De esta reflexión nació Eco2Logic, una startup genovesa que aprovecha el filtro no biodegradable de los cigarros para obtener carboncillo. Según explica Fabio Corradi, uno de los cuatro impulsores de la iniciativa, la idea surgió en la universidad. “Veíamos los ceniceros de la facultad lleno de colillas. En el grupo fumábamos todos y, casi como un juego, empezamos a plantearnos cómo podíamos resolver el problema”, sostiene.
El grupo de jóvenes comenzó entonces a
barajar de qué manera podían obtener combustible ‘ecocompatible’. O dicho de
otro modo, cómo generar energía a partir de un método de eliminación de desechos
de bajo impacto medioambiental que permita transformar las boquillas de los
cigarros y la nicotina en carbón.
Encontraron la respuesta en la carbonización
hidrotérmica. “Se trata de un proceso químico de pirólisis que funciona en agua
caliente -a una temperatura entre 180ºC y 220ºC- y que permite transformar la
biomasa en un compuesto químico”, detalla Corradi y
añade que, luego, ese carbón se utiliza para obtener pigmentos para la pintura
industrial.
Hace
un par de años, un grupo de investigadores de la Universidad de Nottingham, en
Reino Unido, también exploró las posibilidades de sacar provecho de la cantidad
de colillas que producimos. Según expusieron en un estudio, los carbones derivados de las
boquillas de los cigarros tienen una gran capacidad de almacenamiento de
hidrógeno, lo que las convierte en un elemento potencialmente útil para la
transformación de materia orgánica en carbón.
Desde Eco2Logic subrayan que su objetivo no es reemplazar los sistemas tradicionales de eliminación de residuos como, por ejemplo, la incineración. De lo que se trata es de optimizar el proceso para favorecer la reducción de emisiones de sustancias nocivas y gases de efecto invernadero. Por su labor en investigación y su contribución a la economía circular, en 2017, la empresa fue galardonada con la Smartcup Liguria. Y es que a pesar de que todavía no se ha desarrollado un combustible 100% sostenible obtenido a partir de las colillas, las posibilidades que presenta este desecho son prometedoras. Al menos, en un futuro basado en la economía circular.
La
inteligencia artificial tiene su nueva ‘Meca’ y, oh sorpresa, no se encuentra
en Estados Unidos, ni en Rusia, ni en Japón, sino en un país que también puede
alardear de galones de potencia mundial tecnológica: China.
El Gobierno de Pekín ha afirmado recientemente y de forma pública que en el año 2030 serán sus empresas las que lideren los desarrollos en inteligencia artificial (IA) en el planeta. Entre las razones de esta apuesta, se apunta la necesidad del Gobierno chino de diversificar las fuentes de ingresos de su poderosa economía en nuevos sectores de crecimiento exponencial. La obsesión por la seguridad y el control de la población son, en opinión de ciertos analistas, las otras motivaciones que hay detrás de esta agenda.
La maquinaria ya se ha puesto en marcha. Según datos recopilados por CB Insights, las compañías chinas aglutinaron en 2017 el 48% de los fondos globales destinados a IA, lo que las coloca por encima de sus competidoras norteamericanas. A nivel gubernamental, Pekín ha situado la IA como uno de los puntales estrella de su plan Made in China 2025, y ha anunciado importantes paquetes de ayudas y estímulos fiscales para empresas punteras en inteligencia artificial por todo el país asiático. Así, por ejemplo, Shenyang, la ciudad más poblada del noroeste del país, ha creado un fondo de inversión de 20.000 millones de yuanes (algo más de 2.500 millones de euros), destinado específicamente a desarrollos en el campo de la robótica.
Entre las compañías que encabezan el auge de la inteligencia artificial en China hay viejos conocidos de Europa como Alibaba, Huawei o Xaomi, pero también compañías emergentes y startupsllamadas a producir un efecto disruptivo en los mercados internacionales.
Uno de estos adelantados es Megvii, la empresa especializada en tecnología de visión por computadora. Fundada hace ocho años por dos estudiantes de ciencias de la computación de la prestigiosa Universidad de Tsinghua, la empresa ya cuenta con una división de I+D en Seattle (USA) y hace unos meses logró levantar una nueva ronda de inversión por valor de 750 millones de dólares, lo que ha situado su valor de mercado por encima de los 3.500 millones de dólares.
El desarrollo estrella de Megvii es el polémico programa de reconocimiento facial Face, por cuyos escáneres han pasado ya 100 millones de ciudadanos chinos. La tecnología puntera de esta aplicación promete grandes avances en la resolución de problemas cotidianos como la agilización de trámites administrativos, y también abre un mundo de posibilidades en el terreno de la lucha contra el crimen por su capacidad para identificar delincuentes. Sin embargo, el patente apoyo del gobierno chino a este proyecto también está desatando críticas a nivel internacional por los posible usos fraudulentos o represivos.
Otro hito computacional apoyado en tecnología china lo ha alcanzado el motor de búsqueda Baidu. Conocido como el “Google chino”, en 2018 fue la cuarta web más visitada de internet en el mundo. Aunque la empresa opera dentro del ámbito nacional chino, esta no ha pasado desapercibida para los inversores internacionales. De hecho, Google tuvo un pequeño porcentaje de sus acciones durante un breve periodo de tiempo y la empresa mantiene relaciones con inversores de Silicon Valley. Uno de los últimos desarrollos de Baidu es un sistema de traducción automática basado en redes neuronales que presume de lograr una precisión superior a la de los seres humanos en el reconocimiento de voz.
