En 2016 veía la luz La España vacía, el ensayo superventas del escritor y periodista Sergio del Molino que, sin saberlo, logró bautizar para el gran público un fenómeno demográfico que llevaba ya mucho tiempo afectando al territorio. Según los datos del INE, las zonas rurales de nuestro país pierden alrededor de cinco habitantes cada hora.
Con una tendencia demográfica a la concentración en grandes núcleos de población —más del 85% de los españoles vive en menos del 20% de la superficie—, los pueblos cada vez están más vacíos y su población cada vez más envejecida, sobre todo en zonas de Aragón, Galicia, Extremadura o Castilla y León. Esta última ha perdido más de 125.000 habitantes en los últimos diez años, especialmente en las provincias del oeste. Aunque su situación no es excepcional: hasta 14 provincias españolas se encuentran en estado crítico y el 80% de municipios de menos de mil habitantes corren el riesgo de desaparecer. Sin embargo, que los pueblos españoles estén cada vez más vacíos no significa que sus (cada vez menos) habitantes estén exentos de problemas como el cambio climático. Aunque las localidades más pequeñas no están expuesta a los graves impactos medioambientales asociados a las grandes urbes (por ejemplo, la contaminación producida por el trasiego continuo de vehículos), no permanecen ajenos al calentamiento global.
El aumento de temperatura del planeta provocará —verbo que, en algunas zonas, ya se conjuga en presente— migraciones masivas de personas que forzosamente tendrán que adaptarse a las condiciones climáticas de su entorno; por ejemplo, fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, escasez de recursos o sequías prolongadas. Las zonas rurales de España, donde es habitual que el sector primario y la industria agroalimentaria sean uno de los principales pilares económicos, se verán obligadas a cambiar su manera de vivir si la temperatura del planeta aumenta sin control. Más aún si se tiene en cuenta que nuestro país está considerado uno de los más vulnerables de la zona mediterránea a los efectos del cambio. “Según un estudio, entre 2051 y 2100, ciudades como Málaga y Almería experimentarán más del doble de sequías que entre 1951 y 2000. En Murcia, en las Tierras Altas de Lorca, en Málaga en la comarca de La Axarquía o en Almería en la zona de Tabernas, encontramos que los cultivos son cada vez menos viables debido al aumento de las temperaturas, a las sequía y a que la población afectada considera su traslado a otras zonas al no encontrar otros medios de vida alternativos”, escribe Jesús Marcos Gamero, investigador de la Fundación Alternativas y miembro del Grupo de Investigación en Sociología del Cambio Climático y Desarrollo Sostenible de la Universidad Carlos III de Madrid.
Para este experto, la idea de ayudar a repoblar la España vacía con personas procedentes de otras regiones más afectadas por el cambio climático no tiene por qué verse como algo descabellado. “Los programas de Inversión Territorial Integrada (ITI) o iniciativas como la Red Ibérica de Ecoaldeas, entre otros, dirigen de diferente forma sus esfuerzos hacia un objetivo común: revitalizar el medio rural, evitar la degradación medioambiental y, en definitiva, atraer más población, invirtiendo dinámicas demográficas negativas. Reforzar estos procesos de dinamización rural, con experiencias piloto de reasentamiento con personas procedentes de otras zonas de España afectadas por el cambio climático, debe entenderse como un paso necesario para afrontar nuestro propio futuro como sociedad”, analiza en un artículo.
Fijar la población en los territorios en riesgo de desaparecer es un imperativo para proteger el patrimonio natural, cultural y social del país; algo que pasa por aplicar políticas públicas e inversiones que garanticen el acceso igualitario de toda la población a los servicios. Si no, la despoblación y el cambio climático harán que, dentro de unas pocas décadas la ‘España vacía’ sea una ‘España fantasma’.