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Félix Rodríguez de la Fuente: el padre de la naturaleza

Ilustración por Valeria Cafagna

La pasión por la naturaleza de Félix Rodríguez de la Fuente lo convirtió en uno de los personajes más famosos de la televisión española. Naturalista, divulgador científico y activista, fue capaz de agitar conciencias, influyendo en la sociedad y en los gobiernos de la época sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Más que un nombre, Félix Rodríguez de la Fuente es un legado.


Defensor de la vida salvaje y extraordinario comunicador, Félix Rodríguez de la Fuente transformó la forma en que entendemos y apreciamos la biodiversidad. Nacido en Poza de la Sal, provincia de Burgos, fue el divulgador medioambiental por excelencia en la España de los años setenta.

A través de documentales y programas de televisión como Planeta Azul o La aventura de la vida, transformó la percepción de la audiencia, llevándola a una experiencia casi mística de conexión con el entorno natural. Con la mítica serie El Hombre y la Tierra se convirtió en un fenómeno mediático, pionero en llevar la conservación de la naturaleza a los hogares de todos los españoles. Su característica voz, sus pausas alargadas y sus explicaciones didácticas le otorgaron un lugar privilegiado en los corazones de toda la familia.

Félix Rodríguez de la Fuente fue el divulgador medioambiental por excelencia en la España de los años setenta

Entre las muchas historias que rodean a este defensor de la naturaleza, su amistad con lobos ibéricos es una de las que más destaca. Hasta finales de los años 60, el lobo era considerado un animal peligroso, temido y perseguido. Félix Rodríguez de la Fuente utilizó todo su carisma para cambiar la percepción de la sociedad del momento, y convirtió la figura del lobo en emblema de la España salvaje, protegiéndolo y librándolo de una extinción segura.

Félix Rodríguez de la Fuente perdió la vida en un trágico accidente aéreo el 14 de marzo de 1980. Viajaba en una avioneta que se estrelló en Alaska mientras se trasladaba junto con su equipo del programa al círculo polar ártico para filmar la carrera de trineo con perros más importante del mundo. Como una desafortunada premonición, Rodríguez de la Fuente, con miedo a volar, esa misma mañana comentó: «Qué lugar más hermoso para morir». La noticia conmocionó a sus seguidores y al mundo de la conservación, y dejó un vacío irreparable en la lucha por la preservación del medio ambiente.

«Estamos destruyendo nuestro medio ambiente y si lo destruimos nos estamos destruyendo a nosotros mismos»

Más de cuarenta años después de aquel trágico suceso, la memoria de Félix Rodríguez de la Fuente sigue más viva que nunca. En 2004 se constituyó una fundación con su nombre que tiene como objetivo difundir su legado y concienciar sobre la importancia de cuidar el entorno. «Estamos destruyendo nuestro medio ambiente y si lo destruimos nos estamos destruyendo a nosotros mismos», advertía mucho tiempo atrás Félix Rodríguez de la Fuente.

Vandana Shiva: sembrando esperanza, cosechando futuro

Ilustración por Valeria Cafagna

El nombre de Vandana Shiva, la gran abanderada del ecofeminismo, resuena como un eco inspirador en el mundo de la agricultura ecológica y la defensa del medio ambiente. Su vida es un viaje extraordinario en la búsqueda de un mundo más justo y sostenible. 


Nacida en la India en 1952, Vandana Shiva es una destacada ecofeminista, filósofa, autora y defensora del medio ambiente. Con una pasión inquebrantable por la tierra, estudió física teórica en la Universidad de Punjab y obtuvo su doctorado en la Universidad de Western Ontario. Su amor por la ciencia y la naturaleza hizo que tuviera una comprensión profunda de la importancia de la biodiversidad.

Se convirtió en una referencia a nivel mundial en el ámbito de la agroecología gracias a su papel como activista en contra de la agricultura industrial

Criada en las colinas del Himalaya, Vandana Shiva demostró su inquietud por el medio ambiente desde muy temprana edad. Con un padre guardabosques y una madre granjera, exploraba cada día la diversidad del entorno, aprendiendo las lecciones que la tierra le ofrecía.

Sin embargo, a medida que crecía, Shiva observaba que la belleza de tu tierra natal estaba en peligro. La agricultura industrial estaba dejando cicatrices en la naturaleza, envenenando ríos y amenazando la vida de las comunidades rurales que dependían de la agricultura.

Luchadora histórica y constante

Vandana Shiva se convirtió en una referencia a nivel mundial en el ámbito de la agroecología gracias a su papel como activista en contra de la agricultura industrial. Una de las historias más destacadas de Shiva es su enfrentamiento con una poderosa corporación de agroquímicos. En la década de 1980, Monsanto intentó introducir algodón transgénico en la India. Shiva, junto con algunos agricultores locales, lideró la resistencia. Viajó por aldeas remotas, compartiendo su conocimiento sobre agricultura orgánica y la importancia de preservar las semillas tradicionales. Finalmente, lograron que el gobierno indio revocara la patente de Monsanto, una victoria de gran calado para la agricultura sostenible y la soberanía alimentaria.

Shiva: «Somos la Tierra. Lo que le sucede a la Tierra, nos sucede a nosotros»

La visión de Vandana Shiva va más allá de la agricultura. Ella entiende la Tierra como una entidad sagrada y cree que la explotación desenfrenada de los recursos naturales es la raíz de problemas globales como el cambio climático, la desigualdad y el hambre. Su mensaje es claro: «Debemos cambiar nuestra relación con la Tierra y vivir en armonía con la naturaleza si queremos construir un futuro sostenible»

Su preocupación por el medio ambiente y la justicia social le llevó a fundar Navdanya, una organización que promueve la conservación de la biodiversidad y el cultivo de semillas orgánicas. La fundación ha capacitado a miles de agricultores en prácticas agrícolas sostenibles y ha conservado cientos de variedades de semillas tradicionales que de otra manera habrían desaparecido.

