Categoría: Agenda 2030

#Coronavirus y movilidad: las bicicletas se abren paso

Nada será igual después de la pandemia. Tampoco la manera que tienen los ciudadanos de desplazarse dentro de las ciudades. La crisis del coronavirus ha aupado a la bicicleta como el método de transporte idóneo para mantener el distanciamiento físico durante la desescalada y evitar así nuevos contagios. No genera aglomeraciones, es saludable, accesible y, además, permite respirar aire fresco. Durante estas semanas ha ido nombrándose cada vez más este medio de transporte en los discursos del Gobierno hasta tal punto que la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ya ha solicitado a los ayuntamientos que la potencien “como alternativa de transporte limpio y sostenible para la salida gradual de la crisis sanitaria”.

El escenario de reconstrucción que nos deja la crisis del COVID-19 podría suponer ese empujón definitivo para que la bicicleta pase a ser, por fin, una herramienta clave en la transformación de los núcleos urbanos en entornos más sostenibles. Ya está pasando en capitales europeas como Milán y Berlín, donde se están aplicando planes de urgencia para habilitar corredores ciclistas y ampliar zonas peatonales con miras a cambios permanentes que prioricen a los viandantes.

En Milán, capital de la región de Lombardía, epicentro del coronavirus en Italia, las autoridades han entendido que tras la llegada del coronavirus es necesario replantear el modelo de movilidad en la ciudad italiana. El plan bautizado como 'Strade aperte’, algo así como una apertura de caminos, prevé transformar 35 kilómetros de calles en zonas peatonales o con prioridad para peatones y ciclistas. Las medidas, entre otras cosas, comprenden la creación de carriles bici de bajo coste, ampliación y reformas de las aceras y limitación de velocidad de 30 km/h por las calles de Milán.

El escenario de reconstrucción que nos deja la crisis podría ser el empujón definitivo para la bicicleta

Dentro de nuestras fronteras, algunas ciudades como Valladolid también trabajan en planes de movilidad con el objetivo de transformar el modo de desplazarse por la ciudad. Desde el consistorio lo tienen claro: “No podemos cambiar una amenaza para la salud como el coronavirus por otra tan peligrosa como es la contaminación”. El proyecto vallisoletano pasa por ampliar los espacios para peatones y ciclistas a través de la creación de nuevas peatonalizaciones, la delimitación de áreas de restricción para vehículos privados y fomentando el uso del transporte público.

Tal y como demuestra la investigadora Pilar Vega en su estudio “Una década de planes de movilidad urbanística 2004-2014”, en este periodo de tiempo se plantearon en España hasta 250 hojas de ruta regionales y autonómicas con una planificación enfocada hacia la movilidad sostenible. Sin embargo, “la mayoría no tuvieron la trascendencia necesaria para aplicarse adecuadamente”, sostiene. A día de hoy, son muchos los expertos en urbanismo y otros colectivos los que piden al Gobierno que aproveche la situación de la pandemia para evitar que los graves problemas de contaminación vuelvan una vez alcancemos la llamada “nueva normalidad”.

Según explica Vega, muchas de las medidas que se recogen en un plan de movilidad no suponen altos costes y solo necesitan voluntad política. “Ahora las calles tienen apenas circulación, por lo que es fácil adaptar al menos uno de los carriles a la movilidad ciclista mediante un urbanismo táctico con pintura, macetas y bolardos separadores que los delimiten”, señala la experta.

La coordinadora ConBici, que aúna a más de 64 colectivos ciclistas, ya ha propuesto al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico un paquete de medidas a corto, medio y largo plazo para llevar a cabo esta mayor integración de la bicicleta en el día a día de los núcleos urbanos. En el plan se incluye, además, una regulación semafórica para evitar aglomeraciones en tiempos de espera y la reducción de los límites de velocidad para garantizar una mayor seguridad en los desplazamientos. “Ahora que solo puede acceder al transporte público un tercio de la población, tenemos que evitar que el resto se dirija al uso del coche”, destaca Ester Rodríguez, miembro de la coordinadora.

Vega: "Muchas de las medidas de los planes de movilidad no suponen altos costes y solo necesitan voluntad política"

La intermodalidad será un elemento clave en el medio plazo. Esto implica combinar la bicicleta con otros medios de transporte urbanos como los autobuses, el metro, el tranvía o el Cercanías habilitando, por tanto, espacios concretos tanto en los vagones como en las estaciones con el fin de garantizar a los usuarios desplazamientos sin mayores complicaciones, especialmente en grandes ciudades donde las distancias entre los distintos barrios, el centro, universidades, hospitales y lugares de trabajo son más amplias.

El Plan Estatal Estratégico 2016-2024 aprobado hace cuatro años enmarcado dentro de las políticas orientadas a cumplir la Agenda 2030 podría servir de cara al futuro próximo. Este ya concebía en sus áreas estratégicas las redes ciclistas urbanas, periurbanas e interurbanas, destacando como medidas eficaces para el fomento de la circulación segura en bicicleta aquellas encaminadas a la reducción del tráfico de vehículos de motor, “tales como las Zonas 30 o la restricción de vehículos en determinadas áreas para beneficiar a usuarios vulnerables como personas mayores, niños y personas con movilidad reducida”.

¿Qué quedaría entonces que hacer a largo plazo? Todos los cambios infraestructurales necesarios para construir, en palabras de Pilar Vega, “una ciudad próxima, multifuncional, que permita el desplazamiento en modos activos y donde el espacio estancial sirva para mejorar la habitabilidad”.

