Diez formas de celebrar el Día de la Tierra

Hoy es siempre todavía. Así lo afirma el poeta Antonio Machado en una de sus obras: «Toda la vida es ahora. Y ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde». En múltiples ámbitos de nuestras apresuradas vidas, el ‘ahora’ siempre tiene un aroma de urgencia. O es ya, o nunca. Una mentalidad que trasciende a otros escenarios más globales, como la emergencia climática.

Cada 22 de abril, Día de la Tierra, a nuestros ojos y oídos llegan cientos de recomendaciones que animan a cambiar nuestros hábitos, buscar mejores formas de relacionarnos con el planeta y, en definitiva, dar con la clave para dejar el menor rastro en él. Aunque el cambio de rumbo de nuestro planeta tiene que venir precedido por los propios Gobiernos, también somos nosotros, los ciudadanos, los que podemos impulsar el cambio con pequeños gestos en nuestro día a día. Y es que no se trata solo de sustituir nuestras bombillas por unas más eficientes o reciclar los envases de plástico. Existen otros enfoques efectivos a través de los que promover la (verdadera) acción climática. Con motivo de este Día de la Tierra, compartimos algunos de ellos.

1. Promueve comportamientos ambientalmente responsables

Ser un ciudadano responsable es serlo con el resto de las personas que lo habitan. A fin de cuentas, resolver el cambio climático es algo colectivo y, por ello, es importante que todos nos encontremos en la misma página.

Piensa en esos patrones que pueden transformarse de manera relativamente sencilla a la vez que crean conciencia: optar por el tren en lugar del avión en los viajes, desplazarte en bicicleta, utilizar el transporte público siempre que sea posible, caminar siempre que sea factible,  instalar contenedores de reciclaje en casa y enseñar a los más pequeños a utilizarlos u optar por los envases de cristal (en lugar de plástico) para transportar la comida son buenas ideas para crear conciencia mientras vivimos de una forma más sostenible. 

2. Ropa nueva: solo la que vistamos más de diez veces

Tal y como apuntan las Naciones Unidas, el consumidor medio compra un 60% más de prendas de ropa que hace 15 años y conserva cada artículo la mitad del tiempo. En otras palabras: consumimos más y desechamos antes los productos de una industria que es responsable del 10% de gases de efecto invernadero y del 20% de los residuos plásticos que hay en los océanos.

¿Hay alguna forma de minimizar el impacto? Aunque lo ideal es apostar por la segunda mano, lo cierto es que esta opción no siempre es asequible. Sin embargo, todavía podemos seguir otra regla: comprar tan solo las prendas que vayamos a ponernos más de diez veces. Eso implica huir de las campañas de moda y el conocido fast-fashion. Al hacerlo, estaremos poniendo nuestro grano de arena para reducir la producción masiva de rop

3. Un refugio en nuestra ventana

Los ecosistemas son las mayores víctimas del cambio climático. En ese frágil equilibrio de la naturaleza, un cambio de temperatura casi indetectable por el ser humano puede dejar sin hogar a numerosas especies. De hecho, como advierte la ONU en un informe histórico, siete de cada diez ecosistemas terrestres ya están gravemente alterados por la actividad humana. Y dado el crecimiento exponencial de nuestra población, todo apunta a que las cifras irán a más.

Una forma efectiva (y sencilla) de cambiar esta situación, especialmente en las ciudades, donde la fauna corre mayor peligro, es aprovechar el espacio que ocupamos para construir pequeños hábitats que sirvan de hogar a las especies comunes. Ya sea plantar distintas especies de flora en una maceta, construir un pequeño panal a partir de objetos reciclados o instalar una casa para pájaros, cualquier opción garantiza un impacto positivo. 

4. Alimentación consciente 

La agricultura industrial utiliza plaguicidas que provocan efectos nocivos sobre nuestra salud, y también sobre las de otros seres importantes como las abejas. Recientemente, un estudio publicado en la revista Science descubrió, tras analizar 29 cursos de agua en 10 países europeos (incluido España), más de 100 pesticidas viajando por los ríos de los que beben gran parte de la flora y fauna silvestres.

Por ello, un gesto tan sencillo como acudir a esa  frutería del barrio que se surte de frutas y verduras ecológicas en lugar de ir al supermercado –donde se venden alimentos producidos de forma masiva– o comprar productos a granel (y locales) puede ayudarnos a reducir la contaminación de nuestro entorno y, además, el impacto de nuestra huella: al comprar de forma más consciente estaremos minimizando nuestro consumo de plástico y, por tanto, estaremos contribuyendo a reducir nuestros residuos.

