El empleo es un elemento clave para el progreso social y entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas (ONU) se menciona específicamente la necesidad de lograrlo de manera plena y decente para todas las personas. Una tarea difícil –en España hay más de tres millones de personas paradas actualmente– pero que se complica aún más para quienes tienen algún tipo de diversidad funcional.
En España, solo el 34% de las personas con discapacidad mantiene una actividad laboral
Según los últimos datos sobre el empleo de las personas con discapacidad, publicado en diciembre por el Instituto Nacional de Estadística (INE), solo el 34,3% de este colectivo estuvo activo laboralmente en 2020. Esto representa una tasa de actividad un 41% inferior a la de la población sin discapacidad. Si bien el estudio incluye indicadores positivos, como son el aumento de la tasa de empleo y el descenso de la tasa de paro con respecto al año anterior, se trata de porcentajes mínimos que ponen de manifiesto que aún estamos lejos de los objetivos sociales de no discriminación e igualdad de trato.
Las personas con discapacidad son estigmatizadas y discriminadas en numerosos ámbitos sociales, y el del empleo no es la excepción. Pero no debemos olvidar que el desarrollo óptimo de una actividad laboral está ligado al talento, la capacidad para aprender y desarrollar esa actividad de manera eficaz, y que dicho talento tiene más que ver con conocimientos, habilidades y actitudes que con capacidades diferentes.
El empleo supone para las personas con discapacidad el elemento clave para la normalización de su situación y su realización personal, como revela un estudio realizado por la Fundación Adecco. En dicho informe, el 89,8% de los encuestados sitúa la obtención de un puesto de trabajo como su principal prioridad, por delante de elementos como la vivienda, el ocio o las relaciones afectivas.
El 89% de las personas con discapacidad considera el empleo como elemento clave para su realización personal
Atendiendo a esta necesidad, la legislación española obliga a las empresas de más de 50 trabajadores a que al menos el 2% de su plantilla esté integrada por personas con discapacidad. Lamentablemente, siguen existiendo numerosas barreras de accesibilidad en centros de trabajo, medios de transporte y servicios, así como una educación poco inclusiva y falta de confianza en buena parte de los empleadores, que no facilitan la incorporación de este colectivo.
Ante un mercado laboral en constante cambio, ahora más que nunca, es imprescindible atender a la plena inclusión de las personas con discapacidad para lograr una sociedad más cohesionada. La revolución tecnológica ha llegado al ámbito laboral, y se imponen la digitalización, la automatización, la robótica y la inteligencia artificial. Dicha transformación tecnológica, lejos de suponer un nuevo obstáculo para las personas con discapacidad, puede realizarse de manera inclusiva, ya que permite la utilización de modalidades de aprendizaje más flexibles, la mejora de las tecnologías de asistencia, el uso de tecnologías adaptadas o la supresión del costoso factor desplazamiento mediante la consolidación del teletrabajo. Una prueba es el proyecto EmpleaTIC de la Fundación Síndrome de Down de Madrid que, en su primer año de funcionamiento, logró que diez personas con discapacidad intelectual lograsen un puesto de trabajo en el sector tecnológico.
Las personas con diversidad funcional deben considerarse como un activo importante, no solo por el talento que pueden aportar, sino también por la diversidad y experiencia vital con que pueden contribuir a crear equipos de trabajo de mentalidad abierta, ágil y con capacidad de adaptación.