En resumen: las ciudades responden a cómo están construidas. Por eso, sus habitantes solo se moverán en bicicleta si tienen el espacio necesario para hacerlo. Así lo resume Adrián Fernández, responsable de movilidad en Greenpeace: “Los cambios culturales dependen de los mensajes que se lancen desde las administraciones. Si faltan aceras, las calles nos dicen que el coche es el rey. Si adaptamos un espacio seguro para la bicicleta, estamos diciendo: “oye, anímate y prueba a moverte así”.

#Coronavirus: consejos para una 'mens sana'

La pandemia de la COVID-19 no solo ha tenido un fuerte impacto social y económico en la población mundial, sino también psicológico. Sin ir más lejos, en una entrevista reciente, Dévora Kestel, directora de Salud Mental de la OMS, equiparaba el daño psicológico que puede provocar esta situación al que acontece en catástrofes naturales o periodos de guerra. Son muchos los expertos que advierten de las secuelas que ya se están dejando notar en todos los ámbitos de nuestra vida.

Ansiedad, nerviosismo, problemas de sueño o de concentración e incluso, síntomas de depresión son sensaciones comunes en estas semanas de confinamiento e incertidumbre. Esta situación es especialmente delicada también en el caso del personal sanitario, sobre el que los expertos ya avisan que se registrará con alta probabilidad casos de síndrome de estrés postraumático. Para evitar estas situaciones y cuidar nuestra salud mental durante el confinamiento y el proceso de desescalada anunciado por el Gobierno, instituciones como la propia OMS y los diferentes Colegios de Psicólogos han propuesto una serie de consejos y pautas que se detallan a continuación.

1. Aceptar nuestras emociones y reconocerlas

Este es el principal consejo, pero también uno de los más complejos de asimilar. Según sostienen las diferentes instituciones, sufrir ansiedad o trastornos de cualquier tipo asociados a la cuarentena es algo común. Por eso, no debemos sentirnos avergonzados, culpables o presionados por encontrarnos bajos de ánimo. Ser capaces de reconocer los efectos del aislamiento y formularlos de manera consciente es el primer paso para trabajar en ellos y, sobre todo, para llevar a la práctica el punto dos.

2. No estamos solos y podemos pedir ayuda

Que se deba aplicar una distancia física para prevenir los contagios no significa que estemos solos. Tanto la OMS como los psicólogos de cabecera recomiendan mantener el contacto con la familia y los amigos, ya sea por teléfono o a través de las videollamadas, que han pasado a formar parte de nuestro día a día en el confinamiento. Los especialistas nos animan a apoyarnos en nuestros seres queridos si nos encontramos mal e incluso pedir ayuda online a un profesional.

3. También necesitamos nuestro espacio

Es posible que estés pasando esta cuarentena con tus familiares, tu pareja o tus compañeros de piso. Sin embargo, aunque el calor humano se ha vuelto un bien aún más valioso en estos días, la mayoría de los expertos recuerdan que no debemos sentir culpabilidad por necesitar también tiempo para nosotros. De la misma manera que nos hace falta la convivencia y el contacto con otras personas, a veces también nos viene bien cierta distancia.

4. Infodemia: mejor poco y bien que mucho y mal

El Colegio de Psicólogos de Madrid ha publicado varios artículos en su web estas semanas con recomendaciones sobre las fake news. Según expone esta institución, el exceso de noticias negativas, muchas de ellas inexactas, exageradas o sesgadas, puede llevarnos al pesimismo y la ansiedad. Así que, a pesar de que parezca más propio de portales de fact checking que de terapeutas, se trata de un consejo de mera superviviencia: la sobreinformación en estos momentos puede generar estados de pánico y confusión. Los expertos recomiendan no dejarse llevar por informaciones alarmistas y seleccionar con precaución las noticias que se consumen.

5. Mantenerse activo mentalmente

La frase Mens sana in corpore sano está más de moda que nunca. Ejercitar la mente es esencial, ya que nuestro cerebro es un órgano como los demás que necesita ser oxigenado para funcionar de manera correcta. Los especialistas aconsejan leer, hacer puzles o practicar aquello que permita mantener la mente activa. Entretenerse y relajarse es fundamental en estos tiempos, y cada uno tiene su método.

6. Tomárselo con calma

En estos días de confinamiento, las redes sociales se han llenado de retos y actividades en las que invertir el tiempo. Sin embargo, otra recomendación del Colegio de Psicólogos de Madrid es darse tiempo para no hacer nada si así lo necesitamos. Parece contradictorio, pero desde el Colegio nos indican que, como en todo, la virtud está en el equilibrio. Si nos obsesionamos con tener un aislamiento productivo acabaremos provocando la misma ansiedad que necesitamos evitar. Así pues, se trata de mejorar en el cuidado propio y de los demás, no de juzgarse y autoimponerse más presión de la debida.

Seguir estas pautas para cuidar nuestra mente nos ayudará a paliar los efectos psicológicos de esta situación extrema a la que no nos habíamos enfrentado antes.

#Coronavirus: el ejemplo de los trabajadores en esta pandemia

Valeria Cafagna

El coronavirus ha trastocado nuestras vidas, en muchos casos con una fuerza devastadora. Ni el mundo ni la sociedad española volverán a ser los mismos. Sin embargo, esta trágica situación también ha demostrado, como ya ha ocurrido en otros momentos duros de la historia, que en las mayores dificultades los seres humanos sacamos lo mejor de nosotros mismos. Hoy, 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, rendimos un sincero homenaje a todos aquellos que han demostrado una gran altura moral al ponerse en primera línea de batalla para servir y proteger al resto la ciudadanía:

Los sanitarios, que luchan para cuidar de nuestra salud frente al virus.

