Categoría: Innovación sostenible

¿Cuáles son las ciudades más sostenibles del mundo?

Madrid ha perdido cuatro posiciones en el último año en el Índice de Ciudades Sostenibles de Corporate Knights, que evalúa 70 capitales de todo el mundo en función de criterios de sostenibilidad, como las emisiones de CO2 per cápita, la gestión de los residuos o la calidad del aire. La capital española se sitúa en el puesto número 13 y destaca principalmente en la categoría de movilidad sostenible, en una puntuación que la equipara a Hong Kong o Singapur.


Se calcula que casi el 70% de la población mundial, más de dos tercios del total, vivirá en ciudades en 2050. Y esa es también la fecha que Naciones Unidas ha puesto para el objetivo de emisiones cero, esto es, para conseguir eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero. Hoy no vamos por buen camino para lograrlo, por eso, las ciudades (donde se producen la mayor parte de las emisiones) son un actor clave del cambio de mentalidad.

Las primeras ciudades de la clasificación muestran altos niveles de emisiones per cápita contrarrestados por medidas gubernamentales y buena gestión de los residuos y la movilidad

Un informe elaborado por Corporate Knights, empresa líder de comunicación en investigación en economía sostenible, ha analizado y clasificado las ciudades del mundo según su sostenibilidad. Este particular ranking se basa en criterios como la calidad del aire, el acceso al agua potable, la gestión de residuos, la densidad del tráfico, el sistema de transporte y la dependencia del vehículo privado, los espacios públicos abiertos, las emisiones, la resiliencia y las políticas medioambientales de la ciudad.

Encabezan el ranking cuatro ciudades escandinavas: Estocolmo, Oslo, Copenhague y Lahti. Con más de un millón y medio de habitantes, Estocolmo ha conseguido reducir al máximo sus emisiones gracias a un sistema de transporte público reforzado que reduce la dependencia del coche y a dar importancia a las energías renovables. En el puesto de cola se sitúa Karachi, en Pakistán.

En general, los resultados de las primeras ciudades de la clasificación muestran altos niveles de emisiones per cápita contrarrestados por medidas gubernamentales y una buena gestión de los residuos y la movilidad. Es el caso de Sydney, en el puesto 7, o de Berlín, en el 8. La tendencia a mostrar emisiones altas pero fuertes medidas climáticas como el transporte público, la electrificación o la gestión de residuos es propia de ciudades con niveles socioeconómicos altos. Sin embargo, algunos resultados sorprenden: Ámsterdam, símbolo del transporte sostenible, ocupa el puesto 25 debido a su falta de políticas sobre energías renovables.

Por otro lado, las megaciudades tienen más dificultades para mantener políticas sostenibles debido a su tamaño, pero no es imposible: así lo demuestran Londres, con casi 9 millones de habitantes, ocupando el puesto 5, o Tokio, que, con 14 millones de ciudadanos, se mantiene en el puesto 12.

En el caso de España, la capital se sitúa en el puesto 13, cuatro lugares por debajo de su posición del año pasado. En su caso, Madrid destaca especialmente por aspectos relacionados con la movilidad, ya que su población depende menos del transporte personal y más del público, con menos de 0,5 vehículos por hogar, a la par que ciudades como Hong Kong y Singapur.

Al final del ranking encontramos núcleos urbanos con bajos niveles socioeconómicos y mucha población

Al final del ranking encontramos núcleos urbanos con bajos niveles socioeconómicos y mucha población, que afrontan retos adicionales a la acción climática. São Paulo, por ejemplo, con 12 millones de habitantes, ocupa el puesto 55, pues, aunque las emisiones per cápita son relativamente reducidas, la capacidad de resiliencia ante el cambio climático es mucho más baja debido a la pobreza de las infraestructuras y a la falta básica de recursos. Karachi, en Pakistán, por su parte, ocupa el último lugar por su falta de acceso a agua potable y sus nulas políticas contra el cambio climático.

En mejorar las condiciones socioeconómicas y las medidas gubernamentales es donde están los verdaderos retos para el cambio, ya que estas son el primer paso para eliminar o, al menos, reducir la gestión nociva de los recursos.

Enoturismo, una manera de viajar de manera sostenible este verano

El enoturismo se perfila como la opción perfecta para aquellos viajeros que desean explorar el mundo de manera consciente y responsable. Adentrarse en los viñedos y bodegas no solo ofrece una experiencia única y enriquecedora, sino que también promueve la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente. Descubre cómo el turismo del vino puede transformar tus vacaciones en una aventura inolvidable y ecológica.


