Categoría: Innovación sostenible

El edificio del futuro: de la sostenibilidad al confort

Aprovechar el entorno y las condiciones naturales para que la eficiencia de un edificio llegue a su punto más álgido es el objetivo de la arquitectura bioclimática, un aspecto de la edificación ya presente en todas las nuevas construcciones.


La arquitectura bioclimática está pensada para ser sostenible tanto con el medio ambiente como con las personas y demás seres vivos del planeta. Esta condición la acompaña desde el momento del diseño y la construcción hasta el posterior uso del edificio por los moradores del inmueble, llegando incluso a tener presente la posibilidad del derribo en un futuro mediante las técnicas menos contaminantes.

«Lo primero que hacemos es utilizar los recursos naturales del entorno de manera controlada, intentando disminuir todo lo posible la demanda energética del edificio», apunta Eugenia del Río, secretaria de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). Además, la poca energía que necesite la edificación será renovable siempre y cuando sea posible, a lo que se sumarán otras medidas como el ahorro de agua, un sistema de reciclaje y el control de los residuos generados.

Los arquitectos adoptan todas las medidas necesarias para conseguir un consumo mínimo de energía que, por otra parte, vendrá de fuentes renovables

De esta forma, los arquitectos intentan adoptar todas las medidas pasivas necesarias para poder conseguir ese consumo mínimo de energía. Ejemplo de ello es la orientación del edificio para aprovechar la luz solar o potenciar la ventilación cruzada, dónde ubicar voladizos para producir sombra o dónde plantar masa arbórea de hoja caduca que proteja los cristales en verano de la radiación solar pero que permita el paso de la luz en invierno.

La energía para hacer funcionar el inmueble de forma confortable vendrá de la energía fotovoltaica o de las máquinas de aerotermia y geotermia. «Siempre tenemos en cuenta todo el ciclo del edificio, por eso lo levantamos con materiales de proximidad certificados con sellos medioambientales», enfatiza Del Río.

La arquitectura bioclimática también tiene presente el uso controlado del agua. Por ello, su estructura, además de dejar un espacio suficiente para poder guardar los contenedores de basuras necesarios para un correcto reciclaje, está pensada para poder reutilizar las aguas de la lluvia para riego o las aguas grises para las cisternas, por ejemplo. Además, la arquitecta  señala que «los materiales con los que está construido el edificio deben ser fácilmente reciclables para contaminar lo menos posible una vez llegado el caso de su desmontaje o demolición».

«Siempre tenemos en cuenta todo el ciclo del edificio, por eso lo levantamos con materiales de proximidad certificados con sellos medioambientales»

Ejemplo de ello es la Academia de las Ciencias de California, en San Francisco (Estados Unidos). Tras tener que ser reconstruido después de diversos terremotos que sacudieron el edificio, el arquitecto Renzo Piano se decantó por la arquitectura bioclimática para volverlo a erigir. De esta forma, se convirtió en uno de los primeros museos que más respetan el medio ambiente del mundo. De hecho, desde 2008 está certificado por Green Building Council, un standard como el de FSC para bosques y productos de papel, pero para edificios.

En cuanto a las viviendas, la demanda ha cambiado tanto como la forma de construirlas. «Ya no piden casas lujosas o grandes, sino espacios sostenibles. Es algo que ha cambiado en la sociedad», afirma la Del Río.

A nivel legislativo también se han dado algunos avances en España. Aprobada en 2021, la Ley de Cambio Climático, junto con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, recoge un plan de Rehabilitación de viviendas y de descarbonización de las edificaciones a 2050. La Unión Europea no se queda atrás: el Plan de Recuperación y Resiliencia para mejorar la eficiencia de los hogares prevé alcanzar 1,2 millones de viviendas en 2030, lo que demuestra la importancia de las administraciones públicas en el impulso a esta cuestión.

Esta realidad entronca directamente con varios de los objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados en la agenda de la ONU para 2030. Por ejemplo, con el noveno, referido a la industria, innovación e infraestructura, mediante el que se potencia la construcción de espacios resilientes, se promueve la industrialización inclusiva y sostenible y se fomenta la innovación, teniendo como fin impulsar el desarrollo económico.