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que velan por nuestra seguridad.

Los empleados públicos, que garantizan el funcionamiento de la Administración Pública.

Los empleados del sector alimentario, esenciales en nuestro día a día.

Los transportistas y mensajeros, que conectan recursos y personas a lo largo del territorio.

Los profesionales de los servicios de movilidad, que garantizan nuestros desplazamientos.

Los trabajadores de la industria, que han seguido abasteciendo nuestros mercados.

Los periodistas, que nos informan puntualmente de la evolución de la pandemia.

Y una mención especial a los profesionales del sector energético, que desde el inicio de esta crisis han seguido trabajando para garantizar que la energía llegs a todos los rincones de España. En Red Eléctrica, más de 400 ingenieros y técnicos trabajan 24/7 para garantizar la seguridad y continuidad del suministro eléctrico y por el buen estado de la red de transporte.

La lista de trabajadores a los que debemos estar agradecidos es infinita. A todos les une el mismo modus operandi cada día: ¡mascarilla, guantes y acción! Con valentía y una gran vocación de servicio dejan a diario sus hogares y sus familias para proteger a las nuestras. Por todo esto, ellos deben sentirse orgullosos y, nosotros debemos recordar, cuando superemos esta crisis, que vencimos al virus gracias a su esfuerzo.

Afortunadamente, su implicación no ha pasado desapercibida. Desde el inicio de la pandemia, se generó un movimiento con el que la sociedad civil traslada a diario su agradecimiento. Siguiendo el ejemplo de Italia, cada día, a las 20h, dedicamos un aplauso a todos estos profesionales desde nuestros balcones y ventanas. Este aplauso es mucho más que un reconocimiento. Con cada palmada contribuimos a visibilizar la importancia de estas profesiones que, antes de esta crisis, en muchos casos pasaban desapercibidas. El COVID-19 deja tras de sí una estela de sufrimiento, pero también enseñanzas fundamentales para construir una sociedad mejor.

Por supuesto, el 1 de mayo es el día de todos los trabajadores y, aunque rindamos un tributo especial a los que están al frente de los servicios esenciales, también debemos recordar al resto de colectivos. A los que, desde casa, a través del trabajo en remoto, siguen contribuyendo al progreso económico de nuestro país, a la disponibilidad de muchos otros servicios, a nuestro bienestar físico y mental o a la educación de nuestros hijos.

A todos, ¡gracias!

Un atípico 1 de mayo

La celebración del Día Internacional de los Trabajadores se remonta al siglo XIX en plena Revolución Industrial. Concretamente fue en Chicago, Estados Unidos, donde el 1 de mayo de 1886 se levantó un movimiento obrero multitudinario en el que diversas organizaciones unieron fuerzas para luchar por una jornada de trabajo más digna. El camino recorrido desde entonces ha sido largo, pero los avances han sido inmensos.

Este año su conmemoración será atípica. No se celebrarán las tradicionales manifestaciones o celebraciones multitudinarias. Pero, desde nuestros hogares, seguiremos aplaudiendo a todos los valientes que a diario nos sanan, asisten y protegen en estos momentos.

#Coronavirus: la aceleración del mundo digital

El estado de alarma decretado el pasado 14 de marzo para frenar la expansión del coronavirus ha cambiado radicalmente nuestra vida social. Ya no somos los que éramos. Las casas son ahora también oficinas, aulas de clase, gimnasios y lugares de ocio; las salidas a la calle están limitadas para comprar lo esencial, y el espacio vital de cada uno se ha extendido hasta un radio de dos metros. El aislamiento impide tocar, besar y abrazar a los seres queridos, pero no puede eliminar las ganas de comunicarnos y, sobre todo, de vernos. Desde hace casi un mes y medio la falta de contacto ha encontrado el sustituto –casi– perfecto: las videollamadas.

Las llamadas telefónicas ya no son suficientes. O al menos eso se desprende de los datos sobre el consumo de las apps que incluyen la opción de hablar a través del vídeo. “En los lugares más golpeados por el virus, las videollamadas a través de WhatsApp y Messenger han aumentado más del doble”, detalla Facebook –compañía a la que pertenecen estas aplicaciones– en un comunicado de prensa. En países como Italia, añade, “el tiempo invertido en llamadas grupales (con tres o más participantes) se ha incrementado más de un 1.000% durante el último mes”.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la necesidad de estar conectados no surge por un deseo de ver a nuestra familia y amigos, sino por un imperativo para poder seguir asistiendo a clase o yendo al trabajo? Para realizar el primer tipo de videollamadas es suficiente con tener un Smartphone, mientras que para las segundas hace falta un dispositivo más grande y con mejores prestaciones que nos permita reproducir la experiencia real de estar en el aula o la oficina. Es aquí cuando se evidencian algunas de las brechas digitales que existen en nuestro país.

Las videollamadas han aumentado más del doble en Whatsaap y Messenger

En España, “el 9,2% de los hogares con niños que pertenecen al tramo de ingresos más bajo (900 euros mensuales netos o menos) carecen de acceso a internet. Por el contrario, en los hogares con mayores ingresos el porcentaje de menores sin acceso a internet apenas llega al 0,4”, muestra un informe del Alto Comisionado para la lucha contra la pobreza infantil. La brecha digital implica, pues, una desigualdad educativa.

Otro factor a tener en cuenta a la hora de analizar la brecha digital entre los estudiantes es el acceso a tablets u ordenadores, dispositivos necesarios para poder seguir el ritmo de las clases. La encuesta TIC (Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares) de 2019, señala que “el 23% de los hogares con menores del tramo más bajo de ingresos no tienen ordenador en casa, en comparación con el 1,2% del tramo de ingresos más alto”. En el caso de las tablets la brecha es aún mayor, ya que la diferencia entre la renta más alta y la más baja es de 28 puntos porcentuales.

