manera rápida e inexplicable. Este hallazgo no solo amplió el conocimiento sobre los océanos, sino también demostró la interconexión entre los sistemas terrestres y marinos en la regulación del clima global.

Wallace Broecker nos recuerda la importancia de la curiosidad, la valentía y la acción en la lucha contra el cambio climático

A lo largo de su carrera, recibió múltiples premios y reconocimientos por su destacada labor científica como el Premio Vetlesen (1987), la Medalla Nacional de Ciencia del Gobierno de Estados Unidos (1996), el Tyler Prize for Environmental Achievement (2002) y el Premio Crafoord (2006). Tres años después, en 2009, obtuvo el Premio de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de cambio climático, precisamente por su investigación en los océanos y el papel de estos en el calentamiento global.

Sus contribuciones siguen inspirando a científicos, líderes y ciudadanos de todo el mundo a tomar medidas para proteger el planeta. Broecker falleció en Nueva York en 2019 siendo doctor honoris causa, entre otras, de las Universidades de Cambridge, Oxford, Harvard o la Pennsylvania State.

Marie Souvestre y la independencia intelectual de las jóvenes del siglo XIX

Marie Souvestre fue una pedagoga francesa, pionera en la educación feminista de altos estándares y el fomento de la independencia intelectual de las mujeres. 


Nacida en 1830 en Brest, Francia, mucho antes de que el feminismo fuera un movimiento reconocido en Occidente, Marie Souvestre ha pasado a la historia por sus empoderadoras ideas como pedagoga.

Creció en una atmósfera enriquecedora intelectualmente que hizo que desde joven se interesara por la educación

Consciente de las limitaciones que la enseñanza de la época ofrecía a las mujeres, aseguró una educación de altos estándares académicos en sus aulas, donde se aprendía caligrafía, dibujo, teoría de la música y literatura francesa, pero también idiomas, gracias a la presencia de profesorado de origen alemán, inglés o italiano, lo que significaba toda una novedad en las escuelas femeninas del momento.  Hija del novelista francés Émile Souvestre y de Angélique Anne Papot, una mujer con gran compromiso cultural, creció en una atmósfera enriquecedora intelectualmente que hizo que desde joven se interesara por la educación, así como por la política, un campo entonces vedado a las mujeres.

Marie Souvestre estuvo próxima a la burguesía intelectual de izquierda y al librepensamiento, que abogaba por el libre desarrollo de las ideas pero que tenía también entre sus reivindicaciones la liberación de las mujeres y la reforma educativa, dos elementos clave a lo largo de su vida. 

Fue en su país natal donde fundó la escuela para chicas llamada Les Ruches junto con Caroline Dussaut, en Fontainebleau. Su alumnado estaba compuesto fundamentalmente por mujeres de familias influyentes y adineradas de toda Europa, que llegaban hasta allí para recibir una educación superior todavía poco frecuente en otras partes del continente. Además de acceder a cursos de literatura, idiomas, música o dibujo, tenían la suerte de contar con la biblioteca que Souvestre había heredado de su padre y que les abría la puerta a multitud de conocimientos y a la libertad de aprender en un entorno que estimulaba la curiosidad. 

Su estudiante más famosa fue Eleanor Roosevelt, a quien hoy conocemos por haber sido «la primera dama del mundo»

Tras marcharse de Francia, desarrolló en Londres su labor más reconocida como pedagoga, creando la Allenswod Boarding Academy, que recibió a jóvenes de familias influyentes pero ahora ya no solo de Europa, sino también de Estados Unidos. De hecho, su estudiante más famosa fue Eleanor Roosevelt, a quien hoy conocemos como «la primera dama del mundo», que además trabajó de manera directa en la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en diversas causas sociales. La propia Marie Souvestre nunca dejó su compromiso político de lado, y en Inglaterra continuó luchando por el voto femenino que defendía desde su tiempo en Francia. 

Nacida en una época en la que el horizonte de las jóvenes de clase alta se limitaba al matrimonio y a la familia, Marie Souvestre ofreció a un puñado de afortunadas una aproximación rompedora al compromiso político, al método intelectual y, sobre todo, el acceso a un pensamiento independiente que a la mayoría le era negado.