El ODS 11 también está íntimamente relacionado con esta cuestión. Enfocado en hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, busca mejorar el acceso a viviendas seguras y asequibles, desarrollar el transporte sostenible, proteger el patrimonio cultural y reducir el impacto ambiental en áreas urbanas. «Y eso, cada vez más, es a lo que nos dedicamos los arquitectos», concluye la integrante del COAM.

Conciertos sostenibles, una gira mundial contra la huella de carbono

conciertos

La famosa cantante estadounidense Taylor Swift se encuentra en medio de una gira mundial que concluirá en diciembre en Vancouver (Canadá) tras 151 conciertos. La artista, que se ha convertido en la primera en superar la barrera de los 1.000 millones de dólares de recaudación –y a quien se le ha criticado su ingente uso del jet privado–, ha querido mostrar que está comprometida con el medio ambiente y concienciar a su público sobre el cambio climático. 

Así, antes de comenzar su recorrido, Swift compró bonos de carbono que, según afirma, serían suficientes para compensar su impacto medioambiental –aunque las cifras no se han hecho públicas–. En febrero, la presión pública empujó al icono pop a deshacerse de uno de sus aviones privados. 

Antes de comenzar su gira, Taylor Swift compró bonos de carbono para compensar su impacto medioambienta

Por su parte, la banda británica Coldplay se marcó como objetivo disminuir a la mitad su cifra de emisiones respecto a 2016-2017 y prometió plantar un árbol por cada entrada vendida. Los últimos datos reflejan que su cambio ha sido un éxito, elevando el porcentaje hasta el 59%. Del mismo modo, Ed Sheeran, abiertamente comprometido con la causa medioambiental, anunció un tour en 2022 pensado para maximizar la eficiencia de su recorrido reduciendo al máximo el número de vuelos y, por tanto, la emisión de carbono. 

Los ejemplos no se detienen ahí. Billie Eilish eliminó unas 35.000 botellas de agua de un solo uso durante su gira sustituyéndolas por tanques de agua y vasos reutilizables para los asistentes; el merchandising que acompaña a Olivia Rodrigo está teñido de forma sostenible y es 100% algodón orgánico; y Shawn Mendes da prioridad a aquellos alojamientos que minimizan su impacto medioambiental. La propia Eilish junto a otros artistas como Pink o Maroon 5 se han unido a Reverb, una organización que impulsa medidas ecológicas en los conciertos por parte, tanto de artistas como de espectadores a través del reciclaje y de distintas acciones ecológicas. 

El desplazamiento hasta el lugar de celebración representa un tercio de las 670.000 toneladas de CO2 que produce la industria

Otro estudio analizó cada detalle de los conciertos de Massive Attack desde 2019 y extrajo conclusiones aplicables al resto de la industria musical. Una gira comprometida al máximo con el impacto medioambiental eliminaría los aviones privados y evitaría volar, dando paso a los viajes en tren o en vehículos eléctricos. El recinto seleccionado se abastecería de energía solar o eólica y utilizaría iluminación y sonido de bajo consumo. Además, debería contar con aparcamiento para bicicletas. Para incentivar su uso, la entrada llevaría incluido el billete de transporte público y todo aquel que eligiese esta opción recibiría algún tipo de incentivo. Este es uno de los puntos clave de la reducción, pues el desplazamiento hasta el lugar de celebración representa un tercio de las 670.000 toneladas de CO2 que produce la industria

Tal y como dice Chris Spinato, director de comunicación de Reverb, «lo importante es hacer algo. No hay que ser perfecto y no hay que hacerlo todo, cualquier paso suma en la lucha contra el cambio climático».

¿Cuáles son las ciudades más sostenibles del mundo?

Madrid ha perdido cuatro posiciones en el último año en el Índice de Ciudades Sostenibles de Corporate Knights, que evalúa 70 capitales de todo el mundo en función de criterios de sostenibilidad, como las emisiones de CO2 per cápita, la gestión de los residuos o la calidad del aire. La capital española se sitúa en el puesto número 13 y destaca principalmente en la categoría de movilidad sostenible, en una puntuación que la equipara a Hong Kong o Singapur.