Además del sector educativo, el coronavirus también ha trastocado el ecosistema laboral obligando a todas las empresas en las que sea posible a trabajar desde casa. El teletrabajo masivo, aunque ha supuesto un desafío para todo tipo de compañías, es casi una utopía para la mayoría de las Pymes. Según los datos publicados en marzo de 2019 por Cifras Pymes, el 99,8% del tejido empresarial está constituido por pequeñas y medianas empresas que emplean al 65,9% de los trabajadores. A pesar de suponer la casi totalidad de la fuerza de trabajo española, “solo el 14% de ellas tienen un plan de digitalización en marcha”, explica Gerardo Cuerva, presidente de la patronal Cepyme, en un artículo publicado en El País. Al bajo índice de digitalización de las Pymes y los autónomos se suma que su actividad laboral diaria suele implicar un mayor trato directo con la gente. Por tanto, la brecha digital también puede suponer un mayor riesgo de contagio.  

Disminuir las desigualdades asociadas a la brecha digital implican, principalmente, inversiones. Por poner un ejemplo, en el artículo mencionado, Cuerva estima que el coste para garantizar el teletrabajo es de “al menos 22.400 euros para una empresa de 10 trabajadores que requiera una instalación básica”. Sin embargo, si hay que sacar algo bueno de las crisis es, como apunta el historiador y filósofo Yuval Noah Harari, su impulso para generar cambios en las sociedades y acelerar procesos históricos ya en marcha. Y ya nos encontrábamos inmersos en medio de una transformación digital: esa Cuarta Revolución Industrial de la que habla el sociólogo y economista Jeremy Rifkin.

Von der Leyen: "La UE debe liderar la transición hacia un planeta sano y un mundo digital"

Quizá, esta pandemia ha ayudado a poner de manifiesto que es crucial acelerar al máximo la transformación digital. No solo porque es clave a nivel competitivo, sino porque ayudaría a reducir las desigualdades existentes y a alinearse con esa Agenda global de Naciones Unidas –Agenda 2030–, que apuesta por el desarrollo sostenible del planeta y sus habitantes.

Al menos así lo aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, durante la presentación del Green Deal, esa hoja de ruta que llevará a Europa a liderar la lucha contra el cambio climático. “La Unión Europea debe liderar la transición hacia un planeta sano y un nuevo mundo digital”, sostenía entonces Von der Leyen. Y añadía: “La digitalización tiene una enorme repercusión en nuestra forma de vivir, trabajar y comunicarnos. Debemos adaptarnos a esta nueva era”.

#Coronavirus y desigualdad: África, la gran olvidada en la lucha contra el coronavirus

A finales de diciembre de 2019 el gobierno chino reportó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) los primeros casos de un nuevo tipo de coronavirus registrado en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei. En cuestión de semanas, otros países asiáticos, como Japón y Tailandia, registraron contagios entre sus ciudadanos. A finales de enero los países europeos y Estados Unidos comenzaban a contabilizar los primeros casos de coronavirus. Mientras los Gobiernos de estas regiones comenzaban a orquestar estrategias para frenar la propagación del virus, el continente africano parecía ser una de las pocas zonas del mundo libre de contagios. Sin embargo, el pasado 14 de febrero Egipto informó del primer caso, poniendo en alerta a la comunidad internacional por las graves consecuencias que tendría la expansión del virus por África.

El coronavirus llegó a África más tarde que al resto de los continentes, pero la oficina regional en África de la OMS ha alertado de que en las últimas semanas la infección ha crecido de manera exponencial y se extiende a gran velocidad. A fecha de hoy (16 abril), ya hay casi 16.000 casos confirmados y se han reportado más de 870 muertes en todo el continente, según datos del Africa Centres for Disease Control and Prevention (Africa CDC). Solo tres países de los 55 que componen África no han declarado ningún caso y en cuatro de ellos –Sudáfrica, Egipto, Marruecos y Algeria– ya son más de 2.000 las personas infectadas.

A pesar de que el desafío que plantea el coronavirus es global, los efectos que este podría desatar si se extiende por África de la misma manera que ya lo ha hecho por Europa o Estados Unidos, son especialmente preocupantes. En primer lugar, porque el sistema sanitario africano carece tanto de recursos materiales como humanos. “África sufre más del 22% de las enfermedades mundiales, pero solo cuenta con el 3% del personal sanitario mundial y menos del 1% de los recursos financieros globales”, explica el doctor Naeem Dalal en el portal del World Economic Forum. Y refuerza estos datos con un ejemplo: “en Zambia, solo hay un médico por cada 10.000 personas”.

África sufre más del 22% de las enfermedades mundiales, pero solo cuenta con el 3% de personal sanitario mundial

Además de la situación de precariedad en la que se encuentra el sistema sanitario africano para hacer frente al coronavirus, el continente se enfrenta desde hace años a otras crisis sanitarias, ya que en África conviven tres de las grandes enfermedades endémicas (la malaria, la tuberculosis y el sida). Y eso no es todo: la epidemia de Ébola no termina de erradicarse, África subsahariana es la región del mundo con mayor riesgo de mortalidad por gripe estacional y solo a finales de marzo de 2020 se reportaron 91 brotes de enfermedades distintas a lo largo de todo el territorio.