Decía Ortega y Gasset que «el vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza». El enoturismo, o turismo del vino, se ha convertido en una de las experiencias más enriquecedoras para los amantes de los viajes y la gastronomía. Lejos de ser una mera visita a unas bodegas, el enoturismo es una modalidad de turismo que se centra en visitar regiones vinícolas viviendo una experiencia inmersiva que puede incluir recorridos por los viñedos, visitas guiadas a las bodegas, talleres sobre la elaboración del vino, catas dirigidas por expertos y, en muchos casos, alojamiento en entornos naturales espectaculares.

España es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo

El enoturismo puede desarrollarse en regiones vinícolas de todo el mundo, desde los famosos paisajes de la Toscana en Italia, hasta el Valle de Napa en Estados Unidos, pasando por los viñedos de Mendoza en Argentina. Sin embargo, España tiene un lugar destacado, ya que es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo, sumando un total de 131 zonas vitivinícolas.

Mucho más que vino

El enoturismo también promueve la sostenibilidad y la conexión con la naturaleza. Según el informe Análisis de la demanda turística Rutas del Vino de España realizado por el Observatorio Turístico Rutas del Vino de España, los visitantes de este tipo de turismo combinan su visita a las bodegas con actividades en la naturaleza (11,6%), visita a pueblos (11,5%) o disfrutan de la gastronomía local (9,9%), lo que confirma su interés por el entorno y la naturaleza.

Muchas bodegas están adoptando prácticas ecológicas, como la viticultura biodinámica, que respeta los ciclos naturales y minimiza el impacto ambiental. Además, están aumentando las hectáreas en agricultura ecológica, la incorporación de las energías renovables y el manejo responsable del agua. Esto no solo reduce la huella de carbono, sino que también promueve un modelo de negocio respetuoso con el medio ambiente. Según un informe de la International Organisation of Vine and Wine (OIV), el número de bodegas que adoptan prácticas sostenibles ha crecido un 20% en los últimos cinco años, lo que refleja una creciente conciencia ambiental en el sector.

Los viñedos suelen estar ubicados en zonas de gran belleza natural, algo que permite a los visitantes disfrutar de caminatas, paseos en bicicleta y, por supuesto, de la calma y la tranquilidad que ofrece el campo. Es una oportunidad para desconectar de la rutina, conectar con la tierra y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con la tierra y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible.

Además, el sector vitícola es un factor determinante contra la despoblación de la España vacía. Según la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE), la población de los municipios españoles con menos de 2.000 habitantes que se dedican al cultivo de la vid se ha incrementado hasta un 35,8% en los últimos 20 años, mientras que la de los que carecen de viñedos ha disminuido un 9,6%. 

Esta actividad genera riqueza que va dirigida precisamente a zonas rurales ayudando a sostener a los pequeños productores y a las comunidades rurales. Al visitar bodegas locales, los turistas contribuyen directamente a la economía de la región.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con las raíces y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible. Optar por esta forma de viaje es un acto consciente de apoyo a las economías rurales y a prácticas medioambientalmente responsables. Así, cada copa de vino se convierte en un brindis por la preservación del medio ambiente y por un futuro más verde.

La basura espacial: contaminación más allá de la Tierra

Ingentes cantidades de basura espacial orbitan alrededor de la Tierra, resultado de décadas de exploración y actividades satelitales. El riesgo que representan para las operaciones espaciales se ha vuelto una preocupación internacional.


Cada día somos más conscientes del problema que suponen, en nuestro entorno medioambiental, los residuos que generamos. Afortunadamente, conocemos las soluciones y tanto la sociedad como las instituciones comenzamos a incorporarlas a nuestro proceder diario. Pero, ¿somos conscientes de cómo otro tipo de residuos deterioran el espacio exterior que rodea nuestro planeta?

Desde que contamos con la capacidad tecnológica suficiente, hemos lanzado al espacio infinitos satélites que nos han ayudado a conocer mejor nuestro planeta y lo que le rodea, e incluso a mejorar nuestras comunicaciones. Pero a día de hoy, cerca de 10.000 de estos satélites, junto a miles de naves espaciales desaparecidas, cuerpos de cohetes abandonados y millones de piezas de todos estos ingenios orbitan descontrolados alrededor de nuestro planeta. Lógicamente, muchas de estas piezas orbitales acaban colisionando entre sí  multiplicando la basura espacial.

Cerca de 10.000 satélites, miles de naves espaciales, cuerpos de cohetes abandonados y millones de piezas de todos estos ingenios orbitan descontrolados alrededor de nuestro planeta.

