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La fragilidad de la salud mental en nuestro puesto de trabajo

El bienestar psicológico se ha convertido en un objetivo prioritario tras los efectos de la pandemia, la crisis económica y las tensiones sociales. ¿Cómo influye esto en el entorno laboral?


Hace diez años, en España se hablaba del ébola, del fallecimiento de Gabriel García Márquez y de la abdicación del rey emérito. Era lo que nos preocupaba en aquel momento, y otros asuntos, como la salud mental, prácticamente no existían en el debate público. Sin embargo, 84 millones de personas en la Unión Europea, o sea, uno de cada seis ciudadanos, ya luchaban entonces contra algún trastorno psicológico. Por sorpresa, en 2020 llegó el covid, dejando unas secuelas sin precedentes que se sumaron a la crisis medioambiental y a las tensiones geopolíticas, empeorando la calidad de vida de muchas personas en todo el mundo.

Hoy, la salud mental se ha convertido en una de las grandes preocupaciones de nuestra sociedad, pues afecta a todos los ámbitos de nuestra vida: familia, ocio y trabajo, al que dedicamos alrededor de un tercio de cada día. La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo estima que más del 40% de los trabajadores sienten más estrés desde la pandemia. Además, al 50% le preocupa que revelar problemas psicológicos pueda tener un impacto negativo en su carrera, prueba de que el estigma en torno a la salud mental persiste todavía en muchos países, e impide que las personas busquen ayuda.

La Agencia Europea Seguridad y Salud en el Trabajo estima que más del 40% de los trabajadores sienten más estrés desde la pandemia

Entre todos los trastornos, la ansiedad es la más prevalente, con un 17% de los trabajadores diagnosticados con esta condición, según otro informe. Los problemas de sueño ocupan el segundo lugar (14%), seguidos de la depresión (12%). Sorprendentemente, España presenta los porcentajes más altos de trabajadores que dicen tener ansiedad o experimentar síntomas de depresión, alrededor del 50% en ambos casos.

Estos datos no deben escudarse –exclusivamente– en los estragos de la pandemia, dado que hay muchas otras razones, entre ellas el empleo precario, las grandes cargas de trabajo, las tareas repetitivas y la falta de autonomía. Todas ellas contribuyen enormemente al estrés y la insatisfacción de los empleados.

Asimismo, una cultura laboral tóxica que normaliza la discriminación y las faltas de respeto tiene un efecto nefasto a todos los niveles: un sistema con trabajadores desamparados significa un sistema ineficiente. A nivel mundial, se calcula que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que equivale a aproximadamente 1 billón de euros por año en pérdida de productividad. Estos datos, sin duda, subrayan la urgencia de implementar medidas que promuevan la salud mental.

Cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que equivale a 1 billón de euros por año en pérdida de productividad

La Unión Europea reconoce la necesidad de una mayor acción y aboga por la introducción de una directiva europea sobre riesgos psicosociales, con el objetivo de combatir la actual «epidemia de estrés». Esta medida debe ir acompañada del esfuerzo genuino de entidades empleadoras y trabajadores de las mismas, y velar por una cultura corporativa de respeto, inclusión y apoyo mutuo.

Por otro lado, el apoyo psicológico es también un pilar fundamental. Las empresas deben proporcionar acceso a servicios de asesoramiento sobre bienestar mental, así como ofrecer herramientas a sus plantillas como, por ejemplo, talleres de manejo del estrés. Paralelamente, es recomendable sensibilizar tanto a líderes como empleados sobre la importancia de la salud mental. Al fin y al cabo, si fuimos capaces de superar las preocupaciones que teníamos hace diez años, también seremos capaces de superar los retos a los que nos enfrentamos hoy.

Cuando la salud y el cambio climático avanzan en la misma dirección

En un momento en el que la preocupación por el cambio climático no deja de crecer y sus efectos secundarios tocan a nuestra puerta, la salud se convierte en protagonista de la agenda climática.


El calentamiento global no tiene fronteras y tiene en alerta a autoridades, agentes económicos y sociales alrededor del mundo. Sus consecuencias, y la necesidad imperiosa de implementar soluciones coordinadas, se han discutido en el último Foro Económico Mundial celebrado en Davos.