Por otro lado, el gigante de los eSports Tencent se ha convertido en la empresa de su sector más rentable del planeta. Propietaria de juegos icónicos como League of Legends, PUBG o Clash Royale, la compañía china tiene en la IA un pilar fundamental. Recientemente ha creado su propio laboratorio de alto rendimiento en el que medio centenar de científicos, investigadores y programadores trabajan en contenidos y juegos basados también en IA. La inteligencia artificial hablará mandarín en este nuevo milenio. Porque la cuna del dragón se ha lanzado a su conquista y no le faltan capacidad, recursos y determinación .
Las previsiones de Naciones Unidas señalan que en 2050 se espera que la población mundial crezca más de un 33% alcanzando los 9.100 millones de habitantes, lo que implicará un aumento de la demanda de alimentos. Ante tal desafío global, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su informe Perspectivas de Población 2019 aboga por una transformación digital radical del sector agroalimentario en el medio rural en los próximos 5 años.
Con el afán de impulsar la ‘Agricultura 4.0’ en aquellas zonas rurales de nuestro país donde la cobertura de banda ancha es aún deficiente, Hispasat, el operador de satélites de comunicaciones del Grupo Red Eléctrica, y Eurona, la multinacional de telecomunicaciones, se han unido para poner en marcha dos proyectos piloto en explotaciones agrícolas y ganaderas de las empresas Digitanimal y Florette. Gracias al empleo de tecnología satelital, ambas experiencias están logrando la transformación digital de estas explotaciones con el consiguiente incremento de su productividad. Hispasat y Eurona han presentado los dos proyectos en el marco de DATAGRI, el mayor encuentro de digitalización del sector agroalimentario de España, celebrado la semana pasada en Zaragoza.
El primer proyecto nos traslada hasta una finca de 400 hectáreas de monte de difícil acceso en Ávila de la mano de Digitanimal, fabricante de sistemas de localización y monitorización del ganado. En la actualidad, esta compañía monitoriza 130 vacas mediante una antena orientada a la flota de Hispasat que permite enviar a la central de control los datos emitidos por los sensores (IoT) que portan las reses. Así, la unión del Internet de las Cosas con la innovación del satélite permite a Digitanimal recibir información constante de sus cabezas de ganado sin depender de las telecomunicaciones terrestres.
Con el segundo piloto viajamos hasta el litoral mediterráneo, en concreto a Elche (Alicante), donde asistimos a una gestión inteligente de uno de los campos de cultivo de Florette, la compañía de ensaladas y verduras envasadas. Allí, Hispasat y Eurona han habilitado un punto WiFi satelital que ofrece a la empresa un servicio de banda ancha con el que el personal de la finca transmite en tiempo real y desde sus dispositivos móviles los datos de gestión y estado de los cultivos.
La inmediatez y viabilidad que ofrece la tecnología satelital están rompiendo barreras en la España rural, donde más de 2.000 municipios no disponen de acceso a Internet con una cobertura de banda ancha adecuada. Se trata, así, de conseguir que la falta de conectividad ya no suponga una limitación ni para las empresas como Digitanimal y Florette ni para los demás actores locales de las zonas sin cobertura terrestre.
Al adentrarse en este proceso de gestión agropecuaria inteligente, el coste por hectárea se reduce y el rendimiento se multiplica gracias a la digitalización, automatización y agilización de los procesos. Los agricultores y ganaderos no solo obtienen una imagen más completa y precisa del estado actual de su actividad, sino que pueden acceder a una mayor cuota de mercado sin quedarse atrás respecto a la competencia.
En definitiva, apostar por la Agricultura 4.0 es impulsar la competitividad del sector gracias a una utilización más eficiente de los recursos y un uso más inteligente de los fertilizantes. Al mismo tiempo, esta transformación permite reducir el consumo de agua, vigilar las cosechas, controlar la aparición de enfermedades en los animales y plagas en los cultivos, y garantizar la trazabilidad de los productos.
Las ventajas de la transformación digital del campo y la ganadería son ilimitadas. La propuesta de Hispasat y Eurona son solo un ejemplo de cómo la tecnología puede ayudar a plantar cara a la despoblación y fomentar el desarrollo rural.
A estas alturas, pocos negarán que estamos ante una emergencia climática que, si verdaderamente queremos detener, nos obliga a actuar de inmediato. Los expertos en la materia calculan que nos quedan 11 años para prevenir que los estragos del calentamiento global sean irreversibles. Con ese margen de tiempo, la solución no es fácil pero tampoco imposible. La transición hacia un modelo energético más sostenible es imprescindible y requiere de la implicación de todos los agentes sociales, incluidos los consumidores. Precisamente son ellos los que tienen el deber de ocupar la posición central en este cambio de paradigma.
Desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) señalan que el ciudadano está llamado a jugar un papel protagonista en la transición energética. No obstante, aunque un estudio publicado por la OCU y NESI sostiene que el 73% de los españoles ya toma decisiones de consumo por motivos sostenibles, el documento también indica que la falta de información sigue siendo la principal barrera que se encuentran los ciudadanos a la hora de tomar decisiones más responsables.
Precisamente con el objetivo de hacerles llegar las herramientas que tienen en su mano para realizar un consumo responsable, hace nueve años Red Eléctrica de España puso en marcha la exposición itinerante Una autopista detrás del enchufe. La electricidad de la central a tu casa, que este jueves llega hasta A Coruña, donde podrá visitarse en los próximos meses. “Diseñamos esta muestra para abordar el sistema eléctrico desde una perspectiva global, con la certeza de que un consumidor informado es un consumidor responsable. La sostenibilidad nos compete a todos”, afirma Fátima Rojas, directora corporativa de Sostenibilidad y Relaciones Externas del Grupo Red Eléctrica.
