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El bambú, un aliado sostenible para la eficiencia energética

La rápida tasa de crecimiento del bambú, así como su gran densidad y su capacidad de absorción de CO2 convierten a este vegetal en una alternativa efectiva y sostenible para la producción de biomasa y, por tanto, de energía limpia.


Aunque es un gran desconocido para el gran público, el bambú es una de las opciones actuales más potentes y eficientes para la producción de biomasa. Gracias a su rápido crecimiento, esta planta permite disponer cada poco tiempo de la materia necesaria para generar calor o electricidad.

Una hectárea de bambú puede absorber 21,41 toneladas anuales de CO2 y almacenar aproximadamente 150 toneladas durante los primeros siete años de vida

En comparación con la leña, el bambú tiene una tasa de crecimiento mucho más rápida. Esto significa que se puede producir en mayores cantidades y con la ventaja de necesitar menos tiempo y espacio para su plantación y cultivo. De hecho, algunas especies pueden crecer hasta un metro por día. Además, una hectárea de bambú tiene la capacidad de absorber 21,41 toneladas anuales de CO2 y de almacenar aproximadamente 150 toneladas en los primeros siete años de vida, según datos aportados por la International Bamboo and Rattan Organization.

Estas propiedades particulares han llevado a algunas empresas a centrar sus plantaciones y explotaciones agrícolas en el cultivo de esta planta, a centrar sus plantaciones y explotaciones agrícolas en el cultivo de esta planta, con el objetivo de que pueda servir como proveedor de energía limpia y como una alternativa sostenible a los combustibles fósiles.

El bambú tiene una mayor densidad que la mayoría de las especies de madera, lo que significa que tiene un mayor contenido de energía por unidad de volumen y proporciona grandes cantidades de biomasa sostenible para la producción de energía renovable

Además, el bambú tiene una mayor densidad que la mayoría de los tipos de madera, lo que significa que tiene un mayor contenido de energía por unidad de volumen. Asimismo, proporciona grandes cantidades de biomasa sostenible para la producción de energía renovable.

Países como China, India, Brasil o Filipinas son algunos de los que lideran su desarrollo debido al poder energético que tiene el bambú al entrar en combustión. En Europa existen varias plantas de biomasa alimentadas con bambú y en España, el primer bosque dedicado a la producción de bambú se plantó en el año 2012.

Como se ha visto, el rendimiento del bambú para biomasa es muy alto. Cada año es posible llegar a más de 35 toneladas por hectárea recolectadas para este fin. Los tipos de energía que se pueden generar a partir de la combustión del bambú son, principalmente, eléctrica, calórica, gas y carbón.

En el primero de los casos, el calor producido por la biomasa puede emplearse para alimentar generadores eléctricos, ya sea para autoconsumo o bien para verter a la red eléctrica en sistemas de gran escala. Por otro lado, el propio proceso de combustión del bambú y la producción de biomasa generan calor para utilizar en calefacciones o, incluso, agua caliente sanitaria. Por último, los procesos de combustión a pequeña escala generan gas e, incluso, carbón, que se pueden reaprovechar como combustibles.

Además de esta propiedad en la generación de diferentes tipos de energía, la rigidez y la cámara interior de aire con las que cuenta este vegetal permiten realizar construcciones, contrachapados y paneles con características altamente aislantes. También en relación con los campos de la arquitectura y la construcción, comparado con otros materiales como el hormigón o el acero, la producción del bambú requiere menos energía y tiene una baja huella ecológica, lo que ayuda a reducir las emisiones de dióxido de carbono y lograr viviendas mucho más sostenibles.

Triplicar las energías renovables, el nuevo reto marcado por la COP28

Los países participantes en la COP28 han incidido en la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

El avance mundial en materia de freno al calentamiento global avanza de manera lenta. Por eso, los países participantes en la COP28 han incidido en la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y de perseguir la descarbonización del planeta mediante la sustitución de los combustibles fósiles para paliar los estragos producidos por las altas temperaturas.


El Acuerdo de París de 2015 estableció el reto de limitar el aumento de la temperatura hasta un máximo de 1,5ºC para 2050. Tras ocho años, la COP28, celebrada en Dubái entre noviembre y diciembre, ha sido el escenario para hacer balance de los avances logrados.

