Cada año, la lista de especies extintas o en peligro aumenta: el 27% de los animales y plantas conocidos viven en la cuerda floja y podrían desaparecer en cualquier momento. En la primavera de 2019, Naciones Unidas publicaba un informe en el que alertaba de que más de un millón de especies estaban al borde de la extinción; algo sin precedentes en la historia de la humanidad. Sin embargo, el futuro del reino animal no se presenta tan desolador como pudiera parecer. Gracias a los ingentes esfuerzos de conservación llevados a cabo por muchas organizaciones, activistas, gobiernos y empresas, algunas especies están consiguiendo alejarse –a paso firme, aunque pausado– de esa fina línea que separa la vida de la desaparición.
El lince ibérico
El buque insignia de la biodiversidad española usa sus garras para aferrarse a una supervivencia que aún no está asegurada, pero que se muestra como una luz en el horizonte de este felino. Si hace menos de 20 años tan solo quedaban 92 ejemplares, los planes de conservación de programas como el proyecto Life+IBERLINCE han devuelto la esperanza al lince ibérico, que contaba el año pasado con 850 ejemplares en la península.
El panda gigante
Cual peluche de tamaño desmesurado, el panda gigante roba los corazones de quienes le observan. Sin embargo, los obstáculos a los que se ha visto –y se ve– enfrentado este oso asiático, como la fragmentación de su hábitat o sus dificultades para reproducirse –especialmente en cautividad– hacen que su conservación y recuperación sea una tarea ardua. Aun así, en 2016 esta especie salió de la lista de “en peligro de extinción” y entró en la de “vulnerable”, dando un respiro a su futuro.
El águila calva
El fotógrafo Klaus Nigge dice de este majestuoso animal que «sus ojos penetrantes no pierden de vista ni un segundo el objetivo», y no es de extrañar que su efigie presida el despacho oval de la Casa Blanca. A pesar de ser un depredador implacable, el símbolo nacional de Estados Unidos estuvo a punto de convertirse en solo un recuerdo: la degradación de su hábitat, el envenenamiento por pesticidas y la caza indiscriminada consiguieron que en los años 60 su población disminuyese hasta las 400 parejas. Por suerte, en 2007, con 11.000 parejas registradas, el águila calva se recuperó y dejó de estar en peligro de extinción.
La ballena jorobada
Durante años, la caza masiva llevó a estos cetáceos al borde de la extinción: entre finales del siglo XVIII y mediados del XX se llegaron a cazar alrededor de 300.000 ejemplares. Sin embargo, en los años 60 se impulsaron diferentes medidas para proteger a las ballenas jorobadas, especialmente vulnerables en sus migraciones entre los polos y el ecuador. En 2015, al fin, dejó de ser una especie en peligro. Su recuperación ha sido tal que hace dos años su población alcanzaba ya los 84.000 individuos.
El rinoceronte blanco del sur
El segundo mamífero más grande que habita el planeta estuvo a punto de desaparecer por completo en el siglo XIX e, incluso, se creyó extinto durante varios años. Sin embargo, en 1895 se descubrió una pequeña población de rinoceronte blanco del sur –apenas cien individuos– en Sudáfrica. Tras más de un siglo de protección y conservación, este animal oriundo de Sudáfrica, Kenia, Namibia y Zimbabue cuenta ya con unos 21.000 ejemplares que viven en áreas protegidas en el continente africano. Hoy, el rinoceronte blanco del sur es la única variedad de su especie que no está en peligro inminente de extinción.
El órix de Arabia
El conocido como unicornio árabe se creyó perdido para siempre por culpa de la caza furtiva en los años 70. Por suerte, se creó el equipo de conservación conocido como Operación Órix y, tras años de esfuerzo y lucha para protegerlo, este tipo de antílope salió del riesgo de extinción para convertirse en una especie vulnerable, lo que no la exime de peligro. En la actualidad, existen alrededor de 1.220 ejemplares en libertad en la península arábiga y alrededor de 7.000 en cautiverio.
El kiwi marrón de la Isla del Norte
Este pequeño pájaro de pico alargado que forma parte de la historia, la cultura y la simbología de Nueva Zelanda salió de las listas de especies a punto de desaparecer en 2017. Desde entonces, su población crece de manera estable alrededor de un 2% cada año. Todo ello, fruto de 25 años de conservación a nivel nacional y de recuperación de este kiwi que es ya el símbolo nacional del país de Oceanía en el que cría y vive.