Se calcula que casi el 70% de la población mundial, más de dos tercios del total, vivirá en ciudades en 2050. Y esa es también la fecha que Naciones Unidas ha puesto para el objetivo de emisiones cero, esto es, para conseguir eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero. Hoy no vamos por buen camino para lograrlo, por eso, las ciudades (donde se producen la mayor parte de las emisiones) son un actor clave del cambio de mentalidad.

Las primeras ciudades de la clasificación muestran altos niveles de emisiones per cápita contrarrestados por medidas gubernamentales y buena gestión de los residuos y la movilidad

Un informe elaborado por Corporate Knights, empresa líder de comunicación en investigación en economía sostenible, ha analizado y clasificado las ciudades del mundo según su sostenibilidad. Este particular ranking se basa en criterios como la calidad del aire, el acceso al agua potable, la gestión de residuos, la densidad del tráfico, el sistema de transporte y la dependencia del vehículo privado, los espacios públicos abiertos, las emisiones, la resiliencia y las políticas medioambientales de la ciudad.

Encabezan el ranking cuatro ciudades escandinavas: Estocolmo, Oslo, Copenhague y Lahti. Con más de un millón y medio de habitantes, Estocolmo ha conseguido reducir al máximo sus emisiones gracias a un sistema de transporte público reforzado que reduce la dependencia del coche y a dar importancia a las energías renovables. En el puesto de cola se sitúa Karachi, en Pakistán.

En general, los resultados de las primeras ciudades de la clasificación muestran altos niveles de emisiones per cápita contrarrestados por medidas gubernamentales y una buena gestión de los residuos y la movilidad. Es el caso de Sydney, en el puesto 7, o de Berlín, en el 8. La tendencia a mostrar emisiones altas pero fuertes medidas climáticas como el transporte público, la electrificación o la gestión de residuos es propia de ciudades con niveles socioeconómicos altos. Sin embargo, algunos resultados sorprenden: Ámsterdam, símbolo del transporte sostenible, ocupa el puesto 25 debido a su falta de políticas sobre energías renovables.

Por otro lado, las megaciudades tienen más dificultades para mantener políticas sostenibles debido a su tamaño, pero no es imposible: así lo demuestran Londres, con casi 9 millones de habitantes, ocupando el puesto 5, o Tokio, que, con 14 millones de ciudadanos, se mantiene en el puesto 12.

En el caso de España, la capital se sitúa en el puesto 13, cuatro lugares por debajo de su posición del año pasado. En su caso, Madrid destaca especialmente por aspectos relacionados con la movilidad, ya que su población depende menos del transporte personal y más del público, con menos de 0,5 vehículos por hogar, a la par que ciudades como Hong Kong y Singapur.

Al final del ranking encontramos núcleos urbanos con bajos niveles socioeconómicos y mucha población

Al final del ranking encontramos núcleos urbanos con bajos niveles socioeconómicos y mucha población, que afrontan retos adicionales a la acción climática. São Paulo, por ejemplo, con 12 millones de habitantes, ocupa el puesto 55, pues, aunque las emisiones per cápita son relativamente reducidas, la capacidad de resiliencia ante el cambio climático es mucho más baja debido a la pobreza de las infraestructuras y a la falta básica de recursos. Karachi, en Pakistán, por su parte, ocupa el último lugar por su falta de acceso a agua potable y sus nulas políticas contra el cambio climático.

En mejorar las condiciones socioeconómicas y las medidas gubernamentales es donde están los verdaderos retos para el cambio, ya que estas son el primer paso para eliminar o, al menos, reducir la gestión nociva de los recursos.

Enoturismo, una manera de viajar de manera sostenible este verano

El enoturismo se perfila como la opción perfecta para aquellos viajeros que desean explorar el mundo de manera consciente y responsable. Adentrarse en los viñedos y bodegas no solo ofrece una experiencia única y enriquecedora, sino que también promueve la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente. Descubre cómo el turismo del vino puede transformar tus vacaciones en una aventura inolvidable y ecológica.


