La Antártida ha sido el continente que ha permanecido ajeno al cambio causado por los humanos. Su posición lejana y, sobre todo, sus duras condiciones atmosféricas han hecho que, por muchos exploradores que hayan intentado posicionar a sus países en la zona, haya permanecido como un espacio al margen, un lugar protegido de los golpes de la modernidad y en el que la naturaleza tenía el dominio absoluto. Así era hasta ahora, porque la Antártida, a pesar de todo, no ha logrado quedarse virgen al cambio climático, la contaminación y los aspectos más negativos del progreso humano.
De hecho, un reciente estudio ha concluido que, aunque la actividad humana en el continente es limitada – y vinculada al personal de las expediciones científicas –, las micropartículas de plástico han logrado encontrar su camino hasta la zona. El descubrimiento ha sido realizado por la doctoranda Alex Aves, de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda, tras una recolección de muestras de nieve en 2019 en varias ubicaciones de la Plataforma de Hielo de Ross. Tras someterlas a análisis, se encontró estos materiales en todas y cada una de ellas. «Es increíblemente triste, pero encontrar microplásticos en la nieve fresca de la Antártida resalta el alcance de estos contaminantes», afirma la investigadora tras la publicación de los resultados.
Entre los 13 tipos de microplásticos encontrados se encuentra el tereftalato de polietileno, PET. Es el plástico de uso común que sirve para fabricar todo tipo de productos, desde botellas de agua o refrescos a prendas de ropa.
La recolección de muestras de nieve demuestra que los microplásticos ya han llegado a la Antártida: el PET es el más presente
Esa presencia es también una pista para entender cómo han llegado esos microplásticos a la nieve de la Antártida. No es que estén allí solo porque hay personas viviendo de forma ocasional en el continente –aunque las muestras con más cantidad de contaminantes sí fueron las que se recolectaron más cerca de bases científicas, lo que invita a preguntarse cuánto impacta realmente esa población– sino que han viajado desde las zonas en las que los plásticos se usan de forma masiva. Es decir, igual que el elevado uso de plásticos está contaminando los mares, lo hace también con la nieve que llega luego a la Antártida.
De una manera o de otra, el plástico es capaz de desplazarse y llegar a todas partes. No quedan zonas ajenas a su impacto contaminante.
Innovar para solucionar el problema
El problema del plástico en la Antártida necesita una solución. Los datos del estudio ya han llevado a que Nueva Zelanda plantee que el tema se incluya en el tratado internacional que regula el uso del continente.
Sin embargo, estos resultados invitan a pensar más allá, puesto que son una confirmación de que el plástico es un problema global al que resulta imposible escapar. Apostar por la innovación y crear soluciones específicas conectadas con el problema puede ayudar a paliar los efectos que el uso de plástico –el futuro, pero también el que ya se ha hecho– tiene en el medioambiente.
Una de las últimas propuestas es un pez robot, diseñado por científicos de la Universidad de Sichuan, que nada como los peces de verdad por los mares, pero que mientras lo hace absorbe los microplásticos para ayudar a eliminarlos de ese ecosistema. Aunque todavía está en una fase preliminar, la idea tiene elevado potencial, porque además podría ser empleada incluso en aguas turbulentas.
Igualmente, el propio robot simplifica la investigación, por lo que ayuda a comprender qué ocurre con esas partículas. «Después de que el robot recolecte los microplásticos en el agua, los investigadores pueden analizar más a fondo la composición y la toxicidad fisiológica de los microplásticos», asegura Yuyan Wang, uno de los investigadores.
Podría ser una potencial solución para un problema complejo y grave, uno al que, como la nieve de la Antártida demuestra, no se puede dar la espalda.