Esta edición de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha sido de gran relevancia ya que se han evaluado los avances hechos hasta la fecha, con respecto a los objetivos de la Agenda 2030 y se han logrado acuerdos «históricos». A partir de ello, los países ya pueden utilizar las conclusiones tomadas para desarrollar planes de acción climática más sólidos para 2025.

El eje central de esta edición se basa en que la ciencia indica que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben reducirse un 43 % para 2030 con respecto a los niveles de 2019 para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, y señala que las partes no van por buen camino―la trayectoria actual está justo por debajo de los 3ºC―.

La transición energética avanza demasiado lenta para lo ambiciosos y urgentes que son los objetivos de la Agenda 2030

Se ha concluido que la transición energética avanza lentamente para lo ambiciosos y urgentes que son los objetivos. Por eso, los dirigentes participantes en la COP28 han decidido tomar medidas más agresivas: 116 países se han comprometido a triplicar el uso de las energías renovables y duplicar la tasa anual de eficiencia energética para 2030

Por ello, la COP28 ha marcado un punto de inflexión: por primera vez, se ha alcanzado un acuerdo para abandonar paulatinamente los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y avanzar hacia una transición verde. Además, se ha puesto en marcha el Fondo de Pérdidas y Daños, destinado a ayudar a los países en desarrollo vulnerables al cambio climático.

El acuerdo alcanzado sienta las bases para una transición rápida, justa y equitativa. También se han acordado las metas del Objetivo Global de Adaptación (GGA) y su marco, que establece cuál debe ser el consenso mundial para ser resilientes a los impactos de un clima cambiante y evaluar los esfuerzos de los países.

En cuanto a la financiación, seis países prometieron una nueva aportación al Fondo Verde para el Clima (GCF), que alcanza la cifra récord de 12.800 millones de dólares procedentes de 31 países.

La COP28 ha adoptado el acuerdo histórico de abandonar paulatinamente los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y avanzar hacia una transición verde

Ocho países anunciaron también nuevas aportaciones al Fondo para los Países Menos Adelantados y el Fondo Especial para el Cambio Climático por un total de más de 174 millones de dólares. Asimismo, se prometieron contribuciones al Fondo de Adaptación de casi 188 millones de dólares. Sin embargo, estas cifras aún están lejos de los billones necesarios para ayudar a los países en desarrollo en la transición energética y la aplicación de sus planes climáticos nacionales. Sería necesario establecer y acelerar fuentes de financiación nuevas e innovadoras.

También se acordó que el programa de trabajo de mitigación de cara a sociedades más descarbonizadas que se puso en marcha en la COP27 continuará hasta 2030, con la celebración de al menos dos diálogos globales anuales.

Han sido semanas de intensas negociaciones que han dado como resultado un texto de 21 páginas que recoge cómo hacer frente a los objetivos, compromisos y retos globales que plantea el cambio climático para ir hacia una transición energética real y lograr un futuro más sostenible gracias a la cooperación internacional.

Almacenamiento energético, un nuevo reto para las renovables

Hace varias décadas, la transición «verde» descubrió nuevas fuentes de energía para garantizar el suministro eléctrico sin abusar del planeta. Ahora, la clave ya no está en producir, sino en guardar adecuadamente lo producido. 


En España, la producción de energía renovable es especialmente buena durante los meses de primavera y verano, cuando el sol aprieta y los vientos son más fuertes. Sin embargo, es en invierno cuando mayor uso se hace de este recurso, dadas las bajas temperaturas y las pocas horas de luz natural. ¿Cómo somos capaces de abastecernos de una temporada a otra?

Hoy por hoy, en el país hay más capacidad instalada para generar energía solar y eólica de la que se puede utilizar o vender a otros países. De hecho, el último informe elaborado por Trinomics, Fraunhofer-Gesellschaft y TNO apunta que España es uno de los países que «más proyectan energía almacenada en la Unión Europea», fruto de su gran inversión en tecnología de almacenamiento energético. 

Ahora bien: si realmente se produce tanta energía renovable, ¿qué se hace con ella, tanto para periodos de escasez como para prevenir el desperdicio? Su naturaleza intermitente presenta desafíos para la gestión de la red eléctrica y la satisfacción de la demanda en todo momento, por lo que un almacenamiento efectivo es –por ahora– el puente más estable entre generación de energía y suministro constante.