Las consecuencias que puede provocar esta basura espacial van desde inutilizar nuestros actuales sistemas de comunicación a sufrir en la superficie terrestre el impacto de piezas de estos despojos envueltas en llamas, pasando por poner en riesgo el futuro de los vuelos espaciales. A primeros de año, una nave de la NASA encargada de estudiar la radiación solar en la atmósfera superior evitó por muy poco la colisión con un satélite desaparecido hace más de 30 años. Las consecuencias hubiesen sido dramáticas.

Como explica Jan Wörner, director general de la Agencia Europea del Espacio (ESA), realizar vuelos espaciales será «tan peligroso como lo sería navegar por alta mar si todos los barcos que se han perdido, a lo largo de la historia, siguieran a la deriva». 

La propia ESA advierte de que el lanzamiento de nuevos satélites corre un serio peligro, ya que calcula que 1 millón de objetos de más de un centímetro y cientos de miles de millones de fragmentos de más de un milímetro ocupan el espacio exterior. Por ello, desde 2019 trabaja en la misión Clear Space-1, que pretende sacar de su órbita un adaptador de carga de 113 kg, procedente de otra de sus misiones espaciales, que quedó varado a unos 600 kilómetros de la superficie terrestre.

Más acciones de este tipo, orientadas a eliminar la basura existente están en marcha. En febrero de este mismo año la misión ADRAS-J, de Astroscale Japan, arrancó con el objetivo de sacar de su órbita el cuerpo de un cohete que da vueltas alrededor de nuestro planeta desde hace 15 años.

En la actualidad, las misiones espaciales son tan peligrosas como lo sería navegar por alta mar si todos los barcos perdidos desde que se inició la navegación siguieran a la deriva.

Pero, además de limpiar la basura ya existente, es imprescindible aplicar con urgencia una estrategia de sostenibilidad que impida la generación de nuevos residuos espaciales. Un ejemplo son las normas que, en 2022, impuso la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos (FCC) a las empresas de telecomunicaciones para obligarlas a deshacerse de sus viejas naves espaciales para que no pasen a formar parte de la basura espacial que orbita alrededor del planeta.

La sostenibilidad espacial ya está en la agenda de la ESA y se ha convertido en prioritaria para la Agencia Espacial del Reino Unido. También forma parte de una campaña de sensibilización que desarrolla Japón junto a la Organización de Naciones Unidas (ONU) y ha logrado que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), generadora de gran parte de los actuales residuos espaciales, haga pública una ambiciosa Estrategia de Sostenibilidad Espacial.

Sin duda, los esfuerzos por lograr una sostenibilidad medioambiental en nuestro planeta han de servir de ejemplo para acometer también la sostenibilidad fuera de él.

Palas de madera laminada: hacia una energía eólica totalmente limpia

Las energías renovables no están exentas de la generación de residuos contaminantes. En el caso de la eólica, el desafío pasa por el reciclaje de las palas de los aerogeneradores. Frente a este problema surgen opciones que garantizan una mayor sostenibilidad, como las palas de madera laminada o LVL. 


La energía eólica está experimentando un importante momento de expansión. En 2023 se generaron 1.021 GW por esta vía a nivel mundial. En España, el quinto país del planeta en potencia eólica instalada, es ya la principal fuente de energía, según datos de Red Eléctrica: un 23,5% de la capacidad eléctrica del país en 2023 procedió de aerogeneradores. 

Se estima que los desperdicios de palas alcanzarán las 43 millones de toneladas en 2050

No obstante, este cambio a una energía renovable no implica una producción 100% limpia. Entre un 10 y un 15% de los materiales de un aerogenerador no son reciclables. Los molinos de viento, como cualquier estructura, tienen una vida útil de entre 25 y 30 años. Entre sus componentes no reciclables se encuentran las palas, cuyos desperdicios se estima que alcanzarán los 43 millones de toneladas en 2050. Desde 2019 hasta 2024 se ha previsto el desmantelamiento de un total de 14.000 palas en Europa. Estas cifras dan cuenta de la magnitud del reto de la gestión de la energía eólica al final de la vida útil de sus componentes.

La dificultad de reciclar las palas de los aerogeneradores proviene de que estos segmentos se elaboran con materiales compuestos, principalmente poliéster o epoxi reforzados con fibra de vidrio o de carbono. Su principal ventaja es que permiten estructuras más ligeras y duraderas, aunque tienen un inconveniente: su reciclaje es complejo y costoso. 

