Bancos de semillas para asegurar nuestro futuro alimentario

El cambio climático, los desastres naturales, los conflictos bélicos y la deficiente gestión de recursos son solo algunos de los eventos en que se encuentra el origen del Banco Mundial de Semillas de Svalbard. Se trata de un almacén subterráneo, ubicado en una isla del archipiélago ártico de Svalbard (Noruega), que abrió sus puertas en 2008 para acoger lo que hoy es el mayor muestrario de semillas de plantas de cultivo mundial. En sus remotas infraestructuras se preservan más de un millón de semillas pertenecientes a más de 5.000 especies diferentes, un amplio porcentaje de la biodiversidad agrícola global.

Las semillas de plantas de cultivo conforman lo que denominamos recursos fitogéneticos que, si bien menos conocidos que otros bienes naturales como el agua, los minerales y la atmósfera, son imprescindibles para el ser humano al constituirse como su base alimentaria. La importancia de conservarlos para hacer frente, así, a los desafíos que puedan plantear el cambio climático y otras amenazas globales, puso en marcha este proyecto que ya es conocido como el arca de Noé vegetal. El proyecto se lanzó bajo el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Global Crop Diversity Trust (CROP Trust), la Fundación Bill y Melinda Gates y el Gobierno de Noruega.

En el banco de semillas de Svalbard, las semillas son deshidratadas hasta el 5% de humedad y posteriormente congeladas a -18º centígrados

La ubicación de este banco de semillas no es aleatoria. Las instalaciones en que se almacenan las mismas se encuentran a 100 metros bajo estratos de subsuelo que contienen espesas capas de permafrost, permanentemente congeladas. Esto garantiza una temperatura estable de entre -3º y -4º centígrados a la que se añaden sistemas de enfriamiento para lograr que las semillas permanezcan, en el interior de recipientes herméticamente sellados, a -18º centígrados.

Para conservar las semillas, previamente se someten a pruebas de germinación para garantizar su viabilidad, se clasifican y se deshidratan hasta el 5% de humedad. Además de preservar semillas para poder reintroducirlas en caso de necesidad, Svaldard y otros bancos similares realizan diversos trabajos de investigación fitogenética que permiten mejorar los cultivos existentes.

La importancia del trabajo desarrollado en Svalbard para preservar nuestros recursos fitogenéticos pudo comprobarse cuando, en 2015, transfirió miles de semillas al Centro Internacional de Investigación Agrícola (ICARDA). Con esta transferencia se pudo restituir un banco de semillas que el ICARDA gestionaba en Alepo y que fue destruido por la guerra siria.

En España, el Centro de Recursos Fitogenéticos y Agricultura Sostenible (CRF) es el encargado de conservar, estudiar y documentar las distintas colecciones de semillas ubicadas en nuestra geografía. En sus instalaciones de Alcalá de Henares mantienen un banco, cámaras de desecación y germinación y laboratorios de investigación. Hace tan solo unos meses, un equipo de investigadores del CRF seleccionó 1.080 variedades autóctonas que pasarán a formar parte, también, del Banco de Semillas de Svalbard.

Los bancos de semillas son imprescindibles para hacer frente a las posibles crisis alimentarias que puede provocar el cambio climático

Son numerosas las instituciones que conforman la red de bancos de semillas en nuestro país. Algunos, como el desarrollado por el Real Jardín Botánico Juan Carlos I de la Universidad de Alcalá, centran sus esfuerzos en la recolección, análisis y conservación de semillas de especies protegidas o en seria amenaza de desaparición. Otros, como el del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental, orientan su labor a la conservación y posterior reproducción de especies agrícolas destinadas a mejorar la situación de nuestros campos, así como a fines educativos y de investigación.

Pero existen también organizaciones que, además de preocuparse por el cuidado de la biodiversidad agrícola, implican a la ciudadanía generando redes sociales de intercambio y una importante labor de concienciación ecológica. Son los bancos de semillas comunitarios. El que gestiona la Red de Semillas de Segovia ha implicado en su cuidado a grupos de campesinos de la zona y ha logrado que la población “apadrine” semillas de variedades tradicionales locales que corrían el riesgo de desaparecer.

Los bancos de semillas son las copias de seguridad en el disco duro de nuestra biodiversidad agrícola, y aunque sería deseable no tener que utilizarlos, de su mantenimiento puede depender nuestro futuro alimentario.