En una de las miles de páginas que el filósofo Zygmunt Bauman escribió durante su vida, se esconde una pequeña frase que revela una cruda realidad: «Uno nunca puede estar seguro de lo que debe hacer, y jamás tendrá la certeza de haber hecho lo correcto». La incertidumbre forma parte (inevitable) de la vida humana y, como advertía Bauman, es obligatorio aceptarlo para así evitar angustias vitales y mirar al futuro desde otro punto de vista. Si nuestro paso por el planeta es breve, ¿por qué no actuar desde nuestra individualidad para provocar un cambio?
Bauman habló durante toda su carrera filosófica de la ‘realidad líquida’, esa que invita al movimiento sin echar raíces en ningún lugar. Y es en los albores de los retos globales donde este concepto retoma su sentido desde el activismo ciudadano: la transición hacia un mundo más verde, justo e inclusivo ya no queda encorsetada en las instituciones, sino que son los propios habitantes quienes toman riendas del asunto para provocar cambios locales de alcance global.
La participación ciudadana protagonizó parte de las Jornadas de Sostenibilidad 2021 al presentarse como herramienta fundamental para lograr, de manera cohesionada y adecuada, la transición ecológica que necesitamos
El empoderamiento ciudadano en busca de una sociedad más comprometida no ha dejado de crecer en la última década al albor de la revolución tecnológica, que ha abierto un amplio abanico de herramientas para hacer de internet un altavoz que llame a la acción. Funciona: según una encuesta de Metroscopia, en la actualidad los españoles confían mucho más en los movimientos sociales que en los políticos.
Un ejemplo de activismo ciudadano lo tenemos en las elecciones municipales de 2015, cuando plataformas vecinales como Levantemos El Puerto (Cádiz) –una iniciativa que buscaba dar el salto a la política– se hicieron con un importante número de votos dando paso a lo que conocemos como municipalismo, esa política basada en instituciones asamblearias. Como analiza el Barcelona Centre for International Affairs, en este caso también «el cambio tecnológico ha facilitado vías de contacto mucho más informales pero al mismo tiempo fiables, lógicas de relación más horizontales y dinámicas de multipertenencia».
Saltando del activismo político al social, Change.org es un claro ejemplo de cómo las nuevas tecnologías han ayudado a la movilización ciudadana. La plataforma, que nació para dar altavoz a las iniciativas de personas particulares, registró en los seis primeros meses de 2020 un 80% más de solicitudes. En total, más de 14 millones de personas se movilizaron con alguna petición tanto en ámbitos medioambientales, como en justicia social, conflictos, economía, sanidad o educación.
En el plano físico, existen numerosos casos de cómo la ciudadanía se organiza en busca de una sociedad sostenible. Un ejemplo es el nacimiento de la app Kuorum, una herramienta digital que ayuda a gobiernos y empresas a abrir procesos de participación en comunidad facilitando, por ejemplo, el diseño de presupuestos participativos. Encontramos igualmente el caso del Consell de Menorca, que generó un debate público en busca de ideas para solucionar el problema de accesibilidad a la vivienda en las islas convocando a vecinos, poderes públicos, residentes y empresas. También plataformas como Aragón Participa, Barcelona Decidim o Irekia son casos de éxito de activación ciudadana para la transformación social.
El papel de la participación ciudadana protagonizó parte de las Jornadas de Sostenibilidad 2021, organizadas por el Grupo Red Eléctrica, al presentarse como herramienta fundamental para transformar, de manera cohesionada y adecuada, la transición ecológica que necesitamos. «Tanto individualmente como colectivamente estamos concienciados», reflexionó Juan Verde, presidente de Advanced Leadership Foundation. «La concienciación individual y comunitaria, unida al resto de agentes sociales, son piezas que encajan y que nos permitirán alcanzar los objetivos», señaló.
Europa y las empresas hablan de participación ciudadana
La relevancia del activismo ciudadano está clara para las instituciones nacionales, pero también para las internacionales. De hecho, la Comisión Europea acaba de inaugurar un centro de competencias para fomentar la participación de la ciudadanía en el diseño de las estrategias políticas del futuro. «El aumento de las asambleas y los paneles ciudadanos en los últimos años ha demostrado dos cosas: en primer lugar, que la ciudadanía demanda participar en las políticas públicas y, en segundo lugar, que su participación es clave para mejorar la confianza en las instituciones y reforzar la democracia», reconoce la institución europea en su escrito, que proyecta iniciativas de activación ciudadana como Conference on the Future of Europe o European Democracy Action Plan.
La Comisión Europea acaba de inaugurar un centro de competencias para fomentar la participación de la ciudadanía en el diseño de estrategias políticas
También las Naciones Unidas cuentan con su propio brazo de sociedad civil y organizan talleres, debates, conferencias y otras acciones enfocadas al activismo de los ciudadanos. «El poder de convocatoria, movilización y concienciación de los movimientos sociales es cada vez mayor. Responderá con mayor energía y ejercerá esa labor de concienciación en poderes públicos y empresas», aseguró Alfredo González, secretario de Estado de Política Territorial en las Jornadas de Sostenibilidad 2021. De hecho, de los 70.000 millones de euros que llegarán a España gracias a los fondos de recuperación poscovid Next Generation, el 15% se dirigirá a los ayuntamientos que, según los ponentes, ejercen de una de las formas más fructíferas de activismo ciudadano, ya que saben lo que necesitan sus habitantes en cada momento.
No pasó desapercibido en el evento el nombre de Greta Thunberg como ejemplo de movilización ciudadana desde la generación más joven —la más implicada en las nuevas formas de activismo— a la falta de acción contra la crisis climática y social. Una chispa que ilumina la importancia de la justicia intergeneracional: dejar a los que vienen el planeta que esperan de nosotros (y que merecen). El periódico The Guardian publicó recientemente la historia de 20 jóvenes activistas que trabajan a diario para labrarse una sociedad más justa y sostenible. Sin embargo, advirtió Verde, «no debemos descargar la responsabilidad sobre ellos». «Podemos pedirles, pero también implicarnos. No hay que esperar a su impulso para actuar», matizó. El activismo ciudadano consiste, precisamente, en eso: tomar acción de forma individual para cambiar colectivamente.