Atajar la pérdida y desperdicio de alimentos: una cuestión social, ambiental y económica

¿Te imaginas que, cada vez que fueras a comprar comida, desapareciera un tercio de lo adquirido? ¡Menudo derroche! Pues es algo que está pasando a nivel global. Un estudio realizado por la consultora McKinsey & Company estima que cada año se pierden o desperdician más de 2.000 millones de toneladas de alimentos, entre el 33% y el 40% a nivel mundial.

La pérdida alimentaria se produce durante la cosecha o poco después, durante la manipulación, el almacenamiento y el procesamiento de los productos, mientras que el desperdicio ocurre cuando los alimentos llegan al minorista o al consumidor. Una situación que posee numerosas implicaciones a nivel social, económico y ambiental.

Cada año se pierden o desperdician más de 2.000 millones de toneladas de alimentos, entre el 33% y el 40% del total de alimentos mundial

En el mundo padecen hambre más de 800 millones de seres humanos, aproximadamente el 9,8% de la población mundial. Una cifra que va en aumento: 150 millones de personas más desde el brote de la pandemia generada por la covid-19, según el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022, publicado por la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

En cuanto al impacto medioambiental, los analistas llaman la atención sobre dos hechos. Por un lado, la pérdida y desperdicio de alimentos consume aproximadamente una cuarta parte del suministro mundial de agua dulce. Por otra, las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de los restos alimenticios suponen el 8% del total mundial, lo que equivale al menos a cuatro veces lo que genera la industria de la aviación. Los alimentos que generaron un mayor impacto ambiental negativo fueron, por este orden, las frutas y hortalizas, los cereales, y las raíces y tubérculos, por lo que los expertos recomiendan centrar ahí los esfuerzos.

La manera de funcionar de las empresas también deja mucho que desear, a juicio de los investigadores. La consultora estima que los comerciantes de comestibles podrían reducir la pérdida de alimentos entre un 50% y un 70% en las fases previas. Lograr una cadena de valor más eficiente no sólo reducirá costes, sino que también se traducirá en mejoras en los beneficios antes de intereses e impuestos.

Las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de los restos alimenticios suponen el 8% del total mundial, cuatro veces lo que genera la aviación

Apostar por una mayor eficiencia empresarial en el sector agroalimentario pronto dejará de ser algo opcional, según el informe de McKinsey & Company: “Las empresas se han dado el lujo de no tener que prestar demasiada atención a la pérdida de alimentos. Eso podría cambiar pronto: a medida que el mundo avanza hacia una posible emergencia alimentaria y que aumenta la conciencia pública sobre el problema, las partes interesadas externas se volverán más conscientes de la pérdida de alimentos y, en consecuencia, serán más exigentes”.

Para lograr un impacto significativo, algunas líneas de trabajo en las que ponen el foco los expertos pasan por trabajar juntos para ajustar mejor la oferta y la demanda, lo que requiere mucha comunicación y transparencia; revisar las prácticas de adquisición, y no elegir un proveedor basándose únicamente en el precio; o buscar fórmulas creativas para convertir los alimentos desechados en una fuente de valor.