Si nos pusieran delante la fotografía de un aula universitaria el primer día de clase con, pongamos, cien estudiantes repartidos en las mesas, y nos pidieran que adivinásemos qué carrera están estudiando –o, siendo algo más benévolos, si están matriculados en una disciplina de humanidades, sociales, ciencias de la salud o técnicas–, es probable que acertásemos atendiendo solamente al porcentaje de alumnos y alumnos presentes en el aula. Aunque en las últimas décadas el imparable avance de la igualdad se ha hecho patente en casi todos los ámbitos de la sociedad, la brecha de género sigue muy presente en la educación superior. Si hemos asumido –no sin esfuerzo– que no hay colores «de niños» o «de niñas», ¿por qué no parece suceder lo mismo con las carreras?
Según los datos recogidos por la Unesco, solamente el 28% de los investigadores científicos de todo el mundo son mujeres. Aunque en ciertas áreas de la ciencia sí que se ha logrado equiparar la presencia de hombres y mujeres –por ejemplo, en Química, Medicina, Biología o Enfermería, donde ellas son incluso mayoría–, la ausencia de vocaciones femeninas en las denominadas carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) es especialmente preocupante. Desde el organismo internacional alertan, de hecho, de que las disparidades de género son «tanto más alarmantes cuanto que se considera que, en general, las carreras vinculadas con las STEM constituyen los empleos del futuro, la fuerza motriz de la innovación, del bienestar social, del crecimiento inclusivo y del desarrollo sostenible».
En nuestro país, los datos aportados por el Ministerio de Educación confirman que la situación no dista mucho de las cifras manejadas por los organismos internacionales: en nuestro país, solo uno de cada cuatro matriculados en ingenierías es mujer. Esta cifra sube hasta el 31,4% al hablar de las carreras STEM en general –debido a la mayor presencia de alumnas en carreras como Matemáticas–, según apuntan desde el Instituto de la Mujer. «La falta de mujeres en la ingeniería es un problema global, no local. Sin embargo, estas cifras enmascaran la realidad: hay carreras universitarias como la ingeniería biomédica o la bioingeniería donde ahora encontramos una igualdad casi total entre hombres y mujeres. En el otro extremo hay ingenierías como la informática o la electrotecnia, en las que la presencia femenina está a punto de pasar a un dígito», analizaba Sara Gómez, directora general de Universidades de la Comunidad de Madrid, en un diálogo con Eva Pagán, directora general de Transporte de Red Eléctrica de España organizado por Red2030 con motivo del Día de la Mujer.
El origen de la brecha hay que buscarlo mucho antes. Según diversas investigaciones –entre ellos, un estudio publicado en la revista Science–, a partir de los seis años las niñas empiezan a pensar que los niños son más capaces que ellas. Con esa tendencia, cuando llegan a la etapa de la adolescencia y tienen que tomar decisiones sobre qué quieren estudiar, confían en sí mismas menos que sus compañeros varones. Si a eso le añadimos la tradicional dificultad asociada a las carreras STEM, pocas se creen con aptitudes para afrontar su futuro laboral y académico en estas áreas. Paradójico: ese mismo estudio revela que, aunque las niñas de todas las edades relacionan las mejores notas con las chicas, siguen contestando que los más brillantes son sus compañeros.
«No es solo la formación de los docentes, debería cambiar también la idea que hay de que para hacer una ingeniería tienes que ser muy listo, porque también tienes que serlo para convertirte en un buen abogado o un buen periodista. Se transmite que la ingeniería es algo que haces solo, en un sitio cerrado, peleándote con las máquinas, y a lo mejor las mujeres, que somos más sensibles a tener trato con los demás, esa imagen que se da nos condiciona. Además, la realidad es que un equipo de ingeniería siempre es multidisciplinar: ya sea para construir un puente, una instalación eléctrica o una gran infraestructura, necesitas un equipo», apuntaba por su parte Eva Pagán en el mismo diálogo.
Para denunciar la situación y visibilizar la vocación de las mujeres en las carreras STEM, cada 23 de junio se celebra el Día de la Mujer en la Ingeniería que se suma a otras conmemoraciones de este tipo, como el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia –11 de febrero–. Aunque el objetivo es ambicioso, el coste de no lograr la igualdad sería caro para todos: en una sociedad cada vez más digitalizada y donde los sectores más demandados están relacionados con la tecnología, dejar al margen a la mitad de la población mundial sería poner serias trabas a su empleo en el futuro. En un momento en el que el planeta tiene que hacer frente a un momento decisivo, su supervivencia requerirá del mejor arma posible para hacerlo: el talento de todos sus habitantes, sin importar su género.