Con este propósito, la exposición plantea al visitante un viaje didáctico y ameno centrado en dos grandes pilares: el funcionamiento del sistema eléctrico y las bases del consumo responsable. En el primer caso, detalla cómo se produce, transporta y distribuye la electricidad, es decir, cuál es el camino que recorre la energía desde que se genera hasta que llega a todos los hogares. En este sentido, la exposición da cuenta del rol protagonista que Red Eléctrica juega en este engranaje.
Como operador y transportista del sistema eléctrico español, la compañía actúa como facilitador de la transición energética. ¿Cómo lo hace? A través de grandes líneas de acción como son la integración de energías renovables, la operación del sistema garantizando su seguridad y calidad, el refuerzo de las interconexiones, la promoción de la eficiencia energética a través de medidas de gestión de la demanda y redes inteligentes, el impulso de la movilidad eléctrica y la apuesta por la innovación tecnológica, entre otras.
Una vez que el visitante ya tiene en su mano el ABC del sistema eléctrico, pasa al siguiente nivel de la exposición, donde se le ofrecen las herramientas necesarias para convertirse en un consumidor responsable. En concreto, la muestra le ilustra sobre cómo la sociedad usa la electricidad y los efectos que tienen sus hábitos de consumo y le ofrece recomendaciones para realizar un uso racional de la energía.
¿Dónde y cómo sumergirse en este viaje energético?
Esta semana, la iniciativa llega a A Coruña después de haber recibido más de un millón de visitas en su paso por 10 ciudades españolas. Buena parte de la culpa de este éxito la tiene el diseño y los materiales que emplea la exposición, caracterizados por el lenguaje sencillo y la interactividad (videos, paneles, gráficos, pantallas táctiles, juegos y espacios multimedia) y… el bajo consumo. La exposición utiliza elementos de iluminación eficientes y realiza una contabilización de su consumo total. No podía ser menos.
En 2014, Red Eléctrica se ganó el reconocimiento de la Dirección General de Energía de la Comisión Europea que destacó la iniciativa como una de las cinco mejores prácticas de comunicación de los transportistas y operadores de los sistemas europeos.
Publicado por David G. Maciejewski 12 noviembre, 2019
Cuando el ser humano se detuvo a observar las estrellas comenzaron los interrogantes. Hoy en día, todavía no existen respuestas suficientes que satisfagan todas nuestras inquietudes, pero la ciencia y la tecnología han ayudado a allanar el camino. La revista Nature es de las pocas publicaciones que puede enorgullecerse de haber contribuido con sus páginas a responder a algunos de los mayores enigmas de la historia de la Humanidad. El descubrimiento de la estructura del ADN o el deterioro de la capa de ozono son solo algunos de los hitos de esta revista científica que celebra este mes su 150 aniversario.
Fundada en Reino Unido por el científico inglés Joseph Norman Lockyer, más de un siglo y medio después Nature sigue siendo la meca de la ciencia, a cuya puerta llaman investigadores de todo el mundo para dar cuenta de sus mejores hallazgos. Este mes de noviembre Nature conmemora su trayectoria recopilando diez de sus papers más importantes. A continuación, recordamos cómo han cambiado el mundo.
1.La doble hélice del ADN
La famosa estructura de doble hélice del ADN apareció por primera vez ilustrada en un artículo de principios de los años 50. Adjunto, un peculiar gráfico en blanco y negro con una misteriosa figura con forma de espiral, una imagen que sentaría los cimientos de la biología moderna y los estudios sobre el genoma humano. Francis Crick y James Watson, los autores de aquel breve estudio de tan solo 120 líneas y peculiar título, “Una estructura para el ácido desoxirribonucleico”, habían descubierto la estructura del ADN humano. Medio siglo después, cuantificar el impacto que ha tenido este descubrimiento en la medicina es tarea difícil y extensa pero basta con mencionar el proyecto GENOMA o la técnica de edición genética CRISPR para saber que no habrían sido posibles sin el descubrimiento de Crick y Watson.
2. El agujero de la capa de ozono
En 1985, Joe Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin prendieron la mecha del movimiento contra el cambio climático. Los tres investigadores habían descubierto un agujero en la capa de ozono de la Antártida. ¿El motivo? El exceso de clorofluorocarbonados en la atmósfera, una sustancia común en los aerosoles. La también conocida como ozonosfera protege al ser humano de los rayos ultravioleta, de ahí que su deterioro suponga un grave riesgo para la vida. La fragilidad del planeta –y del ser humano– quedó reflejada en aquel artículo de Farman, Gardiner y Shanklin, que movilizó a la comunidad internacional, dio pie a la firma del Protocolo de Montreal dos años después y a los sucesivos acuerdos internacionales, entre ellos el Protocolo de Kioto o el Acuerdo de París, y sentó las bases de las movilizaciones ecologistas que a día de hoy sacuden todo el mundo.
