Un tercio de la población mundial vive sin acceso a internet, lo que genera una profunda brecha digital que ahonda la desigualdad en ámbitos como el laboral o el educativo.
La era digital ha traído consigo avances sin precedentes, conectando a miles de millones de personas en todo el mundo y transformando la forma en que vivimos, trabajamos y aprendemos. Sin embargo, esta revolución tecnológica no ha sido equitativa. Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de la ONU, el 33% de la población mundial, 2.600 millones de personas, no tiene acceso a internet o nunca lo ha usado. Esta cifra revela una profunda brecha digital que afecta desproporcionadamente a ciertas regiones y grupos demográficos, exacerbando las desigualdades existentes y creando nuevas barreras para el desarrollo.
El continente africano destaca como la región más afectada por la brecha digital. En África oriental, solo el 23% de la población tiene acceso a Internet, una cifra que refleja la disparidad tecnológica con otras partes del mundo. Le sigue África Meridional con menos del 28% de la población conectada y el sudeste asiático, con un 47,7%.
Varios factores contribuyen a esta desigualdad digital. La infraestructura es uno de los más críticos. En muchas regiones rurales, aisladas de los núcleos urbanos, la falta de redes de telecomunicaciones adecuadas impide el acceso a internet. Además, el coste del acceso es prohibitivo para muchas personas. La ONU recomienda que el coste de internet no supere el 2% del ingreso medio mensual para que sea asequible, pero en 2020 aún 107 países en todo el mundo superaban ese umbral. Algunos de manera desproporcionada, como es el caso de Yemen, donde el coste de un pack de internet supone el 42.665% del sueldo medio, o Mauritania, donde representa el 7.812%, según la organización NetCredit.
La alfabetización digital y la educación también juegan un papel crucial en el acceso a la red global. En muchas comunidades, especialmente en áreas rurales, la falta de educación básica y de habilidades digitales impide que las personas puedan utilizar la tecnología de manera efectiva. Y es una lacra que afecta especialmente a las mujeres: dentro de la brecha digital existe otra de género. En todo el mundo, el 70% de los hombres utilizan Internet, frente al 65% de las mujeres. Y la cantidad de mujeres que están desconectadas en todo el mundo es un 17% mayor que la de hombres, según datos de la UIT en 2023.
Hay que tener en cuenta que, en el ámbito laboral, la falta de acceso a internet limita las oportunidades de empleo y el desarrollo profesional. En una economía global cada vez más digitalizada, las habilidades tecnológicas son esenciales para acceder a empleos bien remunerados y participar en el mercado laboral, por lo que las mujeres y los ciudadanos de zonas rurales juegan en desventaja respecto a los que sí están conectados.
La brecha digital también tiene profundas implicaciones en el ámbito educativo, como pudo verse durante la pandemia de COVID-19, cuando el cierre de escuelas obligó a millones de estudiantes a recurrir a la educación en línea. La UNESCO estima que aproximadamente 1.570 millones de estudiantes en todo el mundo se vieron afectados por el cierre de escuelas, y los estudiantes de comunidades con menos acceso a la tecnología fueron los más perjudicados. Aquellos sin acceso a internet quedaron en desventaja, exacerbando las desigualdades educativas y repercutiendo en su futuro a nivel social y laboral.