La tarde del 15 de abril de 2019 un voraz incendió arrasó gran parte de la catedral de Notre-Dame de París. Aunque la estructura principal no quedó dañada, las llamas devoraron una de las torres, la cubierta y la icónica aguja de la catedral construida a mediados del siglo XIX por Eugène Viollet-le-Duc. Tras el desastre, todo apuntaba a que las tres colmenas con casi 200.000 abejas que albergaba la sacristía (situada a un costado del templo) desde 2013 como colaboración con un proyecto para recuperar la apicultura urbana, estarían calcinadas. Sin embargo, una vez extinguido el fuego, unas imágenes satelitales confirmaron que las abejas habían sobrevivido al humo y al calor.
Esta suerte de milagro, que inicialmente se difundió como una anécdota, sirvió a la comunidad científica para recordar que millones de abejas en todo el mundo luchan a diario por sobrevivir a las altas temperaturas, aunque no provocadas por un incendio, sino por el cambio climático. De hecho, son muchos los estudios que apuntan a que las abejas podrían llegar a desaparecer si no logramos frenar el aumento de las temperaturas y acabar con prácticas como la desforestación o la destrucción de hábitats naturales.
La situación de estos polinizadores que, tal y como advierte Naciones Unidas son fundamentales para la supervivencia de los ecosistemas y esenciales para la producción y reproducción de muchos cultivos y plantas silvestres, se ha agravado durante la pandemia, ya que el confinamiento ha afectado al sector apícola y, por consiguiente, también a los medios de vida de los apicultores. Por este motivo, la ONU ha aprovechado la nueva normalidad para recordar la importancia de las abejas que, señala, "pueden contribuir de forma significativa a resolver los problemas relacionados con el suministro de alimentos en el mundo y acabar con el hambre en los países en desarrollo".
A priori, puede parecer extraño la importancia que se le da a la supervivencia de estos pequeños insectos más allá del grave problema que supone la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, en el caso de las abejas la situación es especialmente delicada porque, no solo están desapareciendo a velocidades vertiginosas, sino que son fundamentales para el equilibrio de los ecosistemas.
Esto se debe a que, de la polinización de insectos como las abejas o las mariposas depende la producción de más de una tercera parte de los alimentos a nivel mundial. Sin ir más lejos, se estima que el 84% de los 264 cultivos europeos están sujetos a este tipo de polinización. Y en España, según un estudio publicado por Greenpeace, el 70% de los principales cultivos para consumo humano producidos dependen también de este proceso. Hablamos de cultivos tan importantes para nuestra agricultura como los melocotones, las sandías, los pepinos o las manzanas.
A día de hoy, en todo el mundo existen entre 25.000 y 30.000 especies de abejas, pero el número va en descenso. Según un reciente estudio de la Universidad de Ottawa (Canadá), que utilizó datos recopilados durante un período de 115 años sobre 66 especies de abejorros en América del Norte y Europa, las abejas se encuentran en peligro de extinción masiva por el calentamiento global. Y eso no es todo: la misma investigación concluye que la probabilidad de que una población de abejas sobreviva ha disminuido un 30% en los últimos años. Concretamente, en el transcurso de una sola generación humana: “Descubrimos que las poblaciones estaban desapareciendo en áreas donde las temperaturas habían aumentado. De seguir con los ritmos actuales de pérdida de especies, podríamos encontrarnos con una desaparición total en tan solo unas pocas décadas”, explica uno de los autores del estudio en el documento.
En Europa la situación no es más prometedora. De las 2.500 especies autóctonas, el 9 % del total se encuentran en peligro de extinción y otro 5% se consideran “casi amenazadas”, según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Estos datos explican el porqué en los últimos años se han desarrollado numerosos proyectos para conservar las abejas. En nuestro país, uno de los más destacables es el de la Asociación Apicultura y Biodiversidad que, junto con el Ayuntamiento de Leganés, en Madrid, han puesto en marcha una iniciativa pionera para recuperar y conservar las abejas en el medio urbano. La iniciativa contempla la recuperación de enjambres, la divulgación de información sobre la cultura apícola y la organización de actividades formativas a vecinos y escolares.
Con todo, si bien las abejas tienen un valor incalculable para los ecosistemas, su desaparición también provocaría una fuerte tormenta económica. Actualmente, se calcula que el impacto de la polinización de estas especias supone, a nivel mundial, 265.000 millones de euros al año, y 22.000 millones de euros en Europa. ¿Qué más argumentos se necesitan para frenar el calentamiento global y así, entre otras cosas, garantizar la supervivencia de las abejas?