Ninguna compañía se ha encontrado ante un momento tan perfecto para dar el salto a la sostenibilidad como este preciso instante. Empezando por algo tan sencillo como que el patrón de consumo ha cambiado: tan solo en España, dos de cada tres personas ya aseguran que modificarán sus hábitos de consumo por criterios de sostenibilidad. En otras palabras, que elegirán las empresas no por su renombre, sino por lo que hacen (y por cómo lo hacen). Si piensan en verde, entonces tienen la mitad del camino recorrido.
Consciente de ello, Larry Fink, director del mayor gestor de activos del mundo, BlackRock, ha decidido dedicar su influyente carta anual dirigida a CEOs a este cambio de paradigma donde la crisis ambiental se alza como principal protagonista y la pandemia, que ha mostrado claramente las desigualdades que todavía siguen afectando a nuestras sociedades, como la chispa que ha encendido la mecha.
«Los ingenieros y los científicos trabajan sin descanso en la descarbonización de los sectores del cemento, el acero y los plásticos; la del transporte marítimo, por carretera y aviación; y también de la agricultura, la energía y la construcción», afirma este peso pesado de Wall Street que, desde que se sentó al frente de BlackRock hace una década, siempre se ha mostrado como un firme defensor de la aplicación de los estándares ambientales, sociales y de gobernanza (criterios ESG) en la agenda empresarial. «Por tanto, los próximos 1.000 unicornios (así se habla en lenguaje empresarial de las start-ups) no serán motores de búsqueda ni redes sociales, sino empresas innovadoras sostenibles que conseguirán situar la transición energética al alcance de todos».
El 72% de los inversores ya tiene en cuenta los criterios de sostenibilidad a la hora de valorar una empresa
En la misiva, Fink insiste en que, en este escenario, las compañías que no miren hacia la transición ecológica tan solo conseguirán quedarse atrás. Cada empresa y sector tendrá que transformarse hacia un mundo neutral en carbono: «Pocas cosas afectarán tanto al valor de las empresas como la manera en que aborden la transición energética global en los próximos años». El financiero estadounidense pone así el foco en el capitalismo vinculado con la sostenibilidad, una nueva concepción que busca hacer girar el sistema económico –y, por tanto, la vida financiera de las compañías– en torno a la descarbonización y el cambio climático.
En este sentido juegan un papel fundamental las inversiones sostenibles –que, a diferencia de las tradicionales, tienen en cuenta los criterios ESG– dado que, como recuerda el experto, «nunca antes ha habido tanto dinero disponible para hacer realidad las ideas nuevas». La prueba está en los datos que maneja BlackRock: las inversiones sostenibles ascienden ya a 4.000 billones de dólares, una auténtica fortuna que puede acelerar la necesaria transición ecológica del sistema empresarial –solo 100 de las más grandes empresas del mundo producen el 71% del total de emisiones– y, por ende, del resto de agentes sociales (incluyendo los propios ciudadanos).
La relación entre compañía y empleados, pieza clave en el futuro
Otro foco a tener en cuenta: empleados satisfechos con el trabajo que desarrollan. Este es, a ojos del inversor, un punto crítico. También orbitan alrededor de este concepto los criterios ESG porque, sin trabajadores cómodos en sus puestos, ¿cómo puede avanzar una compañía? «Ninguna relación ha cambiado más por la pandemia que la que existe entre empleadores y empleados», afirma la carta. Las empresas, sí o sí, deben responder a sus nuevas expectativas. «No es solo salario y flexibilidad. El coronavirus ha arrojado luz sobre la igualdad, la conciliación o la salud mental al tiempo que ha puesto de manifiesto las expectativas laborales de cada generación». Ahora es el turno de los CEOs de coger el guante y comprender algo que ya está demostrado: «que las empresas que forjan lazos sólidos con sus trabajadores son más rentables».
Fink: «Los próximos 1.000 unicornios no serán redes sociales, sino empresas innovadoras sostenibles»
Igualmente, en el otro lado de la mesa deben sentarse los accionistas, aquellos que dotan de dinero a las compañías y que ya ponen la sostenibilidad en el centro. Como apunta la gestora de fondos Natixis, alrededor del 72% de los inversores aplica en la actualidad criterios sostenibles a la hora de valorar una compañía. ¿Qué significa esto? Que aquellas que no se centran en los ESG corren el riesgo de ver minimizados los apoyos económicos a cada minuto que pasa.
Tras aconsejar en las últimas líneas a las empresas de petróleo y gas que trabajen con grandes emisores para desarrollar tecnologías de reducción de carbono (es decir, energías renovables y captura de dióxido de carbono, entre otras), Fink aprovecha para hacer una llamada de emergencia a los Gobiernos: sin el sector público, el sector privado no puede maniobrar. «Necesitamos que los Gobiernos marquen claramente la hoja de ruta en la sostenibilidad», avisa.
También de cara a beneficiar a la sociedad reduciendo la desigualdad energética: «A medida que perseguimos estos ambiciosos objetivos debemos garantizar que la población tenga acceso a fuentes de energía fiables y a un precio razonable». Según el inversor, esa es la única forma de crear una economía verde equitativa. Es una alusión al principal reto de los criterios ESG pero también a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), puesto que la alianza público-privada es fundamental para permitir que la sociedad avance hacia un planeta más limpio, y sobre todo, más justo.