El ecofeminismo como compromiso

Una parte esencial de la filosofía de Vandana Shiva es el ecofeminismo, un enfoque que combina la conciencia ambiental con la igualdad de género. La autora sostiene que la explotación de la naturaleza y la opresión de las mujeres están interconectadas. Al dañar a la Tierra, también se daña a las mujeres. Esta perspectiva nos invita a reflexionar sobre nuestras acciones y a luchar por la igualdad de género y la sostenibilidad de manera conjunta.

A través de su defensa de la biodiversidad y la resistencia a la agricultura industrial, Shiva encarna la unión entre la lucha feminista y la lucha medioambiental. En su filosofía, la Tierra es un ser viviente que forma parte de cada individuo, y su defensa de la transformación hacia un mundo libre de desigualdad, injusticia y hambre es un llamado a la acción que resuena en la lucha por un futuro más justo y sostenible. Porque como ella misma ha dicho: «Somos la Tierra. Lo que le sucede a la Tierra, nos sucede a nosotros».

Las enseñanzas de Buda, claves para un futuro sostenible

Ilustración de Valeria Cafagna

Siddhartha Gautama, popularmente conocido como Buda, fue uno de los maestros espirituales más extraordinarios de la historia. Nacido en la antigua India hace más de 2.500 años, fue un príncipe que emprendió una búsqueda espiritual única. Criado en un entorno de lujo y comodidad, se sintió profundamente conmovido por el sufrimiento humano y decidió abandonar su opulenta vida para explorar la causa fundamental del malestar humano. Tras años de meditación y autodisciplina, alcanzó la iluminación bajo un árbol bodhi, lo que le llevaría a convertirse en Buda.

Dedicó toda su vida a enseñar el budismo, una filosofía basada en la atención plena, la compasión y la liberación del sufrimiento. Su decisión de dejar atrás la comodidad en favor de la búsqueda del significado y la verdad se convirtió en un faro de inspiración para innumerables personas en todo el mundo. 

Frases como “no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita”, atribuida al líder espiritual, nos hacen reflexionar acerca de las enseñanzas de Buda y su notable armonía en el contexto de la sostenibilidad y el medio ambiente.


Buda y la sostenibilidad

Muchas de las reflexiones de Buda nos instan a encontrar la serenidad en nuestra relación con el entorno y refuerzan la necesidad de adoptar prácticas sostenibles y conscientes, invitándonos a abrazar la simplicidad y la moderación en nuestra interacción con el mundo natural.

"Si puedes apreciar el milagro que encierra una sola flor, tu vida entera cambiará”

Buda ya hablaba sobre el concepto de responsabilidad personal y su complejidad. Con su frase “no hagas daño a los demás, haz solo lo que sea bueno” confirmaba que todo lo que hacemos tiene consecuencias. Somos responsables de nuestras acciones y resultados. Esta visión la vemos todos los días: actos realizados por el ser humano que nos repercuten directamente y afectan a nuestro entorno. Los episodios de calor extremo que sufrimos cada vez con más frecuencia, aupados por el cambio climático, son el resultado de decisiones humanas que no tienen en cuenta el futuro y el bienestar del planeta. 

Cuando enseña que “si puedes apreciar el milagro que encierra una sola flor, tu vida entera cambiará” nos invita a reflexionar sobre el valor de todas las cosas, incluso de aquellas que damos por supuestas o parecen infinitas. El planeta está lleno de elementos y recursos extraordinarios que a veces no somos capaces de apreciar y valorar a primera vista. Debemos adoptar una relación más armoniosa y sostenible con el entorno natural y todo lo que nos ofrece. La explotación excesiva y la búsqueda desmedida de recursos puede llevar a un agotamiento de la naturaleza y a un desequilibrio en los ecosistemas, por lo que debemos valorar lo que tenemos y cuidarlo de la mejor manera posible.  

Las reflexiones de Buda instan a encontrar la serenidad en la relación con el entorno y refuerzan la necesidad de ser sostenibles

En un mundo donde la búsqueda de soluciones sostenibles y el respeto a los derechos humanos son imperativos, el legado de Buda nos recuerda la importancia de la autodisciplina, la empatía y la búsqueda de la paz interior como cimientos para un futuro más prometedor. Como él mismo decía: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.


Un legado para siempre

Estos principios nos ayudan a ser conscientes de nuestro impacto en el mundo y a reducir nuestro consumo, nuestra huella ecológica y nuestro sufrimiento. Nos animan a cultivar valores como la generosidad, la ética, la paciencia, el esfuerzo, la concentración y la sabiduría. “La paz viene de dentro, no la busques fuera”, afirmó Buda.

El legado de Siddharta Gautama nos impulsa a mirar más allá de las fronteras de lo inmediato y a considerar las implicaciones a largo plazo de nuestras acciones. La figura de Buda sigue inspirando a miles de personas convirtiéndose en una guía en un mundo en constante cambio. Sus reflexiones trascienden en el tiempo y se presentan como una brújula para enfrentar los desafíos actuales y futuros con serenidad y claridad. 