Eleanor Roosevelt, «la primera dama del mundo»

Eleanor Roosevelt

Ilustración de Valeria Cafagna

Eleanor Roosevelt fue mucho más que la esposa del presidente de Estados Unidos: tenía el compromiso y la convicción de mejorar la vida de las personas y su trabajo fue clave en la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.


Aventurera, curiosa y trabajadora, Anna Eleanor Roosevelt supo aprovechar al máximo su vida. Nació en Nueva York en 1884 en una familia rica e influyente. Cuando se casó no se cambió el apellido, ella ya era una Roosevelt: su padre era el hermano de Theodore Roosevelt. Sin embargo, no tuvo una infancia fácil. Se quedó huérfana y vivió con su abuela desde los 7 años. Cuenta en su libro Lo que aprendí viviendo que fue una niña tímida, insegura y necesitada de afecto, pero con muchas ganas de aprender y experimentar. Muy pronto entendió que, si quería tener una vida plena, tenía que plantar cara a sus miedos. Y así lo hizo. 

Con 15 años, se fue a estudiar a un internado de Londres, donde sintió por primera vez una gran libertad y entró en contacto con profesoras como Marie Souvestre que le ayudaron a desarrollar su pensamiento crítico. Cuando regresó a Estados Unidos, Eleanor conoció a un primo lejano que se convertiría en su marido y padre de sus 6 hijos: Franklin Delano Roosevelt. 

Cuando se casó no necesitó cambiarse el apellido: su padre era el hermano de Theodore Roosevelt

Era un joven que parecía tener una carrera prometedora. Ascendió rápidamente en el Partido Demócrata, pero cuando enfermó de polio pensó en abandonar la política influenciado por su madre. Eleanor Roosevelt fue quien lo convenció para que no dejara de lado sus aspiraciones y se convirtió en un apoyo clave en su campaña. Franklin D. Roosevelt ganó por primera vez las elecciones en 1933 y se convirtió en el presidente que consiguió sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión con el New Deal.

A pesar de que en el terreno político funcionaron muy bien, su relación fue complicada. Cuando Eleanor se enteró de las infidelidades de su marido, estuvieron a punto de divorciarse, pero llegaron a un acuerdo. Seguirían juntos, pero ella dejaría para siempre el tradicional perfil de primera dama en el que nunca había encajado y pasaría a tener una agenda política propia. 

Durante los doce años que Franklin D. Roosevelt fue presidente, Eleanor Roosevelt trabajó intensamente en las políticas del Gobierno, defendió los derechos civiles y demostró un interés real por los problemas de la gente. Estaba convencida de que no bastaba con saber que había personas que tenían necesidades: era preciso conocerlas y ponerse en su lugar. Por eso, visitaba a la gente en sus casas, en sus lugares de trabajo y le gustaba moverse en entornos distintos al suyo. Siempre mostró sus opiniones, aunque le pudieran crear algún conflicto diplomático y más de una polémica.  

Su empeño por alcanzar un compromiso internacional la convirtió, en palabras del presidente Harry S. Truman, en «la primera dama del mundo»

Cuando su esposo murió en 1945, Eleanor no dejó su activismo. Se convirtió en delegada de la Asamblea de las Naciones Unidas y fue elegida presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU por unanimidad. Su trabajo y su capacidad para consensuar y confrontarse con otras personas fueron esenciales en la redacción y aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 1948. 

En un contexto cargado de incertidumbre tras la Segunda Guerra Mundial, su empeño por alcanzar un compromiso internacional la convirtió, en palabras del presidente Harry S. Truman, no solo en la primera dama de Franklin D. Roosevelt, sino en «la primera dama del mundo». Defendió en múltiples ocasiones la participación de las mujeres en asuntos internacionales y reclamó la adopción de la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer. También presionó al presidente John F. Kennedy para que incluyera a más mujeres en puestos de poder y presidió la primera Comisión Presidencial del Estatus de la Mujer de Estados Unidos.

Convencida de que el proceso de aprendizaje y de crecimiento debe continuar a lo largo de toda la vida, Eleanor Roosevelt aprovechó sus días hasta el final y siempre supo mirar al mundo con curiosidad. Falleció a los 78 años tras una vida dedicada a promover la justicia social.

Auguste Fröbel, el «padre de los jardines de infancia»

Auguste Fröbel

Auguste Fröbel por Valeria Cafagna

El pedagogo alemán, nacido en 1782, fue creador del concepto «kindergarten», impulsor del juego para el desarrollo de habilidades físicas y sociales y propulsor de los materiales didácticos para el desarrollo cognitivo.


