Los koalas se asentaron en los campos de eucalipto de Australia hace millones de años. Les gustó especialmente la parte oriental, que convirtieron en su hábitat hasta que, hace apenas 250 años, los colonos británicos decidieron instalarse en la región y despejar terreno salvaje para dar cabida a la agricultura y a las infraestructuras urbanas. En consecuencia, los marsupiales de la zona quedaron en jaque teniendo que huir de su entorno al ver destruidos los campos que les servían de cobijo y alimento. Una huida que se vio agravada por la persecución de cazadores furtivos que codiciaban sus pieles, que empezaban a adquirir un enorme valor.
Afortunadamente, los dos siglos que nos separan desde aquella época permitieron a la población australiana reconciliarse paulatinamente con el koala, hasta el punto de convertirlo en símbolo nacional y embajador turístico. Sin embargo, pese a que hoy en día la caza furtiva de esta especie se ha controlado y casi eliminado por completo, el número de ejemplares continúa disminuyendo. Y es que el gran enemigo en el siglo XXI ya no lleva escopeta, los incendios, las sequías y la urbanización masiva es lo que, desde hace 20 años, está destruyendo el hábitat de los koalas.
En los últimos tres años, Australia ha perdido alrededor del 30% de las poblaciones de koalas, según un estudio de la Australian Koala Foundation
En 2012, los colectivos animalistas ya ejercieron presión a las autoridades para tomar cartas en el asunto, y consiguieron que los koalas fueran clasificados como especie vulnerable. No obstante, esa etiqueta no fue suficiente para frenar el declive. En los últimos tres años, Australia ha perdido alrededor del 30% de las poblaciones de koalas, según un estudio de la Australian Koala Foundation. Concretamente, si en 2018 se contabilizaron más de 80.000 ejemplares, el año pasado no llegaron a 60.000.
Ante esta situación, con la llegada de 2022, el Gobierno de Australia ha decidido incluir al koala en la lista de animales en peligro de extinción, y así dedicar más recursos a devolverles el espacio que una vez les perteneció. El primer ministro del país, Scott Morrison, ha anunciado que invertirá 50 millones de dólares durante los próximos cuatro años para la conservación y recuperación de la especie. “Los protegeremos mediante la restauración de su hábitat, el apoyo económico a tratamientos y cuidados médicos, el refuerzo en investigación en salud animal e intentaremos comprender mejor a sus poblaciones”, ha asegurado. De esta forma, se prevé que la ley medioambiental nacional no solo devuelva la calidad de vida a los koalas sino a muchos otros animales con los que comparten entorno.
Aun así, diversas organizaciones animalistas reclaman que esta acción no basta para solucionar el problema. El científico conservacionista Stuart Blanch, que trabaja en WWF-Australia, indicaba que “esta decisión es bienvenida, pero no parará el descenso de marsupiales hasta la extinción a menos que se tomen medidas legales más severas.” A fin de cuentas, en una década los koalas han pasado de no figurar en ninguna lista a ser catalogados como vulnerables, y de vulnerables a estar en peligro de extinción.
Australia invertirá 50 millones de dólares durante los próximos cuatro años para la conservación y recuperación de esta especie
Por otra parte, hay organismos que no están completamente de acuerdo con la decisión del primer ministro australiano. Si bien hay unanimidad en que el koala es una especie frágil, no la hay en cuanto al peligro de extinción. El origen de esta ambigüedad surge de la dificultad por censar koalas, ya que las estimaciones varían en gran medida según la zona y el equipo que realice el recuento. Por ejemplo, la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que es la máxima autoridad a nivel global sobre el estado de conservación de las especies, niega que el koala esté en un peligro de extinción real.
Sea como sea, los koalas están en una situación delicada, lo suficiente como para ser atendidos con más empeño que en el pasado. No podemos olvidar el gran papel que ocupan en el círculo de la vida: su desaparición de los ecosistemas conllevaría una complicación en la reproducción de los bosques, lo que supondría un impacto irreversible para el planeta y para todas las especies que habitamos en él.