 

Wangari Maathai: la mujer que sembró la esperanza en África

Nacida en 1940 en una familia de agricultores kĩkũyũ, el grupo étnico más numeroso de Kenia, Wangari Maathai mostró un gran interés por el aprendizaje y la educación desde muy pequeña, lo que le permitió acceder a una beca para estudiar en Estados Unidos y convertirse en pionera de muchas hazañas. Allí se licenció en Biología y se doctoró en Anatomía Veterinaria. Regresó a Kenia en 1966 y se incorporó a la Universidad de Nairobi como profesora e investigadora.

Fue la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2004

En los años 70, Maathai empezó a involucrarse en el activismo social y político, denunciando la corrupción, el autoritarismo y el neocolonialismo del régimen de Daniel Arap Moi, presidente de Kenia entre 1978 y 2002. También se dio cuenta de los graves problemas ambientales que afectaban a su país, como la deforestación, la erosión del suelo y la escasez de agua. Fue entonces cuando tuvo una idea transformadora: plantar árboles.

Un símbolo de resistencia pacífica y empoderamiento femenino

En 1977 fundó el Movimiento Cinturón Verde (Green Belt Movement), una organización que movilizó a miles de mujeres para reforestar sus comunidades con especies de árboles autóctonas. Los árboles proporcionaban sombra, alimento, leña, medicina y materiales para construir y vender. Además, las mujeres recibían una pequeña compensación económica por cada uno que plantaban. El objetivo era restaurar el ecosistema y mejorar las condiciones de vida de las personas más pobres y marginadas.

El Movimiento Cinturón Verde se convirtió en un símbolo de resistencia pacífica y empoderamiento femenino

Maathai no solo enseñaba a las mujeres a plantar árboles, sino también a participar en la toma de decisiones y defender sus derechos. Trabajó incansablemente para proporcionarles las herramientas necesarias con la que  convertirse en agentes de cambio. Talleres de liderazgo o programas de capacitación en agricultura sostenible ayudaron a que las mujeres africanas se convirtieran en catalizadoras del desarrollo social y ambiental.

En 2002 Maathai fue elegida miembro del Parlamento de Kenia con el 98% de los votos en su circunscripción y ministra adjunta de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Conocida cariñosamente como “Mamá Árbol”, impulsó políticas para promover el desarrollo sostenible, la gestión participativa y el respeto a los derechos humanos. Participó activamente en foros internacionales como Naciones Unidas, donde fue nombrada Mensajera de la Paz en 2009.

Una fuente de inspiración para todos

En 2004, Wangari Maathai recibió el Premio Nobel de la Paz por su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz. Fue la primera mujer africana en obtener este galardón, que reconocía su liderazgo y su visión sobre los problemas globales. En su discurso de aceptación, Wangari Maathai habló de la importancia de proteger el medio ambiente, respetar los derechos humanos, así como promover la igualdad de género y fomentar la cultura de la paz. Su mensaje fue un ejemplo de sabiduría, de humildad y de esperanza.

Maathai falleció en 2011 a causa de un cáncer, pero su legado permanece vivo en las personas que siguen su ejemplo y su filosofía. Fue una mujer extraordinaria que demostró al mundo que los árboles son símbolos de vida, de esperanza, de dignidad y de libertad. Se convierten en aliados para combatir el cambio climático, la pobreza y la violencia, porque como decía Wangari: Cuando plantamos árboles, plantamos las semillas de la paz y las semillas del amor”.

Jane Goodall, la mujer que defiende el planeta entre chimpancés

Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que si hay alguien que conozca el comportamiento de los chimpancés a la perfección es, sin duda, Jane Goodall. A sus 89 años, la etóloga ha pasado parte de su vida dedicada a la investigación, la educación y el activismo del medio ambiente. En contacto estrecho con los chimpancés, aprendió sus costumbres y patrones de comportamiento en su entorno natural. Sus estudios arrojaron luz sobre la naturaleza de su comunicación, su alimentación y su cultura y son referentes para la investigación en primatología.

Nacida en Hampstead (Reino Unido) en 1934, Jane Goodall siempre tuvo una fascinación especial por los animales. Desde pequeña mostró una curiosidad innata por la naturaleza y sobre todo por África. A los 23 años logró hacer su sueño realidad cuando viajó a Kenia, donde trabajó con el famoso antropólogo británico Louis Leakey. En 1960 llegó al Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania, con el objetivo de observar el comportamiento de los chimpancés y comprender mejor la evolución humana.

Goodall descubrió que los chimpancés tienen personalidades individuales, emociones complejas y una capacidad sorprendente para crear y utilizar herramientas

Tras más de cinco décadas estudiando a los primates en su hábitat natural,  observó a generaciones enteras crecer y desarrollarse. Entre muchas conclusiones, Goodall descubrió que los chimpancés tienen personalidades individuales, emociones complejas y una capacidad sorprendente para crear y utilizar herramientas. Actualmente, su investigación, pionera, sigue siendo el estudio de chimpancés salvajes más amplio del mundo.

Los incalculables datos recopilados durante sus estudios influyeron para la creación en 1965 del Centro de Investigación de Gombe Stream. En 1977 se fundó el Instituto Jane Goodall, una organización dedicada a la conservación e investigación de primates.

Una voz destacada en la conservación del medio ambiente

Goodall también es conocida por su activismo a nivel global en defensa de los derechos de los animales y la conservación del medio ambiente. La etóloga ha trabajado de manera incansable para transmitir al mundo la importancia de la conservación y el cuidado de la naturaleza, lo que se ha traducido en la creación de santuarios y reservas de la vida silvestre en todo el planeta.

El legado de Goodall es un recordatorio del poder de la determinación y la pasión en la lucha por causas importantes para el planeta

Su labor ha inspirado a jóvenes líderes en todo el mundo como fuerza impulsora del cambio social y ambiental. Los jóvenes son el futuro porque entienden los problemas del planeta y se sienten empoderados para cambiar el curso de la historia”, dijo en una ocasión.

