Transformar el sistema alimentario y hacerlo más sostenible se ha convertido en uno de los grandes desafíos de nuestro siglo. Sobre todo si se tienen en cuenta los datos ofrecidos por la FAO, que apuntan a que, de seguir con los modos de producción y consumo actuales, solo habrá capacidad para alimentar a la mitad de la población mundial en 2025, momento en el que se espera alcanzar los diez mil millones de habitantes. Ante este reto, la gastronomía, entendida como “el arte de preparar una buena comida” –según la descripción que ofrece Naciones Unidas–, tiene un papel imprescindible en la contribución al desarrollo sostenible. Tanto es así que, en diciembre de 2016, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 18 de junio como el Día de la Gastronomía Sostenible para impulsar un tipo de cocina “que celebra los ingredientes y productos de temporada y contribuye a la preservación de la vida silvestre y nuestras tradiciones culinarias”.
Muchos chefs de nuestro país llevan ya tiempo inmersos en esa búsqueda de nuevos métodos y productos más sostenibles que los actuales. Es el caso del cocinero Ángel León, quien a inicios de año dio a conocer el descubrimiento de un nuevo cereal marino con una gran cantidad de propiedades nutritivas que podría revolucionar el futuro de la alimentación. Según explicó el chef, el equipo de investigación de su restaurante Aponiente, con tres estrellas Michelin, había conseguido cultivar esta planta marina de manera controlada y sostenible, ya que no necesita fertilizantes, ni químicos, ni nutrientes extras.
A pesar de los titánicos esfuerzos que el mundo de la cocina está haciendo para ser más sostenible, no es necesario ser un reconocido chef para contribuir a este tipo de gastronomía. De hecho, hay una serie de prácticas que pueden llevarse a cabo desde cualquier cocina.
- Optar por envases de materiales sostenibles. Cada año se vierten al mar hasta 12 millones de toneladas de plásticos que, debido a su composición, pueden tardar siglos en descomponerse. Por este motivo, reducir el uso de plásticos en la cocina puede ser un primer paso para contribuir al desarrollo sostenible. Escoger aquellos productos que vienen sin embalajes y priorizar recipientes de cerámica, vidrio o bambú para guardar los alimentos es una buena manera de generar menos plásticos desde la cocina.
- Aprovecharlo todo para reducir el desperdicio. Otro de los grandes problemas asociados a la cocina es el desperdicio de alimentos. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2019 (los últimos datos disponibles) los hogares españoles tiraron a la basura 1.352 millones de kilos de alimentos. España se posiciona como el séptimo país de la Unión Europea que más comida desperdicia. En todo el mundo, el derroche de alimentos representa entre un 25% y un 30% del total que se produce en el mundo, tal y como indica la ONU. Para reducir el desperdicio una de las opciones es practicar lo que hacían nuestros antepasados en tiempos de escasez: la cocina de aprovechamiento, que trata de reutilizar las sobras de una receta para hacer otros platos. Son muchas las opciones: desde preparar mermeladas con frutas que estén a punto de ponerse malas a hacer caldo con los restos del pollo. Congelar los alimentos, planificar las comidas y atender a la fecha de caducidad de los productos a la hora de comprar son otras formas de evitar tirar alimentos en el hogar.
- Ahorrar agua. El agua es un bien tan necesario para la vida como limitado. De ahí que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el número 6, esté centrado en garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y del saneamiento para todas las personas. En nuestros hogares podemos contribuir a ahorrar agua con pequeñas acciones -muchas de ellas relacionadas con la cocina- como lavar las frutas y las verduras en un cuenco y no bajo el grifo y, después, utilizar ese agua para regar las plantas.
- Apostar por frutas y verduras de temporada. Que tengamos alimentos que en nuestro país están fuera de temporada significa que han sido transportados desde otro punto del globo. Es decir, se trata de una actividad, en mayor o menor medida, contaminante y poco sostenible. Por este motivo es conveniente aprovechar las frutas y verduras que la tierra te ofrece periódicamente cada año.
- Escoger productos de proximidad. A la hora de hacer la compra, escoger aquellos productos que han sido producidos en una zona cercana contribuye a reducir la huella ambiental, ya que precisan de un transporte mínimo desde la huerta hasta el punto de venta. Acercarse a los pequeños comercios es una opción sostenible que, además, ayuda a revitalizar la economía local. Pero si no hay ningún local con productos de kilómetro cero, existen plataformas online como Huerta Próxima, un proyecto impulsado durante la pandemia por la red estatal Intervegas y en el que colabora Red Eléctrica, que permite a los agricultores y ganaderos con pequeñas explotaciones agruparse, conectar con sus mercados de proximidad y comercializar sus productos por internet.