Respuestas a un desafío único

Una de las estrategias hacia una eólica totalmente limpia pasa por atajar el problema en origen mediante el empleo de materiales sostenibles. Recientemente, la startup Voodin Blade Technology ha montado en una turbina existente en Breuna, Alemania, unas palas realizadas en LVL, madera laminada enchapada o capas muy finas de madera ensambladas mediante adhesivos. 

La madera laminada es un material 100% biodegradable y tiene un proceso de fabricación más automatizado por la cercanía a parques eólicos

La compañía asegura que es un material 100% biodegradable, lo que minimizaría el problema de gestión una vez finalizado su ciclo de vida.  Otra ventaja: una mayor automatización del proceso de fabricación, gracias a que se producen cerca de los parques eólicos. Esto se traduce, según la startup, en una reducción del 78% las emisiones derivadas de su fabricación y un ahorro del 20% de los costes. 

Otras alternativas pasan por la reutilización de las infraestructuras mediante la venta en otros mercados. El reciclaje mecánico tritura las palas viejas y emplea el resultante en otros productos, como hormigón o aislamientos de construcción. El térmico o químico emplea distintos procesos para reaprovechar las fibras, separándolas de las resinas. 

Los esfuerzos en España en este sector se han incrementado en los últimos 5 años, en parte gracias al apoyo de distintas administraciones; por ejemplo, las ayudas específicas del Gobierno para la creación de plantas de tratamiento de palas. Instalaciones como las de Lumbier y Cortes, en Navarra, o la de León tienen previsto abrir entre 2024 y 2025. 

Precisamente esta última planta está financiada en parte con fondos europeos, a través del consorcio de 14 empresas Blades2Build. Y es que en Europa también se están moviendo iniciativas de interés, como la de Continuum, una empresa que convierte las palas en material reciclable para edificios. Entre sus planes, abrir seis plantas de reciclaje por el continente, empezando por Dinamarca y Reino Unido. La investigación en nuevos materiales, la reutilización de infraestructuras usadas o la apuesta por distintas formas de reciclaje son las respuestas con las que la industria eólica quiere encontrar maneras de reciclar elementos que, hasta hoy, lastraban la etiqueta de energía totalmente limpia.

Mónica Rodríguez: «Se debe producir solamente lo que se vaya a vender»

Mónica Rodríguez ha encontrado la forma de reciclar y reutilizar textiles para mantener viva una de las industrias más atractivas, y a la vez más contaminantes, del planeta.


La industria textil es una de las más contaminantes del planeta. El fast fashion y el ultra fast fashion han disparado la producción textil en los últimos años a cifras inimaginables y esto está provocando unas nefastas consecuencias. Según datos del Foro Económico Mundial, la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El desperdicio de ropa que se genera con este tipo de producción desmedida se refleja en que un 85% de todos los textiles acaban en el vertedero cada año y cada segundo se quema o deposita en un vertedero el equivalente a un camión de basura lleno de ropa, según esta misma fuente.

En este contexto, ha despertado y prosperado todo un mundo paralelo de moda de segunda mano, upcycling, circularidad y slow fashion, con el fin de evitar que la ropa de la moda rápida tenga la vida demasiado corta y acabe contaminando el planeta. A raíz de esto, tras una larga carrera dentro de una de las gigantes de la moda, Mónica Rodríguez tuvo una idea novedosa: rescatar desechos textiles y venderlos a distintos proveedores. Bajo esta premisa nació la start up, Recovo, de la que hoy ella es CEO, que transforma los desechos de unos en materia prima para otros.

Cada segundo se quema o deposita en un vertedero el equivalente a un camión de basura lleno de ropa

«Contribuimos a la circularidad textil recuperando materiales sobrantes como hilaturas, tejidos o fornituras a los que les hacemos fotos y los escaneamos en 3D para luego ponerlos a disposición de compra de todo tipo de marcas a nivel global. Gracias a esto prolongamos la vida útil de estos materiales», explica la emprendedora. Apoyándose en la digitalización y la tecnología, la empresa es capaz de recuperar información y datos de cada tejido para poder medir el ahorro por tejido utilizado. Sus clientes ven claramente la información de impacto del producto que compran, como por ejemplo su trazabilidad por metro. En ese sentido, la start up ha logrado ahorrar 22 millones de litros de agua, 98.000 kg de CO₂ y 1.400.000 m de residuos textiles.

«Mediante nuestra metodología de trabajo conseguimos que stocks dormidos y parados cobren de nuevo sentido en colecciones nuevas con el valor añadido de que reutilizar en lugar de producir nuevos tejidos ahorra recursos naturales como el agua y, además, con esta fórmula las empresas se ahorran la energía de tener que producirlos por sus propios medios».