A pesar de estos datos, respecto al avance del coronavirus en África los expertos abren la puerta a la esperanza debido a la juventud de la población de la región. Mientras que en el resto de los continentes la edad media de sus habitantes sigue aumentando, en África se mantiene en los 18 años. Este dato se debe a la triste realidad que padece el continente africano: su esperanza de vida se sitúa en los 55 años debido a las condiciones deficientes de vida que sufren gran parte de sus más de 1.300 millones de habitantes. Por muy contradictorio que parezca, esta situación puede convertirse en su gran arma contra el coronavirus. El último estudio sobre los factores de riesgo asociados a las muertes por coronavirus, elaborado por un grupo de científicos chinos y publicado en la revista médica The Lancet, muestra que el riesgo de muerte en el hospital aumenta un 10% con cada año de vida del paciente.

Pero esta “ventaja” poblacional se desvanece cuando se tienen en cuenta las condiciones de vida de la mayoría de las personas del continente. Más de 250 millones de personas pasan hambre y el 39% de los niños de todo el mundo con retraso de crecimiento por malnutrición se encuentran en África, según datos de la OMS. Entre las consecuencias de la desnutrición, explica Unicef, está la posibilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, otro de los factores de riesgo si se produce una infección por coronavirus. A esto se suma la dificultad de seguir alguna de las recomendaciones de prevención del coronavirus, como lavarse las manos con agua y jabón. La ONG Manos Unidas alerta de que en África subsahariana alrededor de 300 millones de personas no tienen acceso a agua potable e higiénica.

La comunidad internacional y las autoridades africanas no tiran la toalla y se aferran a la rapidez de actuación de la mayoría de los países. La directora de la oficina regional de África de la OMS, la doctora Matshidiso Moeti, se muestra ligeramente optimista pero hace hincapié en la necesidad de “descentralizar la respuesta para adaptarla a los contextos locales” y empoderar, así, a las diferentes comunidades. Por su parte, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para África de Naciones Unidas, Vera Songwe, señala la necesidad de una acción global a nivel económico y recuerda que “si un país en África, o en cualquier otro lugar, tiene coronavirus, todo el mundo seguirá teniéndolo”.

#Coronavirus y solidaridad: los ciudadanos se vuelcan en iniciativas sociales

Es probable que al ir a comprar alimentos o a tirar la basura hayas observado algún que otro anuncio en el ascensor o cartel colgado de un balcón que recoja frases como “Todo irá bien”, “Venceremos” o “Gracias sanitarios”. O quizá no los hayas visto estas pancartas, pero seguramente cada día al atardecer te unes a ese aplauso colectivo que resuena en todo el país como muestra de agradecimiento al personal sanitario. Al final, ambos son pequeños gestos humanos que llaman a la esperanza en una situación tan extraordinaria como esta crisis sanitaria. En tiempos en los que la vida se ha vuelto una exigencia en sí misma, la solidaridad vecinal se ha abierto paso hacia una convivencia más amable.

Cada gesto suma

Desde que se decretó el estado de alarma, son muchas las iniciativas solidarias que han aparecido a pequeña escala, en comunidades o bloques de vecinos. En numerosos puntos de España, por ejemplo, se han creado redes de vecinos que se ofrecen a ir a hacer la compra para que aquellos que más lo necesitan, como los mayores y las personas con patologías previas, no tengan que salir a la calle y exponerse al contagio. Una muestra de ello es la aplicación TeAyudo, un proyecto de colaboración vecinal que funciona como una suerte de tablón de anuncios en el que unos publican sus necesidades específicas y otros se ofrecen a ayudar para sacar al perro, ir a la farmacia o cuidar a los niños.

Asimismo, en los últimos días se han popularizado plataformas o apps que sirven para intercambiar objetos o solicitar ayuda a los que se encuentran cerca.  Aplicaciones como Tienes sal o Nextdoor se han convertido en una herramienta eficaz para compartir información entre vecinos, antes desconocidos, y que ahora se presentan (aunque en la distancia) como un punto de apoyo.

Muchas personas se han lanzado a fabricar material de protección como mascarillas

También la tecnología se ha puesto al servicio de la sociedad. Muchos medios de comunicación muestran cómo algunos sanitarios se han ofrecido a convertirse en el nexo entre familiares y pacientes ingresados que se encuentran aislados en el hospital a través de videollamadas. Se trata, sin duda, de una manera de humanizar los cuidados en un momento en que médicos y enfermeros deben cubrirse totalmente por seguridad. ‘Acortando distancias’ es una de esas iniciativas. Puesta en marcha por una enfermera y apoyada por el Ayuntamiento de Madrid, gestiona la recogida de dispositivos móviles, tabletas u ordenadores para facilitar el contacto virtual entre los familiares que se encuentran confinados en sus hogares y las personas ingresadas.

Por otro lado, la falta de escasez de material sanitario está siendo uno de los grandes problemas en la gestión de la crisis del coronavirus en todo el mundo. Por eso, emprendedores, particulares y pequeñas empresas se han puesto manos a la obra para crear equipos de protección para sanitarios e incluso válvulas respiratorias para hospitales, siempre siguiendo los estándares de seguridad necesarios para que sean válidas y cumplan su función de proteger al personal sanitario. Es el caso del ingeniero colombiano Andrés Calderón quien, según explican desde la agencia EFE, dejó de utilizar su máquina para imprimirle juguetes a su hijo y se lanzó a producir productos sanitarios para regalar a los hospitales de la zona.

