Categoría: Innovación sostenible

¿Un mundo sin plástico?

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La producción mundial de plástico ha pasado de los dos millones de toneladas en 1950 a los 348 millones en 2017. Se estima que, de esa cantidad, solo el 9% se recicla. El resultado es una fotografía desoladora: toneladas de plásticos acumuladas en las costas y en el fondo marino que deterioran la flora y la fauna autóctona. Esta alarmante situación ha hecho despertar a gran parte de la sociedad y de la industria, que han aunado esfuerzos para encontrar alternativas menos contaminantes. ¿Pero realmente es posible un futuro libre de plástico?

“Los plásticos son el principal material de la economía moderna: combinan una funcionalidad inigualable con un coste muy bajo”, recoge el informe The new plastics economy: Rethinking the future of plastics & catalysing action, elaborado por la Fundación Ellen Macarthur. Si se tiene en cuenta la variedad de materiales disponibles, en un primer momento esta afirmación puede resultar excesiva pero, con las cifras en la mano, se queda incluso corta: según datos de PlasticsEurope, solo en 2015 se generaron 8.300 millones de toneladas de este tipo de residuos, lo que, para hacerse una idea, equivale al peso de un millón de torres Eiffel. Y, de seguir a este ritmo, se estima que en 2020 se superarán los 500 millones de toneladas anuales.

Sin embargo, el foco del problema no se reduce a la producción de plásticos, sino a la gestión que se hace de ellos una vez utilizados. Gran parte de los envases de este material son de solo uso. Según recoge un estudio publicado en Science Magazine, solo el 9% del total se recicla. Del porcentaje restante, el 12% se incinera y el 79% de los residuos plásticos mundiales acaban en vertederos o entornos naturales, fundamentalmente mares y océanos.

Julio Barea (Greenpeace España): “Con cada compra, cada ciudadano emite un voto”

No es necesario hacer complicados cálculos para saber que el 79% de 348 millones de toneladas es una cantidad ingente de residuos que, a día de hoy, no se están recogiendo ni gestionando adecuadamente. Concretamente, el 80% del plástico que va a parar a mares y océanos proviene directamente de la tierra, de acuerdo con el informe Pollution plastique: à qui la faute?, publicado en marzo de este año por WWF Francia.

Cada vez con más frecuencia aparecen animales marinos en nuestras costas que han muerto tras ingerir grandes cantidades de botellas, redes o envases. Asimismo, también se han formado ‘islas de plástico’ compuestas por millones de micropartículas de este material que han alcanzado ya el tamaño de España, Francia y Alemania juntas.

La magnitud del problema, de graves consecuencias sobre los ecosistemas y sobre la salud humana, ha hecho saltar las alarmas de todos los organismos internacionales. La edición especial del Eurobarómetro que preguntaba a los ciudadanos europeos sobre su preocupación por el medio ambiente deja poco lugar a dudas sobre la concienciación ecológica en el Viejo Continente: el 87% de los ciudadanos está preocupado o muy preocupado por el impacto de los residuos plásticos en los ecosistemas, aumentando hasta el 94% en Grecia y Suecia.

Algunos de los movimientos más importantes de los últimos tiempos, como la campaña viral #DesnudaLaFruta o el resurgir del comercio a granel, son un claro ejemplo del papel que juega la ciudadanía en la búsqueda de alternativas menos contaminantes y más respetuosas con el entorno. “El ciudadano tiene mucho que decir, porque cuando hace la compra está votando: con sus elecciones de consumo le dice a las empresas y a los Gobiernos qué es lo que quiere”, señala Julio Barea, responsable de la campaña de residuos de Greenpeace España.

Nuevos materiales

 

A pesar del papel clave que juega la ciudadanía, la transición hacia un mundo con menos plásticos debe sustentarse en otros dos pilares fundamentales: los Gobiernos con leyes que regulen su producción —especialmente la de los plásticos de un solo uso— y las empresas con un cambio en su modelo productivo y de distribución.

“La industria tiene que buscar soluciones óptimas para cada caso y nuevas alternativas, pero siempre equilibrando la capacidad de reutilización y reciclado con la calidad y la seguridad que necesita un envase”, explica Carlos Enguix, director del departamento de Tecnología del Envasado del centro tecnológico Ainia. Enguix, en nombre de su equipo y empresa, considera que “los materiales plásticos juegan y van a seguir jugando un papel muy importante porque aportan perdurabilidad y sellado”. Sin embargo, defiende la necesidad de buscar con urgencia y constancia soluciones para reducir su cantidad en los envases comerciales.