Entre los múltiples debates que tuvieron lugar en la ciudad suiza, ha generado especial preocupación el impacto que tienen las alteraciones climáticas en la salud, dado el alarmante aumento de enfermedades y muertes en los que han derivado.

El Foro Económico Mundial pronostica 14,5 millones de muertes en 2050 a causa de la crisis climática

El último informe del organismo internacional clasifica seis tipos de eventos climáticos a tener en cuenta: lluvias extremas e inundaciones, sequías severas, olas de calor, tormentas tropicales, incendios forestales y el aumento del nivel del mar. Este análisis indica que, aunque se logre limitar el calentamiento global a 1,5°C, el impacto será significativo, especialmente en poblaciones vulnerables (ancianos y niños), zonas costeras densamente pobladas y climas cálidos, lo que aumentará su vulnerabilidad ante enfermedades. Además, afectará la equidad de los servicios de salud en las regiones con peores recursos sanitarios.

Según las proyecciones del estudio, para 2050 el calentamiento global podría ocasionar hasta 14,5 millones de muertes y derivar en una carga adicional sobre las infraestructuras y recursos humanos médicos, para los cuales se estima que serán necesarios 1,1 billones de dólares en inversiones.

Es evidente que los eventos climáticos extremos y el desplazamiento forzado afectan físicamente a la población. Sin embargo, ¿cuáles son las consecuencias psicológicas de vivir en un mundo más cálido y transformado? Según los especialistas, el creciente impacto del cambio climático en la salud mental no debe subestimarse: la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático están en aumento y representan un gasto sanitario cuantioso. Por ejemplo, se calcula que el tratamiento de los trastornos de ansiedad desencadenados por las inundaciones puede alcanzar los 198.000 millones de dólares, según el informe del Foro Económico Mundial.

Debemos reconocer y aceptar las emociones relacionadas con el cambio climático para abordarlas de manera constructiva

Afortunadamente, cada vez hay más especialistas dedicados a investigar la relación entre el cambio climático y la salud mental. Britt Wray, científica de Stanford Medicine, autora de Generation Dread: Finding Purpose in an Age of Climate Crisis (que podría traducirse como «Terror generacional: encontrando el propósito en la era de la crisis climática»), ha creado un boletín semanal llamado Gen Dread en el que habla sobre cómo convivir con la ansiedad climática.

En su obra, Wray explica cómo la crisis ambiental afecta a nuestra salud mental y plantea algunas medidas para abordarlo de la mejor manera. Entre ellas, sugiere reconocer y aceptar las emociones relacionadas con el cambio climático, como el miedo y la tristeza, para poder abordarlas de manera constructiva. Además, habla de fortalecer los lazos comunitarios, ya que pueden proporcionar apoyo emocional y ayudar a las personas a sentirse más empoderadas. Además, sugiere participar en acciones individuales y colectivas, como votar por políticas climáticas y presionar a las instituciones y a las empresas para que tomen medidas más significativas.

Un año nuevo y una nueva oportunidad para disminuir la depresión

depresión

En este nuevo año, enfrentamos el reto de disminuir la depresión y fomentar la salud mental. Canalizando esfuerzos en educación, comprensión y compromiso con soluciones efectivas, estamos trazando el camino hacia una sociedad donde cada individuo tenga la oportunidad de vivir una vida emocionalmente saludable.


El comienzo de un nuevo año nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre un aspecto vital que con frecuencia pasa desapercibido: la salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos el 3,8% de la población mundial experimenta depresión, y alarmantemente, esta cifra ha experimentado un aumento del 18% en la última década. Ante este panorama inquietante, surge la urgencia de abordar los factores que han contribuido a este aumento y explorar vías efectivas para prevenir y reducir su incidencia.

En primer lugar, la aparición de la depresión no está influenciada por un único factor, por lo que, en ocasiones, resulta complicado distinguir y comprender cómo los distintos factores que intervienen se relacionan entre sí y con la enfermedad. El estrés crónico, la presión social, la falta de acceso a recursos de salud mental o la creciente incidencia de eventos traumáticos son solo algunas de las causas que han contribuido a esta preocupante tendencia.

