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#Coronavirus: el 'plan dónut' de Ámsterdam para relanzar su economía

“La humanidad debe vivir dentro de un donut”. Aunque esta afirmación pueda parecer descabellada, es la idea sobre la que se vertebra el plan de la economista británica Kate Raworth, académica del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford, para reconvertir el actual sistema económico en uno más sostenible. Conocido también como “modelo dónut”, la experta propone una guía para que países, ciudades y ciudadanos prosperen en equilibrio con el planeta.

Raworth dio a conocer su plan en 2017 a través del libro Doughnut Economics Seven Ways to Think Like a 21st-Century Economist. Sin embargo, ha sido ahora, frente al escenario de reconstrucción económica que nos deja la crisis sanitaria del coronavirus, cuando esta revolucionaria manera de analizar el sistema económico ha cogido fuerza. De hecho, a inicios de abril, la ciudad de Ámsterdam anunció que adoptaría el modelo dónut para relanzar su economía tras la pandemia y lograr su objetivo de ser 100 % circular de cara a 2050.

La capital holandesa espera ser 100 % circular en 2050

Según se expone en el libro, la premisa es sencilla: el objetivo de la actividad económica debe ser satisfacer las necesidades básicas de todos, pero sin agotar los recursos del planeta. De ahí que la imagen del dónut sea perfecta para entender esta pauta. En el anillo interior se encuentran las necesidades básicas para que podamos llevar una buena vida: salud, alimentos, energía, agua potable, vivienda, educación y el resto de los valores mínimos recogidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, como igualdad de género, equidad social o paz y justicia. El anillo exterior representa el techo ecológico y todos aquellos puntos que la comunidad científica ha identificado como una amenaza. Desde la destrucción de la capa de ozono y el calentamiento global hasta la acidificación de los océanos. Entre ambos anillos está la masa del dónut, lo mejor: el lugar donde se satisfacen tanto las necesidades de la sociedad y al mismo tiempo se protege al planeta.

"El dónut no nos brinda las respuestas, sino una forma distinta de ver nuestro modelo de crecimiento, para que no sigamos en las mismas estructuras de siempre", explicaba Raworth a The Guardian. Sin embargo, añadía la experta, es posible traducir este modelo en políticas concretas siempre que primero se recopile información de los sectores productivos del lugar y se haga un retrato en el que se analicen las necesidades de los ciudadanos para prosperar y también el impacto ecológico ligado al desarrollo.

La economista exponía un caso concreto de cómo llevar a la práctica su modelo en una ciudad como Ámsterdam donde hay un problema de escasez de vivienda. Actualmente, según se recoge en el informe realizado por el Doughnut Ecomomics Lab, el 20 % de los habitantes de la capital holandesa no son capaces de cubrir sus necesidades básicas después de pagar el alquiler. Si bien una de las soluciones sería construir más edificios, hacerlo siguiendo los estándares actuales implicaría un incremento drástico de las emisiones de CO2 en la ciudad –que ya han aumentado un 31 % respecto a los niveles de 1990–. El análisis va más allá: del total de esas emisiones locales, el 62 % procede de la importación de materiales de construcción, alimentos y otros productos. Así, reducir las emisiones asociadas al transporte internacional de estas actividades ayudaría a solucionar el problema de la vivienda.

El plan de Raworth es una guía para que los países prosperen en equilibrio con el planeta

Con este análisis, la vicealcaldesa de Ámsterdam, Marieke van Doorninck, anunció que tras superar la pandemia se pondrían en marcha medidas orientadas a fomentar productos que duren más tiempo, que se puedan reutilizar y reparar con facilidad. Además, según se detalla en la Estrategia de Amsterdam Circular 2020-2025, en los próximos años se impulsará el uso de materiales sostenibles en las empresas de construcción y se llegará incluso a reforzar los requisitos de sostenibilidad en las licitaciones, exigiendo a los edificios un “pasaporte de materiales” que identifique los materiales que son reutilizables.

Esta dinámica se imitará en otros sectores como el de la alimentación. Se calcula que, solo en la ciudad, anualmente se tiran a la basura 41 kilos de comida por persona. Según el plan de Van Doornicnck, el excedente de alimentos de hoteles y restaurantes irá destinado a los más vulnerables.  Una acción que, según las primeras estimaciones, permitirá la reducción del 50 % del desperdicio de alimentos de cara a 2030.