3. Los anticuerpos monoclonales
En 1975, Milstein y Köhler descubrieron una herramienta terapéutica poderosísima: los anticuerpos monoclonales. Su trascendencia fue enorme y se convirtieron en una herramienta esencial para el diagnóstico de laboratorio y para el tratamiento de ciertas enfermedades. La oncología es una de las áreas donde los anticuerpos monoclonales más han contribuido, permitiendo el desarrollo de terapias alternativas. En este caso, los medicamentos con anticuerpos monoclonales son tratamientos oncológicos que aprovechan las funciones del sistema inmunitario natural para combatir el cáncer. Milstein y Köhler descubrieron los anticuerpos monoclonales en un laboratorio de Cambridge y publicaron su trabajo en Nature. Nueve años más tarde, este hallazgo les mereció el premio Nobel.
4. El niño de Taung
La increíble conexión que articuló Raymond Dart entre el ser humano y el mono causó un fuerte revuelo social. En 1925 encontró los restos de un cráneo infantil de Australopithecus en Sudáfrica, el primero asociado a esta especie. Lo llamó niño de Taung, nombre con el que aún se le conoce. Dart creía que aquellos huesos pertenecían a un ser humano con rasgos primitivos, lo que sugería que la teoría evolutiva de Darwin estaba en lo cierto. Ciertas corrientes conservadoras consideraron un disparate que Dart relacionase en su artículo estos restos ancestrales de 2,2 millones de años con el ser humano. Sin embargo, hoy, sus descubrimientos, aunque fueron imprecisos, están aceptados por la comunidad científica y forman una pieza más del complejo mosaico explicativo de la evolución del ser humano.
5. Pegasi-b, el primer exoplaneta
Dimidio, también conocido como Pegasi-b, fue el primer exoplaneta descubierto. El hallazgo responde a las investigaciones realizadas en 1995 por los científicos Michel Mayor y Didier Queroz (este último recién galardonado con el premio nobel de Física en 2019). A mediados de los noventa no existía ningún otro planeta conocido fuera de nuestro Sistema Solar. Mayor y Queroz detectaron que un enorme planeta pegasiano (llamado así por su masa parecida a la de Júpiter) orbitaba en torno a una estrella a una distancia mucho menor de lo que lo hace Mercurio frente al Sol, algo insólito para los investigadores, que no eran capaces de comprender cómo un planeta tan grande podía tener una órbita tan corta. Su descubrimiento abrió un importante debate sobre la formación planetaria y dio pie al descubrimiento de nuevos planetas fuera del Sistema Solar.
6. El Carbón 60
Quizás menos conocido por sus pocas aplicaciones reales pero importante de cara a la venidera revolución nanotecnológica es el Fullereno o Carbón 60, una pequeña molécula formada por carbono que puede adoptar una forma geométrica que recuerda a una esfera. Fue descubierta en 1985 y se trata de un poderoso superconductor y una de las fibras más resistentes. Aunque las aplicaciones del Fullereno aún están por desarrollar, los expertos creen que puede jugar un papel determinante en la formación de los relojes atómicos y los dispositivos electrónicos del futuro, mejorando la potencia de los teléfonos móviles y los GPS.
7. Las células madre
En 2012, los científicos John Gurdon y Shinya Yamanaka recibieron el Premio Nobel de Medicina por sus investigaciones pioneras en células madre. Gurdon y Yamanaka son los llamados padres de la reprogramación celular. Pero la historia se remonta varias décadas atrás, en concreto al año 1958, cuando Gurdon se convirtió en la primera persona en demostrar que las células podían ser reprogramadas. Lo hizo en Nature. Años más tarde, el trabajo conjunto de estos científicos consiguió revolucionar la forma de entender el desarrollo de las células, creando nuevas oportunidades para la investigación de enfermedades y el desarrollo de nuevas terapias. Estas investigaciones fueron determinantes para llevar a cabo las primeras experiencias de clonación, como la famosa oveja Dolly.
8. La técnica de patch-champ
Una de las claves para comprender el funcionamiento del cerebro llegó gracias al trabajo de los premios Nobel Bert Sakmann y Erwin Neher en 1976, que desarrollaron el concepto de patch-clamp, una de las técnicas más utilizadas en electrofisiología y que permite detectar las corrientes que fluyen entre los neurotransmisores y, por tanto, investigar las conexiones celulares. Los resultados, que llegaron junto a un Nobel de Medicina en 1991, sentaron precedente para el análisis de las enfermedades neurodegenerativas y permitieron el desarrollo de fármacos contra el Alzhéimer. Según señaló Neher en una entrevista reciente a El País (2018), el 13% de los fármacos actuales actúan sobre los canales iónicos del cerebro que él mismo ayudó a comprender.
9. La partícula de la extrañeza
Otro de los grandes papers de Nature fue aquel que desvelaba la existencia de una nueva partícula perteneciente a los mesones –un tipo de bosones– y completamente invisible: el kaón. Su descubrimiento, como otros tantos, fue fortuito: George Rochester y Clifford Butler dieron con él en 1948 mientras realizaban un experimento con su detector de partículas. Esta partícula subatómica introdujo una nueva propiedad de las partículas: la extrañeza.
10. Los mesoporosos
Nature también publicó las investigaciones de Charles T. Kresge, quien habló por primera vez de los materiales mesoporosos en una de las piezas más citadas en la historia de los estudios sobre química. Estos materiales se utilizan en el tratamiento de aguas y para el refinamiento de aceite, pero también para la elaboración de nanotubos de carbono.