El estrés crónico, la presión social, la falta de acceso a recursos de salud mental o la creciente incidencia de eventos traumáticos son solo algunas de las causas que han contribuido a esta preocupante tendencia

Por tanto, prevenir y disminuir la depresión es un desafío colectivo que requiere un enfoque multifacético. Según detalla el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) de los Estados Unidos, la agencia federal que dirige las investigaciones sobre trastornos mentales, la promoción de la conciencia sobre la salud mental, la implementación de programas educativos que aborden el estrés y la presión social, o la expansión del acceso a servicios de salud mental son pasos cruciales. La educación desde una edad temprana sobre el manejo emocional y la búsqueda de ayuda puede ser un escudo poderoso contra la aparición de episodios depresivos.

Sin embargo, en ocasiones, la prevención no es suficiente, y es fundamental saber cómo ayudar a quienes ya están lidiando con ella. En España, según detalla la Confederación de Salud Mental, el 88% de las labores de atención y apoyo recaen en el entorno cercano, por lo que mostrar empatía y comprensión son pilares esenciales. Pero, además, fomentar la apertura sobre la salud mental, reducir el estigma y mantener un entorno de apoyo es clave para ayudar a quienes enfrentan cada día esta batalla.

En España, el 88% de las labores de atención y apoyo recaen en el entorno cercano, por lo que mostrar empatía y comprensión son pilares

Por último, no podemos olvidar que evidencias científicas respaldan la noción de que la pobreza y la desigualdad económica constituyen factores de riesgo significativos para el desarrollo de problemas de salud mental. Diversos estudios, como la reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que evaluó el bienestar emocional de la población española durante la pandemia, refuerzan esta afirmación. Los resultados de la encuesta revelan que las personas pertenecientes a clases socioeconómicas menos privilegiadas experimentan tasas casi el doble de altas (32,7%) de sentimientos de desánimo, depresión o falta de esperanza en comparación con aquellos identificados en clases más favorecidas (17,1%). En este sentido, es esencial abogar por políticas que aseguren la equidad en la disponibilidad de servicios de salud mental, garantizando que aquellos con recursos limitados no queden excluidos de la ayuda que tanto necesitan.

En definitiva, comprender la depresión es el primer paso para abordarla de manera efectiva, pero fomentar la conciencia pública, desestigmatizar la salud mental y proporcionar recursos accesibles son acciones clave. La terapia, la medicación en casos necesarios y el apoyo comunitario pueden ser también cruciales para hacer frente a esta situación.

Aprovechemos el inicio de este nuevo año para enfrentarnos al desafío colectivo de disminuir la depresión y fomentar la salud mental. A través de la educación, la comprensión y el compromiso con soluciones efectivas, podemos allanar el camino hacia una sociedad más resiliente y solidaria, donde cada individuo tenga la oportunidad de vivir una vida plena y emocionalmente saludable.

La cultura como eje vertebrador del territorio

Cohesionar el territorio y construir comunidad son dos de los impactos que puede tener la cultura si se impulsa desde zonas rurales, lo que ayudaría a asegurar la prosperidad económica de estas regiones y a frenar la despoblación.


A menudo, cuando se piensa en cultura, lo que nos asalta son espacios cerrados como museos, galerías, cines, o bien experiencias individuales como la lectura o las exposiciones. Pero emplear la cultura como elemento que cohesione un territorio, que haga comunidad, asegure su prosperidad económica y que frene la despoblación también es posible. Redeia convocó, en una mesa redonda, algunos ejemplos en sus Jornadas de Sostenibilidad 2023, celebradas el 18 y 19 de octubre en la madrileña Fundación Giner de los Ríos.

«La cultura es un bien básico, que tiene que ver con el sentido de la vida, transmite y genera valores, dignifica el sufrimiento, nos reconcilia con el ser humano y nos permite hacer memoria», apuntó el moderador, Óscar Becerra, CEO de La Fábrica.