5. Un espacio para el compostaje

Cada año en todo el mundo se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos, una pérdida que genera aproximadamente entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales. Si bien debemos evitar a toda costa tirar alimentos a la basura, el compostaje puede ayudar a dar una segunda vida a esos residuos orgánicos que, de forma inevitable, acabarán en la basura.

Esta práctica puede parecer complicada a primera vista, pero no requiere más que una pequeña compostera (algunas tienen el tamaño de un cubo de basura) y un rastrillo para remover los restos. Una vez producido, podemos utilizarlo como abono para nuestras plantas, donarlo a huertos urbanos o, si se cuenta con los medios suficientes, utilizarlo como combustible.

6. No es solo consumir sostenible, sino menos

Una de las interpretaciones erróneas más típicas a la hora de luchar contra el cambio climático es creer que es suficiente con comprar sostenible. Sin embargo, el verdadero impacto positivo nace de un consumo minimizado; es decir, adquirir menos cosas, pero de mejor calidad. Esto no solo minimizará nuestra huella ambiental, también el gasto de nuestros bolsillos.

Para evitar un gasto de recursos mayor del que necesitamos, podemos seguir unos pasos para ahorrar todo lo posible: mantener la temperatura de la calefacción a 23 grados, aislar correctamente puertas y ventanas, no dejar objetos enchufados indefinidamente, etc.

7. Optimiza los envases

Uno de los efectos más negativos que la pandemia ha provocado sobre el planeta ha sido la vuelta de los envases de plástico desechable debido al aumento de las compras online y los pedidos de comida a domicilio. Afortunadamente, la aprobación de la Ley de Residuos española, que prohíbe la mayor parte de los plásticos de un solo uso y obliga a los supermercados a dedicar al menos el 20% de la superficie a productos sin embalaje, promete frenar en cierta medida la producción masiva de material.

No obstante, nuestros hogares aún están plagados de envases plásticos a los que conviene darles un segundo uso. Y es que todo envase –también  los de cristal– puede tener una segunda vida si sabemos dársela: una maceta donde plantar semillas, un recipiente para congelar alimentos, material con el que practicar manualidades… Si compramos menos y reutilizamos lo que adquirimos, le estaremos dando un doble respiro al planeta.

8. Practica turismo sostenible

Nuestra forma de viajar también influye en la salud del planeta, y una buena forma de celebrar el Día de la Tierra es asegurándonos de que nuestro impacto a la hora de descubrir sus paisajes sea el mínimo. Debemos ser capaces de revisar nuestro rol de turista.

Apostar por el alquiler de pisos turísticos sostenibles o elegir destinos cercanos en lugar de coger un avión a la otra punta del mundo son grandes opciones. A veces, es más sostenible viajar a un resort en el Mediterráneo que a un ecohotel en Tailandia.

9. Apoya iniciativas ecologistas locales

Para actuar de forma global primero hay que hacerlo con un enfoque local. Más allá de la gran labor de las organizaciones ecologistas internacionales, cada vez existen más movimientos verdes que dedican todos sus recursos a una causa muy concreta y conocen, por tanto, lo que realmente hace falta para resolverla.  Así, las asociaciones vecinales, las asambleas y otros tipos de entidades locales son grandes aliados para elegir dónde enfocar nuestros esfuerzos y ser testigos directos de ese impacto positivo que tanto deseamos provocar en nuestro planeta.

Por ejemplo, en Madrid el Grupo de Acción para el Medio Ambiente (GRAMA) trabaja por la protección de los ecosistemas de la comunidad y, en Castilla y León, organizaciones no gubernamentales como Ekoactivo (nacida en Tudela del Duero) se dedica a organizar itinerarios ambientales para mayores y pequeños con el objetivo de concienciar y promover hábitos sostenibles en el entorno local. No obstante, la mayor parte de las instituciones locales y regionales pueden informarte de las organizaciones que están trabajando actualmente en cuidar la zona y cómo puedes formar parte de ellas.

10. Duda e infórmate

¿Por qué nuestro día a día es tan contaminante? ¿Qué es lo que hacemos que tanto daño provoca al planeta? Puede resultar paradójico, pero vivir la sobreinformación no implica necesariamente personas más informadas y capaces de actuar.

Para enfrentar la crisis ambiental debemos ser ciudadanos responsables, es decir, construir un entorno mejor a través de la eficiencia energética o la movilidad sostenible. Para ello es importante estar bien informados, conocer los límites y aprender qué está en nuestra mano para cambiar las cosas.