Decía Ortega y Gasset que «el vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza». El enoturismo, o turismo del vino, se ha convertido en una de las experiencias más enriquecedoras para los amantes de los viajes y la gastronomía. Lejos de ser una mera visita a unas bodegas, el enoturismo es una modalidad de turismo que se centra en visitar regiones vinícolas viviendo una experiencia inmersiva que puede incluir recorridos por los viñedos, visitas guiadas a las bodegas, talleres sobre la elaboración del vino, catas dirigidas por expertos y, en muchos casos, alojamiento en entornos naturales espectaculares.

España es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo

El enoturismo puede desarrollarse en regiones vinícolas de todo el mundo, desde los famosos paisajes de la Toscana en Italia, hasta el Valle de Napa en Estados Unidos, pasando por los viñedos de Mendoza en Argentina. Sin embargo, España tiene un lugar destacado, ya que es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo, sumando un total de 131 zonas vitivinícolas.

Mucho más que vino

El enoturismo también promueve la sostenibilidad y la conexión con la naturaleza. Según el informe Análisis de la demanda turística Rutas del Vino de España realizado por el Observatorio Turístico Rutas del Vino de España, los visitantes de este tipo de turismo combinan su visita a las bodegas con actividades en la naturaleza (11,6%), visita a pueblos (11,5%) o disfrutan de la gastronomía local (9,9%), lo que confirma su interés por el entorno y la naturaleza.

Muchas bodegas están adoptando prácticas ecológicas, como la viticultura biodinámica, que respeta los ciclos naturales y minimiza el impacto ambiental. Además, están aumentando las hectáreas en agricultura ecológica, la incorporación de las energías renovables y el manejo responsable del agua. Esto no solo reduce la huella de carbono, sino que también promueve un modelo de negocio respetuoso con el medio ambiente. Según un informe de la International Organisation of Vine and Wine (OIV), el número de bodegas que adoptan prácticas sostenibles ha crecido un 20% en los últimos cinco años, lo que refleja una creciente conciencia ambiental en el sector.

Los viñedos suelen estar ubicados en zonas de gran belleza natural, algo que permite a los visitantes disfrutar de caminatas, paseos en bicicleta y, por supuesto, de la calma y la tranquilidad que ofrece el campo. Es una oportunidad para desconectar de la rutina, conectar con la tierra y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con la tierra y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible.

Además, el sector vitícola es un factor determinante contra la despoblación de la España vacía. Según la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE), la población de los municipios españoles con menos de 2.000 habitantes que se dedican al cultivo de la vid se ha incrementado hasta un 35,8% en los últimos 20 años, mientras que la de los que carecen de viñedos ha disminuido un 9,6%. 

Esta actividad genera riqueza que va dirigida precisamente a zonas rurales ayudando a sostener a los pequeños productores y a las comunidades rurales. Al visitar bodegas locales, los turistas contribuyen directamente a la economía de la región.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con las raíces y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible. Optar por esta forma de viaje es un acto consciente de apoyo a las economías rurales y a prácticas medioambientalmente responsables. Así, cada copa de vino se convierte en un brindis por la preservación del medio ambiente y por un futuro más verde.

La basura espacial: contaminación más allá de la Tierra

Ingentes cantidades de basura espacial orbitan alrededor de la Tierra, resultado de décadas de exploración y actividades satelitales. El riesgo que representan para las operaciones espaciales se ha vuelto una preocupación internacional.


Cada día somos más conscientes del problema que suponen, en nuestro entorno medioambiental, los residuos que generamos. Afortunadamente, conocemos las soluciones y tanto la sociedad como las instituciones comenzamos a incorporarlas a nuestro proceder diario. Pero, ¿somos conscientes de cómo otro tipo de residuos deterioran el espacio exterior que rodea nuestro planeta?

Desde que contamos con la capacidad tecnológica suficiente, hemos lanzado al espacio infinitos satélites que nos han ayudado a conocer mejor nuestro planeta y lo que le rodea, e incluso a mejorar nuestras comunicaciones. Pero a día de hoy, cerca de 10.000 de estos satélites, junto a miles de naves espaciales desaparecidas, cuerpos de cohetes abandonados y millones de piezas de todos estos ingenios orbitan descontrolados alrededor de nuestro planeta. Lógicamente, muchas de estas piezas orbitales acaban colisionando entre sí  multiplicando la basura espacial.

