La dinamización del campo es uno de los obstáculos a los que se enfrenta nuestro país. En él, las mujeres juegan un papel fundamental: son uno de los ejes vertebradores esenciales.
La dinamización o transformación del medio rural depende, en gran medida, del freno que está suponiendo la despoblación, una de las lacras que más amenazan el futuro de algunas zonas de nuestro país. Y este proceso de despoblación tiene rostro de mujer: en estas zonas rurales el escenario demográfico registra a 111,7 hombres por cada 100 mujeres. El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Pesca señala esta realidad y el origen de la problemática“las mujeres del medio rural resultan determinantes para su vertebración territorial y social, y son un vector para la innovación y el emprendimiento rural. En el medio rural todavía se mantienen escenarios de desigualdad entre mujeres y hombres en un grado más acusado de lo que ocurre en el medio urbano». No en vano, el 40% de las mujeres que abandonan su pueblo —a causa de la falta de igualdad y oportunidades— tienen entre 16 y 44 años.
El 40% de las mujeres que abandonan su pueblo tienen entre 16 y 44 años
No obstante, se trata de una situación desafortunada que puede transformarse en una oportunidad a través del impulso del emprendimiento. Al menos así lo sostiene el informe Emprendimiento de mujeres en España, realizado por GIRA Mujeres. Tal como explica el documento, “el emprendimiento femenino se ha convertido en un fenómeno cada vez más reconocido e impulsado por visibilizar la contribución de las mujeres al desarrollo económico y social”, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por las Naciones Unidas. Esto no solo conlleva una “contribución potencial al tejido productivo y al avance socioeconómico, sino también al acercamiento a los objetivos de igualdad y diversidad marcados en las agendas institucionales”.
Aunque de manera progresiva, de hecho, esta transformación parece estar teniendo lugar: en la actualidad, más del 15% de las mujeres de los entornos rurales se encuentra en alguna de las fases del proceso emprendedor (o lo que es lo mismo: casi 1 de cada 5 se ha arraigado ya profesionalmente en su territorio). Un dato que hay que celebrar si tenemos en cuenta que la diferencia porcentual con los hombres (cercana al 5%) es menor que la media apuntada en países de Europa y Norteamérica. Y este hecho va traduciéndose en resultados: la reducción de la brecha laboral de género en relación con hace una década es de 9 puntos porcentuales, según los datos del ministerio previamente mencionado.
Emprendiendo hacia el futuro
Una de las características más positivas de este emprendimiento rural tiene que ver con la ratio de proyectos consolidados, que doblan el porcentaje —con un 10%— de los desarrollados en el ámbito urbano. Así, si bien hay menos proyectos potenciales en el ámbito rural, su futuro arraigo parece más probable.
El perfil de la mujer emprendedora también es alentador: son mujeres con una edad comprendida entre los 25 y 44 años —es decir, en la cúspide de su capacidad productiva—, con una formación secundaria o superior en el 82% de los casos y con una autopercepción positiva en cuanto a las habilidades necesarias para llevar el proyecto a buen puerto.
Los proyectos presentan gran originalidad y creatividad como es el caso de Al sonido del yunque, una curiosa forja artesanal abierta en un pequeño pueblo de Toledo. Como señala el informe elaborado por GIRA Mujeres, se trata de proyectos que, si bien no son tan destacados —al menos de forma habitual— en los ámbitos tecnológicos e innovadores, marcan la diferencia en un contexto completamente distinto al urbano.
El 54% de las personas que emprenden en un pueblo son mujeres
Son ejemplos que inspiran y animan a mirar el future con optimismo. Según señala la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), si la despoblación del campo tiene rostro de mujer, su futuro también: el 54% de las personas que emprenden en un pueblo son mujeres, frente al 30% de las mujeres que lo hacen en una ciudad.Señalan cinco barreras que impiden un impulso más fuerte en este sentido: la falta de visibilización, el acceso a la financiación, la brecha digital, la complejidad burocrática y la falta de formación empresarial. Eliminarlas o atenuarlas es esencial para dinamizar un entorno más degradado que su contraparte urbana. Así lo resumen desde Fademur: “El éxito de estas mujeres [emprendedoras] es un éxito para sus comunidades rurales, por lo que apoyarlas es estratégico para todo el país”.