La ciudad de Ámsterdam ha sido de las primeras en diseñar una hoja de ruta para reconstruir la economía tras la pandemia. Sin embargo, ya son muchos los expertos que consideran que esta trágica crisis sanitaria es una oportunidad para transformar nuestro modelo de desarrollo en uno más sostenible con el planeta y sus habitantes que satisfaga las necesidades de hoy y no comprometa las de mañana.

¿Cuánto contaminan nuestras compras online?

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Comprar por Internet no es tan ecológico como pensamos. A pesar de que tiene ciertas ventajas respecto al método de compra tradicional, lo cierto es que con cada click se consume una gran cantidad de energía, ya sea en el transporte o la fabricación de los envoltorios. La clave para reducir la huella de carbono asociada a las compras electrónicas es utilizar el sentido común. Pero para ello, primero es preciso abrir los ojos y conocer cuánto contaminamos con cada pedido que nos llega a casa.

Pequeños gestos para ser más eficiente (y ahorrar en la factura de la luz)

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Pulsar un botón y que se encienda una bombilla. Dejarla encendida durante horas aunque no estemos bajo su luz, al igual que mantenemos la televisión como ruido de fondo sin estar viéndola. ¿Cuánto le cuestan esos gestos a nuestro bolsillo? ¿Y al planeta? El 21 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro de Energía con el objetivo principal de reflexionar sobre el excesivo consumo energético que realizamos cada día.

En los últimos años, el consumo de energía eléctrica no ha parado de crecer en todo el mundo. Además, pese a que las renovables logran ocupar un porcentaje cada vez mayor del mix energético –según las fuentes del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE), en 2016, suponían un 13,9% del mismo–, la mayor parte aún procede de combustibles fósiles, sobre todo de petróleo –44,3%– y gas natural –20,3%–.

Desde el organismo estiman que, en nuestro país, aproximadamente el 36% del consumo total de energía lo producen las familias, repartiéndose entre el 17% en el uso del vehículo privado y un 18,5% a los usos energéticos de la vivienda, cerca de 4.000 kWh al año. «Desde la década de los años noventa y hasta hace relativamente poco, el consumo energético de los hogares españoles ha evolucionado por encima del crecimiento de la población, a una tasa incluso 3 veces superior. Eso se ha debido, principalmente, al incremento del equipamiento doméstico. Por otro lado, se ha mantenido un incremento progresivo del número de vehículos turismos, que ya en el año 2008 superaba los 22 millones de coches (1,3 coches por hogar), manteniéndose desde entonces estabilizado alrededor de esta cifra.

El 36% del consumo total de energía lo producen las familias

En la actualidad se han producido algunos cambios fruto de la coyuntura económica, dinámica de precios energéticos y mejoras tecnológicas asociadas al equipamiento e instalaciones térmicas de las viviendas, entre otros factores, dándose un acercamiento entre el ritmo de crecimiento de la población y el del consumo de los hogares», explican.

En los datos que recoge la Guía Práctica de la Energía del IDAE, los electrodomésticos son los responsables de casi el 62% del consumo de los hogares. El frigorífico (19%) es quien se lleva buena parte del gasto energético, por lo que, como apuntan de la OCU, es importante tener cuidado con el lugar en el que está situado –alejado de fuentes de calor y con espacio suficiente para los sistemas de refrigeración– y con la temperatura del termostato: si está demasiado frío, la factura subirá.

Como apuntan desde la organización, aunque el gasto energético de otros aparatos no sea tan elevado como el de las neveras y congeladores, también suponen un punto importante para rebajar nuestra huella energética. Pequeños gestos como poner el lavavajillas y la lavadoras en programas eco o fríos –que funcionan con temperaturas alrededor de los 50ºC y que pueden llegar a consumir hasta un 40% menos que aquellos que emplean agua caliente– son un gesto básico para no desperdiciar energía. También es importante actuar en lo que no vemos: los electrodomésticos en stand by son responsables de casi un diez por ciento del consumo. Para un consumo medio de 3.500 kWh/año, apagar del todo los aparatos que permanecen en reposo supondría un ahorro anual de 52 euros en la factura, según cifran en la OCU.