«Se nos pasa por alto, en muchas ocasiones, que la cultura siempre tiene una función social, siempre, sea que hablemos de una colección privada o pública, que pretenda la propaganda, incluso en aquellos artistas que aseguran que su arte no tiene finalidad ninguna, la tiene, y es social. El arte surge en una sociedad y, para crear, se necesita de una estructura, por mínima que sea», explicó Manuel Borja-Villel, comisario de la 35 Bienal de São Paulo. 

El que fuera director del Museo Reina Sofía aseguró que la obra de arte tiene repercusiones sociales, y blandió el ejemplo del urinario de Duchamp, al que tituló ‘Fuente’, lo que ocasionó un debate a propósito de qué es el arte, que aún llega a nuestros días. «El arte nos hace ver el mundo desde otra perspectiva», afirmó, al tiempo que recordaba su función catártica, que permite a los ciudadanos «debatir las pesadillas sin violencia». 

Un pueblo museo

Genalguacil es un municipio malacitano de apenas cuatrocientos habitantes. Con la amenaza de la despoblación, su alcalde, Miguel Ángel Herrera, lideró un proyecto que se ha convertido en referencia europea: transformar el pueblo en museo. Cada dos años, artistas de diferentes procedencias se reúnen en él durante una semana, becados por el ayuntamiento, para realizar distintas piezas artísticas que quedarán expuestas de manera permanente en las calles del pueblo. Genalguacil es un museo al aire libre.

Borja-Villel: «Lo interesante del arte es que nos enseña que el otro es diferente, pero tan válido como uno mismo»

«En 2011 estábamos a punto de cerrar el colegio. Dos años más tarde, pudimos contratar a un profesor, porque había niños suficientes. Ahora tenemos dos profesores. Cada año vienen veinte mil personas a ver el pueblo, y se han trasladado a él muchos artesanos. Hemos conseguido fijar la población y aumentarla. Hemos demostrado que la cultura puede ser un elemento de transformación muy potente para los entornos rurales, combinando cultura tradicional con innovación», expone el edil. 

«El arte va a los pueblos, pero nos olvidamos de que los pueblos son, en muchos casos, fuente de arte. Es muy interesante que haya pueblos que se conviertan en museos, pero tenemos que conseguir también que los museos se conviertan en pueblos», apunta Borja-Villel, al tiempo que denuncia el olvido sistemático de la cultura que proviene del ámbito rural: «desde la Europa de las grandes ciudades, pensamos que nuestros criterios en materia de arte son hegemónicos, universales, pero existen otras epistemologías, otros modos de entender el arte igualmente valiosos. Lo interesante del arte es que nos enseña que el otro es diferente, pero tan válido como uno mismo».

A este respecto, Marta Espinós, directora adjunta de la Fundación Cultura en Vena, aseguró que la cultura mejora la vida en los entornos rurales y, sobre todo, regenera afectos que han estado viciados por rencillas pasadas. «A nuestros talleres acuden muchos de los habitantes de estos pequeños pueblos, y tienen que trabajar de manera comunitaria; muchos de ellos, antes de acudir al taller, ni se hablaban, pero, al hacer algo juntos, y al tener un resultado bello, ese afecto se reestablece, y eso es muy gratificante».

Espinós: «La cultura ayuda a curar, es beneficiosa para la salud mental de todos, combate el estrés y puede constituir un tratamiento complementario al convencional»

La Fundación Cultura en Vena acude a centros sanitarios y comunidades rurales en riesgo de despoblación, trabajando la salud mental y el bienestar de las personas a través de la cultura, con música, exposiciones itinerantes, prácticas culturales ambulatorias, etc. «La cultura ayuda a curar, es beneficiosa para la salud mental de todos, como reconoce la Organización Mundial de la Salud, combate el estrés y puede constituir un tratamiento complementario al convencional», señala Espinós.

«Cuidar nuestro entorno, defender un río o un lago, evitar la deforestación también es cultura, también cohesiona a las comunidades, basta pensar en los pueblos indígenas y cómo se articulan y movilizan para preservarla», apostilla Borja-Villel.

