«Respirar aire limpio debe ser un derecho humano fundamental. Es una condición necesaria para tener sociedades sanas y productivas», afirmaba a finales de 2021 Hans Henri P. Kluge, director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa. Lo hacía tan solo dos meses después de que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declarara en una resolución aprobada con 43 votos de apoyo «un medioambiente limpio, saludable y sostenible» como un derecho básico, un hito histórico que la propia institución definió como «decisivo para la justicia ambiental».
En esta concepción se incluye el aire limpio, cuya calidad, como apuntan las cifras, debe ser garantizada urgentemente. Según los últimos datos de la OMS, nueve de cada diez personas respiran aire contaminado, lo que provoca unos siete millones de muertes prematuras al año. Este es un número que podría duplicarse si la polución no se reduce antes de 2050.
La Agencia Europea de Medio Ambiente estima que un aire limpio podría haber evitado la muerte de más de 178.000 personas en 2019
Que la falta de aire limpio pone en riesgo la vida de miles de personas ya no es una hipótesis sino una evidencia: un exhaustivo análisis publicado por la Agencia Europea de Medio Ambiente define la contaminación del aire como el mayor riesgo para la salud por factores ambientales y calcula que, en 2019, un entorno libre de partículas contaminantes podría haber evitado al menos 178.000 muertes en la Unión Europea. En total, en el continente se registraron 307.000 muertes prematuras por exposición a partículas finas y 40.400 provocadas por inhalación de dióxido de nitrógeno.
Si bien estas cifras son llamativas en el peor sentido de la palabra, el informe también subraya algo positivo: la calidad del aire en Europa fue mejor en 2019 que en 2018 gracias a las políticas de reducción de emisiones impulsadas por los Estados. Y apunta a que todavía hay tiempo para seguir mejorando y aprovecha para destacar los potenciales beneficios que resultarían de mejorar la calidad del aire siguiendo los nuevos valores marcados por la OMS en 2021 para las partículas contaminantes PM2.5, unas de las micropartículas contaminantes más comunes que provienen principalmente de los automóviles y la industria. «Al menos un 58% de las muertes se hubieran podido evitar si todos los Estados miembros hubiesen alcanzado el nuevo índice (5 µg/m³). En cambio, si se hubieran adherido al límite actual de la Unión Europea (25 µg/m³) la mortalidad hubiese sido la misma», resuelve.
Esto nos lleva a una evidente conclusión: necesitamos un mayor compromiso a la hora de garantizar la calidad del aire. En este marco, el Plan de Acción Contaminación Cero de la Unión Europea busca reducir antes de 2030 el número de muertes prematuras en más de un 55%, en comparación con 2005. La línea de meta, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, está cerca: ya se ha reducido un tercio desde 2005 a 2019.
La apuesta española por un aire respirable
En España, solo siete de las 80 mayores ciudades cumplirían con los nuevos límites anuales de dióxido de nitrógeno marcados por la OMS. Además, alrededor del 11% de las muertes están provocadas por enfermedades derivadas del aire como la neumonía, los infartos de miocardio, el cáncer de pulmón o la bronquitis crónica. Para contribuir a paliar esta situación, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, anunció en noviembre el Plan Estratégico de Salud y Medioambiente, que aborda la calidad del aire como vía para mejorar la salud del planeta y las personas, demostrando aún más la interdependencia entre el medio ambiente y nuestra propia salud.
En España, solo siete de las 80 mayores ciudades cumplirían con los nuevos límites anuales de dióxido de nitrógeno marcados por la OMS
A grandes rasgos, la estrategia busca promover entornos ambientales que blinden la salud de la población a la vez que responden a los desafíos del cambio climático. Las líneas de acción marcadas elevan así los esfuerzos para mejorar tanto la calidad del aire como la del agua, y también reducir la contaminación industrial, el ruido o las temperaturas extremas.
En el ámbito de la contaminación, las actuaciones conciben, por un lado, un aumento en la protección de la salud y la coordinación de las respuestas del sistema y, por otro, una mejor recopilación de los datos que permita difundir en mayor medida el conocimiento a la comunidad científica, pero, sobre todo, a la población en general.
Respecto a la salud, la estrategia persigue la protección de la población más vulnerable –personas mayores, menores y mujeres embarazadas–, y propone, entre otras medidas, redactar un protocolo de actuación ante picos de contaminación, vigilar la calidad del aire en entornos susceptibles y potenciar medidas ya existentes para reducir contaminantes como la transformación del transporte o el Plan Nacional de Control de la Contaminación Atmosférica, que incluye 57 acciones para reducir de manera significativa los contaminantes muy nocivos para la salud. A la vez, apuesta por formar al personal sanitario sobre los riesgos por exposición a la contaminación atmosférica y diseñar un Plan de Vigilancia que cuantifique el impacto sobre la salud nacional a corto y largo plazo.
Asimismo, el objetivo es seguir avanzando en la investigación científica a la hora de dar con más enfermedades respiratorias provocadas por la contaminación. Sumando a estas acciones otras como el apoyo al desarrollo de líneas de I+D+i, encaminadas a profundizar en el conocimiento sobre la contaminación atmosférica, España busca alinearse de la forma más rápida posible con las nuevas consideraciones de la Unión Europea en conjunto con las Naciones Unidas. Y es que contribuir a generar un medioambiente limpio y saludable es una apuesta por brindar a la población unas vidas más largas, felices y libres de enfermedades.