El cambio climático está poniendo en serio riesgo los recursos hídricos de que disponemos. La carencia de agua agrava las sequías, potencia la inseguridad alimentaria y aumenta las probabilidades de nuevas pandemias.
En su nueva estrategia sobre adaptación al cambio climático, la Unión Europea (UE) pone de manifiesto cómo la falta de agua está afectando seriamente a actividades económicas como la agricultura o el turismo, y también a la salud y bienestar de los ciudadanos. Ya en su Directiva Marco del Agua (DMA) aprobada a finales del año 2000, establecía unos objetivos medioambientales para asegurar el mantenimiento de las masas de agua en buen estado para 2027. Sin embargo, en un reciente informe de seguimiento de la Comisión Europea que ha analizado la evolución entre 2015 y 2021 indica que solo un limitado número de estas masas de agua han mejorado su estado con respecto al anterior ciclo de estudio (2009-2015).
El cambio climático nos trae carencia de agua y puede originar nuevas pandemias
En nuestro país, a inicios de marzo y según información proporcionada por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, las reservas de agua estaban por debajo del 44%. Perdemos, por tanto, nuestros recursos hídricos a marchas forzadas, y afrontamos un futuro realmente incierto si no ponemos remedio urgente. Muchas de las soluciones planteadas hasta ahora, desde la construcción de embalses hasta el establecimiento de comunicaciones entre diferentes cuencas hidrográficas, se revelan insuficientes. Frente a ello, la tecnología avanza en el perfeccionamiento y aplicación de una solución que podría ser vital para evitar que nuestro planeta colapse por carencia de agua: la utilización de agua reciclada.
Desde hace décadas, la utilización de agua reciclada se ha limitado a actividades primordialmente industriales y agrícolas. Pero la tecnología ya permite que el reciclado de aguas residuales atraviese los procesos necesarios para convertirlas en aptas para el consumo humano. Los beneficios, a nivel medioambiental, son indudables y, además, la inversión en el reciclaje de aguas para su posterior uso es mucho menor que la necesaria para cualquier otro de los métodos utilizados tradicionalmente para combatir el estrés hídrico.
En EEUU, diversas técnicas de reciclaje de agua para consumo humano se desarrollaron hace ya décadas. En el californiano condado de Orange entró en funcionamiento, en 2008, el que se considera sistema de purificación de aguas residuales para consumo humano más grande del mundo. Esta instalación provee, en la actualidad, cerca de 500 millones de litros de agua potable al día a casi un millón de personas y ha servido como modelo a nuevas instalaciones similares en Los Ángeles, San Diego o Singapur.
Cuando no hay agua potable
Los países desarrollados continúan mejorando la tecnología que les permita hacer uso del agua reciclada. Pero ¿podría aplicarse dicha tecnología en países cuyo acceso al agua es tan deficitario como sus propias economías?
La tecnología permite que las aguas residuales puedan purificarse para el consumo humano sin riesgo alguno para la salud
Eritrea, Uganda, Somalia y Etiopía son solo algunos de los países en los que ni siquiera el 50% de la población tiene acceso al agua potable. La compañía Deka Research and Development, fundada por el inventor Dean Kamen, ha tenido que contar con inversión privada para proveer a poblaciones del África subsahariana aquejadas de carencia acuífera de su Slingshot, un sistema de destilación por compresión de vapor que purifica cualquier tipo de agua contaminada mediante un proceso de condensación.
Es solo una opción, de entre otras muchas existentes, para que estos países tengan acceso al agua potable. Lograrlo depende de que los proyectos de saneamiento financiados por los países desarrollados incluyan el enfoque del reciclaje de agua en su formulación.
La ciencia y la tecnología proporcionan herramientas para atajar el grave riesgo de estrés hídrico que sufre la población mundial. Establecer alianzas trasnacionales a nivel legislativo y económico permitiría convertirlas en medios de lucha global contra la sequía.