En un mundo donde la degradación ambiental y el cambio climático cada vez tienen más protagonismo, el mensaje de Goodall es más relevante que nunca. Su lucha y esfuerzo nos recuerdan que cada uno de nosotros tiene el poder de marcar una diferencia positiva en el planeta, y que el cambio comienza con la acción individual.

Un trabajo reconocido en todo el mundo

Doctora en Etología por la Universidad de Cambridge, Goodall es Doctora Honoris Causa por más de 45 universidades en todo el mundo. Además, ha sido distinguida con más de 100 premios internacionales, entre los que se incluyen la Orden del Imperio Británico, la Medalla Benjamin Franklin, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica o la Medalla Hubbard de la National Geographic Society.

En abril de 2002, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, nombró a Goodall Mensajera de la Paz de la Organización de las Naciones Unidas, convirtiéndose en la primera persona en recibir este honor en calidad de defensora de los animales y el medio ambiente. Goodall ha colaborado con la ONU en la promoción de la conservación y la protección de la biodiversidad, así como en el fomento de la paz y la concienciación sobre los peligros a los que se enfrenta el medio ambiente y la importancia de la acción global para abordar estos desafíos.

Charles F. Brush, uno de los pioneros de la energía eólica

A finales del siglo XIX, mientras gran parte de la sociedad dependía de la iluminación de gas, Charles F. Brush comenzó a experimentar con el viento como elemento clave para generar electricidad. Su visión y dedicación lo convirtieron en un referente y una inspiración para todos los profesionales de la industria de las energías renovables.

Brush puso de manifiesto su interés por la ciencia y la electricidad desde la infancia, al construir con solo doce años su primera máquina eléctrica con materiales que encontró en la granja de sus padres. Tras licenciarse como ingeniero, demostró su inquietud y valía mediante la creación de diversos inventos como la lámpara de arco o un generador eléctrico para alimentarla.

La energía eólica es una de las fuentes de energía renovable más limpias y sostenibles

Pero su carrera en la energía eólica comenzó en 1887, cuando construyó la primera turbina eólica a gran escala en Cleveland, Ohio. Una turbina de más de 17 metros de diámetro compuesta por 144 aspas de madera y conectada a un generador de corriente continua que era capaz de generar suficiente electricidad como para iluminar 350 hogares. Este invento se convirtió en una atracción popular para los visitantes de Cleveland.

A pesar de que la energía eólica se había utilizado en molinos de viento durante siglos, Brush veía un gran potencial como fuente de energía para generar electricidad a gran escala. La creación de esta primera turbina no solo fue un gran logro técnico, sino que abrió el camino para la revolución de las energías limpias.

Tras ver afectada su turbina por una tormenta, Brush construyó una nueva de 22 metros de diámetro capaz de generar 30 kilovatios de electricidad, que se convirtió en la turbina más grande del mundo en ese momento. Tal fue su capacidad que se utilizó para iluminar el alumbrado público de Cleveland durante la Exposición Mundial Colombina, un evento que marcó un hito en la historia de la energía eléctrica.

Con la fundación de “Brush Electric Company”, empresa que se dedicó al desarrollo de turbinas eólicas, Brush logró construir turbinas más grandes y eficientes, convirtiéndose en un ejemplo para proyectos donde el viento era el gran protagonista.

La labor de Brush fue fundamental para el desarrollo de la energía eólica, y su apuesta por la sostenibilidad e innovación sigue siendo una fuente de inspiración. Su visión y liderazgo nos recuerda la importancia de seguir explorando soluciones renovables y sostenibles para nuestro planeta.

Uno de cada 4 MW en servicio en España ya es eólico y en lo que va de 2023 esta fuente ha generado el 26% de la electricidad del país

En la actualidad, el viento es una fuente de energía renovable con un notable crecimiento. 1 de cada 4 MW en servicio en España ya es eólico. En 2022 esta tecnología supuso el 22% del mix de generación y en lo que va de año ya representa el 26%, según datos de Red Eléctrica. Una cifra que seguirá en aumento ya que para alcanzar el objetivo fijado para 2030 de que el 67% de la energía sea de origen renovable, España necesitará un parque de generación eólica de 50 GW.

Charles F. Brush fue un verdadero visionario cuya dedicación y perseverancia ayudaron a sentar las bases de la energía renovable del futuro. Su trabajo es especialmente relevante en la actualidad por la necesidad urgente de encontrar formas más sostenibles de generar energía. A medida que el mundo se enfrenta a los desafíos del cambio climático y la dependencia de los combustibles fósiles, la energía eólica, junto con otras renovables, se están convirtiendo en una solución cada vez más necesaria.

Ángeles Alvariño: la bióloga gallega que conquistó los océanos de todo el mundo

El quetognato Aidanosagitta alvarinoae se conoce popularmente como gusano flecha, y es un minúsculo depredador marino. La hidromedusa Lizzia alvarinoae es igualmente diminuta (apenas medio centímetro de diámetro) lo que, en su condición carnívora, no le impide comerse a peces pequeños. Ambas especies tienen algo en común, aparte de su voracidad y de estar desperdigadas por océanos de todo el mundo: el final de su denominación. El término ‘alvarinoae’ hace referencia a la mujer que descubrió estas especies: Ángeles Alvariño, una de nuestras científicas más ilustres.

