¿Qué pensaría Jackson Pollock de este lienzo vivo? Una pared vegetal de 17 metros de altura y 32 de largo formado por 22.300 plantas de 26 especies distintas, tropicales y subtropicales, elegidas según un estudio de la luz e inspiradas en sus pinturas. Cuanto menos, le halagaría ver cómo su obra ha sido musa de este jardín vertical, levantado en la antigua sede de Tabacalera de la ciudad de Santander, que se ha convertido en el más grande de Europa. Un trabajo orgánico y dinámico cuya forma y textura serán distintas, según su flora vaya cambiando con las estaciones a lo largo del año.
Teniendo en cuenta que el futuro de las ciudades pasa por crear más espacios verdes , los jardines verticales se alzan como una solución práctica y eficiente, además de estética. Porque, aunque su principal objetivo sea restaurar la conexión entre la naturaleza y los edificios, resulta que estas paredes verdes también se alzan como reconfortantes oasis artísticos en mitad de las junglas de asfalto. No solo en las fachadas de los edificios (como CaixaForum de Madrid), sino también en los interiores de estos (como el de Santander) e incluso en recepciones de hoteles, oficinas, tiendas y restaurantes. Y es que cuando la estética se une a un amplio abanico de beneficios, no solo para el medio ambiente sino también para la salud, la tendencia está servida.
Grandes beneficios ambientales, físicos y psicológicos
Incluir jardines verticales llenos de flores y plantas crea ambientes placenteros que invitan a estar cerca de ellos, generando una sensación de tranquilidad y confort necesaria en estos tiempos que corren. Un estudio de la Washington State University concluyó que las plantas reducen los indicios físicos de estrés y demostró que las personas que trabajaban en un entorno en el que hay plantas tienen una productividad un 12% superior, y están menos estresadas que quienes trabajaban en espacios sin ellas.
Además de aumentar el bienestar, este tipo de estructuras naturales ayudan a mejorar las relaciones, la creatividad y la productividad, restablecen la biodiversidad, mitigan el ruido dentro de los inmuebles, reducen las temperaturas en núcleos urbanos y contribuyen a eliminar la contaminación del aire, entre otros beneficios. La contaminación urbana es uno de los mayores problemas de salud a los que se enfrentan las sociedades modernas. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren más de 4 millones de personas en el mundo debido a problemas relacionados con la contaminación del aire, especialmente en las ciudades. Por eso, crear espacios urbanos habitables y saludables son dos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (11: Ciudades y Comunidades Sostenibles y 3: Salud y Bienestar) y los jardines verticales pueden ser parte de la respuesta para paliarlos ya que, según expertos en este tipo de estructuras, un metro cuadrado de fachada vegetal extrae 2,3 kg de CO2 al año del aire y produce 1,7 kg de oxígeno, contribuyendo así a la purificación del aire.
En 2050 seremos casi 10.000 millones de personas sobre la faz de la Tierra, la mayoría viviendo en urbes. Junto a la densidad de población, surge el problema del aumento de la temperatura en las ciudades más densas. ¿El motivo? El cemento de estos edificios tiene la capacidad de almacenar grandes cantidades de calor que luego desprenden sus muros. Si las nuevas edificaciones, especialmente los rascacielos, tienden a concentrarse en determinadas zonas, estas se vuelven extremadamente tórridas. Es lo que se conoce como el “efecto isla de calor urbano”. Rebajar el calor en estas partes, sin olvidar la habitabilidad, es otro de los grandes retos del diseño y la arquitectura urbanos y uno de los motivos por los que las paredes verdes se alzan como una gran solución pudiendo llegar a rebajar la temperatura de las ciudades hasta 3ºC. Por otro lado, en ambientes interiores también ayudan a controlar el calor que se concentra con la luz solar, mejorando así la eficiencia de los edificios por la reducción del uso de aire acondicionado. Aunque sea algo en boga en los últimos años, estos vergeles en mitad de las urbes no son nuevos, sino que ya se estilaban en las antiguas civilizaciones. Ejemplo de ello son los Jardines Colgantes de Babilonia, considerados una de las siete maravillas de la antigüedad. Pero, según los expertos, parece ser que construir espacios verdes por puro placer y estética es algo que los babilonios bebieron de culturas todavía más primitivas, como Mesopotamia o Egipto. Decía Giambattista Vico, filósofo e historiador italiano del XVII, que la historia es cíclica y tiende a volver a sus orígenes. Si todos los comienzos son tan placenteros y beneficiosos como el origen de estos jardines, convendría hurgar en las raíces históricas con más frecuencia.