‘Plásticos’ sin plástico, los biomateriales del futuro

La contaminación por plástico es uno de los grandes problemas del siglo XXI. Según la ONU, el 85% de los desechos que hay en nuestros océanos son residuos plásticos. Es más, recientes investigaciones han encontrado en zonas naturales remotas, como los Pirineos, indicios de partículas de este material, que han sido transportadas por el aire.  Una contaminación “omnipresente y persistente”, según cita la ONU, cuyo volumen podría triplicarse en 2040, al igual que sus efectos nocivos para la biodiversidad y el bienestar humano. Y es que este material no solo afecta negativamente a la naturaleza, sino también a nuestra salud. Así se desprende  del estudio «Plástico y Salud. El Coste oculto de un planeta de plástico», en el que diferentes instituciones internacionales alertan de que los plásticos pueden provocar “afecciones cancerígenas, inflamaciones crónicas o enfermedades cardiovasculares” debido a la ingesta de microplásticos a la que estamos expuestos. Por ello, la ONU anima a reducir su consumo y a realizar más investigaciones para conocer mejor cuáles son los efectos nocivos del plástico sobre la salud humana con el objetivo de sensibilizar acerca de su impacto.

Según la ONU, la contaminación por el plástico es “omnipresente y persistente” y podría triplicarse en 2040

En este escenario, además de medidas como la prohibición de los plásticos de un solo uso en Europa, o la apuesta por el reciclaje, urge encontrar materiales alternativos al plástico que sean biodegradables. Este reto, que requerirá también un importante cambio cultural, de producción y de consumo, es el que han asumido algunos científicos y empresas que apuestan por crear otros compuestos que miren a un futuro verde: son los nuevos ‘plásticos’ sin plástico, los biomateriales del futuro.

Bioplásticos, un sustitutivo transversal para el futuro

Teniendo en cuenta la durabilidad y el bajo coste de los plásticos, encontrar materiales que los sustituyan es una tarea compleja, pero no imposible. En esta encrucijada aparecen los bioplásticos, elaborados con materiales que permiten reducir la huella ecológica derivada de la producción y el consumo. En el universo de los bioplásticos existen distintas tipologías, sin embargo, los más ecológicos son los plásticos biobasados. Se trata de una variedad degradable obtenida directamente de fuentes renovables como el maíz, la celulosa o la caña de azúcar, y que después de su uso se degradan en el entorno natural sin causar daño al medio ambiente.

Un instituto de investigación científica de Málaga desarrolla materiales biodegradables a partir de restos de la piel del tomate

Pero, ¿pueden los bioplásticos ser un sustituto real del plástico? La respuesta es sí. Y ya se están dando los primeros pasos para conseguirlo, aunque el camino por recorrer es largo. La meta: reducir los 300 millones de toneladas de plásticos que se producen en el planeta cada año mediante combustibles fósiles, y empezar a introducir los bioplásticos de forma transversal.

En esta misión la apuesta por la innovación y por la inversión en I+D+i es clave.  La innovación verde es sinónimo de futuro, y hay proyectos cada vez más diversos en el entorno empresarial como fabricar bioplásticos a partir de las cáscaras de mariscos o producir botellas “totalmente vegetales” elaboradas con azúcares de maíz, trigo o remolacha.  No todos los proyectos están liderados por empresas. Las universidades y centros de investigación también están ahondando en esta materia con el fin de reducir la dependencia hacia el plástico y encontrar alternativas que respeten el entorno. Es el caso del proyecto que está desarrollando el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora, en Málaga, que emplea los restos de la piel del tomate para crear materiales aptos para el envasado de alimentos, la fabricación de adornos decorativos o de otros complementos como botones. También existen investigaciones orientadas hacia la investigación química, como la que están desarrollando científicos de la Universidad de Rutgers que han desarrollado un sistema electroquímico para convertir el dióxido de carbono y el agua en otros materiales sustitutivos de los plásticos.

A la luz de estas innovaciones científicas, el futuro es sinónimo del desarrollo de los biomateriales. En un planeta con objetivos de descarbonización y una conciencia social cada vez más decidida a dejar los plásticos tradicionales atrás, surgen alternativas como los biomateriales que, con la ayuda de la investigación científica, garantizarán un planeta más verde, responsable y sostenible.