Además de descubrir 22 especies nuevas, publicó más de 100 trabajos científicos de primer nivel en revistas y libros de distribución internacional

Oceanógrafa de profesión y vocación, vivió mucho (nació en Serantes, en el municipio de Ferrol, en 1916 y falleció a los 89 años) y lo aprovechó muy bien. Varios científicos han usado su apellido para bautizar nuevas especies, y ella también ha descubierto unas cuantas: nada menos que 22, todas planctónicas. Podría haber sido, como su madre, una excelsa pianista (a los tres años aprendió a tocar el instrumento y a leer solfeo), pero el fondo marino enseguida le pareció mucho más apasionante que el terrenal. Cuando acabó el bachillerato en 1934 viajó a Madrid a estudiar Ciencias Naturales, y cuando la Guerra Civil la obligó a interrumpir su formación y volver a Galicia, aprovechó el ínterin para aprender francés e inglés antes de licenciarse en 1941, lo que le permitió saltar al extranjero desenvuelta y continuar allí su carrera científica. Esa estancia inesperada cerca de la playa de Doñinos despertó, además, su interés definitivo por el litoral gallego, lo que fue decisivo en la manera en que dirigió su vida a partir de entonces.

Tras impartir clases de biología unos años en varios colegios de Ferrol, obtuvo una beca en el Instituto Español de Oceanografía (IEO) de Madrid, donde estaba destinado su marido, marino de la Armada. De allí saltó al IEO de Vigo donde trabajó como bióloga. Se doctoró y en 1953 recibió una beca para investigar los microorganismos en Inglaterra, donde cumplió su primer hito: ser la primera mujer científica en subirse a un buque oceanográfico británico, el Sarsia.

Después de aquella experiencia obtuvo una de las becas de estudios más prestigiosas del mundo, la Fulbright, que la llevó a seguir sus investigaciones en Estados Unidos, donde acaparó la atención de otra pionera, Mary Sears, comandante en la Reserva Naval y oceanógrafa en la Institución Oceanográfica Woods Hole. Abrumada ante el talento y el entusiasmo de Alvariño, Sears la recomendó para un puesto en el Instituto Scripps de Oceanografía, en California, donde la española se dedicó a analizar miles de muestras de plancton de todo el mundo hasta 1969.

Fue una pionera en el análisis biológico de los ecosistemas marinos

Alvariño se jubiló en 1987, pero eso no le impidió seguir investigando durante seis años más. Su legado es innegable: además de descubrir 22 especies nuevas, publicó más de 100 trabajos científicos de primer nivel en revistas y libros de distribución internacional. Su contribución a la defensa del medio ambiente fue notable, ya que sus investigaciones más relevantes se centraron en el estudio de los quetognatos, y demostró que pueden emplearse como indicadores fiables de condiciones oceanográficas determinadas, por lo que fue una pionera en el análisis biológico de los ecosistemas marinos.

Hoy, uno de los buques de investigación operado por el Instituto Español de Oceanografía lleva su nombre, y ya cuenta con su propia biografía publicada, ‘Ángeles Alvariño González, investigadora marina de relevancia mundial’. Su autor, Alberto González-Garcés Santiso, exdirector del Centro Oceanográfico de Vigo, la describió en una entrevista a la publicación científica SINC como «fuerte, arrogante y luchadora» y al mismo tiempo «cercana y maravillosa».

Su carácter la llevó a reclamar sus derechos cuando se sintió desplazada por la comunidad científica por el hecho de ser mujer. Haber recalado en una organización de tanto prestigio internacional como el Instituto Scripps de Oceanografía no la amilanó para escribir a la entonces ministra de Comercio de Estados Unidos (supervisaba este y otros centros de investigación) para denunciar discriminación de género al ver que solo ascendían a sus colegas de sexo masculino.

En 2018, con motivo de la inauguración de una estatua en homenaje a Ángeles Alvariño junto a la Casa de las Ciencias de A Coruña, su hija Ángeles Leira -una reputada arquitecta en Estados Unidos- dijo que este gesto la habría conmovido, y que incluso habría llorado un poco, «como buena gallega». También aprovechó para desvelar que su madre, además de su dedicación a la ciencia, era una apasionada de la música, de la literatura, de la historia de la Expedición Malaspina e incluso sacaba tiempo para diseñar y crear su propia ropa. No exageraba su hija cuando la definió como «una mujer del Renacimiento».

María Telkes, ‘la reina del Sol’, pionera de la energía solar

Cuando hablamos de energías renovables, la solar es una de las primeras opciones que nos vienen a la mente. De hecho, la solar fotovoltaica (la que aprovecha la luz del Sol) y la solar térmica (que aprovecha el calor) están entre las renovables más utilizadas y entre las que más se ha invertido en el mundo durante los últimos diez años.

Estados Unidos, China y Alemania son los países con mayores avances y atractivo de inversión para este tipo de energía, de acuerdo con el índice Renewable Energy Country Attractiveness Index (RECAI), uno de los más importantes en ese campo. Si ponemos el foco en España, este ranking nos sitúa en octava posición, un puesto más arriba que hace dos años.

Pero todo eso corresponde a la actualidad. La idea de ciudades calentadas con placas y paneles parece de este siglo, pero no es así. La creadora de esa tecnología fue María Telkes (Budapest, 1900-1995), una científica húngara (posteriormente nacionalizada estadounidense), que está considerada como un icono en la historia de la ciencia y de los avances tecnológicos hacia la sostenibilidad. No en vano es recordada como ‘la reina del Sol’.

