Biohidrógeno, ¿tan prometedor como dicen?

El biohidrógeno forma parte del universo del biogás y se posiciona como fuente de energía renovable capaz de acelerar la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, es una tecnología en desarrollo con retos económicos pendientes por resolver.


Científicos ambientales, ingenieros, físicos, meteorólogos… Todo tipo de expertos advierten que se debe reducir la dependencia de los combustibles fósiles y aumentar la adopción de fuentes de energía renovable. En este contexto, el hidrógeno se presenta como una prometedora fuente de energía para lograr la neutralidad climática en 2050, tal como reconoce la Estrategia del Hidrógeno 2020. Esto se debe a su alta eficiencia, a la capacidad de reciclaje, su baja contaminación y su baja toxicidad, entre otros. No obstante, uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector del hidrógeno es la descarbonización de su producción. 

Más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás

Históricamente, la mayor parte del hidrógeno se ha producido a partir de combustibles fósiles; de hecho, más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás (EBA). Por ello, a pesar de que el hidrógeno pueda usarse sobre todo en transporte y generación de electricidad, se enfrenta a desafíos de viabilidad ecológica y económica.

Durante la última década, sin embargo, se ha estado llevando a cabo una producción de hidrógeno distinta, que requiere menos energía, puede ser realizada a temperatura y presión ambiente y que se obtiene por medio de procesos fotosintéticos y fermentativos por algas y bacterias: estamos hablando del biohidrógeno. Este consiste en aprovechar el gas hidrógeno que producen los microorganismos en sus procesos biológicos. En otras palabras, cuando estos organismos se alimentan, descomponen los compuestos orgánicos mediante unas enzimas, y a medida que esto ocurre, liberan gas hidrógeno como un subproducto metabólico. Este gas se recolecta y almacena, y es lo que se utiliza para producir energía.

A diferencia de las otras formas de hidrógeno, el biohidrógeno (o hidrógeno verde) puede ser cero o incluso «carbono negativo» si se obtiene a partir de materias primas como residuos y estiércol. Además, dependiendo de la tecnología que se utilice, su producción puede generar coproductos como dióxido de carbono biogénico puro, digestato o biocarbón, que pueden utilizarse como fertilizantes o pesticidas, algo que refuerza aún más su papel en la descarbonización de las industrias. Asimismo, mientras el 95% de hidrógeno «normal» procede de combustibles fósiles, la producción de biohidrógeno representa menos del 1%, y este puede ser usado directamente en motores de combustión interna o también pueden ser usados para pilas de combustibles para la producción de electricidad.

El biohidrógeno requiere menos energía que el hidrógeno tradicional

Entonces, si es tan prometedor, ¿por qué no se extiende en los sistemas de producción? Gran parte de los estudios hablan de las complicaciones en su uso, almacenamiento, distribución, transporte y elevados costes de producción. Por lo tanto, para que aumente la cantidad de biohidrógeno producido habría que mejorar los procesos de producción y contar con mucho tiempo. Según Giulia Cancian, secretaria general de la EBA, «la Unión Europea avanza hacia el establecimiento de un mercado único de energía, y se encuentra en un punto crítico en el desarrollo de leyes que regulen el futuro del biohidrógeno. Si bien es cierto que el biohidrógeno es un producto innovador, el marco regulador carece de impulsores para alcanzar la madurez comercial».

Ahora bien, la responsable técnica de la EBA, Marina Pasteris, es optimista y defiende que el biohidrógeno será clave para apoyar las estrategias europeas de mitigación del cambio climático «por su capacidad única de eliminar carbono de la atmósfera», y considera que «está bien situado para ayudar a sectores con opciones limitadas de descarbonización a alcanzar la neutralidad de carbono». Asimismo, el microbiólogo Tasios Melis, de la Universidad de California, apunta que otra promesa de esta fuente de energía es que se pueden cultivar algas donde los cultivos convencionales no tienen oportunidad. 

El hidrógeno verde podría ser una pieza fundamental —todavía por encajar— en el puzzle de la transición ecológica y en la lucha contra el cambio climático. Su versatilidad y bajo impacto ambiental lo posicionan como una alternativa prometedora a los combustibles fósiles. En última instancia, se necesitan tiempo y recursos para descubrir si el biohidrógeno es sinónimo de oportunidad para mitigar los impactos del cambio climático y construir un futuro más limpio para las generaciones venideras.