Recovo ha logrado ahorrar 22 millones de l de agua, 98.000 kg de CO₂ y 1.400.000 m de residuos textiles

No obstante, para Rodríguez, el sector de la moda todavía necesita avanzar mucho más en cuanto a sostenibilidad y el fast fashion parece el antónimo de ese concepto. «Todo es una cuestión de las prioridades de las grandes corporaciones», explica. Para la experta, el sector de la moda debe limitar su producción, es decir, no sobreproducir. «Se debe producir solamente lo que se vaya a vender; esto es posible saberlo gracias a modelos predictivos, datos, etc. Por otro lado, debemos utilizar solamente materiales amigables con el medio ambiente, así como integrar la circularidad en las operaciones de la empresa para que los residuos que se generen puedan ser reciclados infinitas veces».

Reciclaje químico, un paso más hacia la economía circular

Esta nueva técnica aborda el problema que conlleva la gran acumulación de plásticos en los vertederos y surge como alternativa complementaria al método tradicional para la continua circulación de residuos.


Las emisiones de carbono se presentan como el mayor reto medioambiental para gobiernos y empresas en los próximos años. El camino hacia la neutralidad climática marcado como objetivo para 2050 obliga, además de a un compromiso global, a la investigación y desarrollo de técnicas que ayuden a alcanzarlo. 

El reciclaje tiene un gran protagonismo dentro de esta lucha contra el cambio climático, al posicionarse como una manera de dar una segunda oportunidad a los residuos y descartes y reducir así la contaminación desmedida. Su desarrollo en el tiempo ha abierto las puertas de la innovación logrando versiones aún más completas de la misma. Es lo que sucede con el reciclaje químico, un innovador procedimiento que puede marcar la diferencia.

Según los datos del informe La economía circular de los plásticos - Una visión europea, elaborado por Plastics Europe, se estima que para 2030 se producirán 3,4 millones de toneladas de plásticos mediante reciclaje químico. Este volumen llevará consigo aparejados unos 7.200 millones de euros de inversión.

El tratamiento incluye diferentes procesos químicos regulados para controlar su impacto al medio ambiente

En el reciclaje tradicional (conocido como mecánico), los residuos plásticos son triturados, lavados, extruidos y paletizados. Una vez completado el ciclo se pueden reutilizar varias veces, aunque sufren una pérdida progresiva de sus propiedades. Sin embargo, hay desechos cuya composición impide su reciclaje a través de este método y acaban apilados en vertederos o son incinerados con un inevitable impacto negativo en el medio ambiente. 

Por eso el desarrollo del reciclaje químico se antoja tan relevante. Los plásticos se componen de distintos monómeros que constituyen y producen la materia prima. Mediante la despolimerización, el residuo separa sus elementos originales, lo que permite la producción de plástico reciclado pero, en esta ocasión, con características idénticas al fabricado originalmente.

Para 2030 se estima una producción de plásticos mediante reciclaje químico de 3,4 millones de toneladas a nivel europeo

No obstante, existe la creencia extendida de que es una técnica perjudicial para el medio ambiente, algo que la Federación Empresarial de la Industria Química en España (FEIQUE) desmiente en su análisis sobre el reciclado químico. Ni se espera que sustituya al reciclaje tradicional ni emite sustancias tóxicas. Se trata de un proceso regulado a nivel nacional y europeo para controlar su impacto al medio ambiente. De hecho, España se ha convertido en el primer país de la Unión Europea en incluir el reciclado químico en el marco legislativo y en aprobar una proposición no de ley para promover el uso de productos creados con esta técnica.

Mediante el reciclaje químico, la actividad de reciclar cobra un nuevo color y protagonismo dentro de la revolución verde. Esta técnica alternativa se posiciona como clave en la reutilización de desechos y, en consecuencia, en la reducción de emisiones de carbono a la atmósfera.

¿Qué es el agroecofeminismo?

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En la actualidad, uno de los mayores retos a nivel mundial es el alimentario. Inmersa en este contexto, la corriente de pensamiento del agroecofeminismo apuesta por una alimentación agroecológica que combine la visibilización y puesta en valor del trabajo de las mujeres con el desarrollo de una industria de productos agroalimentarios sostenible. 

Microplásticos, un problema para la agricultura

Microplásticos

Los microplásticos no solo afectan a los ecosistemas naturales, sino que se han acabado infiltrando en las plantaciones agrícolas, lo implica que incluso los alimentos que consumimos puedan acabar contaminados.


