Reciclaje y medioambiente siempre han ido de la mano. Sin el primero, el segundo estaría cada vez más desprotegido y más expuesto ante la acción del ser humano. Es indiscutible que la manera en la que gestionamos nuestros residuos afectan al planeta de una forma u otra. Pero también a nosotros mismos.
Así lo apuntan algunos estudios como el Global Environment Outlook 6 –presentado por la ONU en 2019 y realizado por un equipo de 250 científicos y expertos de más de 70 países–, que concluye que la contaminación de las aguas, provocada en gran parte por los residuos plásticos, será una de las principales causas de mortalidad en el mundo en el año 2050. Ante estos datos, la gestión adecuada de los residuos y el impulso del reciclaje ya no son una opción: se han convertido en una obligación.
Aunque en las últimas décadas se han dado pasos en la dirección correcta en el camino de la concienciación ciudadana, aún estamos lejos de llegar a la meta. Por eso, cada 17 de mayo celebramos el Día Internacional del Reciclaje; porque es necesario recordar y concienciar sobre la importancia que el reciclaje tiene en nuestras vidas, siendo una de las herramientas más eficaces que hay para luchar contra el cambio climático.
Y eso ya se conocía hace más de tres décadas años, cuando los movimientos ecologistas de los años 70 y 80 comenzaron a denunciar la inacción política respecto a la protección del planeta. No obstante, a pesar de que el origen de este día parece estar en Estados Unidos en 1994, su recorrido está muy ligado al Día de la Tierra, que se empezó a celebrar unos años antes. Fue precisamente en la primera efeméride de la conmemoración cuando salió a la luz el famoso logo del reciclaje que hoy todo el mundo reconoce. Fue creado por Gary Anderson, un estudiante de la Universidad de California que se presentó a un concurso para crear un logotipo que celebrase tal fecha. El resultado ya lo conocemos: una composición sencilla, con tres flechas entrelazadas que representan el ciclo del reciclado. Este es: separar los materiales reciclables, fabricar nuevos productos con ellos y que los consumidores lo vuelvan a comprar.
Con el paso de los años, reciclar se ha convertido en un hábito y la sociedad española parece ser una de las más concienciadas. Sin ir más lejos, según datos de Ecovidrio, 2018 fue un año récord para los envases de vidrio y plástico. El vidrio alcanzó una tasa de reciclaje del 76,5%, tres puntos y medio porcentuales más que en el año anterior, mientras que los envases de plástico llegaron al 75,8%, casi siete puntos más que en 2017 (69%). En cuanto al reciclaje de papel y cartón, este llegó al 80%, y los envases metálicos como las latas de refresco o cerveza superaron el 85%. Los datos brutos en España son buenos, pero no debemos bajar la guardia. Todavía nos queda mucho por aprender; al final de la cadena del reciclado está el planeta y su último eslabón somos nosotros.
La economía circular, más allá del reciclaje
En las últimas décadas, desde las diferentes administraciones y con la ayuda de la sociedad civil se ha trabajado de manera firme en forma de legislación y con campañas de formación ciudadana para incluir en nuestro día a día unos hábitos de reciclaje idóneos. Pero lo que hace años conocíamos exclusivamente como reciclaje ha evolucionado hacía un concepto más amplio que aglutina todo el sistema de producción: la economía circular. Este concepto relativamente nuevo incluye acciones como el uso eficiente de materias primas o la optimización de recursos energéticos. Algunos hablan de las conocidas como “nueve erres”, que definen el ciclo completo de la economía circular: repensar, rediseñar, refabricar, reparar, redistribuir, reducir, reutilizar, reciclar y recuperar energía.
En los últimos meses, la Unión Europea se ha convertido en un referente de la economía circular con la presentación del European Green Deal, cuya hoja de ruta apuesta con fuerza por la economía circular. En concreto, el pasado mes de marzo se presentó en el Parlamento Europeo el Nuevo Plan de acción de economía circular, enmarcado dentro del European Green Deal, y que tiene como objetivo alargar el ciclo de vida de los productos.
El reto de la UE en este campo es importante, ya que la economía europea sigue siendo casi enteramente lineal. Según Frans Timmermans, vicepresidente primero de la Comisión Europea y responsable del European Green Deal, “solo el 12% de los materiales y recursos secundarios vuelve a entrar en la economía”. El objetivo de la Unión es el de transformar los métodos de fabricación de los productos y empoderar a los consumidores para que puedan elegir siempre opciones más respetuosas con el medio ambiente que ayuden a conservar el planeta. Con este plan, la economía circular seguirá arraigando en la Unión Europea: será su nuevo modo de entender la economía.
¡Eres necesario! Recicla y aporta tu granito de arena
Y para conseguir transformar nuestro modelo productivo hacia uno más sostenible, nuestro papel será vital. Reciclar es fácil: solo requiere un poco de compromiso con el medioambiente y que todos ayudemos desde casa en la medida de lo posible. Aunque Internet está lleno de trucos y consejos para hacer nuestro día a día con el reciclaje más llevadero, nosotros te proponemos algunos a continuación:
Diferentes contenedores para diferentes residuos: si tienes espacio, tres cubos de basura pequeños son suficientes para reciclar en casa los envases: plástico, cartón y vidrio. Los colores los podemos elegir nosotros y es recomendable siempre usar bolsas de basura para mantener el higiene. Si no tenemos hueco para poner tres cubos, podemos dividir un cubo en tres con diferentes bolsas. No cabrán los mismos residuos que en cubos diferentes, pero la función que cumple es la misma.
Colocar etiquetas en cada cubo. Porque aunque ya nos sepamos de memoria lo que significa cada color, nunca está de más prevenir y asegurarnos que nunca se nos va a olvidar que va en cada lugar. Incluso la etiqueta puede ser del mismo color que el cubo para asimilar los colores más rápidos.
Reducir el tamaño de los envases. Doblar los cartones de la leche, por ejemplo, o estrujar las latas de refrescos, harán que el espacio que ocupan estos envases sea menor y podamos acumular más residuos antes de renovar la bolsa.
Leer la etiqueta de los envases. La mejor forma de saber qué va a cada sitio, es asegurarnos de lo que nos indica cada producto. La mayoría de estos informan de sus materiales utilizados e incluso te indican el contenedor al que corresponden.
Reutilizar. Probablemente el más importante de todos. Antes de reciclar cualquier producto, podemos ver si nos sirve para darle un segundo uso. Por ejemplo, un envase de vidrio lo podemos reciclar como vaso, jarrón o incluso para guardar legumbres o pasta.
Cuidado con los artículos especiales. En nuestro día a día usamos productos que no podemos incluir en ningún contenedor de los que tenemos en casa pero que son igual de importantes de reciclar. Las pilas, los electrodomésticos y los medicamentos caducados son algunos ejemplos.