Carlos Enguix (Ainia): “Los nuevos plásticos sustituirán a los tradicionales en aquellos casos en los que las condiciones de seguridad y salud estén garantizadas”

Una de las alternativas que propone Ainia al uso actual de recipientes de plástico es una bandeja cuyo exterior es de cartón y el interior está compuesto por una fina capa de plástico. De esta manera, asegura el experto, “el consumidor se encuentra con un producto que combina estética con la capacidad de conservar el producto”. Se trata de una solución “inminente” que, además de reducir la cantidad de material usado, puede reciclarse fácilmente separando ambos materiales y depositando cada uno en su contenedor correspondiente.

Lo cierto es que, aunque este nuevo envase solucione parte del problema, lo ideal sería dar con materiales que sustituyan por completo el modelo actual. El primer paso en esta dirección se dio con los plásticos biodegradables. No obstante, se trata de una solución que no ha convencido a todo el mundo porque “aún contiene partículas que se desintegran poco a poco y acaban contaminando los océanos en forma de microplásticos”, explica Barea. Por eso, desde centros expertos como Ainia se está investigando la posible aplicación de nuevos elementos que provengan de materia orgánica y sean 100% compostables.

Los bioplásticos, como el PHBottle desarrollado por Ainia, se fabrican con materiales orgánicos. “En el caso concreto de nuestro producto, a partir de los residuos de los zumos de frutas”, especifica Enguix. Tras someter los desechos a un proceso químico por el cual se sintetiza el azúcar presente en la fruta, se obtiene un polímero –PHB– que es 100% compostable. “Se usa el residuo del zumo de frutas para fabricar un envase donde meter otro zumo: es la máxima expresión de un modelo de economía circular”, argumenta el experto. Este material aún se encuentra en fase de pruebas y su uso para el gran público puede tardar en llegar, ya que su fabricación es todavía cara y las propiedades de los envases son diferentes a las de los materiales plásticos actuales, por lo que no sellan ni conservan igual.

Con todo, Enguix es consciente de los obstáculos actuales a los que se enfrenta la comercialización de plásticos procedentes en su totalidad de fuentes naturales. “Difícilmente sustituirán al 100% de los plásticos tradicionales”, asegura.  Sin embargo, de cara al futuro más cercano, incorporar este tipo de materiales en el mercado se presenta como una opción tan viable como necesaria para salvaguardar la salud del planeta… y de nosotros mismos.

Siete formas insospechadas de generar energía

El CO2 procedente de las actividades humanas es uno de los principales aliados del cambio climático. En el informe El cambio climático: principales causantes, consecuencias y compromisos de los países involucrados, elaborado por la FAO en 2003, ya se advertía que “el CO2 derivado del consumo de combustibles fósiles contribuirá con el 70% del calentamiento de la Tierra previsto para los próximos años”. Por este motivo, desde hace años, Gobiernos, instituciones y empresas han convertido la búsqueda de métodos alternativos de generar energía en una prioridad. Y algunas soluciones desarrolladas hasta el momento casi rozan la ficción.

Todo está en el suelo

En los días más calurosos es frecuente escuchar expresiones como: “se puede freír un huevo en el suelo” o “el pavimento quema”. Más allá de lo anecdótico, estas frases hacen referencia a una característica del suelo de gran potencial energético: puede llegar a alcanzar los 70ºC y por tanto, ser un instrumento de climatización. Un grupo de científicos españoles, junto a la empresa de investigación y desarrollo Tecnalia, decidió aprovechar este fenómeno y crear un innovador proyecto llamado Pavener.

“El sistema consiste en aprovechar la energía térmica acumulada en el pavimento por radiación solar, mediante el transporte de un fluido a través de tuberías subterráneas”, sostienen desde Tecnalia. “La energía térmica acumulada puede ser utilizada en aplicaciones de baja temperatura, tales como la climatización de edificios, polideportivos, piscinas o agua caliente sanitaria. Otra aplicación potencial del sistema es su utilización en invierno para mantener la temperatura del asfalto por encima del punto de congelación”, añaden.

Mientras que Pavener se centra en el calor acumulado en las carreteras, la iniciativa Pavegen utiliza la fuerza motriz de nuestras pisadas en las aceras para producir electricidad. El sistema consiste en unas baldosas especiales que cuentan con un sistema de inducción electromagnética que transforma la energía motriz de las pisadas en energía para, por ejemplo, el alumbrado de las calles.

Deporte electrizante

Cuando hacemos deporte quemamos energía, pero también la generamos. La empresa The great outdoor gym company unió en 2012 su preocupación por el aumento de población con sobrepeso u obesidad con la necesidad de frenar el aumento de las temperaturas planetarias y creó los conocidos como ‘Green energy gyms’. En estos lugares se recicla la energía cinética que se genera al usar las máquinas de ejercicio y se convierte en electricidad para alumbrar calles o cargar los móviles mediante los puertos USB instalados en estos gimnasios que, además, son gratis.