La presencia de los plásticos y los microplásticos hace tiempo que se ha convertido en un problema. Aunque es un material que se empezó a utilizar por su practicidad y su bajo precio, su uso a largo plazo es extremadamente contaminante, debido a la gran cantidad de residuos que genera y a la mala gestión de los mismos. El plástico, además de dañar los ecosistemas naturales, también ha empezado a afectar a uno de los pilares de nuestra subsistencia: la agricultura.

Los microplásticos y los nanoplásticos, esos pequeños residuos procedentes de los plásticos, están presentes en la agricultura en elementos de uso tan común con los fertilizantes biosólidos o algunas semillas recubiertas de polímero para favorecer la germinación. Aunque muchos de estos elementos han sido beneficiosos para la producción, el uso indiscriminado de materiales plásticos ha afectado ya a las condiciones del suelo, que, paradójicamente, acaba siendo menos productivo. Así lo explica el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP): los microplásticos degradan la calidad de una tierra que, a causa de los ritmos de producción contemporáneos, ya de por sí está sometida a mucha presión.

El uso indiscriminado de materiales plásticos ha afectado ya a las condiciones del suelo, que, entre otras cosas, es menos productivo

Pero los microplásticos no se quedan en el terreno, sino que de ahí pasan al agua y a lo que es más preocupante a corto plazo: nuestros alimentos. Los aparentemente inofensivos microplásticos pueden suponer un alto riesgo para la seguridad alimentaria, poniendo en jaque la salud pública.

La solución o, más bien, el paliativo, ya está en marcha: por un lado, se intenta reducir el uso de plástico, por otro, hacer que sea lo más biodegradable posible. Cada vez los plásticos empleados en la agricultura poseen mayor porcentaje de biodegradabilidad, y otras industrias contaminantes, como la textil, poco a poco van implementando tecnologías que reducen este residuo de sus productos. Del mismo modo, una producción agrícola más respetuosa con los tiempos de la naturaleza y que aproveche recursos naturales en vez de recurrir al plástico puede ser la clave para reducir el impacto en el suelo de estos residuos. Estas nuevas vías están aún en proceso de ser exploradas.

Los aparentemente inofensivos microplásticos pueden suponer un alto riesgo para la seguridad alimentaria, poniendo en jaque la salud pública

¿Qué podemos hacer nosotros, de manera individual, para ayudar a frenar esta lenta pero continua contaminación? Además del reciclaje, que asegura la correcta gestión de los residuos y minimiza su impacto, es fundamental el surgimiento de tendencias de reducción como el zero waste y la autoconsciencia sobre el propio consumo. Especialmente importante es conocer los residuos que generamos en épocas como la navideña. El intercambio de regalos en Navidad y Reyes suele resultar en decenas de plásticos no reutilizables (envoltorios, bolsas, decoración, botellas), de esos que, aunque nos parezcan insignificantes, pueden acabar teniendo un gran impacto en nuestra vida y en nuestra sociedad.

Idoia Salazar: «La IA generativa es un nuevo capítulo en la historia de la humanidad»

Idoia Salazar

Periodista de formación e inmersa desde hace más de 15 años en el estudio del impacto de esta nueva tecnología y su ética, la fundadora del observatorio OdiseIA actualmente coordina uno de los proyectos de mayor calado en este ámbito dentro del Gobierno.


En un futuro no muy lejano, cualquier dispositivo podría tener implantado un sistema de Inteligencia Artificial (IA) que requerirá de un sello expedido por el Gobierno que garantice un desarrollo acorde con la legislación europea. Cuando esto ocurra será porque el primer proyecto de sandbox (banco de pruebas) y de dicha certificación, impulsados por la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial (SEDIA), han llegado a buen puerto. Idoia Salazar, fundadora y presidenta del Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial (OdiseIA), coordina este proyecto con la consultora Deloitte.

¿Cuánto puede durar el proyecto de sandbox y sello nacional de IA?

La duración de este proyecto se prolongará hasta finales de 2025. Se está haciendo todo el rodaje del sandbox de regulación en IA (anteriormente ya habíamos hecho el framework, es decir el diseño, también con la SEDIA); además de la creación y desarrollo del sello de IA. El sandbox establece un campo de pruebas en el que empresas y organismos públicos y privados, sobre todo aquellos que desarrollen IA, pueden entrar y testar sus sistemas de alto riesgo para ver si, junto con las herramientas que nosotros les vamos a dar, pueden adecuarse de forma sencilla a la regulación europea. Lo que queremos hacer es ayudar a que las empresas españolas, principalmente pymes y 'startups', sepan entender bien la regulación, cómo les afecta y darles herramientas para cumplirla de manera ágil.

