Hasta hace relativamente poco, viajar era una actividad reservada para unos pocos afortunados cuyos ingresos podían costear los altos gastos asociados a pasar unos días fuera del hogar, o incluso de su propio país. Sin embargo, el incremento del nivel de vida medio de los ciudadanos y la reducción considerable de los precios del turismo con la llegada, por ejemplo, de compañías de transporte low cost, han democratizado la actividad del turismo. Ejemplo de este cambio es que en 2019 hubo 1.460 millones de turistas internacionales en el mundo, un crecimiento del 117% respecto al año 2000, según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT). Todo apuntaba a que la tendencia estaba al alza, hasta que el coronavirus ha irrumpido en nuestras vidas.
Las medidas adoptadas para frenar la expansión del coronavirus han puesto al mundo tal y como lo conocíamos en pausa, obligando a muchos sectores económicos a disminuir o incluso frenar por completo su actividad. El turismo es, sin duda, uno de los más damnificados debido al cierre total o parcial de las fronteras y al confinamiento general de la población mundial, lo que ha llevado a los diferentes países a restringir los viajes. “A fecha de 6 de abril, el 96% de los destinos del mundo habían introducido restricciones a los viajes en respuesta a la pandemia. Alrededor de 90 destinos han cerrado total o parcialmente sus fronteras a los turistas, mientras que otros 40 se encuentran cerrados a ciertos turistas, dependiendo del país de origen”, explica el informe Covid-19 Related Travel Restrictions A Global Review for Tourism, elaborado por la OMT.
Aunque todo apunta a que de cara al verano lo peor de la crisis habrá pasado, parece muy improbable que se reactive el turismo internacional. Ese escenario supondría la reapertura de fronteras, algo que para los Estados miembro de la Unión Europea debe consensuarse de manera conjunta. Además, hay que tener en cuenta la huella psicológica que la crisis podría dejar en los turistas del futuro. Al menos, durante un tiempo. “El trauma que supondrá esta crisis sanitaria hará que las personas cambien sus prioridades, y cuando opten por viajar, serán mucho más prudentes y se preocuparán más por su seguridad”, explica en un estudio de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) Joan Miquel Gomis, director del programa de Turismo.
Priorizar la seguridad a la hora de viajar pasa, de manera casi inevitable, por reducir la distancia de los viajes escogiendo destinos nacionales. También cambiará el método de desplazamiento en las largas distancias: los vehículos privados ganarán peso frente a alternativas como el avión, donde guardar distancia social con desconocidos es casi imposible en la actualidad. La predicción de la revista Forbes coincide con el estudio de la UOC y vaticina un turismo “dentro del país, cerca de casa y más corto temporalmente”. Un patrón que supondría volver a los orígenes de los viajes de hace medio siglo, cuando el turismo mayoritario se resumía en “carretera y manta”.
El turismo nacional ante su gran reto
Esta situación requiere repensar el turismo. Muchas comunidades autónomas ya preparan la puesta en marcha de campañas para promocionar el turismo nacional este verano. En Andalucía, una de las regiones más castigadas por este parón en uno de los sectores principales de su economía, las cifras son alarmantes. Solamente en la Costa del Sol, se espera que hasta cuatro millones de turistas hayan dejado de visitar la zona debido al confinamiento, lo que supondrá 4.000 millones de euros de pérdidas solo en la provincia de Málaga. Por ello, la Diputación de Málaga destinará un millón de euros a una campaña de promoción del destino para atraer al mercado nacional con unos precios competitivos.
Otras comunidades dependientes económicamente en gran parte del turismo ya han solicitado al Gobierno central ayudas económicas para paliar los efectos de la crisis, pero para ello es necesario la colaboración del turista local durante el estío. Incluso en la Comunidad de Madrid, una de la que más viajeros exporta al resto del territorio nacional, la consejera de Turismo y Cultura de la región, Marta Rivera, ha animado a los madrileños a viajar dentro de la provincia para estimular la economía local.
A priori, todo cambio asusta, pero la alternativa más probable a no participar en el “nuevo” modelo de turismo será quedarse en casa durante las vacaciones. Algo difícil de imaginar para el 62,5% de los españoles, que viaja al menos entre dos y tres veces al año, mientras que sólo el 6% de la población afirma que nunca realiza un viaje, según datos del informe Radiografía del turista español elaborado por Rastreator. Además, lo que en principio no parece ideal, puede derivar en una mejora para las personas y los entornos naturales. "La idea es que la conciencia de salubridad e higiene contra las enfermedades derive en una conciencia a favor de la sostenibilidad", apunta Pablo Díaz, profesor de Economía y Empresa de la UOC. Un turismo sostenible dentro de nuestro propio país puede ser el impulso necesario para cumplir con una de nuestras tareas pendientes: volver a llenar la España vaciada. Teniendo en cuenta que el 90,4% de los viajes de los españoles tienen como destino algún punto del territorio nacional, escoger pueblos y zonas rurales poco conocidas como alternativa ante el tradicional turismo de sol y playa. Con una afluencia de turistas mayor este verano, se conseguirá reactivar la economía de la España rural y se fomentará la creación de nuevos yacimientos de empleos en la zona, un primer paso para afrontar uno de los grandes retos de nuestra sociedad en esta próxima década.
De esta manera, la “nueva normalidad” que vendrá después de la crisis del coronavirus puede contribuir a cumplir la Agenda 2030 optando por un turismo más sostenible. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas tienen como una de sus metas conseguir un modelo de vida en el que nadie se quede atrás y el cuidado del medio ambiente sea la pauta a seguir a la hora de producir y consumir. El abandono de las zonas rurales solo puede traer desigualdad económica entre las urbes y los pueblos, pues como apunta el Plan de Acción para la Implementación de la Agenda 2030, “no es posible alcanzar los ODS dejando atrás las zonas rurales y a sus habitantes".