Con un planteamiento muy parecido nació Soccket, un balón de fútbol que almacena energía cinética durante su uso y con ella, abastece una lámpara LED. La idea es de Jessica O. Matthews, una estudiante con nacionalidad estadounidense y nigeriana que se dio cuenta de una doble realidad: la falta de suministro eléctrico en Nigeria y la pasión nacional por el fútbol. El balón está a la venta en la web de Uncharted Play, compañía que lo desarrolló y que asegura que “un partido de media hora puede suponer hasta seis horas de luz eléctrica”.

Algas y queso, mucho más que una cena

En los últimos años, las algas han adquirido el estatus de superalimento por la cantidad de nutrientes y vitaminas que contienen. Sin embargo, esta no es su única ventaja: también pueden llegar a ser un gran aliado en la generación de energía limpia. Al menos así lo ha demostrado la granja de algas que el grupo Cloud Collective ha instalado en mitad de una autopista de Suecia. Se trata de un jardín que utiliza el exceso de dióxido de carbono de la autopista junto con la luz del sol para transformar la contaminación en una ingeniosa forma de cultivo de la que se puede generar, entre otros productos, biodiesel.

Mientras que las algas absorben la contaminación, el suero de la leche que se produce por la fermentación en el proceso de elaboración del queso es altamente contaminante. Esto puede cambiar gracias a una investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad Nacional de Río Cuarto de Argentina, que ha conseguido producir bioetanol apto para fabricar combustible para automóviles a partir del suero de la leche.

Energía bajo la piel

Ya que el ser humano es el gran responsable del cambio climático, ¿por qué no ser también una pieza clave en su solución? El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha desarrollado una técnica para desarrollar dispositivos que generan electricidad a partir del calor corporal. La nueva técnica “es capaz de fabricar capas delgadas de materiales termoeléctricos relativamente baratos, ligeros, flexibles y resistentes”, sostienen desde el CSIC.

Jardines verticales: ¿cambiarán la fisonomía de las ciudades?

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Una de las propuestas más repetidas por Gobiernos e instituciones para mitigar la contaminación atmosférica, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) causa alrededor de siete millones de muertes al año, es la de reverdecer las ciudades, donde en comparación con las zonas rurales, se concentran las mayores tasas de polución. La idea consiste en acondicionar nuevos espacios en los que se puedan plantar árboles y plantas que absorban el dióxido de carbono al mismo tiempo que emiten oxígeno. Sin embargo, llevar esta idea en la práctica en lugares con altos índices de población es complicado por la falta de terreno disponible, ya que con frecuencia no hay ni sitio para la construcción de nuevos edificios. Así, la respuesta contra la contaminación de las zonas urbanas parece cada vez más clara: la creación de jardines verticales que escalen los inmuebles ya existentes.

Si bien los jardines verticales se han popularizado mucho en las últimas dos décadas, la idea la patentó el botánico francés Patrick Blanc en 1988. En su origen, Blanc se inspiró en las paredes de las montañas y en las cortezas de los árboles para diseñar un sistema revolucionario que permitiera cultivar plantas en las fachadas de los edificios sin que sus raíces dañaran el interior de los muros. Para él, según expone en su página web, un jardín vertical es “como una segunda piel del edificio, siempre que las raíces de las plantas sólo se extiendan en la superficie de la estructura vertical y dejen intacta la pared interna”.

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Jardín vertical del Caixa Fórum de Madrid. Obra de Patrick Blanc

 

La clave de los todavía atípicos jardines es dejar un espacio entre la parte exterior y la base donde van a estar las plantas. “Se trata, cuentan, de una estructura metálica auxiliar que se caracteriza por su ligereza, dado que no tendrá que soportar tierras pesadas, sino tan solo las plantas, lo cual permite que pueda ser anclada a cualquier tipo de soporte”, subraya Blanc.

Estos jardines verticales, también conocidos como paredes de cultivo o muros verdes, se están extendiendo por las grandes ciudades de todo mundo. Hay creaciones de Blanc desde en Nueva York hasta Sídney, pasando por Bangkok o París. Sin ir más lejos, el Caixa Forum de Madrid cuenta con una de las obras del padre de la arquitectura verde quien, según han anunciado desde su compañía, ya tiene entre manos al menos diez proyectos internacionales más.

 

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Jardín vertical Bosco verticale de Milán / Estudio de arquitectura Stefano Boeri

 

El arquitecto Stefano Boeri es otro de los referentes en la construcción de estas soluciones y cuenta ya con instalaciones en casi 30 ciudades distintas; entre ellas, Barcelona. A nivel nacional, la universidad de Sevilla también ha decidido apostar por esta alternativa y ha creado el proyecto Terapia urbana y el sistema patentado Fytotextile® con proyectos en sitios tan dispares como Nueva Zelanda y la propia ciudad andaluza.