Ajustar la potencia eléctrica de nuestro hogar para adaptarla a nuestras necesidades reales de consumo, contratar tarifas con discriminación horaria o controlar la temperatura de la vivienda –manteniéndola entre 19 y 21º durante el día y no por encima de 17º durante la noche y realizando un correcto mantenimiento de los sistemas de calefacción– son algunas de las acciones sencillas que harán que la factura de la luz baje pero, sobre todo, que el planeta también ahorre unos recursos necesarios para la supervivencia de todos.

Los Ángeles, capital del Green New Deal

Los Ángeles (California), la segunda ciudad más importante de Estados Unidos después de Nueva York –al menos en cuanto a superficie y población– acaba de aprobar un Green New Deal, un plan que busca mejorar la eficiencia de las infraestructuras, transformar las tradicionales fuentes de energía en unas más limpias y regenerar los sistemas de protección social para que sean más justos. Así, la capital de la fama pretende convertirse en el centro de la vanguardia mundial en la lucha contra el cambio climático.

La expresión que da nombre al paquete de medidas administrativas no es casual, sino una adaptación del New Deal económico que impulsó el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt entre 1933 y 1938 para sacar al país de la Gran Depresión del 29. Con el tiempo, el concepto se ha convertido en todo un símbolo y, ahora, las nuevas propuestas políticas se lo han apropiado, redirigiéndolo hacia la sostenibilidad.

Los Ángeles aspira a tener un 80% de coches con cero emisiones en menos de dos décadas

Según el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, L.A (como se conoce popularmente a la ciudad) aspira a tener un 80% de coches con cero emisiones en menos de dos décadas. “No se trata de eliminar los automóviles, pero sí de que no sean contaminantes”, ha repetido en múltiples ocasiones el político norteamericano. Al final, el propósito es que de cara a 2045, el 100% de la electricidad provenga de fuentes renovables.

Lejos de ser una propuesta deliberada, esta decisión nace como remedio a las malas prácticas en las que ha venido incurriendo hasta ahora la ciudad de Los Ángeles: es todavía el paradigma de transporte contaminante e ineficiente y la zona con peor calidad de aire de toda norteamérica. Durante las décadas de los 80 y los 90, el problema se acentuó incluso hasta el punto de que los ciudadanos tuvieron que reducir sus actividades al aire libre por la constante presencia de smog, esa oscura y densa niebla contaminante, causante de algunos de los problemas respiratorios más graves.

Con la llegada de Garcetti a la Administración municipal, las líneas políticas han dado un brusco giro. El alcalde demócrata considera que para que L.A. sea una ciudad sostenible hay que tomar decisiones radicales y rápidas: el Green New Deal obligará a que los nuevos edificios de propiedad de la ciudad, así como las renovaciones de mayor calado, sean completamente eléctricos. Asimismo, se exigirá que la totalidad de los edificios sean netos en carbono para 2050 y se eliminará de manera paulatina la espuma de poliestireno, las pajitas de plástico y los envases de un solo uso para 2028.

Según se recoge en el programa, se espera también reducir el número de viajes por carretera de vehículos personales y, por contra, fomentar el uso del transporte público, las bicicletas o los traslados a pie. Se incluye además la intención de reciclar el 100% de las aguas residuales para 2035 y construir una red eléctrica con cero emisiones de carbono que permita un suministro de energía renovable del 80% en 2036.

Los cálculos de la repercusión de las medidas son optimistas: se salvarán 1.600 vidas, se evitarán más de seiscientos ingresos hospitalarios, se ahorrarán dieciséis mil millones de dólares en atención médica. Por no mencionar, que está programada la plantación de no menos de noventa mil árboles para 2021 y la creación de cerca de cuatrocientos mil empleos verdes para 2050.

California se coloca al lado de Nueva York en la resistencia contra Donald Trump

De esta manera, junto con estados como Washington o Hawái, California se sitúa en la resistencia frente a un Gobierno federal, capitaneado por Donald Trump, escéptico sobre el cambio climático, que retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París en 2017. Los Ángeles compite con Nueva York para ser la gran esperanza demócrata y medioambiental. Esto es Hollywood, pero en versión ecológicamente real.