Esconder el carbono de forma definitiva

¿Quién no ha pensado alguna vez en coger algo malo y poder encerrarlo para siempre donde no vuelva a suponer un problema? Aunque tentador, desafortunadamente no es una opción que sea siempre posible. La mayoría de las veces resulta inevitable aprender a convivir junto a ciertas cuestiones negativas del día a día. Sin embargo, hay un aspecto, quizá el más relevante en lo que al ser humano refiere, donde esta solución más parecida a un truco de magia podría resultar no solo posible, sino efectiva: el calentamiento global causado por la acumulación de carbono.

La cuestión pasa por replantear de forma eficaz los recursos y actividades disponibles

Atrapar carbono puede parecer un concepto alejado de la realidad, pero encerrar algo tan complejo como un gas, evitando que este continúe agrupándose en la atmósfera, se ha revelado como una de las grandes claves a la hora de frenar el desgaste del planeta. La pregunta es: ¿cómo y por qué? En el fondo, capturar carbono supone un proceso mucho más lógico de lo que puede parecer a simple vista. De hecho, parte de una técnica que trata de replicar la función que hacen los recursos naturales como los bosques, que funcionan como sumideros de carbono naturales. Por medio de la fotosíntesis, los árboles y el resto de la vegetación captan dióxido de carbono de la atmósfera o disuelto en agua y, con la ayuda de la luz solar, se sirven de ello a la hora de elaborar compuestos orgánicos necesarios para su crecimiento. Teniendo muy presente este principio, la eliminación de CO2 de la atmósfera de forma artificial engloba necesariamente al conjunto de actividades humanas que extraen este gas para almacenarlo de forma duradera en reservorios geológicos, terrestres u oceánicos.

Llegados a este punto, el primer aspecto sobre el que recae la atención cuando se habla de capturar carbono son sus principales fuentes emisoras. En este sentido, la industria que depende de los grandes procesos de combustión supone el 8,5% del total de emisiones generadas. Para poner en marcha este proceso, el Servicio Geológico Británico, uno de los grandes impulsores de esta técnica, habla de varias estrategias, como la poscombustión, la precombustión y la oxicombustión, a través de las cuales sería realmente sencillo agrupar el carbono generado de cara a poder transportarlo a los sumideros naturales, evitando así su difusión hacia la atmósfera. Una vez agrupado y transportado, principalmente a través de su bombeo por tuberías, el carbono puede quedar almacenado de distintas maneras, siendo las formaciones geológicas los lugares con más posibilidades, donde el CO2 se convertiría en un compuesto líquido y se inyectaría directamente en las rocas sedimentarias más profundas.

Desde el organismo británico apuntan a zonas como el mar del Norte y la costa del Golfo de Estados Unidos como espacios de gran disponibilidad. De hecho, algunos de estos lugares podrían aislar el carbono de la atmósfera de forma permanente, con el beneficio que ello conllevaría para el planeta.

Una vez capturado, el CO2 se convertiría en un compuesto líquido y se inyectaría directamente en las rocas sedimentarios más profundas

De esta manera, la captura de carbono supone un avance evidente a la hora de paliar el desgaste derivado de la actividad humana. Una estrategia que, tal y como advierten desde el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), debe ir acompañada de forma complementaria por la evidente necesidad de reducir emisiones, una prioridad absoluta e inamovible para los próximos años. Si algo queda evidenciado gracias a esta nueva fórmula es que la naturaleza siempre ofrece soluciones: solo hay que estar dispuesto a encontrarlas.