Cerca de 10.000 satélites, miles de naves espaciales, cuerpos de cohetes abandonados y millones de piezas de todos estos ingenios orbitan descontrolados alrededor de nuestro planeta.

Las consecuencias que puede provocar esta basura espacial van desde inutilizar nuestros actuales sistemas de comunicación a sufrir en la superficie terrestre el impacto de piezas de estos despojos envueltas en llamas, pasando por poner en riesgo el futuro de los vuelos espaciales. A primeros de año, una nave de la NASA encargada de estudiar la radiación solar en la atmósfera superior evitó por muy poco la colisión con un satélite desaparecido hace más de 30 años. Las consecuencias hubiesen sido dramáticas.

Como explica Jan Wörner, director general de la Agencia Europea del Espacio (ESA), realizar vuelos espaciales será «tan peligroso como lo sería navegar por alta mar si todos los barcos que se han perdido, a lo largo de la historia, siguieran a la deriva». 

La propia ESA advierte de que el lanzamiento de nuevos satélites corre un serio peligro, ya que calcula que 1 millón de objetos de más de un centímetro y cientos de miles de millones de fragmentos de más de un milímetro ocupan el espacio exterior. Por ello, desde 2019 trabaja en la misión Clear Space-1, que pretende sacar de su órbita un adaptador de carga de 113 kg, procedente de otra de sus misiones espaciales, que quedó varado a unos 600 kilómetros de la superficie terrestre.

Más acciones de este tipo, orientadas a eliminar la basura existente están en marcha. En febrero de este mismo año la misión ADRAS-J, de Astroscale Japan, arrancó con el objetivo de sacar de su órbita el cuerpo de un cohete que da vueltas alrededor de nuestro planeta desde hace 15 años.

En la actualidad, las misiones espaciales son tan peligrosas como lo sería navegar por alta mar si todos los barcos perdidos desde que se inició la navegación siguieran a la deriva.

Pero, además de limpiar la basura ya existente, es imprescindible aplicar con urgencia una estrategia de sostenibilidad que impida la generación de nuevos residuos espaciales. Un ejemplo son las normas que, en 2022, impuso la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos (FCC) a las empresas de telecomunicaciones para obligarlas a deshacerse de sus viejas naves espaciales para que no pasen a formar parte de la basura espacial que orbita alrededor del planeta.

La sostenibilidad espacial ya está en la agenda de la ESA y se ha convertido en prioritaria para la Agencia Espacial del Reino Unido. También forma parte de una campaña de sensibilización que desarrolla Japón junto a la Organización de Naciones Unidas (ONU) y ha logrado que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), generadora de gran parte de los actuales residuos espaciales, haga pública una ambiciosa Estrategia de Sostenibilidad Espacial.

Sin duda, los esfuerzos por lograr una sostenibilidad medioambiental en nuestro planeta han de servir de ejemplo para acometer también la sostenibilidad fuera de él.

Palas de madera laminada: hacia una energía eólica totalmente limpia

Las energías renovables no están exentas de la generación de residuos contaminantes. En el caso de la eólica, el desafío pasa por el reciclaje de las palas de los aerogeneradores. Frente a este problema surgen opciones que garantizan una mayor sostenibilidad, como las palas de madera laminada o LVL. 


La energía eólica está experimentando un importante momento de expansión. En 2023 se generaron 1.021 GW por esta vía a nivel mundial. En España, el quinto país del planeta en potencia eólica instalada, es ya la principal fuente de energía, según datos de Red Eléctrica: un 23,5% de la capacidad eléctrica del país en 2023 procedió de aerogeneradores. 

Se estima que los desperdicios de palas alcanzarán las 43 millones de toneladas en 2050

No obstante, este cambio a una energía renovable no implica una producción 100% limpia. Entre un 10 y un 15% de los materiales de un aerogenerador no son reciclables. Los molinos de viento, como cualquier estructura, tienen una vida útil de entre 25 y 30 años. Entre sus componentes no reciclables se encuentran las palas, cuyos desperdicios se estima que alcanzarán los 43 millones de toneladas en 2050. Desde 2019 hasta 2024 se ha previsto el desmantelamiento de un total de 14.000 palas en Europa. Estas cifras dan cuenta de la magnitud del reto de la gestión de la energía eólica al final de la vida útil de sus componentes.