Por su parte, los estudiantes de toda España también han dado muestras sobradas de solidaridad y responsabilidad. La suspensión temporal de las clases de todos los niveles educativos desde hace más de un mes ha creado una brecha digital entre los alumnos, ya que los más desfavorecidos no cuentan en muchos casos con la tecnología necesaria en sus hogares para seguir las clases de forma online. Por ello, han surgido iniciativas destinadas a paliar estas desigualdades. Una de ellas, Universitarios Contra la Pandemia, tiene como objetivo ayudar de forma gratuita a alumnos de primaria y secundaria con clases online y material de refuerzo para que no se queden atrás. Además, el grupo llamado Vengadores UCM, formados por alumnos de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense atiende a los alumnos que no cuentan con los conocimientos tecnológicos necesarios para seguir el curso por Internet.

La cultura se hace notar

Conciertos, festivales, obras de teatro, presentaciones de libros… Debido a la situación de emergencia, la actividad del mundo de la cultura se ha paralizado. Sin embargo, los artistas no han dudado en utilizar las redes sociales para amenizar estos días. Músicos y cantautores también han querido poner su granito de arena y han encontrado en las diferentes plataformas online una oportunidad para hacer llegar su música a todas las casas con conciertos en directo a través de Instagram, Facebook o Youtube. Sin ir más lejos, a inicios de mes, la cantante estadounidense Lady Gaga anunciaba un festival benéfico a través de internet para recaudar fondos para la lucha contra el coronavirus.

En nuestro país, han sido varias las iniciativas en este sentido. El #YoMeQuedoEnCasaFestival ya ha celebrado tres ediciones en el mes de confinamiento que llevamos a nuestras espaldas. Numerosos artistas, algunos conocidos para el gran público como Beret o Sidecars, y otros con menos nombre y que se están abriendo camino en el mundo de la música han amenizado algunos de estos largos días que vivimos en la actualidad. Los números hablan por sí solos de la generosidad de los participantes: 163 artistas y 83 horas de música en apenas un mes y tres ediciones.

Más de 163 artistas han realizado conciertos virtuales en estos días de confinamiento

Otro de los sectores que se está volcando estos días para hacer el paso de las horas más llevadero es el de la gastronomía. Un claro ejemplo es el #15Días15KilosFest, una iniciativa de diferentes personas que aportan recetas con un toque personal en Instagram para endulzarnos los días y las noches con platos como las milhojas de burrata y tomate raf, las virutas de alcachofa con jamón o la torrija a su estilo.

Hoy hablamos de esas historias de solidaridad que tejen vínculos, refuerzan el sentimiento de grupo y nos hacen más llevaderos los días. Salimos a nuestras ventanas y balcones para disfrutar de un concierto improvisado, de una obra de teatro o para aplaudir junto a ese vecino con el que quizás nunca hemos hablado. Porque en esto estamos todos estamos juntos. Si la pandemia tiene alguna parte positiva, es que ha primado la solidaridad y la empatía. Hemos abandonado el yo para acoger el nosotros.

Un viaje virtual a la naturaleza: ocho propuestas cinematográficas

Imagen de la película Honeyland

Pese a que la situación por la que actualmente atravesamos no es la que ninguno habría deseado, cada día estamos más cerca de retomar la normalidad, nuestra cotidianeidad. Por el momento, estamos afrontando el confinamiento con cierto estoicismo, pero también hay que reconocer que abstraerse de la realidad en la que vivimos a veces se hace a veces cuesta arriba. Hoy iniciamos un largo puente en el que muchos recordamos viajes entrañables y experiencias divertidas. Y, como este año no puede ser, proponemos un viaje, al menos virtual, por muchos de esos parajes de una naturaleza que hoy se antoja lejana pero que sigue ahí, pendiente de que la descubramos, de que la protejamos.

A continuación se detallan algunas propuestas culturales y de ocio para pasar estos días recordando la dimensión que la naturaleza tiene en nuestras vidas y lo importante que es saber transmitirlo a las generaciones más jóvenes.

Una verdad incómoda (2006), Davis Guggenheim

Probablemente el primer gran documental que puso en el centro del debate mundial el problema del cambio climático. La idea de hacer un documental surgió en 2004, tras una charla sobre el clima de Al Gore, el que fuera vicepresidente de los Estados Unidos bajo el mandato de Bill Clinton. La cinta, que obtuvo dos premios Óscar, se ha convertido en un imprescindible en escuelas y universidades de todo el mundo.

Wall-E (2008), Andrew Stanton

Una joya más de Pixar que reflexiona sobre el consumismo desmesurado del ser humano. Situada en el año 2800, en un planeta Tierra devastado y sin vida humana en el que un pequeño robot (Wall-E) sigue haciendo el trabajo para el que fue creado años atrás: limpiar toda la basura del planeta. La cinta hace reflexionar sobre si nuestro estilo de vida es realmente sostenible y compatible con la naturaleza.

Avatar (2009), James Cameron

Una película que en su momento rompió todas las listas de cintas más taquillera de la historia y que nos presentaba Pandora, un planeta alternativo al que el ser humano viajaba en busca de un mineral que ayudase a acabar con los problemas energéticos en la Tierra. Cuando la ciencia ficción se acerca tanto a la realidad quiere decir que algo estamos haciendo mal, ya que en 2009 planteaba problemas todavía muy presentes en 2020.

Interstellar (2014), Christopher Nolan

Uno de los mejores directores de la actualidad, Christopher Nolan, nos muestra un futuro que tampoco parece muy descabellado: todos los recursos se están agotando y nuestro planeta tiene las horas contadas. La única solución es salir al espacio exterior para buscar otro lugar en el que poder habitar y salvar así la raza humana. Sin llegar a situaciones tan extremas, la explotación desmedida de los recursos en la actualidad puede tener consecuencias devastadoras en el futuro.

