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Félix Rodríguez de la Fuente: el padre de la naturaleza

Ilustración por Valeria Cafagna

La pasión por la naturaleza de Félix Rodríguez de la Fuente lo convirtió en uno de los personajes más famosos de la televisión española. Naturalista, divulgador científico y activista, fue capaz de agitar conciencias, influyendo en la sociedad y en los gobiernos de la época sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Más que un nombre, Félix Rodríguez de la Fuente es un legado.


Defensor de la vida salvaje y extraordinario comunicador, Félix Rodríguez de la Fuente transformó la forma en que entendemos y apreciamos la biodiversidad. Nacido en Poza de la Sal, provincia de Burgos, fue el divulgador medioambiental por excelencia en la España de los años setenta.

A través de documentales y programas de televisión como Planeta Azul o La aventura de la vida, transformó la percepción de la audiencia, llevándola a una experiencia casi mística de conexión con el entorno natural. Con la mítica serie El Hombre y la Tierra se convirtió en un fenómeno mediático, pionero en llevar la conservación de la naturaleza a los hogares de todos los españoles. Su característica voz, sus pausas alargadas y sus explicaciones didácticas le otorgaron un lugar privilegiado en los corazones de toda la familia.

Félix Rodríguez de la Fuente fue el divulgador medioambiental por excelencia en la España de los años setenta

Entre las muchas historias que rodean a este defensor de la naturaleza, su amistad con lobos ibéricos es una de las que más destaca. Hasta finales de los años 60, el lobo era considerado un animal peligroso, temido y perseguido. Félix Rodríguez de la Fuente utilizó todo su carisma para cambiar la percepción de la sociedad del momento, y convirtió la figura del lobo en emblema de la España salvaje, protegiéndolo y librándolo de una extinción segura.

Félix Rodríguez de la Fuente perdió la vida en un trágico accidente aéreo el 14 de marzo de 1980. Viajaba en una avioneta que se estrelló en Alaska mientras se trasladaba junto con su equipo del programa al círculo polar ártico para filmar la carrera de trineo con perros más importante del mundo. Como una desafortunada premonición, Rodríguez de la Fuente, con miedo a volar, esa misma mañana comentó: «Qué lugar más hermoso para morir». La noticia conmocionó a sus seguidores y al mundo de la conservación, y dejó un vacío irreparable en la lucha por la preservación del medio ambiente.

«Estamos destruyendo nuestro medio ambiente y si lo destruimos nos estamos destruyendo a nosotros mismos»

Más de cuarenta años después de aquel trágico suceso, la memoria de Félix Rodríguez de la Fuente sigue más viva que nunca. En 2004 se constituyó una fundación con su nombre que tiene como objetivo difundir su legado y concienciar sobre la importancia de cuidar el entorno. «Estamos destruyendo nuestro medio ambiente y si lo destruimos nos estamos destruyendo a nosotros mismos», advertía mucho tiempo atrás Félix Rodríguez de la Fuente.

Especies exóticas, un problema ambiental y de salud pública

Uno de cada siete mamíferos exóticos rescatados por la organización internacional Animal Advocacy and Protection portaban patógenos peligrosos para el ser humano tras haber sido utilizados como animales de compañía.


A más de uno le parecieron divertidas las primeras cotorras argentinas que aparecieron en los parques de nuestras ciudades. A todos nos resultaron exóticas. Y es que esta ave, al igual que la cotorra Kramer, también ya habitual de nuestras ciudades, es originaria de Sudamérica. Se trata, por tanto, de una especie exótica para nuestro entorno cuya entrada en la península ibérica la propiciaron personas que las compraron para tenerlas como mascotas. A día de hoy, la plaga de estas aves parece imparable. Tanto que comienzan a rebasar los límites de las ciudades y arrasan cultivos agrícolas a la vez que, dada su agresividad, desplazan a especies autóctonas. Mientras tanto, en sus lugares de origen, se encuentran entre los tipos de ave con las expectativas de supervivencia más bajas del planeta.

Cotorras argentinas o de Kramer, serpientes pitón, iguanas, mapaches, varanos, jinetas o murciélagos. Son sólo algunas de las especies exóticas que, justamente por serlo, han sido compradas, en los últimos años, por muchos conciudadanos. Muchas de estas especies forman parte del Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras cuya tenencia está prohibida por representar un gravísimo peligro para la diversidad biológica autóctona.

Muchos animales exóticos son portadores de patógenos zoonóticos que pueden transmitirse al ser humano provocando enfermedades de difícil cura.

Pero, más allá del riesgo medioambiental que suponen dichas especies, existe también el peligro de que transmitan enfermedades de difícil cura al ser humano. Un ejemplo es el caracol gigante africano, un exótico molusco de enorme tamaño que alcanzó una tremenda popularidad como mascota hace unos años. El problema surgió al descubrirse que dicho molusco es el principal transmisor del parásito Angiostrongylus Cantonensis, que causa meningoencefalitis entre las personas. 

Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 75% de las patologías infecciosas son de origen animal. Por su parte, la organización Animal Advocacy and Protection (AAP), que protege el bienestar de los mamíferos exóticos en Europa, realizó un estudio en 2021 sobre 340 especies de mamíferos exóticos rescatados de la tenencia privada o del abandono. Uno de cada siete de estos animales portaba patógenos zoonóticos, esto es, que pueden transmitirse al ser humano, siendo altamente peligrosos para su salud.

Lamentablemente, se continúan pagando cantidades muy elevadas para adquirir animales exóticos. A día de hoy, el tráfico de animales es el tercer negocio más lucrativo del mercado negro global. Quienes trafican con dichos animales, y quienes los adquieren, no parecen ser conscientes del peligro que suponen para nuestros ecosistemas y nuestra salud. En su mayoría, se trata de especies con una alta capacidad de adaptación que, una vez en libertad, acaban desplazando a las especies autóctonas poniendo en riesgo el equilibrio medioambiental, además de ser un importante reservorio de virus, bacterias y parásitos zoonóticos.

Las cotorras que invaden nuestras ciudades, han alcanzado el entorno rural causando expulsando especies de animales autóctonos.

España ya sufre la invasión de ciertas especies exóticas como las cotorras en ciudades como Madrid, Varanos en jardines urbanos de Cataluña, cerdos vietnamitas cerca de la ciudad de Zaragoza o mapaches y galápagos de Florida en Mallorca, son solo algunos de los ejemplos más peligrosos. 

La legislación comienza a ser más restrictiva en lo relativo al comercio y tenencia de animales exóticos, pero aún lo hace únicamente a través de listados negativos como el antes citado catálogo de especies invasoras. Medidas como una mayor dureza en las sanciones son imprescindibles para poner fin a los innecesarios riesgos que este comercio supone para las personas, el medio ambiente y la supervivencia de los propios animales objeto de la transacción.