Cuando Telkes (la mayor de ocho hermanos) nació, las grandes ciudades luchaban contra los fríos más inclementes con carbón, y se alumbraban, en el mejor de los casos, con lámparas de gas, y, posteriormente, con electricidad. Eran tiempos en los que los feroces inviernos hicieron que episodios históricos como la Primera Guerra Mundial o la Revolución rusa fueran más cruentos aún. La idea de que una placa que absorbiera la energía solar, y que gracias a ella ese calor se pudiera transmitir a una casa o a un edificio, parecía una locura. Sin embargo, para esta joven nacida en el antiguo Imperio austrohúngaro, eso resultaba algo completamente lógico y capaz de materializarse. Claro que, ella, durante su adolescencia, ya había leído acerca de las inmensas posibilidades que existían en el mundo para crear nuevas fuentes de energía, un tema que no dejaría de ser una preocupación durante todo el siglo pasado, en el que los avances tecnológicos y científicos crecieron como nunca antes en la historia.

Después de terminar el doctorado en Fisicoquímica en la Universidad de Budapest, María Telkes emigró a Estados Unidos. Y fue precisamente en el prestigioso Massachusets Institute of Technology (MIT) donde desarrolló la mayor parte de su carrera. Años antes de ese titánico salto profesional, sus primeros pasos en la gran potencia americana ya los había dado en la ciudad de Cleveland, donde creó un dispositivo fotoeléctrico que registraba las ondas cerebrales. Aquel invento le valió la atención de la comunidad científica, y gracias a sus investigaciones acerca del enorme potencial de la energía solar, nueve años más tarde, en 1934, llegaría su primer gran reconocimiento: de acuerdo a una publicación de The New York Times, entró en la lista de las 11 mujeres más relevantes de Estados Unidos.

No mucho más tarde, ya en 1940 e instalada en el MIT, estuvo a cargo de un proyecto de investigación de conversión de energía solar. Desafortunadamente, el trabajo quedó paralizado con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, su creatividad no dejó de rendir frutos: pese al difícil contexto, su ingenio y talento quedaron al servicio de las fuerzas militares, para las que inventó un kit portátil de desalinización de agua. Su creación fue patentada y formó parte del equipo de supervivencia para los soldados estadounidenses durante años.

La primera casa con energía solar

Para Telkes no pasó inadvertido el hecho de que las guerras y las crisis económicas tenían un impacto directo en la forma de calentarse de millones de hogares. Y fue gracias a eso que esta brillante mujer logró, en 1948, el hito científico por el que es recordada y reconocida hasta nuestros días: la primera casa con calefacción solar.

Se trataba de una vivienda con dos dormitorios, ubicada en la localidad de Dover, no muy lejos de Boston. El invento de Telkes consistía básicamente en una serie de ventanas con paneles de vidrio y metal que captaban la energía del sol y que estaban conectados con unos recipientes ubicados en las paredes y aislados con sales fundidas (otra de sus principales investigaciones) que almacenaban el calor. Aquella tecnología no tiene nada que ver con los paneles solares de hoy en día, pero ‘la casa solar de Dover’ fue el primer paso para entender que las energías renovables pueden cambiar la forma de calentarnos.

Ese no fue el único invento en el que Telkes aprovechó las bondades del sol. Un año antes, en 1947, ya había creado un generador termoeléctrico y una cocina solar con un diseño que, salvo algunos cambios y adaptaciones, sigue vigente en nuestros días. También el primer refrigerador termoeléctrico, de 1953, engrosa su lista de creaciones.

Una científica excepcional

No es nada sencillo cambiar la historia de la humanidad, y mucho menos hacerlo desde la ciencia. Pero María Telkes fue de esas personas: vio en el Sol una fuente energética inagotable capaz de solucionar tantos problemas en la sociedad. Y esa visión, puesta al servicio de su creatividad científica, le mereció incontables distinciones, una de las más importantes el primer premio de la Society of Women Engineers Achievement Award, en 1952.

Un par de décadas más tarde, en los setenta, cambió su residencia a Texas, donde se dedicó a asesorar a varias empresas interesadas en potenciar la energía solar en incontables sistemas tecnológicos.

María Telkes vivió prácticamente toda su vida profesional en Estados Unidos y volvió a su Budapest natal solo una vez, en 1995, y justo diez días antes de cumplir los 95 años, allí mismo falleció.

La luz y la energía de ‘la reina del Sol’ siguen más vivas que nunca, ya que sus inventos e investigaciones hoy nos permiten tener a la energía fotovoltaica como una de las opciones más fuertes en la lucha contra el cambio climático.

David Attenborough, una vida dedicada a la lucha ambientalista

Su vocación por la defensa del planeta comenzó en la niñez cuando buscaba los secretos de la Tierra guardados en los fósiles. Hoy, su obra es un referente del cuidado medioambiental en la lucha contra el cambio climático.

Cuando David Frederick Attenborough (Londres, 1926) nació, la información sobre el pasado de las plantas, los animales y el planeta solo se encontraba en los libros y…, por supuesto, en las piedras. Y precisamente así fue como él, hoy considerada una de las voces más reconocidas de la defensa planetaria, comenzó a descubrir los grandes secretos de la vida en la Tierra. Desde entonces brotó dentro de él la fascinación por saber cómo era y había sido el mundo y qué podíamos hacer para preservarlo.

A los 12 años ya coleccionaba pequeños pedruscos y plantas y fue precisamente a esa edad cuando una de sus hermanas le regaló una piedra de ámbar con insectos fosilizados en su interior. Aquel gesto despertó en él, aún más, la imperiosa necesidad de hurgar en el ayer para saber cómo hemos cambiado como especies y cuál ha sido la huella que hemos dejado en la historia del planeta.