Auguste W. Friedrich Fröbel fue un pedagogo alemán que, tras imbuirse de las enseñanzas de Rousseau y Pestalozzi, dedicó su vida al estudio de la educación infantil. En 1840 fundó en la ciudad de Blankenburg el primer «kindergarten» o jardín de infancia. Su pasión por la pedagogía le llevó a edificar una teoría de la educación preescolar que aún está vigente a día de hoy.

«Kindergarten» significa, literalmente, jardín de niños. Un jardín, según Fröbel, en que los niños, esos pequeños brotes humanos, puedan crecer sanos y dar frutos.

El concepto «kindergarten» alude al espacio natural en que, como en un jardín, los niños crecen sanos y dan frutos

El jardín de infancia de Fröbel tenía como máxima el respeto a la actividad creativa del niño en un clima de libertad y en contacto directo con la naturaleza. El jardín de infancia, así, más que en una institución escolar, se convertía en una extensión del hogar en el que los docentes tenían el papel de guía y amigo. Para que la función docente fuera óptima, era imprescindible tomar conciencia de que cada niño se desarrolla de una manera distinta, y atender a dichas diferencias.

Antes de fundar el primer jardín de infancia, Fröbel había expuesto de manera sistemática los principios de su concepción pedagógica en la obra La educación del hombre (1826). En ella, afirmaba que la finalidad última de la educación debe ser lograr que la persona alcance la clara y absoluta visión de sí misma que le permita conocer su verdadera vocación y desarrollarla de manera libre y espontánea.

Consideraba que la principal herramienta para no solo respetar, sino también estimular las capacidades creativas del niño era el juego. Gracias al juego, el niño desarrolla con mayor intensidad las destrezas físicas y conocimientos sociales que le permitirán mantener una relación cordial con el mundo una vez alcanzada la edad adulta. El juego, según Fröbel, es el producto más puro y espiritual de las personas a temprana edad. La educación, por tanto, en los primeros años, debe tolerar y permitir el libre desarrollo del juego en los niños. Cualquier tipo de imposición que impida la espontaneidad supondrá un obstáculo en su desarrollo. 

En La educación del hombre, Fröbel expuso de manera sistemática una concepción pedagógica basada en el juego en la temprana edad

Para permitir que el juego siguiese conduciendo el desarrollo del niño, Fröbel diseñó su modelo educativo en torno a una serie de actividades físicas y mentales que incluían el canto y el baile y, por supuesto, la jardinería. Asimismo, los docentes utilizaban diversos materiales como el papel y los tejidos para que los niños pudiesen representar, con ellos, las formas que les rodeaban. De esta manera, su desarrollo cognitivo y motriz iban emparejados y se hacían eminentemente prácticos. 

Tras la muerte de Fröbel, los jardines de infancia se extendieron por toda Europa entre 1850 y 1860. En las siguientes décadas llegaron a Estados Unidos, Japón y Rusia, impactando de manera notable en todo lo relacionado con la educación artística. En la actualidad, si bien se mantiene el nombre de jardín de infancia para designar los establecimientos dedicados a la educación preescolar, la fidelidad al modelo pedagógico desarrollado por Fröbel se ha diluido en parte.

Anita Conti, luchadora de la pesca responsable

Anita Conti

Anita Conti fue una mujer todo terreno adelantada a su tiempo. Pionera en la oceanografía francesa, fotógrafa, cineasta y escritora, embarcó en pesqueros de altura para estudiar sus actividades y, al descubrir los peligros de la sobrepesca, comenzó su activismo para preservar los océanos.


El mar fue la gran pasión de Anita Conti, en la que se sumergió desde muy niña. Quería comprender sus secretos. Nacida en 1899 en el seno de una familia francesa acomodada, en 1914 se refugió de la Primera Guerra Mundial en la isla de Oléron. Allí se aficionó a la vela, la fotografía y la lectura. Tras casarse con un diplomático, se mudó a París y desarrolló una carrera como encuadernadora de arte sin dejar de lado el mar, publicandeo artículos sobre las riquezas marinas en revistas femeninas.