La dificultad de reciclar las palas de los aerogeneradores proviene de que estos segmentos se elaboran con materiales compuestos, principalmente poliéster o epoxi reforzados con fibra de vidrio o de carbono. Su principal ventaja es que permiten estructuras más ligeras y duraderas, aunque tienen un inconveniente: su reciclaje es complejo y costoso. 

Respuestas a un desafío único

Una de las estrategias hacia una eólica totalmente limpia pasa por atajar el problema en origen mediante el empleo de materiales sostenibles. Recientemente, la startup Voodin Blade Technology ha montado en una turbina existente en Breuna, Alemania, unas palas realizadas en LVL, madera laminada enchapada o capas muy finas de madera ensambladas mediante adhesivos. 

La madera laminada es un material 100% biodegradable y tiene un proceso de fabricación más automatizado por la cercanía a parques eólicos

La compañía asegura que es un material 100% biodegradable, lo que minimizaría el problema de gestión una vez finalizado su ciclo de vida.  Otra ventaja: una mayor automatización del proceso de fabricación, gracias a que se producen cerca de los parques eólicos. Esto se traduce, según la startup, en una reducción del 78% las emisiones derivadas de su fabricación y un ahorro del 20% de los costes. 

Otras alternativas pasan por la reutilización de las infraestructuras mediante la venta en otros mercados. El reciclaje mecánico tritura las palas viejas y emplea el resultante en otros productos, como hormigón o aislamientos de construcción. El térmico o químico emplea distintos procesos para reaprovechar las fibras, separándolas de las resinas. 

Los esfuerzos en España en este sector se han incrementado en los últimos 5 años, en parte gracias al apoyo de distintas administraciones; por ejemplo, las ayudas específicas del Gobierno para la creación de plantas de tratamiento de palas. Instalaciones como las de Lumbier y Cortes, en Navarra, o la de León tienen previsto abrir entre 2024 y 2025. 

Precisamente esta última planta está financiada en parte con fondos europeos, a través del consorcio de 14 empresas Blades2Build. Y es que en Europa también se están moviendo iniciativas de interés, como la de Continuum, una empresa que convierte las palas en material reciclable para edificios. Entre sus planes, abrir seis plantas de reciclaje por el continente, empezando por Dinamarca y Reino Unido. La investigación en nuevos materiales, la reutilización de infraestructuras usadas o la apuesta por distintas formas de reciclaje son las respuestas con las que la industria eólica quiere encontrar maneras de reciclar elementos que, hasta hoy, lastraban la etiqueta de energía totalmente limpia.

Mónica Rodríguez: «Se debe producir solamente lo que se vaya a vender»

Mónica Rodríguez ha encontrado la forma de reciclar y reutilizar textiles para mantener viva una de las industrias más atractivas, y a la vez más contaminantes, del planeta.


La industria textil es una de las más contaminantes del planeta. El fast fashion y el ultra fast fashion han disparado la producción textil en los últimos años a cifras inimaginables y esto está provocando unas nefastas consecuencias. Según datos del Foro Económico Mundial, la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El desperdicio de ropa que se genera con este tipo de producción desmedida se refleja en que un 85% de todos los textiles acaban en el vertedero cada año y cada segundo se quema o deposita en un vertedero el equivalente a un camión de basura lleno de ropa, según esta misma fuente.

En este contexto, ha despertado y prosperado todo un mundo paralelo de moda de segunda mano, upcycling, circularidad y slow fashion, con el fin de evitar que la ropa de la moda rápida tenga la vida demasiado corta y acabe contaminando el planeta. A raíz de esto, tras una larga carrera dentro de una de las gigantes de la moda, Mónica Rodríguez tuvo una idea novedosa: rescatar desechos textiles y venderlos a distintos proveedores. Bajo esta premisa nació la start up, Recovo, de la que hoy ella es CEO, que transforma los desechos de unos en materia prima para otros.

