“Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”, dicen en Amnistía Internacional cada vez que denuncian una violación de derechos humanos en el mundo desde su creación en 1961. En aquel momento, la Declaración Universal de los Derechos Humanos cumplía trece años, pero seguía en pañales. Hoy, 72 años después de que se aprobase, se ha avanzado sobremanera, pero no lo suficiente. Las violaciones de derechos humanos siguen estando a la orden del día: desde Europa al sudeste asiático o las profundidades de la sabana africana, pasando por la totalidad del continente americano o la isla más recóndita de Oceanía. A la espera de que se confirmen los datos finales de 2020 que, para ONG como Amnistía o Human Rights Watch, podrían ser catastróficos debido al desigual impacto del coronavirus, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas alerta del frágil estado de los derechos fundamentales en el mundo.“Recibimos tantas peticiones de ayuda al año que no damos abasto para responderlas todas”, recuerda Michelle Bachelet, la alta comisionada para los Derechos Humanos.
2020 ¿suspenso en derechos humanos?
Este año, Naciones Unidas recuerda que 235 millones de personas requieren de ayuda humanitaria. Es decir, un 40% más que el año pasado. “Es la perspectiva más sombría y oscura sobre las necesidades humanitarias que jamás se haya establecido”, explican desde la ONU y el Alto Comisionado para los Derechos Humanos en su Panorama Global Humanitario 2021. Además, añaden, si todas las personas vulnerables que necesitan ayuda urgente viviesen en un mismo país, este sería el quinto más grande del mundo.
Las violaciones de derechos humanos no han parado ni siquiera durante las cuarentenas más severas. En los últimos meses, Amnistía Internacional ha denunciado las detenciones de manifestantes pacíficos en Hong Kong, las represiones contra protestas pacíficas en Polonia y Bielorrusia, el uso de bombas de racimo en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, la falta de protección legal para las trabajadoras domésticas en Líbano, el encubrimiento de la masacre de Lagos en Nigeria, la brutalidad policial en Estados Unidos, el desamparo de los mayores en las residencia españolas, la encarcelación de activistas en Rusia, la discriminación –y asesinato– contra los anglófobos en Camerún o la detención de activistas por los derechos de las mujeres en Arabia Saudí, entre muchas acciones de Gobierno, empresas e instituciones que amenazan a la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Como culmen de las violaciones de derechos están las crisis humanitarias vividas en el mundo. Según la ONU, en Latinoamérica se necesitan paliar los efectos de los desastres naturales –como los huracanes Eta e Iota en América Central–, la pobreza y la violencia extrema, los desplazamientos forzosos o la inseguridad alimentaria. Esta última, cada vez más creciente, pasó del 22,9% en 2014 al 31,7% en 2019. Las crisis humanitarias en Siria y Yemen tampoco dejan indiferentes a nadie: hay al menos 20,6 millones de personas afectadas en el primero y 19 millones en el segundo. Todas ellas ven sus derechos humanos vulnerados a diario y se ven privadas de recursos básicos para poder desarrollar sus vidas. El coordinador humanitario de Naciones Unidas, Mark Lowcock, recuerda que “podemos dejar que 2021 sea el año de un gran retroceso –deshaciendo 40 años de progreso– o podemos trabajar juntos para asegurarnos de que todos encontremos una salida a esta pandemia".
Derechos humanos y cambio climático en Europa
En primavera de este año, el comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, anunció el avance en una iniciativa legislativa obligatoria para todas las empresas con sede en Europa de debida diligencia en materia de derechos humanos y medio ambiente. Poco después, a finales de verano, se publicaba un avance con recomendaciones para una futura legislación común con el fin de proteger a las posibles víctimas de violaciones de derechos humanos allá donde las empresas europeas se encuentren. La Unión Europea pretende, así, forzar la aplicación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en todo el planeta.
La futura normativa europea, que se presentará en el primer trimestre de 2021, tiene como objetivo exigir a las empresas que respeten los derechos humanos y el medio ambiente en sus operaciones, pero también en sus cadenas de valor globales y dentro de sus relaciones comerciales. Además, pedirá a las empresas que identifiquen, detengan, prevengan, mitiguen y monitoreen los potenciales impactos adversos sobre los derechos humanos y el medio ambiente que puedan tener sus operaciones o sus cadenas de valor en todo el mundo. Una vez entre en vigor esta legislación, las corporaciones europeas serán responsables directas de cualquier impacto negativo en materia de derechos humanos y medio ambiente de todo su sistema de producción (desde las cadenas de valor hasta las relaciones comerciales).
Después de este anuncio, una docena de ONG se unieron para exigir a la Unión una legislación más ambiciosa y recordar a los países miembro que estarán vigilantes para, si fuese necesario, denunciar los abusos que las empresas cometan. En su petición alertan de que la Covid-19 ha conseguido que se rebajen los requisitos de protección medioambiental en el mundo, lo que, de mantenerse en el tiempo, podría suponer un grave retroceso en la lucha contra la emergencia climática.
La defensa y protección de los derechos humanos y de nuestro planeta es, como deja ver la iniciativa europea, tarea de todos. La sociedad civil, los Gobiernos y las empresas deben permanecer alerta para que estos no se violen y denunciar cualquier posible ataque a los derechos más fundamentales. 2020 puede ser un punto de inflexión en todo lo conseguido en las últimas décadas. Por eso, como Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional, decía, no podemos olvidar que “la vela no arde por nosotros, sino por todas aquellas personas que no conseguimos sacar de prisión, que fueron abatidas camino de prisión, que fueron torturadas, secuestradas o víctimas de desaparición. Para eso es la vela”. Y en 2021 tiene que seguir ardiendo, también por nuestro planeta y por los derechos de todos.