En 1932 viajó a bordo del navío oceanográfico Ville d'Ys para documentar sus actividades con artículos y fotografías captadas con su cámara Rolleiflex. Fue entonces cuando inició sus investigaciones sobre la pesca del atún. Alarmada por los excesos de la pesca, Conti denunciaba entonces que el mar no era un recurso inagotable como se pensaba. De hecho, en la actualidad solo el 1,5% de los mares y océanos del mundo son áreas marinas protegidas, según la fundación WMF.

En 1934, la entonces Oficina de Pesca Marítima francesa la contrató como responsable de propaganda. Durante sus expediciones cartografió los primeros mapas de pesca y estudió la influencia de la temperatura y salinidad del mar en determinadas especies de peces, como el bacalao.

Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, fue la primera mujer que se alistó en la marina francesa 

Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, fue la primera mujer que se alistó en la marina francesa y obtuvo permiso para embarcarse en dragaminas como fotógrafa, durante el desminado de Dunkerque. Las dificultades para la pesca en esas aguas hicieron que Conti siguiera a los pescadores franceses a las aguas de Guinea y Senegal, entre otros países del África occidental. Durante los siguientes diez años, realizó estudios en la zona, pero también ayudó a modernizar las artes de pesca y la conservación del pescado para mejorar la nutrición de las poblaciones locales con dietas más ricas en proteínas animales.  

Entre julio y diciembre de 1952, navegó junto con una tripulación de 60 marinos a bordo del bacaladero Bois Rosé III por los caladeros de Terranova, en el Atlántico Norte. Debían regresar con 1.000 toneladas de pescado. Anita Conti lo hizo, pero con numerosas anotaciones y fotografías, con las que publicó el libro Râcleurs d’océans (Surcadores de océanos, 1953). Y con las filmaciones del viaje realizó un documental del mismo título, donde relató la vida y faena de los marinos. Son imágenes crudas, con cubiertas repletas de sangrientos pescados. También reflejan aspectos más íntimos, como la peluquería a bordo o tripulantes actuando con estrambóticos disfraces. 

Ayudó a modernizar las artes de pesca y la conservación del pescado para mejorar la nutrición de las poblaciones locales con dietas más ricas en proteínas animales

En Francia, Anita Conti prosiguió su activismo en pos de una pesca sostenible. En los años 60, respaldó los inicios de la acuicultura y la instalación de las primeras granjas de peces y mariscos. En 1971, publicó L'Ocean, Les Bêtes et L'Homme (El océano, los animales y el hombre), en donde denuncia el desastre que provocan las personas y sus efectos en los océanos.

Sus contribuciones a las ciencias del mar son extensas. Realizó más de 50.000 fotografías, innumerables y detalladas anotaciones, artículos, libros y filmaciones sobre la vida cotidiana a bordo y la actividad de las pesquerías, que han permitido activar las conciencias. La cinemateca de Bretaña aloja algunas de sus obras. Y sus archivos, depositados en Lorient, Francia, han sido indexados y parcialmente digitalizados. 

Con la biografía Anita Conti: 20.000 Lieues sous les mers (Anita Conti: 20.000 leguas sobre el mar), Caterine Reverzy obtuvo en 2008 el gran premio del Mar de la academia de escritores en lengua francesa. Conocida como «dama del mar», Conti murió a los 97 años, pero hasta los 85 se mantuvo investigando y dando conferencias. Una vida casi centenaria digna de una buena película de aventuras. 

Félix Rodríguez de la Fuente: el padre de la naturaleza

Ilustración por Valeria Cafagna

La pasión por la naturaleza de Félix Rodríguez de la Fuente lo convirtió en uno de los personajes más famosos de la televisión española. Naturalista, divulgador científico y activista, fue capaz de agitar conciencias, influyendo en la sociedad y en los gobiernos de la época sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Más que un nombre, Félix Rodríguez de la Fuente es un legado.


Defensor de la vida salvaje y extraordinario comunicador, Félix Rodríguez de la Fuente transformó la forma en que entendemos y apreciamos la biodiversidad. Nacido en Poza de la Sal, provincia de Burgos, fue el divulgador medioambiental por excelencia en la España de los años setenta.