Cada segundo se quema o deposita en un vertedero el equivalente a un camión de basura lleno de ropa

«Contribuimos a la circularidad textil recuperando materiales sobrantes como hilaturas, tejidos o fornituras a los que les hacemos fotos y los escaneamos en 3D para luego ponerlos a disposición de compra de todo tipo de marcas a nivel global. Gracias a esto prolongamos la vida útil de estos materiales», explica la emprendedora. Apoyándose en la digitalización y la tecnología, la empresa es capaz de recuperar información y datos de cada tejido para poder medir el ahorro por tejido utilizado. Sus clientes ven claramente la información de impacto del producto que compran, como por ejemplo su trazabilidad por metro. En ese sentido, la start up ha logrado ahorrar 22 millones de litros de agua, 98.000 kg de CO₂ y 1.400.000 m de residuos textiles.

«Mediante nuestra metodología de trabajo conseguimos que stocks dormidos y parados cobren de nuevo sentido en colecciones nuevas con el valor añadido de que reutilizar en lugar de producir nuevos tejidos ahorra recursos naturales como el agua y, además, con esta fórmula las empresas se ahorran la energía de tener que producirlos por sus propios medios».

Recovo ha logrado ahorrar 22 millones de l de agua, 98.000 kg de CO₂ y 1.400.000 m de residuos textiles

No obstante, para Rodríguez, el sector de la moda todavía necesita avanzar mucho más en cuanto a sostenibilidad y el fast fashion parece el antónimo de ese concepto. «Todo es una cuestión de las prioridades de las grandes corporaciones», explica. Para la experta, el sector de la moda debe limitar su producción, es decir, no sobreproducir. «Se debe producir solamente lo que se vaya a vender; esto es posible saberlo gracias a modelos predictivos, datos, etc. Por otro lado, debemos utilizar solamente materiales amigables con el medio ambiente, así como integrar la circularidad en las operaciones de la empresa para que los residuos que se generen puedan ser reciclados infinitas veces».

Reciclaje químico, un paso más hacia la economía circular

Esta nueva técnica aborda el problema que conlleva la gran acumulación de plásticos en los vertederos y surge como alternativa complementaria al método tradicional para la continua circulación de residuos.


Las emisiones de carbono se presentan como el mayor reto medioambiental para gobiernos y empresas en los próximos años. El camino hacia la neutralidad climática marcado como objetivo para 2050 obliga, además de a un compromiso global, a la investigación y desarrollo de técnicas que ayuden a alcanzarlo. 

El reciclaje tiene un gran protagonismo dentro de esta lucha contra el cambio climático, al posicionarse como una manera de dar una segunda oportunidad a los residuos y descartes y reducir así la contaminación desmedida. Su desarrollo en el tiempo ha abierto las puertas de la innovación logrando versiones aún más completas de la misma. Es lo que sucede con el reciclaje químico, un innovador procedimiento que puede marcar la diferencia.

Según los datos del informe La economía circular de los plásticos - Una visión europea, elaborado por Plastics Europe, se estima que para 2030 se producirán 3,4 millones de toneladas de plásticos mediante reciclaje químico. Este volumen llevará consigo aparejados unos 7.200 millones de euros de inversión.

El tratamiento incluye diferentes procesos químicos regulados para controlar su impacto al medio ambiente

En el reciclaje tradicional (conocido como mecánico), los residuos plásticos son triturados, lavados, extruidos y paletizados. Una vez completado el ciclo se pueden reutilizar varias veces, aunque sufren una pérdida progresiva de sus propiedades. Sin embargo, hay desechos cuya composición impide su reciclaje a través de este método y acaban apilados en vertederos o son incinerados con un inevitable impacto negativo en el medio ambiente. 

Por eso el desarrollo del reciclaje químico se antoja tan relevante. Los plásticos se componen de distintos monómeros que constituyen y producen la materia prima. Mediante la despolimerización, el residuo separa sus elementos originales, lo que permite la producción de plástico reciclado pero, en esta ocasión, con características idénticas al fabricado originalmente.

Para 2030 se estima una producción de plásticos mediante reciclaje químico de 3,4 millones de toneladas a nivel europeo

No obstante, existe la creencia extendida de que es una técnica perjudicial para el medio ambiente, algo que la Federación Empresarial de la Industria Química en España (FEIQUE) desmiente en su análisis sobre el reciclado químico. Ni se espera que sustituya al reciclaje tradicional ni emite sustancias tóxicas. Se trata de un proceso regulado a nivel nacional y europeo para controlar su impacto al medio ambiente. De hecho, España se ha convertido en el primer país de la Unión Europea en incluir el reciclado químico en el marco legislativo y en aprobar una proposición no de ley para promover el uso de productos creados con esta técnica.