"La humanidad se enfrenta al colosal reto de acoger a más de dos mil millones de personas extra en las ciudades en 2050, lo que equivale a crear metrópolis del tamaño de Londres o San Francisco cada mes durante las próximas dos décadas". El Foro Económico Mundial reconoce así la titánica labor a la que tendrán que enfrentarse las grandes urbes en los próximos años para, según se especifica, "dar alojamiento, alimento y trabajo a toda esa gente, las ciudades tendrán que hacer más con menos, tendrán que ser más inteligentes, más verdes y más eficientes". Según Naciones Unidas, en poco más de treinta años la población de las ciudades equivaldrá a la población mundial que había en 2002. Ante este escenario, la innovación se plantea como única vía posible para dar cabida a los nuevos habitantes y a las nuevas estructuras sociales.
En la actualidad, las grandes ciudades están pensadas y diseñadas para los coches. Basta fijarse en los grandes ejes principales de las ciudades, que suelen ser vías con poco espacio para el peatón. Así se idearon las primeras urbes modernas, pero nuestra forma de vida y de entender el entorno ha cambiado radicalmente desde entonces. Ahora, las administraciones buscan adaptarse a las nuevas realidades reestructurando las metrópolis para hacerlas más humanas, más sostenibles e inteligentes. Por ello, la Comisión Global sobre el Futuro de las Ciudades y el Urbanismo del Foro de Davos ha recogido diez iniciativas ya en marcha que están demostrando que las ciudades pueden mejorar la vida de sus residentes a la vez que impulsan de manera sostenible el desarrollo económico.
Del estudio de todos los proyectos, la comisión global extrae cuatro principios fundamentales que se erigen como estrategia sobre la que se deberían cementar todas las soluciones innovadoras para combatir problemas urbanos tan complejos como los altos índices de precariedad, la infravivienda o la gentrificación. En primer lugar, las metrópolis sostenibles del futuro deben fundamentarse en el despliegue de todos los recursos infrautilizados –la economía circular entra aquí en juego: reutilizar, reciclar y suprarreciclar; dándole nuevos usos a los edificios vacíos, por ejemplo–. Pero también en la reducción de los picos de consumo de energía con tecnología que permita gestionar mejor ese 20% de la capacidad energética que permanece inactiva durante la mayor parte del día. Además, el rediseño de las pequeñas infraestructuras cobra en las ciudades del futuro más relevancia que nunca: añadir más (y mejor pensados) carriles bici, fomentar iniciativas de movilidad (ya sean bicicletas, patinetes, coches o motos) compartida o proyectos de siembra de árboles y vegetación adecuada que ayuden a combatir los problemas de contaminación. Todo sin olvidar la importancia de la innovación tecnológica, de servicios y de gobernanza centrada en las personas que no debe entenderse como un fin en sí mismo, sino como un medio para dar forma a la urbe y mejorar las vidas de la ciudadanía en su conjunto, sin hacer distinciones por edades o capacidades.
Asimismo, una ciudad (energéticamente) inteligente ha de gestionar no solo la energía, sino también el agua, los residuos y el resto de los recursos, de manera sostenible. En este aspecto, la gestión eficiente del agua es uno de los grandes desafíos que se derivan del cambio climático y de la sobrepoblación de las urbes. Así, sistemas como el waternet o el internet de tuberías se presenta casi como una obligación para cualquier ciudad inteligente. Estos modelos de gestión de agua inteligentes usan sensores en las cañerías que monitorizan el flujo y gestionan el ciclo del agua completo, proporcionando agua sostenible para cubrir tanto las necesidades humanas como las ecológicas. Su éxito es tal que la localidad de Queensland, en Australia, ha conseguido reducir sus pérdidas de agua en mil millones de litros en tan solo un año, es decir, se ahorró 1,9 millones de dólares gracias a un sistema inteligente de gestión.
En esta línea, existen ya proyectos de cogeneración (co-generating), cocalefacción (co-heating), corefrigeración (co-cooling) e instalaciones de captura de CO2 compartido que mejoran la eficiencia de los edificios al aprovechar el calor que se desperdicia al generar energía para calentar o enfriar los hogares. Con todo, cada nueva iniciativa que convierte los núcleos urbanos en lugares más amables y sostenibles hace que las ciudades inteligentes ya no formen parte de un futuro distópico, sino de una realidad cada vez más consolidad.
Publicado por Alejandra Espino 24 septiembre, 2019
La producción mundial de plástico ha pasado de los dos millones de toneladas en 1950 a los 348 millones en 2017. Se estima que, de esa cantidad, solo el 9% se recicla. El resultado es una fotografía desoladora: toneladas de plásticos acumuladas en las costas y en el fondo marino que deterioran la flora y la fauna autóctona. Esta alarmante situación ha hecho despertar a gran parte de la sociedad y de la industria, que han aunado esfuerzos para encontrar alternativas menos contaminantes. ¿Pero realmente es posible un futuro libre de plástico?
“Los plásticos son el principal material de la economía moderna: combinan una funcionalidad inigualable con un coste muy bajo”, recoge el informe The new plastics economy: Rethinking the future of plastics & catalysing action, elaborado por la Fundación Ellen Macarthur. Si se tiene en cuenta la variedad de materiales disponibles, en un primer momento esta afirmación puede resultar excesiva pero, con las cifras en la mano, se queda incluso corta: según datos de PlasticsEurope, solo en 2015 se generaron 8.300 millones de toneladas de este tipo de residuos, lo que, para hacerse una idea, equivale al peso de un millón de torres Eiffel. Y, de seguir a este ritmo, se estima que en 2020 se superarán los 500 millones de toneladas anuales.
