En tres décadas, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. Pero las grandes urbes arrastran desde la Revolución Industrial problemáticas estructurales que, este año, con la pandemia de la Covid-19 han quedado más patentes que nunca. Los altos niveles de contaminación, el hacinamiento en el caso concreto de algunos países, la falta de espacios verdes y la eterna batalla entre peatón y automóvil son algunos de ellos. Pero si queremos llegar a 2050 habiendo evitado la temida subida de 2 grados Celsius de la temperatura del planeta, las ciudades y sus habitantes deben dar un paso adelante y acompañar e, incluso, impulsar la descarbonización y la transición energética. No hay una fórmula mágica que permita adaptar las urbes a la realidad que viene, pero ya existen planteamientos que se han probado útiles para que nuestras poblaciones sean más sostenibles. La resiliencia urbana es uno de esos conceptos que resuenan cada vez más en las mentes de los urbanistas y arquitectos más concienciados con la emergencia climática. Esto es, la capacidad que tengan las ciudades para adaptarse a nuevas situaciones, como la crisis sanitaria o la medioambiental. Estos cuatro arquitectos llevan varios años impulsando las ciudades del futuro: más habitables, más humanas y, sobre todo, más sostenibles y ecológicas.
Michael Green
Este arquitecto canadiense se ha propuesto resolver uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad: dar cobijo a toda su población y, a la vez, reducir las emisiones de CO2. Para ello, lleva décadas impulsando la utilización en la construcción de un material que tiene la capacidad de captar carbono en vez de los tradicionales hormigón y acero, altamente contaminantes. Este material es la madera. Según Green, tan solo en Estados Unidos, el acero representa alrededor del 3% de las emisiones de efecto invernadero emitidas por el ser humano, y el hormigón más del 5%. Es decir, más del 8% de la contaminación que los seres humanos emitimos a la atmósfera proviene exclusivamente de dos materiales que, para Green, son fácilmente reemplazables por opciones más verdes. El canadiense explica su fascinación por la madera –siempre proveniente de talas controladas que no dañen biodiversidad y se realicen de manera sostenible– y, en especial, por la versatilidad de este material: «Cuando un árbol crece en el bosque, libera oxígeno y absorbe dióxido de carbono. Cuando muere y cae al suelo, devuelve el CO2 a la atmósfera o al suelo. Si se quema en un incendio forestal, el carbono regresa a la atmósfera, pero si se toma esa madera y se incorpora a una construcción –o a una pieza de mobiliario o a un juguete de madera–, con esa increíble capacidad que tiene para almacenar el carbono, nos proporciona una gran retención de este elemento». Un metro cúbico de madera, asegura, almacena una tonelada de dióxido de carbono. «Nuestras dos soluciones al clima son reducir las emisiones y encontrar almacenamiento: la madera es el único material que utilizo que cumple esas dos funciones», asegura.
Iñaki Alonso Echevarría
Tras 15 años poniendo el foco en la sostenibilidad y el medio ambiente, este arquitecto español tiene claro que el modelo de vivienda post-COVID-19 debería ser «resiliente, colaborativo y ecológico». Su estudio de arquitectura es el impulsor del cohousing en España: una revolucionaria manera de entender los edificios de viviendas como lugares de encuentro comunitario, de bajas emisiones y eficientes. Alonso apuesta por las construcciones ecológicas que se guíen por la propia naturaleza: «Ahora, los edificios se vuelven a pensar desde un punto de vista eficiente y empiezan a aparecer los de energía casi nula, pero también podemos hacer edificios que produzcan energía y que sean suministradores a través de paneles solares o mini molinos eólicos». Además, promueve la búsqueda del ahorro de agua e, incluso, de la depuración de esta como parte del sistema de residuos de los edificios. «Pueden ser metabolismos que tengan una relación con el entorno bastante más limpia», recuerda. Para este arquitecto y su estudio, un proyecto nunca podrá ser sostenible si no tiene en cuenta la sostenibilidad medioambiental, social y económica, tres aspectos que no pueden desconectarse los unos de los otros. Como Michael Green, Alonso también apuesta por la madera como material bajo en carbono que puede revolucionar el urbanismo en los próximos años, si le dejamos.
Julien De Smedt
Este arquitecto belga tiene un compromiso con el medio ambiente, y así lo refleja su estudio de arquitectura. Sostenibilidad y análisis del paisaje se unen a un proceso constante de investigación para desarrollar las soluciones más respetuosas con la biodiversidad, nuestro entorno y la propia sociedad. Para De Smedt, la cada vez mayor densidad de población de las zonas urbanas nos lleva a superpoblar las áreas ya construidas y, muchas veces, a ignorar otras que tienen potencial pero «que no interesan». El belga recuerda que, si se es eficiente a la hora de construir, se pueden aprovechar mucho mejor los espacios y, sobre todo, crear edificios sostenibles en los que la gente quiera (y pueda) vivir. «Un edificio eficiente y pasivo en el que nadie quiera vivir –porque no sea acogedor, esté incomunicado o sea poco práctico– nunca podrá ser sostenible, porque acabará vacío. Necesitamos espacios útiles y eficientes energéticamente, y eso implica diseño y tener en cuenta las necesidades y los gustos de la sociedad. Además, siempre es posible transformarlos y hacerlos cada vez más y más sostenibles a medida que vamos avanzando en las investigaciones al respecto», recuerda.
Araceli Reymundo
Esta arquitecta canaria pone el foco en la optimización de los recursos y, sobre todo, en la adaptación de las construcciones al entorno en el que se van a desarrollar y al clima. Este último juega un papel central en la arquitectura bioclimática que Reymundo viene impulsando en el archipiélago canario desde los 90. «Debido a su clima, en Canarias las estrategias bioclimáticas pueden evitar, en la mayor parte de las localidades, el consumo energético en climatización, por ejemplo», explica la arquitecta y, de hecho, esa misma lógica se podría utilizar en cualquier territorio. Además, para Reymundo es esencial la utilización de materiales locales, con una huella ecológica baja, para cumplir los estándares sostenibles. «Antes de elegir un material u otro, analizamos el clima del municipio y la parcela en sí», reconoce. Así, cada construcción está adaptada a las necesidades de su entorno. La gestión de la energía y del agua, la dependencia alimentaria, la gestión de los residuos, la potenciación del transporte público o la movilidad sostenible son aspectos principales de la investigación de esta experta en arquitectura bioclimática para conseguir que los edificios canarios sean más sostenibles, humanos y adaptables al cambio climático.