España posee más capacidad para generar energía solar y eólica de la que puede utilizar, y es uno de los países que más proyecta energía almacenada en la Unión Europea

Hace poco más de un año, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) presentó su estrategia de almacenamiento energético, en la que destacaba el hidrógeno renovable como uno de los sistemas más innovadores, ya que «desempeñará un papel clave en la reducción de las emisiones de sectores difíciles de descarbonizar, de procesos industriales de alta temperatura (por ejemplo la fundición de metales o la producción de cerámica) o de múltiples medios de transporte convencionales, desde los vehículos ligeros a camiones, autobuses o trenes».

Otra propuesta prometedora son las baterías de litio, que a pesar de su coste elevado parecen ser las más eficientes, aptas para el autoconsumo, y las que más proyección de futuro tienen. De este modo, si se combinan con placas solares, pueden almacenar la energía sobrante para utilizarla en momentos en que no haya sol. Sin embargo, el problema de este sistema es que el litio es un bien tan preciado que acabará escaseando, pues se utiliza en buena parte de los dispositivos electrónicos, incluidos los teléfonos móviles y los coches eléctricos.

El hidrógeno «verde», las baterías de litio o las centrales hidroeléctricas de bombeo son algunas de las propuestas más prometedoras para almacenar energía de forma eficiente

Asimismo, las centrales hidroeléctricas de bombeo son de las tecnologías más maduras de entre las actuales. Estas instalaciones utilizan la energía excedente para bombear agua hacia un depósito en altura durante períodos de baja demanda. Luego, el agua se libera para generar electricidad en momentos de alta demanda. Estas centrales comparten protagonismo con el almacenamiento término, que intenta preservar energía en forma de calor en materiales como sales fundidas o líquidos calientes, algo especialmente interesante para aplicaciones de calefacción y refrigeración.

En definitiva, el almacenamiento de energía renovable no es simplemente un capricho, sino una oportunidad para impulsar la transformación de nuestro sistema energético y mitigar el cambio climático. A medida que las renovables continúan ganando terreno, la capacidad de gestionarlas de forma eficiente se vuelve cada vez más relevante. Si bien los desafíos son evidentes, las innovaciones tecnológicas y las inversiones en esta área prometen una revolución en la forma en que capturamos, almacenamos y utilizamos la energía, allanando el camino hacia un futuro más limpio y sostenible para nuestro planeta.

La energía verde también es azul

El desarrollo de la eólica marina supone un reto a medio-largo plazo, por tratarse de una energía ilimitada, limpia y renovable. Aunque este ámbito aún no ha tenido apenas recorrido en España, bebe de la trayectoria generada en otras zonas del planeta y se convierte en un motor fundamental para lograr la sostenibilidad.


A día de hoy parece claro que el planeta no dispone de un almacén de recursos infinito y que es preciso buscar otras vías para generar energía. La industria continúa explorando nuevos horizontes más sostenibles, ambiental y socialmente, y los caminos son diversos. En este contexto, el desarrollo de la eólica marina se alza como una oportunidad óptima, poco explorada en la práctica, aunque plasmada desde hace años en acuerdos de desarrollo. La Estrategia de Crecimiento Azul adoptada por la Comisión Europea en 2012 —afianzada en la Estrategia Europa 2020— ya reconocía la importancia de los mares y océanos como motores de la economía europea. Esta estrategia considera la energía de origen marino, o «Energía Azul», como uno de los ámbitos prioritarios para proporcionar un crecimiento sostenible. Y es que su propia esencia se vuelve esperanzadora: se trata de una fuente de energía ilimitada, limpia y renovable que se presenta como una alternativa para contribuir al cumplimiento de los objetivos de descarbonización.

Farran: «En el mar lo podemos hacer mejor, porque empezamos de cero, por eso es importante el desarrollo de la eólica marina flotante»

Este ámbito fue uno de los que se abordaron en las Jornadas de Sostenibilidad de Redeia, celebradas recientemente en Madrid. «Nos están llegando muchos ejemplos desde el Mar del Norte y el Mar Báltico. Estamos delante de una gran oportunidad. En el mar lo podemos hacer mejor, porque empezamos de cero, por eso es importante el desarrollo de la eólica marina flotante», explicó Assumpta Farran, directora general de Energía de la Generalitat de Catalunya. «España está muy bien situada, hay quince prototipos de distintas potencias, y la diferencia está en esas bases flotantes. Hay que probar las plataformas de ensayo; en este momento tenemos aprobado en presupuesto 80 millones de euros para una plataforma que tiene conexión en red para 80 megavatios (MW)», añadía.