A través de documentales y programas de televisión como Planeta Azul o La aventura de la vida, transformó la percepción de la audiencia, llevándola a una experiencia casi mística de conexión con el entorno natural. Con la mítica serie El Hombre y la Tierra se convirtió en un fenómeno mediático, pionero en llevar la conservación de la naturaleza a los hogares de todos los españoles. Su característica voz, sus pausas alargadas y sus explicaciones didácticas le otorgaron un lugar privilegiado en los corazones de toda la familia.

Félix Rodríguez de la Fuente fue el divulgador medioambiental por excelencia en la España de los años setenta

Entre las muchas historias que rodean a este defensor de la naturaleza, su amistad con lobos ibéricos es una de las que más destaca. Hasta finales de los años 60, el lobo era considerado un animal peligroso, temido y perseguido. Félix Rodríguez de la Fuente utilizó todo su carisma para cambiar la percepción de la sociedad del momento, y convirtió la figura del lobo en emblema de la España salvaje, protegiéndolo y librándolo de una extinción segura.

Félix Rodríguez de la Fuente perdió la vida en un trágico accidente aéreo el 14 de marzo de 1980. Viajaba en una avioneta que se estrelló en Alaska mientras se trasladaba junto con su equipo del programa al círculo polar ártico para filmar la carrera de trineo con perros más importante del mundo. Como una desafortunada premonición, Rodríguez de la Fuente, con miedo a volar, esa misma mañana comentó: «Qué lugar más hermoso para morir». La noticia conmocionó a sus seguidores y al mundo de la conservación, y dejó un vacío irreparable en la lucha por la preservación del medio ambiente.

«Estamos destruyendo nuestro medio ambiente y si lo destruimos nos estamos destruyendo a nosotros mismos»

Más de cuarenta años después de aquel trágico suceso, la memoria de Félix Rodríguez de la Fuente sigue más viva que nunca. En 2004 se constituyó una fundación con su nombre que tiene como objetivo difundir su legado y concienciar sobre la importancia de cuidar el entorno. «Estamos destruyendo nuestro medio ambiente y si lo destruimos nos estamos destruyendo a nosotros mismos», advertía mucho tiempo atrás Félix Rodríguez de la Fuente.

Vandana Shiva: sembrando esperanza, cosechando futuro

Ilustración por Valeria Cafagna

El nombre de Vandana Shiva, la gran abanderada del ecofeminismo, resuena como un eco inspirador en el mundo de la agricultura ecológica y la defensa del medio ambiente. Su vida es un viaje extraordinario en la búsqueda de un mundo más justo y sostenible. 


Nacida en la India en 1952, Vandana Shiva es una destacada ecofeminista, filósofa, autora y defensora del medio ambiente. Con una pasión inquebrantable por la tierra, estudió física teórica en la Universidad de Punjab y obtuvo su doctorado en la Universidad de Western Ontario. Su amor por la ciencia y la naturaleza hizo que tuviera una comprensión profunda de la importancia de la biodiversidad.

Se convirtió en una referencia a nivel mundial en el ámbito de la agroecología gracias a su papel como activista en contra de la agricultura industrial

Criada en las colinas del Himalaya, Vandana Shiva demostró su inquietud por el medio ambiente desde muy temprana edad. Con un padre guardabosques y una madre granjera, exploraba cada día la diversidad del entorno, aprendiendo las lecciones que la tierra le ofrecía.

Sin embargo, a medida que crecía, Shiva observaba que la belleza de tu tierra natal estaba en peligro. La agricultura industrial estaba dejando cicatrices en la naturaleza, envenenando ríos y amenazando la vida de las comunidades rurales que dependían de la agricultura.

Luchadora histórica y constante

Vandana Shiva se convirtió en una referencia a nivel mundial en el ámbito de la agroecología gracias a su papel como activista en contra de la agricultura industrial. Una de las historias más destacadas de Shiva es su enfrentamiento con una poderosa corporación de agroquímicos. En la década de 1980, Monsanto intentó introducir algodón transgénico en la India. Shiva, junto con algunos agricultores locales, lideró la resistencia. Viajó por aldeas remotas, compartiendo su conocimiento sobre agricultura orgánica y la importancia de preservar las semillas tradicionales. Finalmente, lograron que el gobierno indio revocara la patente de Monsanto, una victoria de gran calado para la agricultura sostenible y la soberanía alimentaria.