Mediante el reciclaje químico, la actividad de reciclar cobra un nuevo color y protagonismo dentro de la revolución verde. Esta técnica alternativa se posiciona como clave en la reutilización de desechos y, en consecuencia, en la reducción de emisiones de carbono a la atmósfera.

¿Qué es el agroecofeminismo?

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En la actualidad, uno de los mayores retos a nivel mundial es el alimentario. Inmersa en este contexto, la corriente de pensamiento del agroecofeminismo apuesta por una alimentación agroecológica que combine la visibilización y puesta en valor del trabajo de las mujeres con el desarrollo de una industria de productos agroalimentarios sostenible. 

Microplásticos, un problema para la agricultura

Microplásticos

Los microplásticos no solo afectan a los ecosistemas naturales, sino que se han acabado infiltrando en las plantaciones agrícolas, lo implica que incluso los alimentos que consumimos puedan acabar contaminados.


La presencia de los plásticos y los microplásticos hace tiempo que se ha convertido en un problema. Aunque es un material que se empezó a utilizar por su practicidad y su bajo precio, su uso a largo plazo es extremadamente contaminante, debido a la gran cantidad de residuos que genera y a la mala gestión de los mismos. El plástico, además de dañar los ecosistemas naturales, también ha empezado a afectar a uno de los pilares de nuestra subsistencia: la agricultura.

Los microplásticos y los nanoplásticos, esos pequeños residuos procedentes de los plásticos, están presentes en la agricultura en elementos de uso tan común con los fertilizantes biosólidos o algunas semillas recubiertas de polímero para favorecer la germinación. Aunque muchos de estos elementos han sido beneficiosos para la producción, el uso indiscriminado de materiales plásticos ha afectado ya a las condiciones del suelo, que, paradójicamente, acaba siendo menos productivo. Así lo explica el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP): los microplásticos degradan la calidad de una tierra que, a causa de los ritmos de producción contemporáneos, ya de por sí está sometida a mucha presión.

El uso indiscriminado de materiales plásticos ha afectado ya a las condiciones del suelo, que, entre otras cosas, es menos productivo

Pero los microplásticos no se quedan en el terreno, sino que de ahí pasan al agua y a lo que es más preocupante a corto plazo: nuestros alimentos. Los aparentemente inofensivos microplásticos pueden suponer un alto riesgo para la seguridad alimentaria, poniendo en jaque la salud pública.

La solución o, más bien, el paliativo, ya está en marcha: por un lado, se intenta reducir el uso de plástico, por otro, hacer que sea lo más biodegradable posible. Cada vez los plásticos empleados en la agricultura poseen mayor porcentaje de biodegradabilidad, y otras industrias contaminantes, como la textil, poco a poco van implementando tecnologías que reducen este residuo de sus productos. Del mismo modo, una producción agrícola más respetuosa con los tiempos de la naturaleza y que aproveche recursos naturales en vez de recurrir al plástico puede ser la clave para reducir el impacto en el suelo de estos residuos. Estas nuevas vías están aún en proceso de ser exploradas.

Los aparentemente inofensivos microplásticos pueden suponer un alto riesgo para la seguridad alimentaria, poniendo en jaque la salud pública

¿Qué podemos hacer nosotros, de manera individual, para ayudar a frenar esta lenta pero continua contaminación? Además del reciclaje, que asegura la correcta gestión de los residuos y minimiza su impacto, es fundamental el surgimiento de tendencias de reducción como el zero waste y la autoconsciencia sobre el propio consumo. Especialmente importante es conocer los residuos que generamos en épocas como la navideña. El intercambio de regalos en Navidad y Reyes suele resultar en decenas de plásticos no reutilizables (envoltorios, bolsas, decoración, botellas), de esos que, aunque nos parezcan insignificantes, pueden acabar teniendo un gran impacto en nuestra vida y en nuestra sociedad.