Y es que en este ámbito la cooperación se vuelve clave, tal y como expresó Javier Herrador, director de Navantia Seanergies. «Es necesario un marco colaborativo. Nuestros programas de éxito lo son porque un socio nos complementa. En las energías verdes lo tenemos aún más interiorizado, porque vemos que es la única manera de atender las cifras de negocio». Herrador reconoció que en la eólica marina existen varias barreras que sortear, como la tecnológica, la regulatoria, la relacionada con las infraestructuras y la cadena de suministros. «Los diseños que van a coexistir son los que tengan más facilidad para industrializarse, eso hará que los proyectos sean financiables», añadió.

Sectores interdependientes

El reto pasa por la convivencia de las distintas industrias asociadas al mar, donde el desarrollo sostenible tendría que aparecer junto al resto de los trabajos que tienen en el mundo marítimo en su campo de actuación. La «Economía Azul» abarca todas las actividades económicas que dependen del mar. Los diferentes sectores que componen este entramado son interdependientes —pesca, biotecnología acuícola y marina, turismo, navegación o transporte marítimo, entre otros—, ya que se basan en competencias comunes y en infraestructuras compartidas —puertos, redes de logística y distribución eléctrica— y en la utilización sostenible de los recursos marinos. Desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPAMA) se apuesta por el llamado «Crecimiento azul», una estrategia de apoyo a largo plazo al crecimiento sostenible de los sectores marino y marítimo. Su eje se sitúa en la importancia de los mares y océanos como motores de la economía europea por su gran potencial para la innovación y el crecimiento.

Desde el Mapama se apuesta por el llamado «Crecimiento azul», una estrategia de apoyo a largo plazo al crecimiento sostenible de los sectores marino y marítimo

En Francia también trabajan en esta línea llevando a cabo, entre otras acciones, una recopilación de contenido útil sobre el entorno en el que están iniciándose. «El Gobierno ha firmado un acuerdo con la Asociación del Mar. No tenemos mucha experiencia en energía flotante, así que vamos a trabajar por obtener más. Tenemos más de veinte conexiones con asociaciones, universidades y otros agentes, para conocer lo que pasa en el mar, queremos tener más información sobre todo esto», aseguró Dominique Millan, director general de Inelfe. Actualmente, disponen de 37 interconectores en funcionamiento, incluidos dos submarinos.

El futuro y la sostenibilidad caminan juntos. Apostar por itinerarios que contemplen un horizonte socioambiental, y no solo económico, resulta indispensable a nivel local y transnacional. Un horizonte donde el desarrollo de las energías renovables se convierta en una realidad, y donde el océano tenga un papel destacado. Lograr interactuar con la naturaleza sin perjudicarla y velando por su preservación. El mar es una fuente de fuerza natural que puede contribuir a ello. Y es que la energía verde también es de color azul.

La cuesta de septiembre se puede allanar con tecnología

El solo hecho de que ya existan termostatos inteligentes que manden notificaciones al teléfono móvil para informar de que no hay nadie en casa, y así apagar el aire acondicionado o la calefacción al instante, es un buen ejemplo de cómo los dispositivos inteligentes ya disponibles en el mercado permiten un mayor ahorro energético que los aparatos convencionales.

Una variación de un solo grado de diferencia ahorra un 7% de la energía del hogar, según el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE). El propio organismo gubernamental dedica un apartado exclusivo a consejos para una mayor eficiencia energética. Entre ellos, destaca que hacer uso de aparatos como termostatos o programadores horarios permite un control más efectivo de la temperatura y de la energía consumidas: la reducción puede oscilar entre un 8% y hasta un 13%.

El uso de termostatos inteligentes puede suponer entre un 8% y un 13% de ahorro energético, según el IDAE

En definitiva, la eficiencia energética de una vivienda pasa en gran medida por el uso de herramientas que controlen y recopilen cada aspecto medible: iluminación, enchufes, persianas, electrodomésticos y, cómo no, los propios termostatos, se pueden regular con la aparición de los asistentes de voz (Alexa, Google Home o Siri son los más conocidos).