El olivo (2016), Icíar Bollaín

Película española que narra la historia de un árbol, un olivo centenario, que es vendido en contra de la voluntad de su dueño a una empresa para plantarlo en un edificio en Europa. La cinta de Icíar Bollaín defiende la importancia del patrimonio natural y pone de manifiesto la importancia que puede llegar a tener la naturaleza en nuestras vidas.

Capitán fantástico (2016), Matt Ross

Narra las aventuras de una familia grande, con seis hijos, que viven en las afueras de Oregón, en Estados Unidos, huyendo de la civilización y renunciando a la tecnología. Esta obra protagonizada por Viggo Mortensen, puede ser considerada una utopía pero nos recuerda que es posible vivir más en contacto con la naturaleza en nuestro día a día.

Nuestro planeta (2019), Alastair Fothergill

Es uno de los documentales más exitosos de Netflix, y eso quiere decir algo. Una producción que se rodó en más de 50 países y que hace una defensa a ultranza de la lucha contra el cambio climático. Visualmente brillante, avisa de que dentro de 20 años “el colapso de la Tierra será inevitable”, y para hacernos reflexionar, que mejor que ver a todas las víctimas de esta catástrofe ambiental que estamos provocando.

Honeyland (2019), Ljubomir Stefanov y Tamara Kotevska

La gran triunfadora de la última edición del famoso festival cinematográfico de Sundance es una cinta documental que sigue la vida de una criadora de colonias de abejas que vive en soledad en un remoto pueblo balcánico de Macedonia del Norte. El orden natural de la zona se ve amenazado cuando una familia se instala en el pueblo e intenta dedicarse también a la cría de abejas. Es una bella alegoría sobre el impacto que el ser humano tiene en la naturaleza y lo frágil que es el equilibrio entre ambos.

#Coronavirus: infodemia y desinformación

Ilustración: Valeria Cafagna

El 31 de diciembre de 2019 China informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de los primeros casos provocados por un brote de un nuevo coronavirus desconocido en humanos hasta la fecha. Ese día, el interés de la comunidad online (las búsquedas realizadas) por el término coronavirus era –en un baremo en el que el cero equivale al mínimo interés y el cien al máximo– menor a uno, según datos de Google Trends. Este interés se mantuvo por debajo de veinte hasta el 25 de febrero. Ese día, la oficina de prensa de la región de Lombardía, el epicentro del coronavirus en Italia, anunció el aislamiento de alrededor de 100.000 ciudadanos. El COVID-19 afectaba seriamente al norte de Italia y empezaba a expandirse por el resto del continente europeo. El interés ciudadano aumentó –hay que tener en cuenta que Google Trends no recopila datos de muchos países de Asia– y afianzó otro fenómeno ya señalado previamente por la OMS: la infodemia.

La palabra infodemia (infodemic, en inglés) –fruto de la unión de ‘información’ y ‘pandemia’– fue usada por primera vez por la OMS el pasado mes de febrero para referirse a la saturación de información en torno al coronavirus. Una información que, según la organización, “puede ser veraz o no y dificulta que las personas encuentren fuentes fiables cuando lo necesitan”. Mientras que históricamente, en situaciones de crisis lo más común ha sido “la falta de información, especialmente por parte de fuentes oficiales, en la era de la conexión, el problema no es la falta de información, sino la sobreabundancia de esta y el desafío de averiguar en cuál debemos confiar y en cuál no”, señala Kate Starbird, investigadora del comportamiento de la información online en periodos de crisis en la Universidad de Washington.

Plataformas como Twitter, Facebook o Google ya están luchando contra las fake news

“En tiempos de ‘sobre-información’, incertidumbre y ansiedad somos particularmente vulnerables a la desinformación, que puede arraigarse en el proceso de creación de sentido colectivo. Además, como participantes activos de los entornos online todos podemos terminar absorbiendo y difundiendo las fake news”, explica Starbird. Las redes sociales -incluido Whatsapp- a menudo son el nido de la infodemia, el caldo de cultivo idóneo para la proliferación de noticias falsas y bulos, un hecho que no es nuevo pero que, con la crisis del coronavirus ha aumentado a un ritmo muy alto, poniendo incluso en peligro “la lucha contra la enfermedad y su contención, con consecuencias que pondrán en peligro la vida humana”, cuenta Tedros Adhanom, director general de la OMS.

Ejemplo de este fenómeno son los 1,5 millones de cuentas sospechosas de manipular y difundir spam detectadas por Twitter en los últimos 15 días, así como los 1.100 tuits borrados directamente por “contenido engañoso y potencialmente dañino”.  Pero Twitter no está solo en la lucha contra la desinformación.

Cuando lo OMS vio el peligro que suponía la infodemia para solucionar la crisis provocada por el coronavirus, se puso en contacto con otras empresas del sector y “algunas de ellas, como Google, Facebook, Pinterest, TikTok, Tencent, están prestando su apoyo”, asegura Adhanom en un artículo de El País. Un ejemplo de esta colaboración entre las autoridades sanitarias y los responsables de las redes sociales son la Alerta SOS, lanzada por Google para facilitar la búsqueda de información sobre el coronavirus, el enlace al portal web de la OMS que ha incluido YouTube en los vídeos que mencionan al coronavirus o el mensaje de Facebook e Instagram animando a sus usuarios a consultar fuentes oficiales si buscan información sobre la pandemia en su página web.

Es importante recordar que, ante la incertidumbre, los lectores siempre deben recurrir a fuentes de información fiables y contrastadas como los medios de comunicación y los organismos y autoridades sanitarias – como la web de la OMS o en España la del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.


