En el mundo, 200 millones de mujeres y niñas vivas han sufrido mutilación total parcial de sus genitales por motivos ajenos a la salud, según Unicef. La cifra equivale a la población de Brasil y supera cuatro veces la de España.
Tomar perspectiva y realizar este tipo de comparaciones resulta necesario a la hora de entender la dimensión de una lacra que, pese a ciertos avances para su eliminación, sigue siendo una práctica habitual en más de 31 países. Así lo reflejan los últimos datos publicados por Unicef, de los que se extrae que en lugares como Somalia, Guinea o Sierra Leona, casi el 90% de las mujeres son forzadas a la ablación genital, una ‘tradición’ que más allá de la violación de derechos humanos que constituye, deriva en complicaciones médicas que en algunos casos llevan incluso a la muerte. De hecho, tal y como reveló en 2006 un estudio dirigido por la Organización Mundial de la Salud, la mutilación genital femenina daba lugar a entre el 1% y el 2% de las muertes infantiles durante el parto, y las mujeres que habían sufrido una mutilación genital corrían un riesgo considerablemente mayor de tener complicaciones en el parto, necesitar una cesárea o padecer una hemorragia posparto.
En países como Somalia, Guinea o Sierra Leona, casi el 90% de las mujeres son forzadas a la mutilación genital
Cuando se viaja al fondo del asunto y se trata de determinar el motivo que ha llevado a ciertas sociedades a generalizar esta práctica, las respuestas no están nada claras. Pese a que muchas veces se asocia la mutilación genital femenina con una cuestión religiosa, lo cierto es que no se conocen textos teológicos que obliguen a realizarla. Se trata por tanto más de una cuestión relativa a la tradición, bajo la falsa creencia de que por medio de esta práctica se garantiza el futuro matrimonio de las niñas y el honor de las familias. En otros casos, la extirpación de los genitales se concibe también como una forma de controlar la sexualidad de la mujer.
Intentos por eliminarla
Pese a que en las últimas décadas se ha trabajado mucho en pos de la eliminación de la mutilación genital femenina, lo cierto es que queda mucho camino por recorrer y es necesaria una mayor implicación social e institucional para lograr su completa anulación. En este sentido, Unicef y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) dirigen conjuntamente desde 2008 el programa mundial más importante de los que actualmente tienen vigencia. Este programa basa sus esfuerzos en la educación a la hora de trabajar con las comunidades y hablar abiertamente de los beneficios que para sus sociedades implicaría la eliminación de esta práctica, así como fomentar su oposición a la misma. Este trabajo se realiza a su vez en colaboración con trabajadores de la salud de cara a prestar asistencia también a aquellas mujeres víctimas de la mutilación.
Unicef y el Fondo de Población de las Naciones Unidas dirigen conjuntamente desde 2008 el programa mundial que trata de educar a las comunidades en oposición a esta práctica
No es el único programa en busca de un cambio. En 2019, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas pusieron en marcha la iniciativa Spotlight para erradicar la violencia contra las mujeres y niñas. Con una dotación económica inicial de 500 millones de euros, casi la mitad de los fondos recayeron en el trabajo para la eliminación de la mutilación genital femenina, un proceso que se encuentra actualmente en desarrollo y del que, a buen seguro, se podrán extraer grandes resultados.
No obstante, este objetivo apenas acaba de comenzar. Es por eso que desde la ONU se nombró el 6 de febrero como el Día Mundial contra la Mutilación Genital Femenina, como gesto simbólico para fomentar la concienciación y evitar que los 200 millones de mujeres y niñas que la han sufrido hasta el momento, continúen en constante ascenso. 200 millones es una cantidad escalofriante; está en manos de la sociedad evitar que el contador siga subiendo.