Con un índice de precios de consumo anual acumulado hasta este mayo del 3,2%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el coste del gasto energético estará marcado los próximos meses, en gran medida, por las temperaturas extremas propiciadas por el calentamiento global y, además, por el fenómeno atmosférico ‘El Niño’ ya en ciernes. Como ha anunciado a principios de julio la Organización Meteorológica Mundial (OMM), tras siete años de letargo, hay una probabilidad “del 90% de que las condiciones de El Niño sigan prevaleciendo durante el segundo semestre de 2023”, con el consiguiente aumento de la temperatura mundial.

Sin fugas energéticas

Las bombillas inteligentes, de tipo led, son de media un 80% más eficientes que las de toda la vida, las incandescentes. Si además se le añade que permiten regular la intensidad de la luz y encenderlas y apagarlas a través del móvil, son una gran opción tanto para el ahorro como para la seguridad, al simular (aun estando a miles de kilómetros) que hay alguien en casa.

Establecer un sistema conectado de bombillas y enchufes inteligentes permitiría una reducción anual del consumo energético de cientos de euros

El propio IDAE estima que hasta un 11,7% del consumo eléctrico en un hogar proviene solo de la iluminación. Es el segundo motivo de mayor gasto energético en una vivienda, solo por detrás de los electrodomésticos, que suponen la mitad del total (55,2%). De ese porcentaje, hasta el 30,6% corresponde al frigorífico.

Por eso es igual de importante conocer que el funcionamiento de un enchufe inteligente permite medir en detalle el gasto de cada aparato conectado, además de encender o apagar el flujo de corriente eléctrica. Así se evita tener electrodomésticos en modo stand by, responsable de hasta el 6,6% del consumo total.

Con la referencia de los 1.538,53 euros de media anual que un usuario español pagó por la luz en 2022, según FACUA-Consumidores en Acción, el ahorro energético optimizando al máximo aparatos en hibernación e iluminación podría ser de casi el 18%, en torno a 276 euros anuales.

Otro de los gadgets cada vez más comunes en los hogares son los asistentes de voz. A través de ellos se pueden controlar distintos parámetros energéticos de la casa, ya que la mayoría de los dispositivos inteligentes son compatibles con los sistemas más generalizados, los de Amazon, Google y Apple.

En base a órdenes dictadas, permiten programar, encender o apagar todos los elementos conectados a la red del hogar, lo que se conoce como domótica. A mayor número de elementos que interactúen con el asistente, más posibilidades hay de crear rutinas eficientes como, cuando llegue el momento de irse de vacaciones, desconectar todos los dispositivos configurados pronunciando un simple “adiós”.

Destino a una aviación con combustibles sostenibles

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Tras dos años marcados por la pandemia, el tráfico aéreo mundial ha vivido un notable incremento en los últimos meses. Con el objetivo de que este impulso de la aviación vaya ligado a los objetivos de descarbonización, el Parlamento Europeo ha propuesto que el 85% de los combustibles sean sostenibles en 2050.

Recuperar el calor del suelo para reducir el consumo energético

Investigadores alemanes y canadienses han descubierto que reciclar el calor del suelo urbano puede ser la solución para satisfacer la demanda de calefacción en muchas zonas del mundo durante los meses más duros del invierno. Además, sería una opción más respecto a las energías limpias en medio de una crisis energética y climática global.

La idea es sencilla: reutilizar todo ese calor que generamos en las ciudades —debido a nuestras múltiples y frenéticas actividades— no solo para calentarnos, sino para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. En pocas palabras, reciclaje, ahorro y cuidado del medio ambiente. 

El calor subterráneo, creado por la actividad humana, puede ser una de las energías limpias del futuro

Esto nace de las conclusiones del reciente estudio de científicos del Instituto de Tecnología Karlsruhe (Alemania) y de la Universidad de Dalhousie (Canadá), publicado en la revista Nature Communications, en el que se explica cómo es posible aprovechar todo el calor que se ha filtrado hacia el suelo. Resulta que toda la actividad humana, en especial en las principales urbes, aquella que se produce en los edificios y avenidas que se han construido sobre la tierra, genera cantidades ingentes de calor hacia el subsuelo. De hecho, se le considera un tipo de contaminación, pues existen investigaciones que sostienen que ese aumento de la temperatura facilita la filtración de sustancias tóxicas (por ejemplo, el arsénico) hacia los mantos acuíferos subterráneos. Es decir, hemos generado un exceso térmico no solo en el aire y el agua, sino también debajo de la tierra. La buena noticia es que, si sabemos aprovecharlo, tendremos una energía limpia que podrá calentar las ciudades durante los meses más duros del invierno sin depender tanto del petróleo o el gas.