#Coronavirus y el reto de los ODS

Con la llegada de esta trágica pandemia hemos pasado a ser del todo conscientes del efecto mariposa de la globalización. Esa cosa etérea, lejana, que sin embargo hoy se cuela en nuestras casas y en nuestras vidas (siempre lo hizo, aunque de forma menos directa). Curiosamente ahora, confinados, distanciados por responsabilidad cívica, entendemos mejor que nunca la complejidad de las interconexiones que tejen nuestro mundo. “Si las relaciones entre seres humanos se representaran con trazos a bolígrafo, el mundo sería un único y gigantesco garabato”, escribe el escritor italiano Paolo Giordano en En tiempos de contagio, el primer documento literario publicado sobre esta emergencia sanitaria.

El COVID-19 no es más (ni menos) que el nombre que adopta en este momento concreto el conjunto de amenazas globales sobre las que los científicos llevan no pocos años advirtiendo y que han contribuido a divulgar organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) e iniciativas privadas como el World Economic Forum (WEF). En su último informe Global Risks Report presentado en Davos el pasado mes de enero, el WEF esbozaba los principales desafíos a los que se enfrentará el planeta en la próxima década en términos de probabilidad: pérdida de biodiversidad y estrés de los ecosistemas, crisis alimentaria y escasez de agua, nuevas enfermedades e impactos sobre los sistemas de salud, aumento de las migraciones climáticas, exacerbación de las tensiones geopolíticas o incremento de los ciberataques.

Este mapa de riesgos globales a los que nadie es inmune es la base sobre la que se construyó la Agenda 2030, la hoja de ruta para el desarrollo sostenible firmada en Naciones Unidas en septiembre de 2015 y que ahora recibe la dolorosa sacudida del COVID-19 a apenas diez años vista de su cumplimiento: ya existe el temor a que un descalabro económico relegue a un segundo plano los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y que Gobiernos y empresas se vean obligados a rebajar su ambición a la hora de concretar sus compromisos con el planeta y con las personas.

La cooperación como modus operandi frente a los retos globales es clave para construir un futuro que conecte con un mundo más sostenible

Por eso conviene recordar que incumplir estos acuerdos solo conseguirá agravar esta realidad. Porque no hay crecimiento posible sin desarrollo sostenible y sin justicia social. “La sostenibilidad, al margen de tratar de preservar el planeta, lo que trata es de acotar los excesos que la propia dinámica del sistema económico tiene por sí solo. El deshielo de los polos tiene costes concretos en términos de sequías, de erosión de los litorales, y más indirectamente de la alimentación o el aumento del gasto sanitario. Hay una cuenta de pérdidas y ganancias del crecimiento desmedido”, recuerda el economista Emilio Ontiveros en una reciente entrevista.

Sin tomar esa brújula de medio y largo plazo, todos nos dirigimos, sin excepción, a un callejón sin salida. De nosotros depende que avancemos hacia una solidaridad o empoderamiento global o nos atrincheraremos en la cueva de Platón. Y la hoja de ruta que nos marcaba el desarrollo sostenible está plenamente vigente. Solo así saldremos, pese al drama humano, reforzados”, escribe Helena Ancos, directora de Ágora y Ansari en este artículo.

Si bien es cierto que la crisis ocasionada por el COVID-19 obligará a revisar y readaptar esta agenda global (diseñada, dicho sea de paso, para ser una agenda viva), la cooperación como modus operandi frente a los retos globales es clave. Más aún en tiempos de coronavirus. No olvidemos, además, el impacto que un virus como el que nos acecha puede tener en países cuya infraestructura de salud y estructura institucional no es tan fuerte como en España, Italia o Japón.

Algunos proponen, incluso, añadir un ODS 18 centrado en la solidaridad humana. Es una posibilidad. Sin restarle importancia a la nomenclatura ni a los matices, de este escenario de incertidumbre extraemos al menos una certeza: está en nuestra mano –Gobiernos, empresas y ciudadanía– hacer un repaso positivo de lo que está pasando y rediseñar las nuevas reglas del juego de la ya bautizada era post-coronavirus para construir una nueva y mejorada normalidad. Pero siempre con la vista puesta en el bien común si no queremos que los males comunes definan nuestro futuro.

#Coronavirus: innovación por el bien común

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La historia nos ha enseñado siglo tras siglo que el ser humano hace acopio de todas sus fuerzas en situaciones límites. Y ante la imparable expansión del coronavirus lo ha vuelto a hacer. La ciencia y la tecnología se han aliado para ofrecer soluciones innovadoras que permitan afrontar la lucha contra esta pandemia con las máximas garantías.

En España, la respuesta social y empresarial ha sido extraordinaria: fabricación de respiradores artificiales de bajo coste, uso de impresoras 3D para crear material sanitaria básico como son las mascarillas, ensayos clínicos acelerados para desarrollar una vacuna eficaz, etc.

El resto del mundo tampoco se ha quedado atrás. Los países asiáticos aprovecharon su posición privilegiada como gigantes tecnológicos para desarrollar apps que ayudasen a frenar la expansión del virus, y otros países han seguido esta línea de trabajo: científicos del MIT y Harvard han creado una aplicación que mediante el rastreo del usuario es capaz de trazar un mapa de contagios del coronavirus, mientras que Microsoft ha liderado el desarrollo de un 'chat bot' que mediante la inteligencia artificial es capaz de detectar los síntomas del COVID-19.

Dos cabezas piensan mejor que una, pero solo si tienen el mismo objetivo en mente. Y ahora mismo, el objetivo es claro: frenar el contagio por coronavirus lo antes posible.