¿Por qué es importante integrar esta tecnología y extender este sello en las empresas?

Creo que es fundamental que todos, principalmente pequeñas empresas que también utilizan sistemas de IA, empiecen a pensar de qué manera les puede afectar y cómo actúan. Una de las ventajas que tiene esta herramienta es su facilidad de uso por startups y pymes y que posibilita a una empresa a hacer grandísimas cosas. Pero aún hay reparos porque piensan que la regulación europea les va a suponer una merma en el desarrollo de su negocio. Sería así si no estuviéramos bastante implicados en el desarrollo de estas guías [se liberarán al acabar el proyecto].

¿Qué papel tiene la IA en el ámbito profesional?

A nivel profesional no es una opción, es una necesidad a todos los niveles. Yo diría que prácticamente cualquier tarea puede ser susceptible de mejorar gracias al uso, en principio, de la IA generativa u otro tipo de sistemas de IA. Pero realmente la IA generativa da opciones enormes en cualquier ámbito, por la posibilidad de democratizar su uso a cualquier persona.

¿Diría que la IA generativa es un nuevo capítulo en la historia de esta tecnología?

Voy un paso más allá: Diría que es un nuevo capítulo en la historia de la humanidad. Obviamente había IA generativa antes de Chat GPT, pero ahora se ha democratizado. Ya iba a suponer una revolución porque es una herramienta básica hoy en día que nos ayuda a optimizar todo tipo de procesos y en un muy corto periodo de tiempo. Esto va a cambiar la manera de afrontar cualquier trabajo, pero más aquellos de gran impacto como la medicina o el desarrollo de fármacos. Va a hacer dar un paso evolutivo importante como humanidad. Pero requiere de un cambio de mentalidad si no queremos tener un problema de adaptabilidad al nuevo entorno que generará la IA: hace falta un cambio estructural en la educación para formar muchísimo más a sociedades que tengan criterio para enfrentarse al mundo que traen las decisiones automatizadas.

¿Hasta qué punto los temores al respecto son infundados y de dónde vienen?

Esos temores son perfectamente normales porque cuando sale una regulación nueva, y más una que afecta a una herramienta que va a ser de uso masivo, preocupa que una regulación limite o ralentice su uso. Sin embargo, yo veo que sí se está haciendo mucho esfuerzo a nivel nacional (sandbox) e internacional, con el desarrollo de software open source específico para cumplir con los requisitos de la regulación, basado en principios éticos internacionales (supervisión humana; transparencia en los datos; comprensión; seguridad). Lo que hay es mucho desconocimiento. Hace falta más divulgación que les diga a las empresas en qué punto se está y qué herramientas van a tener que usar. Cumplir con esta regulación es muy importante porque previene de implicaciones sociales y empresariales negativas. 

Precisamente, ¿de qué manera podría reducir las desigualdades sociales?

Nosotros, como seres humanos, hemos sido muy discriminatorios a lo largo de nuestra historia. Si dejas a un sistema basado en IA que tome las decisiones en base a datos del histórico será un entrenamiento erróneo y amplificará las desigualdades. Cuando hemos aprendido que hay que extraer las variables de sexo, raza o condición social, las decisiones de los algoritmos son incluso más justas que las de las personas. Yo creo que gracias a los sistemas de IA vamos a ser mucho más conscientes de estos sesgos. Y eso nos va a ayudar a mejorar como sociedad.

¿Llega tarde la ética en IA respecto a la evolución en el desarrollo de esta tecnología?

Diría que no. Llevo 15 años estudiando la ética en la IA. E igual que yo, hay bastante gente alrededor del mundo. Ya hay muchas herramientas desarrolladas a nivel de supervisión de temas éticos para cumplir con la regulación. Incluso ya a nivel de buenas prácticas desde las empresas. No solo por temas teóricos, que es por lo que fundé OdiseIA. Hay que seguir trabajando sobre IA generativa.

La energía verde también es azul

El desarrollo de la eólica marina supone un reto a medio-largo plazo, por tratarse de una energía ilimitada, limpia y renovable. Aunque este ámbito aún no ha tenido apenas recorrido en España, bebe de la trayectoria generada en otras zonas del planeta y se convierte en un motor fundamental para lograr la sostenibilidad.