Actualmente, los documentales que ha dirigido y producido son un referente de la divulgación naturalista universal. Pero antes de consolidarse como uno de los ambientalistas más importantes de todos los tiempos, los primeros pasos profesionales de Attenborough fueron filmando y contando cómo eran los entornos naturales hacia mediados del siglo pasado (incluso en los tiempos en que las pantallas eran en blanco y negro). Eso, por supuesto, lo hizo después de obtener el grado en Ciencias Naturales por el Clare College de la Universidad de Cambridge.

Su vocación no pudo esperar e, inmediatamente después de concluir sus estudios universitarios, el joven David salió a recorrer el planeta. Mostró al resto del mundo escenas nunca vistas de frondosas selvas, desiertos enigmáticos, océanos inmaculados por la vorágine humana, bosques espectaculares e islas solo conocidas por la imaginación de quienes las habían descrito en relatos épicos y mapas. Pero eso solo es una parte de lo que yace en su inabarcable hemeroteca, pues en el resto de sus piezas audiovisuales, sobre todo en las más recientes, como A Life on Our Planet (2020), el protagonismo es para la ya innegable alerta medioambiental. Por ejemplo, en esa producción aparecen fotografías y vídeos de ecosistemas, especies animales y rincones del mundo que ya no existen. Ese trabajo bien podría ser la continuación de obras legendarias que lo llevaron al reconocimiento internacional, como A Life on Earth (1979), A Living Planet (1984), The Trials of Life (1990), The Life of Mammals (2002) y Life in the Undergrowth (2005).

Una voz ineludible contra el cambio climático

Tras siete décadas de una incesante labor documental y de divulgación científica y naturalista (cabe destacar que fue director de programación de la BBC en las décadas de los sesenta y setenta), David Attenborough actualmente se encuentra dedicado al activismo medioambiental.

Su discurso de 2021 en la COP26, en Glasgow, en la que fue designado defensor del pueblo, fue más que conmovedor: una última llamada de atención sobre lo que podría suceder en la Tierra si no hacemos algo para frenar el calentamiento global: nada más y nada menos que la sexta extinción masiva en la historia del planeta. Esa idea ya la había expuesto un año antes en A Life on Our Planet, donde deja muy claro que, de no cumplir con los objetivos de descarbonización para 2050 y no frenar la subida de temperatura global, el escenario planetario no será muy distinto al de un apocalipsis. Al margen de esas predicciones catastróficas, Attenborough presentó en ese documental el análisis de cuántas hectáreas de ecosistemas sanos hemos ido perdiendo década a década. ¿Su conclusión? Hoy tenemos menos de la mitad de los entornos naturales que existían hace setenta años.

En aquella intervención también subrayó la imperiosa necesidad de crear una nueva revolución industrial, una en la que la sostenibilidad sea la columna vertebral del modelo económico. “De lo contrario, todos los esfuerzos hacia la descarbonización serán inútiles”, dijo al respecto. Pero sus palabras también estuvieron cargadas de esperanza, pues dejó sobre la mesa la idea de que estamos en un momento excepcional para construir un nuevo mundo, uno más igualitario entre las distintas poblaciones, además de uno más sostenible, circular y sano. Es decir, tenemos la oportunidad de crear un nuevo mundo en el que la humanidad pueda convivir de manera más armónica con el entorno natural.

Como no podía ser de otra manera, su labor por el cuidado de los ecosistemas y la lucha ambientalista le ha valido incontables distinciones. Entre las más destacadas se encuentran el premio Princesa de Asturias, el premio Desmond Davis de BAFTA, el premio Kalinga de la Unesco, el premio Fonseca, el premio Primetime Emmy como mejor narrador, además de haber sido reconocido como Comendador de la Orden del Imperio Británico por sus servicios prestados a la conservación de la naturaleza. Por si fuera poco, este año fue nominado para el Premio Nobel de la Paz.

Hoy, sin duda, David Attenborough es una de las voces con mayor peso en la defensa del planeta. Sus más de setenta años recorriendo y documentando cada rincón del mundo, a cada especie, a cada población, lo avalan como una voz ineludible para el proyecto global (en un futuro muy cercano) en el que las personas y los ecosistemas puedan convivir en armonía y prosperidad.

Ángeles Alvariño: la mujer que cambió la forma de entender los océanos

Dedicada a la investigación y a la divulgación de la vida en los océanos, la calidad de su trabajo le llevó a lo más alto y a merecer las máximas distinciones, como la de ser la única investigadora española incluida en la Encyclopedia of World Scientists. La vida submarina, sin ella, definitivamente no sería la que conocemos hoy.

El 3 de octubre de 2021, Google le dedicó un doodle por el aniversario 105 de su nacimiento. Nadie cuya vida y obra no hayan cambiado la historia merecen esa distinción en estos tiempos digitales. Sin ella, sin su obra, su vocación y entrega absoluta al estudio del mar yy de quienes habitan en él, las ciencias oceanográficas hoy estarían incompletas. Gracias a su trabajo, veintidós especies marinas son conocidas, y, como reconocimiento, su apellido forma parte de la taxonomía de algunas medusas y otros animales que forman parte del placton. Ella es, sin duda alguna, una de las glorias científicas de España, y para muestra de ello basta con constatar que ha sido la única mujer de los cuatro científicos españoles con el honor de estar incluida en la Encyclopedia of World Scientists, un prestigioso compendio en el que se destacan los nombres de los mil científicos más prestigiosos e importantes de la historia. 