Sin embargo, el foco del problema no se reduce a la producción de plásticos, sino a la gestión que se hace de ellos una vez utilizados. Gran parte de los envases de este material son de solo uso. Según recoge un estudio publicado en Science Magazine, solo el 9% del total se recicla. Del porcentaje restante, el 12% se incinera y el 79% de los residuos plásticos mundiales acaban en vertederos o entornos naturales, fundamentalmente mares y océanos.
No es necesario hacer complicados cálculos para saber que el 79% de 348 millones de toneladas es una cantidad ingente de residuos que, a día de hoy, no se están recogiendo ni gestionando adecuadamente. Concretamente, el 80% del plástico que va a parar a mares y océanos proviene directamente de la tierra, de acuerdo con el informe Pollution plastique: à qui la faute?, publicado en marzo de este año por WWF Francia.
Cada vez con más frecuencia aparecen animales marinos en nuestras costas que han muerto tras ingerir grandes cantidades de botellas, redes o envases. Asimismo, también se han formado ‘islas de plástico’ compuestas por millones de micropartículas de este material que han alcanzado ya el tamaño de España, Francia y Alemania juntas.
La magnitud del problema, de graves consecuencias sobre los ecosistemas y sobre la salud humana, ha hecho saltar las alarmas de todos los organismos internacionales. La edición especial del Eurobarómetro que preguntaba a los ciudadanos europeos sobre su preocupación por el medio ambiente deja poco lugar a dudas sobre la concienciación ecológica en el Viejo Continente: el 87% de los ciudadanos está preocupado o muy preocupado por el impacto de los residuos plásticos en los ecosistemas, aumentando hasta el 94% en Grecia y Suecia.
Algunos de los movimientos más importantes de los últimos tiempos, como la campaña viral #DesnudaLaFruta o el resurgir del comercio a granel, son un claro ejemplo del papel que juega la ciudadanía en la búsqueda de alternativas menos contaminantes y más respetuosas con el entorno. “El ciudadano tiene mucho que decir, porque cuando hace la compra está votando: con sus elecciones de consumo le dice a las empresas y a los Gobiernos qué es lo que quiere”, señala Julio Barea, responsable de la campaña de residuos de Greenpeace España.
Nuevos materiales
A pesar del papel clave que juega la ciudadanía, la transición hacia un mundo con menos plásticos debe sustentarse en otros dos pilares fundamentales: los Gobiernos con leyes que regulen su producción —especialmente la de los plásticos de un solo uso— y las empresas con un cambio en su modelo productivo y de distribución.
“La industria tiene que buscar soluciones óptimas para cada caso y nuevas alternativas, pero siempre equilibrando la capacidad de reutilización y reciclado con la calidad y la seguridad que necesita un envase”, explica Carlos Enguix, director del departamento de Tecnología del Envasado del centro tecnológico Ainia. Enguix, en nombre de su equipo y empresa, considera que “los materiales plásticos juegan y van a seguir jugando un papel muy importante porque aportan perdurabilidad y sellado”. Sin embargo, defiende la necesidad de buscar con urgencia y constancia soluciones para reducir su cantidad en los envases comerciales.
Una de las alternativas que propone Ainia al uso actual de recipientes de plástico es una bandeja cuyo exterior es de cartón y el interior está compuesto por una fina capa de plástico. De esta manera, asegura el experto, “el consumidor se encuentra con un producto que combina estética con la capacidad de conservar el producto”. Se trata de una solución “inminente” que, además de reducir la cantidad de material usado, puede reciclarse fácilmente separando ambos materiales y depositando cada uno en su contenedor correspondiente.
Lo cierto es que, aunque este nuevo envase solucione parte del problema, lo ideal sería dar con materiales que sustituyan por completo el modelo actual. El primer paso en esta dirección se dio con los plásticos biodegradables. No obstante, se trata de una solución que no ha convencido a todo el mundo porque “aún contiene partículas que se desintegran poco a poco y acaban contaminando los océanos en forma de microplásticos”, explica Barea. Por eso, desde centros expertos como Ainia se está investigando la posible aplicación de nuevos elementos que provengan de materia orgánica y sean 100% compostables.
Los bioplásticos, como el PHBottle desarrollado por Ainia, se fabrican con materiales orgánicos. “En el caso concreto de nuestro producto, a partir de los residuos de los zumos de frutas”, especifica Enguix. Tras someter los desechos a un proceso químico por el cual se sintetiza el azúcar presente en la fruta, se obtiene un polímero –PHB– que es 100% compostable. “Se usa el residuo del zumo de frutas para fabricar un envase donde meter otro zumo: es la máxima expresión de un modelo de economía circular”, argumenta el experto. Este material aún se encuentra en fase de pruebas y su uso para el gran público puede tardar en llegar, ya que su fabricación es todavía cara y las propiedades de los envases son diferentes a las de los materiales plásticos actuales, por lo que no sellan ni conservan igual.
Con todo, Enguix es consciente de los obstáculos actuales a los que se enfrenta la comercialización de plásticos procedentes en su totalidad de fuentes naturales. “Difícilmente sustituirán al 100% de los plásticos tradicionales”, asegura. Sin embargo, de cara al futuro más cercano, incorporar este tipo de materiales en el mercado se presenta como una opción tan viable como necesaria para salvaguardar la salud del planeta… y de nosotros mismos.
Publicado por Alejandra Espino 18 septiembre, 2019
El CO2 procedente de las actividades humanas es uno de los principales aliados del cambio climático. En el informe El cambio climático: principales causantes, consecuencias y compromisos de los países involucrados, elaborado por la FAO en 2003, ya se advertía que “el CO2 derivado del consumo de combustibles fósiles contribuirá con el 70% del calentamiento de la Tierra previsto para los próximos años”. Por este motivo, desde hace años, Gobiernos, instituciones y empresas han convertido la búsqueda de métodos alternativos de generar energía en una prioridad. Y algunas soluciones desarrolladas hasta el momento casi rozan la ficción.