 

El caso Boa Mistura

Cuatro amigos madrileños a los que les unía salir juntos de noche a hacer graffitis. Así comienza esta aventura, nacida a finales de 2001, llamada Boa Mistura («buena mezcla»), cuyo propósito es transformar los espacios urbanos y rurales a través del color creando vínculos entre las personas. 

«Uno de los proyectos más emocionantes que hemos vivido fue en São Paulo. Hicimos todo lo que las guías turísticas desaconsejan: meterse en un coche con desconocidos, quedarse a dormir en una favela… Buscábamos grandes paredes, pero no había ninguna, por la propia estructura de las favelas, así que decidimos nombrar algunos espacios con una palabra y asignarlos un color determinado», explica Javier Serrano, uno de los integrantes de Boa Mistura.

Y así lo hicieron. Con la ayuda de sus residentes, convirtieron la favela de Brasilândia en un lugar acogedor. La favela se desarrolla de forma longitudinal, con elementos de comunicación transversal que facilitan el acceso a las viviendas. Estas grietas se conocen como «becos», en los tramos llanos, y «vielas», en los tramos de escaleras, y articulan ambos la vida interna de la comunidad. Estos «becos» y «vieles» se convirtieron en ‘Belleza’ (azul), ‘Orgulho’ (verde), ‘Amor’ (amarillo), ‘Firmeza’ (azul turquesa), ‘Doçura’ (rojo)… «Al principio, solo nos ayudaban los niños, pero después vinieron las madres y, más tarde, de los padres, y así teníamos a familias enteras haciendo aún más suyo el espacio».

Serrano también compartió la experiencia del grupo cuando fueron a la colonia Infonavit Independencia, al norte de la ciudad de Guadalajara, Méjico. Se estima que viven allí unas 2.500 personas, repartidas en 1.024 departamentos, distribuidos en 66 torres iguales. Es un punto en el que el tráfico de drogas impedía a los habitantes disfrutar de los escasos espacios públicos. Apenas el único que había, una enorme cancha que utilizan para mercadear los pequeños narcotraficantes, fue el espacio escogido para ser intervenido. 

«Lo primero que hicimos, fue contratar a cinco de los pandilleros del barrio, para que nos ayudaran. Ahora, alguno de ellos está estudiando Bellas Artes. Pintamos el suelo y los edificios que la conformaban con motivos indígenas, respetando la identidad local. A día de hoy, ese espacio sigue siendo usado por los pequeños traficantes, pero también por los muchachos del barrio, donde juegan, y se encuentran, y para los mayores también es un lugar de encuentro».

La última experiencia que compartió Serrano durante las Jornadas de Sostenibilidad de Redeia, como ejemplo de que la cultura es un eje vertebrador del territorio, se refirió a su intervención en Nicaragua, en las comunidades rurales de los municipios de Icalupe y Somoto.

«Cuando llegamos allí, nos encontramos con que las casas estaban pintadas. Las mujeres nos explicaron que lo hacían ellas mismas, moliendo rocas y mezclándolas con agua. Obtenían algo muy similar a la tiza. Lo que hicimos fue enseñarlas la técnica del temple con huevo, que adquiere mucha más consistencia que la que ellas empleaban. Les enseñamos a moler. Cuando terminaron de pintar todas las casas, comenzaron a pintar pequeñas rocas, que terminaron vendiendo como piezas artesanales», explica Serrano.

Boa Mistura es otro ejemplo de cómo el arte, la cultura, puede resignificar lugares, mostrar una manera de ganarse la vida a quienes no pensaban que tenían otra alternativa que la pobreza endógena, trabaja la identidad y la teje a sus paisajes, afianza el vínculo con el lugar. Todo ello construye comunidad, gracias a la cultura.

Una alianza para prescribir la naturaleza

Pediatras, investigadores y organizaciones civiles se han unido para formar la Alianza Global para Renaturalizar la Salud de la Infancia y la Adolescencia (GRSIA), que impulsará la prescripción de la naturaleza para nuestros menores.