Alvariño es la única investigadora española incluida en la prestigiosa Encyclopedia of World Scientists, en la que están los nombres de los mil científicos más importantes de la historia

María de los Ángeles Alvariño (Serantes, 1916 - La Jolla, California, 2005) fue una precursora en toda regla. Nacida en la Galicia profunda, estuvo en contacto con la ciencia y las artes desde muy pequeña: fue la hija del médico del pueblo, y su madre era pianista; y a los tres años, ya sabía leer y escribir y tenía conocimientos de piano y teoría musical. Esa, quizá, fue la semilla que sembraron sus padres en ella y que germinó en la pasión por la ciencia, una virtud que no tardó en dar los frutos que cambiaron la historia de la investigación oceanográfica en el mundo. 

De vocación científica innegable, cursó estudios de Bachillerato Universitario de Ciencias y Letras en la Universidad de Santiago de Compostela, los cuales concluyó exitosamente con los trabajos titulados Insectos sociales y Las mujeres en el Quijote. Pero sus ímpetus académicos no estaban saciados, así que decidió seguir su formación en Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid. No obstante, aquellos estudios quedaron interrumpidos debido al estallido de la Guerra Civil, una situación que la obligó a radicarse nuevamente en su Galicia natal. Durante esos días tan convulsos, Alvariño aprovechó el tiempo para estudiar inglés, francés y alemán, pero también descubrió su pasión investigadora volcada en las aguas gallegas. 

Cuando aquel negro episodio en la historia del país finalizó Ángeles Alvariño regresó a la capital para culminar sus estudios y se casó con Eugenio Leira Manso, un capitán de la Marina de Guerra Española, y Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Continuó con sus investigaciones y finalmente fue admitida (a pesar de que en aquel entonces el acceso a las mujeres no estaba permitido) en el Instituto Español de Oceanografía. 

En 1952 obtuvo una plaza como investigadora en el Centro Oceanográfico de Vigo, donde comenzó a investigar en profundidad el zooplancton (un tema en el que se especializaría más tarde y en el que quedarían muchas de sus mayores aportaciones a las ciencias del mar).

Su carrera fue meteórica. Gracias a la calidad de su trabajo, en 1953, el British Council le concedió una beca para seguir con sus investigaciones acerca del zooplancton en el Laboratorio inglés de Plymouth. Ese hecho le valió otro hito en su vida: convertirse en la primera científica en subirse a un buque oceanográfico británico, el Sarsia.

Un referente en Estados Unidos, pero con bandera gallega

Llegó el momento en que el viejo mundo le quedó pequeño a una mujer que nació para dedicar todos sus talentos al conocimiento de los mares, y en 1956 ya había cruzado el Atlántico para instalarse en Estados Unidos, país en el que obtuvo la nacionalidad y los máximos reconocimientos científicos. Todo fue gracias a una subvención de la Comisión Fullbright, con la que pudo continuar con sus investigaciones en el Instituto Oceanográfico Woods Hole (Massachusetts). Y, no mucho más tarde, bajo una recomendación de la prestigiosa oceanógrafa Mary Sears, Alvariño llegó al Scripps Institution of Oceanography en La Jolla (San Diego, California). 

En 1967 obtuvo el doctorado y en 1969 publicó sus últimas investigaciones para el Instituto Español Oceanográfico, un compilado de sus trabajos realizados entre 1952 y 1965 titulado Los quetognatos del Atlántico, distribución y notas esenciales, en la que ilustra detalladamente más de treinta especies marinas descubiertas por ella.

Su carrera investigadora recibió reconocimientos y distinciones en ambos lados del Atlántico. Uno de ellos fue el cargo que obtuvo como bióloga investigadora en la agencia Southwest Fisheries Center (SWFC, donde desarrolló estudios esenciales sobre la albacora, un pez que hoy conocemos como bonito del norte. 

Fue una precursora en las ciencias del mar y en la lucha por la igualdad de oportunidades de la mujer, tanto en España como en Estados Unidos

Aun así, a pesar de haber tenido una carrera meteórica y brillante, Alvariño padeció la discriminación por cuestiones de género. Y eso mismo fue lo que denunció ante el Gobierno de Estados Unidos, en 1977, mediante una carta que llevaba una copia dirigida al mismo Jimmy Carter (presidente estadounidense en aquel entonces). Durante los siete años que trabajó en el SWFC, ella misma constató que todos los cargos superiores siempre eran ocupados por hombres, y en su denuncia fue clara y contundente: la cuestión era “discriminación por género”. Aquel alzamiento de voz la convirtió en un referente de la defensa de los derechos laborales de las mujeres. Sí, una gallega, investigadora de primer nivel, defendió a sus compañeras científicas hace más de cuarenta años. 

Muchos años antes de su muerte en 2005, María de los Ángeles Alvariño ya era considerada como la máxima autoridad respecto al zooplancton. Y por toda su brillante carrera recibió, desde 1976, incontables distinciones en el mundo entero y por parte de prestigiosas instituciones académicas como la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de San Diego, el Instituto Politécnico Nacional (México), la Universidad Federal de Panamá, entre otras. Y su tierra no fue la excepción, pues la Real Academia Gallega de Ciencias le rindió un homenaje el Día de la Ciencia en Galicia (celebrado el 1 de junio). Y, por si fuera poco, su nombre quedó inmortalizado en un buque oceanográfico que entró en servicio en 2012.

Su nombre, en la historia de la investigación científica de los océanos, está escrito con letras de oro. Su vida y obra, inspiradoras en todo rubro, son un ejemplo para las nuevas generaciones de investigadores e investigadoras en el mundo entero pero, sobre todo, en España y en Estados Unidos, los dos países en los que Ángeles Alvariño creció, se formó y desarrolló una brillante carrera que hoy nos permite entender las ciencias oceanográficas con mayor profundidad.