Con la proliferación actual de profesionales dedicados a los jardines verticales y la cada vez más apremiante necesidad de combatir la contaminación, es cuestión de tiempo que las actuales “junglas de asfalto” se conviertan en auténticas ciudades verdes.

Cuando al arte se le enciende la bombilla

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A día de hoy resulta casi imposible imaginarse a un artista, ya sea escritor, arquitecto o músico, que no haga del ordenador un instrumento indispensable para su creatividad. Aunque sea solo para plasmarla: cuadros que se pueden descargar, canciones que se quedan grabadas, historias que cambian de final con tan solo teclear. ¿Se habían parado a pensar hasta qué punto la electricidad es imprescindible a la hora de crear?

Basta deambular por ARCO para encontrarse con creaciones que han hecho de la electricidad su materia prima

Pero no solo como sujeto activo, sino como objeto mismo. La electricidad se ha colocado bajo el foco artístico en vídeos, musicales, performances e instalaciones y exige cada vez más protagonismo. Basta deambular por ARCO (la feria de arte más importante de España) para encontrarse con creaciones que han hecho de la electricidad su materia prima. Vídeo retratos, vídeo confesiones, vídeo selfies, vídeo libros, vídeo pinturas, vouyerismo electrónico… Reconocidos artistas como Bill Viola, Dara Birnbaum o Naime June Paike muestran las múltiples capacidades de un arte ‘electrizante’.

Por no hablar de los reflectores y tubos de neón publicitarios, los cilindros giratorios de colores, los rótulos luminosos encartados en nuestra vida cotidiana, la utilización de láseres, tan en boga hoy en día para trazar paseos metafóricos entre cielo y tierra, como la propuesta que el artista Jaume Plensa, Blake in Gateshead, exhibió en 1996 en el Centro Báltico de Arte Contemporáneo de Gateshead, en Reino Unido.

Shawn Brixey y Laura Knot consiguieron que una multitud de partículas de grafito formaran esculturas cinéticas gracias a la proyección de luz de ultra intensidad en una cámara hermética. La obra se llamó Photon Voice. También Paul DeMarinis colocó un rayo láser que atravesaba una pecera para alcanzar de pleno un aparato de grabación del XIX. El resultado: Edison Effect. El rayo de luz activaba el sonido codificado en el cilindro y un ordenador convertía la información analógica en digital para reproducir el sonido de manera análoga, solo interrumpido por el pez que se interponía en la directriz del rayo.

La vídeo artista norteamericana Mary Lucier exploró con su propuesta Dawn Burn los efectos entrópicos de la luz. Siete monitores reproducían siete amaneceres simultáneos, mostrando cómo la intensidad del sol afectaba al aparato de grabación hasta causar quemaduras que deterioraban las cintas en las que se registró los amaneceres.

Para que la combinación sinestésica entre sonido e imagen causara en los espectadores una sensación de honda intensidad, el artista Mark Boyle ideó el espectáculo Liquid Light, en el que participaron los cantantes The Soft Machine, Pink Floyd y Jimi Hendrix.

Artistas del siglo XX ya incorporaron las formas de luz eléctrica como medios artísticos genuinos

Se trata de obras nacidas a la luz de la contemporaneida, pero la incorporación de la electricidad como sujeto y objeto en el arte data de principios del siglo XX, cuando artistas de diferentes disciplinas incorporaron neones, fluorescentes y otras formas de luz eléctrica como medios artísticos genuinos.

En 1920, artistas como Thomas Wilfred, Marcel Duchamp o Naum Gabo introdujeron elementos electrónicos en sus quehaceres artísticos, creando obras que se movían o que eran ellas mismas fuentes de luz. Wilfred, en Clavilux, colca un teclado que controlaba seis proyectores y una serie de reflectores que permitían al artista modular el movimiento, matiz e intensidad de la luz. Duchamp fue un poco más complejo. En Rotary Glass Plates incorporó cinco placas de vidrio montadas sobre un eje monotorizado. Cuando giraban a gran velocidad, si el espectador se situaba ante ellas a la distancia adecuada, las placas le devolvían la impresión de círculos concéntricos en un mismo plano.

Es posible que la electricidad aún no ocupe su lugar legítimo en el mundo y que no esté recibiendo el reconocimiento que merece, pero desde que se construyeron medios para producir luz artificial, intensa y de alta potencia, esta energía ha sido un factor clave en la creación de la obra de arte. Y en vista de las oportunidades artísticas que ofrece, lo seguirá siendo.