¿Por qué es una opción altamente considerable? En la publicación científica antes mencionada hay un dato imprescindible: en 1950, solo el 30% de la población mundial vivía en asentamientos urbanos; en 2018, el porcentaje era del 55% (en América Latina, la región más urbanizada del mundo, dos de cada tres personas viven en grandes urbes), y los pronósticos indican que esa cifra seguirá subiendo.  

¿Cómo funciona?

Las ciudades y los grandes núcleos urbanos están cada vez más poblados y, por lo tanto, generan cada vez más calor. Y de acuerdo con el artículo de Nature Communications, este fenómeno solo irá en aumento.  

En esencia, el aprovechamiento de ese excedente térmico se podría lograr mediante un sistema de captación de esa energía gracias a unas tuberías de agua subterráneas que después lo llevarían hacia unas bombas encargadas de calentar directamente edificios o cualquier otra construcción. Una de las aplicaciones que sugiere el estudio sería para las zonas suburbanas, donde existe más espacio para construir la infraestructura y hay más demanda de sistemas térmicos. 

Otro de los datos más potentes presentados en este trabajo es que solo con el 7% del área europea estudiada se podría satisfacer hasta el 25% de la demanda de calefacción en el continente. Y es que ese porcentaje es lo que determina cuáles serían las áreas en las que implementar este sistema sería más necesario. Son, básicamente, tres: «no factible», o áreas donde no existe una demanda de calefacción o en la que la actividad humana no genera calentamiento subterráneo; «potencialmente factible», que son áreas donde el calor generado al reciclar la entrada anual es del 25% o menos de la demanda anual de calefacción de espacios, y «factible», áreas donde el calor generado al reciclar la entrada anual es de más del 25% de la demanda.

En medio de una crisis energética y climática global, reciclar el calor del subsuelo podría ser una opción económicamente más viable que las energías fósiles

Finalmente, es necesario aclarar que existe una gran diferencia entre la energía geotérmica y este proyecto. La geotérmica es esencialmente el aprovechamiento del calor interno de la tierra, provocado por el propio calentamiento interno del planeta, además de fenómenos como la actividad volcánica, mientras que este proyecto se centra en el aprovechamiento del calor generado por la actividad humana en zonas urbanas. Una de las hipótesis que también sugiere el estudio es que quizá, al aprovechar ese excedente térmico urbano, los impactos del calentamiento global podrían disminuir.  

¿Qué es la arquitectura 'passivhaus'?

Se trata de un sistema de construcción adaptado al entorno natural para maximizar la eficiencia energética del inmueble.

Nuestras casas son, en cuanto hogar, los sitios donde vivimos, descansamos, disfrutamos e incluso, en algunos casos, trabajamos. Gran parte de nuestra vida discurre entre esas pocas paredes. También es en ellas donde consumimos gran parte de la energía que gastamos día a día. No solo a través de electrodomésticos como lavadoras, televisiones o lavavajillas: también es el caso de la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano. Para dar cabida a estas comodidades básicas, sin embargo, es esencial ser eficiente; es decir: utilizar la energía de forma racional para abastecer un inmueble, no gastando sin necesidad. Desde esta perspectiva lógica han surgido corrientes arquitectónicas tan populares en la actualidad como la llamada passivhaus (en castellano, ‘casa pasiva’).

Esta forma de construcción centra su existencia en España en seis pilares: un aislamiento térmico más robusto, la reducción de hasta diez veces los puentes térmicos con respecto a un edificio tradicional, unas ventanas de alta calidad con triples cristales, hermeticidad, ventilación mecánica controlada y una protección solar óptima. Para ello, la passivhaus utiliza los principios de la arquitectura bioclimática, cuyo diseño se centra en las condiciones climáticas y los recursos disponibles —como la luz solar, la vegetación, la lluvia o los vientos— para disminuir el consumo energético. Es decir, se trata de una construcción centrada en el confort, pero también en las bases ecológicas. En sí, no obstante, el concepto no es completamente nuevo: la arquitectura popular, por ejemplo, siempre ha tenido que enfrentarse a los avatares del clima con el menor gasto posible de energía. Hoy también tenemos que adaptarnos cuanto antes: según la Agencia Internacional de la Energía, el consumo de energía de los edificios ha aumentado un 7% desde 2010.