El Comité de Salud Medioambiental (CSMA) de la Asociación Española de Pediatría (AEP) ha realizado un profundo análisis de la conexión existente entre la infancia y su entorno natural. Los resultados son demoledores. Solo de uno a dos de cada cuatro niños juegan a diario al aire libre, cuando en la generación de sus padres eran tres de cada cuatro. A nivel global, el 75% de los escolares de entre 7 y 17 años tiene lo que se conoce como ‘déficit de contacto’ con la naturaleza. El 25% de la infancia y adolescencia apenas sale alguna vez al mes a jugar al aire libre y solo el 25% visita un parque urbano diariamente. 

En la actualidad, solo el 25% de la infancia y adolescencia realiza visitas lúdicas a un parque urbano de manera diaria

Profundizando más, investigaciones médicas recientes señalan el deterioro y la contaminación de nuestros ecosistemas como una de las causas principales del número de muertes y daños de salud crónica. Esto es, a mayor deterioro medioambiental, mayor deterioro humano. Y la manera de reconducir esta deriva radica en prestar mayor atención “natural” a las generaciones más jóvenes.

La conexión con la naturaleza de nuestros jóvenes está, evidentemente, en peligro. Y las consecuencias de dicha desconexión son dramáticas. Esto es lo que se planteó el CSMA para formalizar, coincidiendo con la reciente COP27, una alianza con pediatras, investigadores y científicos medioambientales, empresas, instituciones y organizaciones civiles orientada a revertir la situación. De esta manera, nace la Alianza Global para Renaturalizar la Salud de la Infancia y Adolescencia (GRSIA). El objetivo de dicha Alianza no deja lugar a dudas: conectar la salud de nuestros menores con la del planeta y su biodiversidad, prestando especial atención a aquellos que habitan en entornos urbanos.

Juan Antonio Ortega, coordinador del CSMA, señala que “los niños deberían pasar al menos una hora diaria en el entorno verde natural más cercano para satisfacer sus necesidades fisiológicas y favorecer un desarrollo saludable”. Él, junto con el resto de los integrantes del CSMA, ha puesto sobre la mesa el concepto de déficit de contacto con la naturaleza (DCN), revelando las dramáticas implicaciones que tiene en la salud de nuestros menores. 

El primer objetivo que se ha planteado el CSMA es trazar un mapa que revele los niveles de conexión con la naturaleza de los niños y adolescentes de nuestro país, realizando un concienzudo análisis de datos entre 10.000 escolares españoles. Dicho estudio comienza a dar sus frutos, y estos no invitan a la celebración, sino a la búsqueda urgente de soluciones. Durante abril del presente año, el estudio se centró en 3.800 escolares de la región de Murcia, y no solo reveló un alto grado de DCN entre ellos, sino que, además, evidenció la intensa desconexión con la naturaleza de dichos escolares a medida que van creciendo.

Identificado el problema, solo queda recurrir al remedio que, en este caso, es claro. La Alianza GRSIA ha comenzado a desarrollar todo un sistema de ‘prescripciones’ de naturaleza para nuestra infancia y adolescencia. 

El contacto con la naturaleza aumenta la sociabilidad de los menores, les evita procesos de ansiedad y mejora su rendimiento escolar

Volviendo a la relación directa entre el deterioro medioambiental y el de la salud humana, la CSMA concluye que el contacto temprano y sostenido con la naturaleza puede disminuir de manera importante la mortalidad global, pero que, además, contribuye a que niños y adolescentes aumenten la sociabilidad, rechacen las conductas agresivas, no sufran de ansiedad, mejoren el sueño, el desarrollo neuronal, las habilidades motoras y el rendimiento escolar, entre otros muchos beneficios. 

De esta manera, la Alianza GRSIA ha comenzado a diseñar las prescripciones de naturaleza que ayudarán a pediatras y otros profesionales de la salud a revertir la situación de desconexión con el medioambiente que impera en la infancia y adolescencia. Estas prescripciones, o recetas naturales, se adaptan a las necesidades de cada paciente e incluyen numeroso material informativo en el que se incluyen listados de actividades en espacios verdes, urbanos y naturales, cercanos a la población de residencia. De esta manera, nuestros menores podrán reconectar con el ecosistema para mejorar su salud y bienestar y, de paso, ayudar a revitalizarlo y salvarlo de la actual situación de deterioro que tan gravemente afecta a la población global.