Plástico en todas partes: desde el aire de Madrid a zonas remotas del planeta

Desde hace años, la gestión de residuos se ha convertido en uno de los mayores retos a los que ya se enfrenta la humanidad. Según la organización británica Verisk Maplecroft la basura que generamos asciende a más de 2.100 millones de toneladas de desechos cada año. De toda ella, la que está provocando un daño irreparable –de seguir al ritmo actual– es la generada por los residuos de plástico. Tan solo en 2018, se produjeron 359 millones de toneladas de este material a nivel global y cada minuto se vende un millón de botellas de plástico que tardan en descomponerse a la intemperie, de media, 450 años –1.000 si no están al aire libre–. Las cifras son un tanto escalofriantes, sobre todo cuando nos damos cuenta de que ocho millones de toneladas de residuos plásticos acaban en los mares y océanos cada año, arrasando con la biodiversidad marina a su paso. Según el estudio Plastic rain in protected areas of the United States (Lluvia de plástico en áreas protegidas de Estados Unidos) publicado en la revista Science, se estima que para 2025 se habrán acumulado en la naturaleza 11.000 millones de toneladas métricas de plástico. 

Cada año se generan más de 2.100 millones de toneladas de basura globalmente

No hace falta esperar un lustro para reconocer una realidad de la que no siempre somos conscientes: ningún lugar está a salvo de la contaminación por plásticos. El citado estudio, llevado a cabo por varios investigadores de diferentes universidades estadounidenses, como la estatal de Utah, el Community College de Salt Lake y el Thermo Fisher Scientific, alerta de que incluso en áreas remotas de los parques nacionales y espacios naturales protegidos de Estados Unidos se han encontrado partículas de microplásticos. Solo en el sur y el medio oeste del país se estima que llegan anualmente 1.000 toneladas de este material, transportadas por el viento y la lluvia. Esto es, el equivalente a unos 300 millones de botellas de plástico. Esta investigación, llevada a cabo ente 2017 y 2019, no deja lugar a dudas: las nubes y los vientos tienen la capacidad de arrastrar los residuos de plástico mal gestionados a zonas remotas y expandirlos a través de las precipitaciones. Nos encontramos, de esta manera, con verdaderas tormentas de plástico.

Se estima que para 2025 se habrán acumulado en la naturaleza once mil millones de toneladas métricas de plástico

Los investigadores, que han analizado materiales depositados en parques nacionales como el Gran Cañón o las Montañas Rocosas, detectaron que tanto en épocas húmedas como secas hay presencia de plásticos en el 98% de las muestras tomadas. Los autores muestran sorpresa, especialmente, por la presencia de partículas utilizadas en la industria textil que, confiesan, probablemente se desprendan de los visitantes que acuden a estas zonas a diario. Sin embargo, también recuerdan que, de las muestras húmedas, tomadas tras tormentas o lluvias, se han encontrado restos de partículas procedentes de centros urbanos, lejanos a los espacios protegidos. Se puede deducir, por tanto, que estos contaminantes llegan a través del agua de lluvia. 

Estados Unidos no es un caso aislado

Más allá de los microplásticos encontrados en las áreas protegidas del país norteamericano, otras investigaciones también han hallado indicios de partículas de este tipo de residuo en zonas elevadas como los Pirineos, en la atmósfera de ciudades como París o Madrid, o en reservas de la biosfera como la de La Mancha Húmeda, compuesta por humedales ubicados en las provincias de Toledo y Ciudad Real. No hay lugar del mundo que se salve: desde la profundidad de los océanos hasta el pico más alto de la Tierra, los contaminantes plásticos han llegado incluso al Everest

Se han hallado indicios de partículas en los Pirineos, en la atmósfera de Madrid y en reservas de la biosfera como la de La Mancha Húmeda.


Las cifras lo demuestran: con una producción de plástico que crece cada año, y con una demanda cada vez mayor, la biodiversidad y la salud de los ecosistemas del planeta están en riesgo. Pero cuando la Tierra enferma, la salud humana empieza a pender de un hilo: sin una biodiversidad sana y robusta, hay más posibilidades de que enfermedades que hasta ahora se quedaban en el mundo natural lleguen al ser humano. Además, a mayor contaminación atmosférica, más posibilidades de contraer enfermedades cardiovasculares o respiratorias y desarrollar cáncer. Pero no solo eso: hay estudios que aseguran que la contaminación del aire está directamente relacionada con un aumento de los problemas de salud mental. Otros, directamente la señalaban antes de la llegada de la covid-19 como la cuarta amenaza más importante de defunciones a nivel global. La salud humana y del planeta viajan de la mano, por eso eliminar los plásticos de un solo uso de la ecuación, reducir al máximo nuestra dependencia de este material y su adecuada gestión y reciclaje puede marcar la diferencia.