Para obtener el Estándar Passivhaus se necesita haber reducido en un 90% la demanda energética relativa a la calefacción

¿Pasividad o adaptación natural?

La construcción de la primera casa pasiva tuvo lugar en la ciudad alemana de Darmstadt, en 1991, y los resultados fueron notables. Su artífice, el científico Wolfgang Feist, logró reducir el consumo de energía en un 87% respecto a una vivienda tradicional. Hoy, incluso esa cifra parece quedarse corta: una vivienda que cumpla el llamado Estándar Passivhaus (marcado, a su vez, por el Passivhaus-Institut) deberá haber reducido en un 90% la demanda energética relativa a la calefacción. 

Más allá de sus logros técnicos, el principal triunfo de las casas pasivas reside en su adaptación a las condiciones impuestas por el entorno. Al fin y al cabo, la propia expresión de «casa pasiva» se usa para definir los principios de captación, almacenamiento y distribución que la hacen capaz de «funcionar sola», sin aportaciones de energía exterior a través de técnicas sencillas, sin equipo o tecnología alguna. La disposición de sombras estratégicas en la vivienda, por ejemplo, ayuda a enfriar el hogar y a mantenerlo en unos límites térmicos razonables. De este modo, las passivhaus no son iguales en las zonas montañosas que en las costeras o desérticas: en las primeras, por ejemplo, es habitual buscar una ladera soleada que esté al resguardo de las rachas de viento, ubicando las ventanas hacia el sol del mediodía; en la última, en cambio, se suele buscar construir gruesos muros con los que elaborar una poderosa masa térmica. Son las condiciones del lugar las que dictan de forma natural las construcciones adaptándolas al medio ambiente, no al revés.

El consumo anual de energía por parte de una casa pasiva es alrededor de un 80% más bajo que el de las viviendas tradicionales

La diferencia económica en estos modelos de edificación puede ser considerable, llegando a suponer un ahorro de cientos de euros al año en gasto energético. Y es que, aunque el desembolso inicial puede ser mayor a la hora de comprar una vivienda, el consumo anual de energía por su parte se sitúa alrededor de un 80% más bajo, con lo que el coste «extra» se puede amortizar entre cinco y diez años: una inversión a largo plazo tanto para nuestros bolsillos como para el futuro del planeta. 

Consejos para un uso eficiente del aire acondicionado este verano

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En los meses de más calor, el consumo energético se dispara por el uso de los sistemas de refrigeración. Sin embargo, existen una serie de pautas, como utilizar ventiladores cuando sea posible o bajar las persianas durante las horas de más calor, que permiten reducir el gasto de energía y, por tanto, la emisión de gases de efecto invernadero. 

Descifrando la calificación energética de nuestros electrodomésticos

“Con el etiquetado energético se busca que los compradores de electrodomésticos, aparatos de climatización, o coches consideren la eficiencia energética como un factor más a tener en cuenta en la decisión de compra y, al mismo tiempo, promover el ahorro energético y la protección medioambiental”. Con estas palabras, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico presenta la nueva clasificación energética de la que ya disponen los nuevos electrodomésticos que hay en el mercado. El pasado lunes 1 de marzo desaparecían definitivamente las famosas A+, A++, A+++ para frigoríficos, congeladores, vinotecas, lavadoras, lavasecadoras, lavavajillas y pantallas electrónicas. En su lugar, ahora encontramos una clasificación alfabética de la A a la G, en la que la primera letra designa a los productos más eficientes energéticamente –y, por ende, que menos consumen–, mientras que la G se refiere a los menos eficientes. Aunque por el momento solo afectará a los electrodomésticos, las fuentes de iluminación se unirán al nuevo sistema a partir de septiembre de este mismo año. En este marco se celebra este año el Día Mundial de la Eficiencia Energética, una jornada dedicada a concienciar sobre el uso racional de la energía. 