Shiva: «Somos la Tierra. Lo que le sucede a la Tierra, nos sucede a nosotros»

La visión de Vandana Shiva va más allá de la agricultura. Ella entiende la Tierra como una entidad sagrada y cree que la explotación desenfrenada de los recursos naturales es la raíz de problemas globales como el cambio climático, la desigualdad y el hambre. Su mensaje es claro: «Debemos cambiar nuestra relación con la Tierra y vivir en armonía con la naturaleza si queremos construir un futuro sostenible»

Su preocupación por el medio ambiente y la justicia social le llevó a fundar Navdanya, una organización que promueve la conservación de la biodiversidad y el cultivo de semillas orgánicas. La fundación ha capacitado a miles de agricultores en prácticas agrícolas sostenibles y ha conservado cientos de variedades de semillas tradicionales que de otra manera habrían desaparecido.

El ecofeminismo como compromiso

Una parte esencial de la filosofía de Vandana Shiva es el ecofeminismo, un enfoque que combina la conciencia ambiental con la igualdad de género. La autora sostiene que la explotación de la naturaleza y la opresión de las mujeres están interconectadas. Al dañar a la Tierra, también se daña a las mujeres. Esta perspectiva nos invita a reflexionar sobre nuestras acciones y a luchar por la igualdad de género y la sostenibilidad de manera conjunta.

A través de su defensa de la biodiversidad y la resistencia a la agricultura industrial, Shiva encarna la unión entre la lucha feminista y la lucha medioambiental. En su filosofía, la Tierra es un ser viviente que forma parte de cada individuo, y su defensa de la transformación hacia un mundo libre de desigualdad, injusticia y hambre es un llamado a la acción que resuena en la lucha por un futuro más justo y sostenible. Porque como ella misma ha dicho: «Somos la Tierra. Lo que le sucede a la Tierra, nos sucede a nosotros».

Las enseñanzas de Buda, claves para un futuro sostenible

Ilustración de Valeria Cafagna

Siddhartha Gautama, popularmente conocido como Buda, fue uno de los maestros espirituales más extraordinarios de la historia. Nacido en la antigua India hace más de 2.500 años, fue un príncipe que emprendió una búsqueda espiritual única. Criado en un entorno de lujo y comodidad, se sintió profundamente conmovido por el sufrimiento humano y decidió abandonar su opulenta vida para explorar la causa fundamental del malestar humano. Tras años de meditación y autodisciplina, alcanzó la iluminación bajo un árbol bodhi, lo que le llevaría a convertirse en Buda.

Dedicó toda su vida a enseñar el budismo, una filosofía basada en la atención plena, la compasión y la liberación del sufrimiento. Su decisión de dejar atrás la comodidad en favor de la búsqueda del significado y la verdad se convirtió en un faro de inspiración para innumerables personas en todo el mundo. 

Frases como “no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita”, atribuida al líder espiritual, nos hacen reflexionar acerca de las enseñanzas de Buda y su notable armonía en el contexto de la sostenibilidad y el medio ambiente.


Buda y la sostenibilidad

Muchas de las reflexiones de Buda nos instan a encontrar la serenidad en nuestra relación con el entorno y refuerzan la necesidad de adoptar prácticas sostenibles y conscientes, invitándonos a abrazar la simplicidad y la moderación en nuestra interacción con el mundo natural.

"Si puedes apreciar el milagro que encierra una sola flor, tu vida entera cambiará”

Buda ya hablaba sobre el concepto de responsabilidad personal y su complejidad. Con su frase “no hagas daño a los demás, haz solo lo que sea bueno” confirmaba que todo lo que hacemos tiene consecuencias. Somos responsables de nuestras acciones y resultados. Esta visión la vemos todos los días: actos realizados por el ser humano que nos repercuten directamente y afectan a nuestro entorno. Los episodios de calor extremo que sufrimos cada vez con más frecuencia, aupados por el cambio climático, son el resultado de decisiones humanas que no tienen en cuenta el futuro y el bienestar del planeta. 

Cuando enseña que “si puedes apreciar el milagro que encierra una sola flor, tu vida entera cambiará” nos invita a reflexionar sobre el valor de todas las cosas, incluso de aquellas que damos por supuestas o parecen infinitas. El planeta está lleno de elementos y recursos extraordinarios que a veces no somos capaces de apreciar y valorar a primera vista. Debemos adoptar una relación más armoniosa y sostenible con el entorno natural y todo lo que nos ofrece. La explotación excesiva y la búsqueda desmedida de recursos puede llevar a un agotamiento de la naturaleza y a un desequilibrio en los ecosistemas, por lo que debemos valorar lo que tenemos y cuidarlo de la mejor manera posible.  