A día de hoy parece claro que el planeta no dispone de un almacén de recursos infinito y que es preciso buscar otras vías para generar energía. La industria continúa explorando nuevos horizontes más sostenibles, ambiental y socialmente, y los caminos son diversos. En este contexto, el desarrollo de la eólica marina se alza como una oportunidad óptima, poco explorada en la práctica, aunque plasmada desde hace años en acuerdos de desarrollo. La Estrategia de Crecimiento Azul adoptada por la Comisión Europea en 2012 —afianzada en la Estrategia Europa 2020— ya reconocía la importancia de los mares y océanos como motores de la economía europea. Esta estrategia considera la energía de origen marino, o «Energía Azul», como uno de los ámbitos prioritarios para proporcionar un crecimiento sostenible. Y es que su propia esencia se vuelve esperanzadora: se trata de una fuente de energía ilimitada, limpia y renovable que se presenta como una alternativa para contribuir al cumplimiento de los objetivos de descarbonización.

Farran: «En el mar lo podemos hacer mejor, porque empezamos de cero, por eso es importante el desarrollo de la eólica marina flotante»

Este ámbito fue uno de los que se abordaron en las Jornadas de Sostenibilidad de Redeia, celebradas recientemente en Madrid. «Nos están llegando muchos ejemplos desde el Mar del Norte y el Mar Báltico. Estamos delante de una gran oportunidad. En el mar lo podemos hacer mejor, porque empezamos de cero, por eso es importante el desarrollo de la eólica marina flotante», explicó Assumpta Farran, directora general de Energía de la Generalitat de Catalunya. «España está muy bien situada, hay quince prototipos de distintas potencias, y la diferencia está en esas bases flotantes. Hay que probar las plataformas de ensayo; en este momento tenemos aprobado en presupuesto 80 millones de euros para una plataforma que tiene conexión en red para 80 megavatios (MW)», añadía.

Y es que en este ámbito la cooperación se vuelve clave, tal y como expresó Javier Herrador, director de Navantia Seanergies. «Es necesario un marco colaborativo. Nuestros programas de éxito lo son porque un socio nos complementa. En las energías verdes lo tenemos aún más interiorizado, porque vemos que es la única manera de atender las cifras de negocio». Herrador reconoció que en la eólica marina existen varias barreras que sortear, como la tecnológica, la regulatoria, la relacionada con las infraestructuras y la cadena de suministros. «Los diseños que van a coexistir son los que tengan más facilidad para industrializarse, eso hará que los proyectos sean financiables», añadió.

Sectores interdependientes

El reto pasa por la convivencia de las distintas industrias asociadas al mar, donde el desarrollo sostenible tendría que aparecer junto al resto de los trabajos que tienen en el mundo marítimo en su campo de actuación. La «Economía Azul» abarca todas las actividades económicas que dependen del mar. Los diferentes sectores que componen este entramado son interdependientes —pesca, biotecnología acuícola y marina, turismo, navegación o transporte marítimo, entre otros—, ya que se basan en competencias comunes y en infraestructuras compartidas —puertos, redes de logística y distribución eléctrica— y en la utilización sostenible de los recursos marinos. Desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPAMA) se apuesta por el llamado «Crecimiento azul», una estrategia de apoyo a largo plazo al crecimiento sostenible de los sectores marino y marítimo. Su eje se sitúa en la importancia de los mares y océanos como motores de la economía europea por su gran potencial para la innovación y el crecimiento.

Desde el Mapama se apuesta por el llamado «Crecimiento azul», una estrategia de apoyo a largo plazo al crecimiento sostenible de los sectores marino y marítimo

En Francia también trabajan en esta línea llevando a cabo, entre otras acciones, una recopilación de contenido útil sobre el entorno en el que están iniciándose. «El Gobierno ha firmado un acuerdo con la Asociación del Mar. No tenemos mucha experiencia en energía flotante, así que vamos a trabajar por obtener más. Tenemos más de veinte conexiones con asociaciones, universidades y otros agentes, para conocer lo que pasa en el mar, queremos tener más información sobre todo esto», aseguró Dominique Millan, director general de Inelfe. Actualmente, disponen de 37 interconectores en funcionamiento, incluidos dos submarinos.

El futuro y la sostenibilidad caminan juntos. Apostar por itinerarios que contemplen un horizonte socioambiental, y no solo económico, resulta indispensable a nivel local y transnacional. Un horizonte donde el desarrollo de las energías renovables se convierta en una realidad, y donde el océano tenga un papel destacado. Lograr interactuar con la naturaleza sin perjudicarla y velando por su preservación. El mar es una fuente de fuerza natural que puede contribuir a ello. Y es que la energía verde también es de color azul.