La neurociencia insiste en que jugar puede ayudar a fomentar valores tan importantes en las sociedades pacíficas como la cooperación, la tolerancia y la empatía. Concretamente, desde un videojuego hasta una muñeca o un folio en blanco pueden enseñar a los más pequeños a aprender habilidades como la resolución de conflictos o la negociación, lo que garantiza que las generaciones jóvenes de hoy se conviertan en los ciudadanos tolerantes del mañana.
El cerebro de un niño o una niña se transforma cuando juega con muñecas. Literalmente. Así lo demostraron varios científicos de la Universidad de Cardiff al observar a menores con estos tipos de juguetes que consiguen activar distintas áreas cerebrales responsables de desarrollar la empatía y otras habilidades beneficiosas. “Las muñecas les animan a crear sus propios pequeños mundos imaginarios, a pensar en otras personas y en cómo podrían interactuar con ellas”, explica la doctora Sarah Gerson, principal responsable del estudio. Mundos cimentados con la mente infantil, lo que se traduce en realidades (imaginadas) completamente alejadas de la nuestra: un lugar de buenas emociones e inocencia, el caldo de cultivo perfecto para desplegar aptitudes como la colaboración, la negociación y la resolución de conflictos.
Un equipo de investigación de la Universidad de Cardiff demostró que los juguetes eran capaces de activar áreas cerebrales responsables de desarrollar la empatía y otras habilidades beneficiosas
Pero estos efectos beneficios no son algo exclusivo de la interacción con muñecas. Cada vez más neurocientíficos insisten en que recurrir a la actividad favorita de los niños, el juego, puede ayudar a fomentar valores fundamentales para construir sociedades más pacíficas y tolerantes: en los primeros años de su vida, esta es su única forma de aprender sobre el mundo y encontrar su lugar, lo que les lleva a recordar para siempre esas experiencias de juego, ya sea solos o acompañados. Concretamente, es la activación del hipocampo lo que permite que esos aprendizajes queden grabados en la memoria a largo plazo, por lo que aprendan disfrutando lo recordarán toda la vida.
Por eso, ante los crecientes contextos de incertidumbre y conflictos, no dejan de surgir iniciativas de entretenimiento —tanto en el hogar como en los colegios— para aprovechar este puente sináptico e inculcar valores positivos. Empezando por los videojuegos, siempre expuestos al debate sobre si realmente pueden aportar beneficios o tan solo fomentan la competitividad y la violencia. ¿Cuál es la respuesta correcta? La aprobación a principios de año de los videojuegos como patrimonio cultural de España y su inclusión en la Biblioteca Nacional pueden dar algunas pistas, y la evidencia no deja lugar a dudas: existen títulos que huyen de historias conflictivas y apuestan por fomentar un entretenimiento pacífico.
Eso es lo que quiere demostrar Games for Peace, una iniciativa del israelí Uri Mishol que desde 2013 trabaja por hacer que cualquier niño o niña, venga de donde venga, consiga hacer amigos y jugar de forma sana con otros desde cualquier punto de Oriente Medio. Todo gracias a internet y Minecraft, un videojuego de construcción en formato mundo abierto donde Mishol celebra distintos eventos virtuales de temáticas diversas en los que participan varias escuelas. El primero de todos propuso a los menores construir en una semana una aldea virtual que representara la coexistencia pacífica entre los pueblos de Oriente Medio, pero también organizó un mundial de fútbol virtual. Supervisados por monitores online, niños de todo el mundo aprenden sobre la paz, la coexistencia y la tolerancia.
A medio camino entre el videojuego y la gamificación educativa, algunas apps también aprovechan su atractivo para fomentar la conciencia medioambiental entre los más pequeños. Por ejemplo, The Climate Trail propone un recorrido por un Estados Unidos que ha sufrido las peores consecuencias del cambio climático para aprender a evitarlas. Con un nombre similar, The Climate Challenge, desarrollado por la BBC, pide a los jugadores gestionar los recursos y la energía en Europa para conseguir llegar al 2100 evitando una catástrofe climática. Incluso la Universidad de Washington ha creado su propia propuesta: EarthGames, una serie de juegos educativos relacionados con la sostenibilidad y la justicia climática.
La BBC o la Universidad de Washington han creado sus propios juegos para fomentar la conciencia ambiental y el trabajo en equipo
No es un ‘todos contra todos’, sino un ‘todos con todos’. Más allá de la pantalla, los juegos de mesa cooperativos también son grandes aliados para enseñar a los más pequeños a respetar otras opiniones e intentar llegar a acuerdos. Un buen ejemplo es Arkham Horror, uno de los más conocidos, en el que los jugadores, en su papel de investigadores, deben encontrar pistas y cumplir objetivos para evitar que los monstruos asolen la ciudad. También en honor al personaje de Robinson Crusoe, este juego de mesa homónimo consiste en trabajar en equipo para tomar decisiones de supervivencia en una isla desierta, donde cada uno de los jugadores deberá aportar algo. Otros, como Jembatán. Misión: Parar la guerra, dejan muy claro su objetivo: este juego de aventuras a partir de nueve años pide a los pequeños trabajar para dialogar y construir acuerdos comunes a fin de evitar que estalle la guerra en este país imaginario.
Las dinámicas de grupo también son un caldo de cultivo perfecto para aprender a cooperar. La lista es infinita, porque este es el espacio perfecto para dejar desbordar la creatividad. No obstante, algunos educadores proponen juegos como el círculo mágico, donde cada niño escribe en un papel las características positivas de su compañero a la izquierda y lo introduce en una bolsa para que, a continuación, los integrantes del círculo lo lean en alto e intenten adivinar a quién se refiere. Otra manera de enseñar la tolerancia, esta vez en la escuela, pasa por pedir al alumnado que traiga fotografías de su familia en el pasado, una forma de mostrar costumbres distintas y aprender de otras culturas y etnias.
Aunque hay opciones mucho más simples (que no menos efectivas): un simple folio en blanco. En él se puede proponer a los niños dibujar lo que entienden por respeto para, posteriormente, crear un mural con todas las propuestas para debatir qué significa exactamente ser respetuoso para cada uno (y por qué todas las posiciones son válidas). Y es que, aunque enseñar a ser tolerantes y cooperar con el resto es una tarea diaria, los juegos son grandes aliados para plantar en las generaciones jóvenes de hoy la semilla de la que brotarán los ciudadanos abiertos y solidarios de mañana.