Las reflexiones de Buda instan a encontrar la serenidad en la relación con el entorno y refuerzan la necesidad de ser sostenibles

En un mundo donde la búsqueda de soluciones sostenibles y el respeto a los derechos humanos son imperativos, el legado de Buda nos recuerda la importancia de la autodisciplina, la empatía y la búsqueda de la paz interior como cimientos para un futuro más prometedor. Como él mismo decía: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.


Un legado para siempre

Estos principios nos ayudan a ser conscientes de nuestro impacto en el mundo y a reducir nuestro consumo, nuestra huella ecológica y nuestro sufrimiento. Nos animan a cultivar valores como la generosidad, la ética, la paciencia, el esfuerzo, la concentración y la sabiduría. “La paz viene de dentro, no la busques fuera”, afirmó Buda.

El legado de Siddharta Gautama nos impulsa a mirar más allá de las fronteras de lo inmediato y a considerar las implicaciones a largo plazo de nuestras acciones. La figura de Buda sigue inspirando a miles de personas convirtiéndose en una guía en un mundo en constante cambio. Sus reflexiones trascienden en el tiempo y se presentan como una brújula para enfrentar los desafíos actuales y futuros con serenidad y claridad. 

 

Wangari Maathai: la mujer que sembró la esperanza en África

Nacida en 1940 en una familia de agricultores kĩkũyũ, el grupo étnico más numeroso de Kenia, Wangari Maathai mostró un gran interés por el aprendizaje y la educación desde muy pequeña, lo que le permitió acceder a una beca para estudiar en Estados Unidos y convertirse en pionera de muchas hazañas. Allí se licenció en Biología y se doctoró en Anatomía Veterinaria. Regresó a Kenia en 1966 y se incorporó a la Universidad de Nairobi como profesora e investigadora.

Fue la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2004

En los años 70, Maathai empezó a involucrarse en el activismo social y político, denunciando la corrupción, el autoritarismo y el neocolonialismo del régimen de Daniel Arap Moi, presidente de Kenia entre 1978 y 2002. También se dio cuenta de los graves problemas ambientales que afectaban a su país, como la deforestación, la erosión del suelo y la escasez de agua. Fue entonces cuando tuvo una idea transformadora: plantar árboles.

Un símbolo de resistencia pacífica y empoderamiento femenino

En 1977 fundó el Movimiento Cinturón Verde (Green Belt Movement), una organización que movilizó a miles de mujeres para reforestar sus comunidades con especies de árboles autóctonas. Los árboles proporcionaban sombra, alimento, leña, medicina y materiales para construir y vender. Además, las mujeres recibían una pequeña compensación económica por cada uno que plantaban. El objetivo era restaurar el ecosistema y mejorar las condiciones de vida de las personas más pobres y marginadas.

El Movimiento Cinturón Verde se convirtió en un símbolo de resistencia pacífica y empoderamiento femenino

Maathai no solo enseñaba a las mujeres a plantar árboles, sino también a participar en la toma de decisiones y defender sus derechos. Trabajó incansablemente para proporcionarles las herramientas necesarias con la que  convertirse en agentes de cambio. Talleres de liderazgo o programas de capacitación en agricultura sostenible ayudaron a que las mujeres africanas se convirtieran en catalizadoras del desarrollo social y ambiental.

En 2002 Maathai fue elegida miembro del Parlamento de Kenia con el 98% de los votos en su circunscripción y ministra adjunta de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Conocida cariñosamente como “Mamá Árbol”, impulsó políticas para promover el desarrollo sostenible, la gestión participativa y el respeto a los derechos humanos. Participó activamente en foros internacionales como Naciones Unidas, donde fue nombrada Mensajera de la Paz en 2009.

Una fuente de inspiración para todos

En 2004, Wangari Maathai recibió el Premio Nobel de la Paz por su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz. Fue la primera mujer africana en obtener este galardón, que reconocía su liderazgo y su visión sobre los problemas globales. En su discurso de aceptación, Wangari Maathai habló de la importancia de proteger el medio ambiente, respetar los derechos humanos, así como promover la igualdad de género y fomentar la cultura de la paz. Su mensaje fue un ejemplo de sabiduría, de humildad y de esperanza.