Desde el 1 de marzo los electrodomésticos contarán con una clasificación alfabética de la A a la G

Con este etiquetado, España se adhiere a las normas de ensayo sobre eficiencia energética de la legislación europea: así, se estandarizan los métodos utilizados por los laboratorios y fabricantes para adecuarse de manera realista al uso que el comprador final dará en su hogar al electrodoméstico. Además, el nuevo sistema de calificación viene regulado en las Directivas de Ecodiseño-Ecodesign (2009/125/EC) y en la Directiva 2010/31 de eficiencia energética. Estas, junto a la Directiva Europea 2010/30/CE –también conocida como Directiva sobre etiquetado energético o Energy Labelling–, marcan los requisitos de diseño ecológico que pauta la Comisión Europea. De esta manera, en ese sendero de descarbonización en el que el continente está sumergido, el mercado de electrodomésticos se vuelve más transparente para los usuarios finales gracias a los indicadores de consumo de energía y otros recursos necesarios para su funcionamiento –como el agua–. 

Así son las nuevas etiquetas

A partir de ahora, esta nueva etiqueta se convierte en obligatoria, pero cada electrodoméstico tendrá su propio reglamento de aplicación según sus características propias. Hasta el momento se han publicado los de los aparatos de refrigeración, lavadoras, lavavajillas, secadoras, campanas, hornos, calentadores de agua, aspiradores y aparatos de aire acondicionado. Sin embargo, poco a poco se irán uniendo a ellos el resto de dispositivos eléctricos y electrónicos.

Los electrodomésticos hasta ahora calificados con una A+++ recibirán una B, para ampliar su margen de mejora en eficiencia energética

Pero ¿en qué consiste el nuevo etiquetado? El principal cambio –más allá de la nomenclatura– estará en la inclusión de las nuevas categorías energéticas y de pictogramas para los parámetros indicados. Las etiquetas de la A a la G marcarán cuán ecológico es el electrodoméstico y, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), serán “revisadas cuando el 30% de los productos en el mercado comunitario reciban la máxima clasificación (A) o cuando el 50% esté en las franjas A y B, para asegurar su utilidad”. De esta manera, siempre habrá lugar a mejoras en la eficiencia energética de los productos. Además, este cambio en el etiquetado hará que aquellos electrodomésticos más eficientes hasta ahora calificados con la clase A+++ reciban, como mucho, una B. Así, ese margen de mejora en la eficiencia energética de todos esos aparatos será aún mayor. 

Por ejemplo, una etiqueta de una nevera sin congelador, que hasta ahora pertenecía a la categoría A+++, mostraría la siguiente información: un código QR que ofrece más datos sobre el modelo de electrodoméstico, la letra que marca la eficiencia energética del aparato (C), un código de color para visualizar con facilidad esa letra –A, B y C corresponderían a diferentes tonos de verde, D al amarillo, E y F al naranja y G al rojo–, el consumo energético anual calculado con menor margen de error (66kWh/annum), el volumen del frigorífico en litros (160 l), y sus niveles de ruido medidos en decibelios y visualizados en una escala de cuatro letras: A, B, C, D (38dB C). 

En el caso de una lavadora, por ejemplo, de eficiencia media clasificada como D (amarillo), se incluiría también la cantidad de energía consumida por cada 100 ciclos (por ejemplo, 69 kWh), los kilogramos de carga que soporta (7,0 kg), la duración del ciclo de lavado ecológico (03:20), la cantidad de agua que necesita (45 l), la eficiencia de centrifugado clasificada de la A a la G (una B en este ejemplo), el ruido de centrifugado (74 dB) y la clase de emisión de ruido de la A a la D (B en este caso). 

Aunque dependerá del electrodoméstico, como se ha visto, las nuevas etiquetas no solo se ciñen en clarificar la eficiencia energética de este, sino que aportan datos sobre el consumo de agua –en el caso de las lavadoras o los lavavajillas, por ejemplo–, su capacidad de almacenamiento o el ruido que hace. Gracias a su código QR se puede, además, encontrar información extra para el usuario final. Esta semana la Unión Europea y sus países miembro han dado un paso más en la dirección hacia un futuro más sostenible y unos hogares más respetuosos con nuestro planeta en el que la transparencia es la clave.