Todo está en el suelo
En los días más calurosos es frecuente escuchar expresiones como: “se puede freír un huevo en el suelo” o “el pavimento quema”. Más allá de lo anecdótico, estas frases hacen referencia a una característica del suelo de gran potencial energético: puede llegar a alcanzar los 70ºC y por tanto, ser un instrumento de climatización. Un grupo de científicos españoles, junto a la empresa de investigación y desarrollo Tecnalia, decidió aprovechar este fenómeno y crear un innovador proyecto llamado Pavener.
“El sistema consiste en aprovechar la energía térmica acumulada en el pavimento por radiación solar, mediante el transporte de un fluido a través de tuberías subterráneas”, sostienen desde Tecnalia. “La energía térmica acumulada puede ser utilizada en aplicaciones de baja temperatura, tales como la climatización de edificios, polideportivos, piscinas o agua caliente sanitaria. Otra aplicación potencial del sistema es su utilización en invierno para mantener la temperatura del asfalto por encima del punto de congelación”, añaden.
Mientras que Pavener se centra en el calor acumulado en las carreteras, la iniciativa Pavegen utiliza la fuerza motriz de nuestras pisadas en las aceras para producir electricidad. El sistema consiste en unas baldosas especiales que cuentan con un sistema de inducción electromagnética que transforma la energía motriz de las pisadas en energía para, por ejemplo, el alumbrado de las calles.
Deporte electrizante
Cuando hacemos deporte quemamos energía, pero también la generamos. La empresa The great outdoor gym company unió en 2012 su preocupación por el aumento de población con sobrepeso u obesidad con la necesidad de frenar el aumento de las temperaturas planetarias y creó los conocidos como ‘Green energy gyms’. En estos lugares se recicla la energía cinética que se genera al usar las máquinas de ejercicio y se convierte en electricidad para alumbrar calles o cargar los móviles mediante los puertos USB instalados en estos gimnasios que, además, son gratis.
Con un planteamiento muy parecido nació Soccket, un balón de fútbol que almacena energía cinética durante su uso y con ella, abastece una lámpara LED. La idea es de Jessica O. Matthews, una estudiante con nacionalidad estadounidense y nigeriana que se dio cuenta de una doble realidad: la falta de suministro eléctrico en Nigeria y la pasión nacional por el fútbol. El balón está a la venta en la web de Uncharted Play, compañía que lo desarrolló y que asegura que “un partido de media hora puede suponer hasta seis horas de luz eléctrica”.
Algas y queso, mucho más que una cena
En los últimos años, las algas han adquirido el estatus de superalimento por la cantidad de nutrientes y vitaminas que contienen. Sin embargo, esta no es su única ventaja: también pueden llegar a ser un gran aliado en la generación de energía limpia. Al menos así lo ha demostrado la granja de algas que el grupo Cloud Collective ha instalado en mitad de una autopista de Suecia. Se trata de un jardín que utiliza el exceso de dióxido de carbono de la autopista junto con la luz del sol para transformar la contaminación en una ingeniosa forma de cultivo de la que se puede generar, entre otros productos, biodiesel.
Mientras que las algas absorben la contaminación, el suero de la leche que se produce por la fermentación en el proceso de elaboración del queso es altamente contaminante. Esto puede cambiar gracias a una investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad Nacional de Río Cuarto de Argentina, que ha conseguido producir bioetanol apto para fabricar combustible para automóviles a partir del suero de la leche.
Energía bajo la piel
Ya que el ser humano es el gran responsable del cambio climático, ¿por qué no ser también una pieza clave en su solución? El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha desarrollado una técnica para desarrollar dispositivos que generan electricidad a partir del calor corporal. La nueva técnica “es capaz de fabricar capas delgadas de materiales termoeléctricos relativamente baratos, ligeros, flexibles y resistentes”, sostienen desde el CSIC.
Publicado por Alejandra Espino 18 septiembre, 2019
Una de las propuestas más repetidas por Gobiernos e instituciones para mitigar la contaminación atmosférica, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) causa alrededor de siete millones de muertes al año, es la de reverdecer las ciudades, donde en comparación con las zonas rurales, se concentran las mayores tasas de polución. La idea consiste en acondicionar nuevos espacios en los que se puedan plantar árboles y plantas que absorban el dióxido de carbono al mismo tiempo que emiten oxígeno. Sin embargo, llevar esta idea en la práctica en lugares con altos índices de población es complicado por la falta de terreno disponible, ya que con frecuencia no hay ni sitio para la construcción de nuevos edificios. Así, la respuesta contra la contaminación de las zonas urbanas parece cada vez más clara: la creación de jardines verticales que escalen los inmuebles ya existentes.
Si bien los jardines verticales se han popularizado mucho en las últimas dos décadas, la idea la patentó el botánico francés Patrick Blanc en 1988. En su origen, Blanc se inspiró en las paredes de las montañas y en las cortezas de los árboles para diseñar un sistema revolucionario que permitiera cultivar plantas en las fachadas de los edificios sin que sus raíces dañaran el interior de los muros. Para él, según expone en su página web, un jardín vertical es “como una segunda piel del edificio, siempre que las raíces de las plantas sólo se extiendan en la superficie de la estructura vertical y dejen intacta la pared interna”.
