¿Podemos juzgar a una inteligencia artificial?

Los nuevos avances en tecnología y su inclusión en el mercado plantean grandes retos normativos. ¿Qué ocurre si una empresa contrata una IA y esta no termina de ofrecer el servicio contratado?, ¿y si un usuario ve violada su privacidad?

A medida que la sociedad avanza y las nuevas tecnologías toman el mando del presente, son numerosos los sectores que se ven en la necesidad de adecuar su actividad a la nueva realidad. Adaptar a los nuevos tiempos el marco normativo de cada nación es una cuestión tan necesaria como compleja, especialmente si se tiene en cuenta el surgimiento de aspectos y figuras jurídicas antes nunca consideradas y que demandan un análisis reposado y justo. 

La inteligencia artificial (IA) es una combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades que el ser humano

Es el caso de una de las tecnologías que más rápidamente se ha integrado a nivel productivo y social: la inteligencia artificial (IA), una combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas con las mismas capacidades que el ser humano. Este avance, que supone un evidente aumento de la eficacia y una optimización del trabajo, implica también un auténtico reto a nivel normativo a la hora de sentar jurisprudencia sobre una tecnología tan novedosa y diferente, en fondo y forma, a las anteriormente recogidas por los reglamentos internacionales. ¿Qué ocurre si una empresa contrata un servicio de IA y este no termina de cumplir el objetivo para el que fue adquirido?, ¿cómo se define esa compensación?, ¿y si un usuario ve violada su privacidad?, ¿quién pone los límites y controla la responsabilidad del productor?

Conscientes de la importancia de abordar esta situación de una forma inmediata, desde las altas instituciones internacionales han comenzado a trabajar en una normativa que sirva como medida de protección para todos los agentes involucrados en estos nuevos procesos. La premisa es clara: hay que fomentar el uso de estas tecnologías, que además de facilitar los procesos también los hacen más sostenibles y resultan claves en la ambicionada economía circular. Fomento, sí, pero con control. 

Bajo este propósito, la Comisión Europea publicó el pasado mes de septiembre una normativa de responsabilidad adaptada a la nueva era digital y que supone un avance en lo que a seguridad jurídica con respecto a la IA se refiere. De esta manera, las normas revisadas velarán por que las víctimas de una mala inversión puedan obtener una compensación justa cuando los productos sean defectuosos o provoquen daños o perjuicios. Una renovación normativa a la que se suma también la propuesta de una armonización específica de las reglas nacionales sobre responsabilidad civil en materia de IA, ayudando así a que las víctimas de daños relacionados con estas tecnologías puedan obtener una indemnización. 

Vera Jourová: «Queremos que las tecnologías de IA prosperen en la Unión Europea. Para que esto ocurra, las personas necesitan confiar en las innovaciones digitales»

En resumidas cuentas, con esta actualización se garantiza a los usuarios y consumidores el beneficiarse de las mismas normas de protección cuando se ven perjudicados por productos o servicios de IA que cuando se producen daños en cualquier otra circunstancia. Esto incluye cuestiones como la creación de unas condiciones de competencia más equitativas entre los fabricantes de la Unión Europea y de terceros países, la igualdad de trato a los consumidores frente a los fabricantes o un acceso más fácil a las vías de recurso para posibles víctimas. «Queremos que las tecnologías de IA prosperen en la Unión Europea. Para que esto ocurra, las personas necesitan confiar en las innovaciones digitales», sintetiza Vera Jourová, vicepresidenta de Valores y Transparencia en la Comisión Europea. 

Resulta evidente que el progreso es un cúmulo de constantes cambios. Es ahí, dentro de esa transformación y con el objetivo de potenciarla, donde disponer de una normativa responsable y garante de seguridad es esencial. De ello dependerán, en buena parte, las aspiraciones de futuro de las próximas generaciones.