Maathai falleció en 2011 a causa de un cáncer, pero su legado permanece vivo en las personas que siguen su ejemplo y su filosofía. Fue una mujer extraordinaria que demostró al mundo que los árboles son símbolos de vida, de esperanza, de dignidad y de libertad. Se convierten en aliados para combatir el cambio climático, la pobreza y la violencia, porque como decía Wangari: Cuando plantamos árboles, plantamos las semillas de la paz y las semillas del amor”.

Jane Goodall, la mujer que defiende el planeta entre chimpancés

Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que si hay alguien que conozca el comportamiento de los chimpancés a la perfección es, sin duda, Jane Goodall. A sus 89 años, la etóloga ha pasado parte de su vida dedicada a la investigación, la educación y el activismo del medio ambiente. En contacto estrecho con los chimpancés, aprendió sus costumbres y patrones de comportamiento en su entorno natural. Sus estudios arrojaron luz sobre la naturaleza de su comunicación, su alimentación y su cultura y son referentes para la investigación en primatología.

Nacida en Hampstead (Reino Unido) en 1934, Jane Goodall siempre tuvo una fascinación especial por los animales. Desde pequeña mostró una curiosidad innata por la naturaleza y sobre todo por África. A los 23 años logró hacer su sueño realidad cuando viajó a Kenia, donde trabajó con el famoso antropólogo británico Louis Leakey. En 1960 llegó al Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania, con el objetivo de observar el comportamiento de los chimpancés y comprender mejor la evolución humana.

Goodall descubrió que los chimpancés tienen personalidades individuales, emociones complejas y una capacidad sorprendente para crear y utilizar herramientas

Tras más de cinco décadas estudiando a los primates en su hábitat natural,  observó a generaciones enteras crecer y desarrollarse. Entre muchas conclusiones, Goodall descubrió que los chimpancés tienen personalidades individuales, emociones complejas y una capacidad sorprendente para crear y utilizar herramientas. Actualmente, su investigación, pionera, sigue siendo el estudio de chimpancés salvajes más amplio del mundo.

Los incalculables datos recopilados durante sus estudios influyeron para la creación en 1965 del Centro de Investigación de Gombe Stream. En 1977 se fundó el Instituto Jane Goodall, una organización dedicada a la conservación e investigación de primates.

Una voz destacada en la conservación del medio ambiente

Goodall también es conocida por su activismo a nivel global en defensa de los derechos de los animales y la conservación del medio ambiente. La etóloga ha trabajado de manera incansable para transmitir al mundo la importancia de la conservación y el cuidado de la naturaleza, lo que se ha traducido en la creación de santuarios y reservas de la vida silvestre en todo el planeta.

El legado de Goodall es un recordatorio del poder de la determinación y la pasión en la lucha por causas importantes para el planeta

Su labor ha inspirado a jóvenes líderes en todo el mundo como fuerza impulsora del cambio social y ambiental. Los jóvenes son el futuro porque entienden los problemas del planeta y se sienten empoderados para cambiar el curso de la historia”, dijo en una ocasión.

En un mundo donde la degradación ambiental y el cambio climático cada vez tienen más protagonismo, el mensaje de Goodall es más relevante que nunca. Su lucha y esfuerzo nos recuerdan que cada uno de nosotros tiene el poder de marcar una diferencia positiva en el planeta, y que el cambio comienza con la acción individual.

Un trabajo reconocido en todo el mundo

Doctora en Etología por la Universidad de Cambridge, Goodall es Doctora Honoris Causa por más de 45 universidades en todo el mundo. Además, ha sido distinguida con más de 100 premios internacionales, entre los que se incluyen la Orden del Imperio Británico, la Medalla Benjamin Franklin, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica o la Medalla Hubbard de la National Geographic Society.

En abril de 2002, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, nombró a Goodall Mensajera de la Paz de la Organización de las Naciones Unidas, convirtiéndose en la primera persona en recibir este honor en calidad de defensora de los animales y el medio ambiente. Goodall ha colaborado con la ONU en la promoción de la conservación y la protección de la biodiversidad, así como en el fomento de la paz y la concienciación sobre los peligros a los que se enfrenta el medio ambiente y la importancia de la acción global para abordar estos desafíos.