La clave de los todavía atípicos jardines es dejar un espacio entre la parte exterior y la base donde van a estar las plantas. “Se trata, cuentan, de una estructura metálica auxiliar que se caracteriza por su ligereza, dado que no tendrá que soportar tierras pesadas, sino tan solo las plantas, lo cual permite que pueda ser anclada a cualquier tipo de soporte”, subraya Blanc.
Estos jardines verticales, también conocidos como paredes de cultivo o muros verdes, se están extendiendo por las grandes ciudades de todo mundo. Hay creaciones de Blanc desde en Nueva York hasta Sídney, pasando por Bangkok o París. Sin ir más lejos, el Caixa Forum de Madrid cuenta con una de las obras del padre de la arquitectura verde quien, según han anunciado desde su compañía, ya tiene entre manos al menos diez proyectos internacionales más.
El arquitecto Stefano Boeri es otro de los referentes en la construcción de estas soluciones y cuenta ya con instalaciones en casi 30 ciudades distintas; entre ellas, Barcelona. A nivel nacional, la universidad de Sevilla también ha decidido apostar por esta alternativa y ha creado el proyecto Terapia urbana y el sistema patentado Fytotextile® con proyectos en sitios tan dispares como Nueva Zelanda y la propia ciudad andaluza.
Con la proliferación actual de profesionales dedicados a los jardines verticales y la cada vez más apremiante necesidad de combatir la contaminación, es cuestión de tiempo que las actuales “junglas de asfalto” se conviertan en auténticas ciudades verdes.
A día de hoy resulta casi imposible imaginarse a un artista, ya sea escritor, arquitecto o músico, que no haga del ordenador un instrumento indispensable para su creatividad. Aunque sea solo para plasmarla: cuadros que se pueden descargar, canciones que se quedan grabadas, historias que cambian de final con tan solo teclear. ¿Se habían parado a pensar hasta qué punto la electricidad es imprescindible a la hora de crear?
Pero no solo como sujeto activo, sino como objeto mismo. La electricidad se ha colocado bajo el foco artístico en vídeos, musicales, performances e instalaciones y exige cada vez más protagonismo. Basta deambular por ARCO (la feria de arte más importante de España) para encontrarse con creaciones que han hecho de la electricidad su materia prima. Vídeo retratos, vídeo confesiones, vídeo selfies, vídeo libros, vídeo pinturas, vouyerismo electrónico… Reconocidos artistas como Bill Viola, Dara Birnbaum o Naime June Paike muestran las múltiples capacidades de un arte ‘electrizante’.
Por no hablar de los reflectores y tubos de neón publicitarios, los cilindros giratorios de colores, los rótulos luminosos encartados en nuestra vida cotidiana, la utilización de láseres, tan en boga hoy en día para trazar paseos metafóricos entre cielo y tierra, como la propuesta que el artista Jaume Plensa, Blake in Gateshead, exhibió en 1996 en el Centro Báltico de Arte Contemporáneo de Gateshead, en Reino Unido.
Shawn Brixey y Laura Knot consiguieron que una multitud de partículas de grafito formaran esculturas cinéticas gracias a la proyección de luz de ultra intensidad en una cámara hermética. La obra se llamó Photon Voice. También Paul DeMarinis colocó un rayo láser que atravesaba una pecera para alcanzar de pleno un aparato de grabación del XIX. El resultado: Edison Effect. El rayo de luz activaba el sonido codificado en el cilindro y un ordenador convertía la información analógica en digital para reproducir el sonido de manera análoga, solo interrumpido por el pez que se interponía en la directriz del rayo.
La vídeo artista norteamericana Mary Lucier exploró con su propuesta Dawn Burn los efectos entrópicos de la luz. Siete monitores reproducían siete amaneceres simultáneos, mostrando cómo la intensidad del sol afectaba al aparato de grabación hasta causar quemaduras que deterioraban las cintas en las que se registró los amaneceres.
Para que la combinación sinestésica entre sonido e imagen causara en los espectadores una sensación de honda intensidad, el artista Mark Boyle ideó el espectáculo Liquid Light, en el que participaron los cantantes The Soft Machine, Pink Floyd y Jimi Hendrix.
Se trata de obras nacidas a la luz de la contemporaneida, pero la incorporación de la electricidad como sujeto y objeto en el arte data de principios del siglo XX, cuando artistas de diferentes disciplinas incorporaron neones, fluorescentes y otras formas de luz eléctrica como medios artísticos genuinos.
En 1920, artistas como Thomas Wilfred, Marcel Duchamp o Naum Gabo introdujeron elementos electrónicos en sus quehaceres artísticos, creando obras que se movían o que eran ellas mismas fuentes de luz. Wilfred, en Clavilux, colca un teclado que controlaba seis proyectores y una serie de reflectores que permitían al artista modular el movimiento, matiz e intensidad de la luz. Duchamp fue un poco más complejo. En Rotary Glass Plates incorporó cinco placas de vidrio montadas sobre un eje monotorizado. Cuando giraban a gran velocidad, si el espectador se situaba ante ellas a la distancia adecuada, las placas le devolvían la impresión de círculos concéntricos en un mismo plano.
Es posible que la electricidad aún no ocupe su lugar legítimo en el mundo y que no esté recibiendo el reconocimiento que merece, pero desde que se construyeron medios para producir luz artificial, intensa y de alta potencia, esta energía ha sido un factor clave en la creación de la obra de arte. Y en vista de las oportunidades artísticas que ofrece, lo seguirá siendo.