Lo que antes era un aluvión de compras en un solo país (Estados Unidos) y durante un solo día (que empezaba en la medianoche tras Acción de Gracias), ha llegado en el último lustro hasta nuestro país –como a muchos otros– y, con él, se han extendido prácticas perjudiciales para el medio ambiente que fomentan un consumo desmedido en un gran porcentaje de la población ya no sólo durante un día sino que se extienden en algunos casos al mes y se llega a hablar del Black November o noviembre negro.
Según un comunicado emitido el pasado día 25 de noviembre por Greenpeace se estima que este año durante el Black Friday ocho de cada diez personas en nuestro país comprarán online. Un auge del comercio electrónico sobre el que la ONG alerta: «El comercio electrónico nos ha facilitado la vida, sobre todo en tiempos de pandemia, pero a gran escala tiene un elevado coste ambiental. El sobreconsumo digital implica una extracción de recursos masiva y la generación de emisiones al producir los artículos y distribuirlos de un punto a otro del planeta, además de numerosos problemas para deshacernos de ellos. Consumir local en vez de apostar por gigantes del consumo, y solo cuando lo necesitemos, es la única solución», señalaba Alba García, responsable de la campaña de ciudades en Greenpeace España. Así, el impacto del llamado viernes negro en nuestro entorno es enorme si tenemos en cuenta que en España el año pasado se estima que se distribuyeron 3,5 millones de paquetes y 1,5 solo en la capital.
Comprar, tanto en tienda física como online, supone emitir gases de efecto invernadero y generar residuos. Si, por un lado, a nivel mundial se recomienda intentar no desplazarse para realizar compras, por otro, recibir muchos paquetes pequeños en casa de compras hechas a través de internet producen cantidades ingentes de plástico y cartón, además de que los cortos plazos de envío hacen que los transportistas no puedan planificar sus rutas de la manera eficaz y sostenible. Una manera de reducir el impacto que tienen tanto las compras online como los desplazamientos a los centros comerciales es acudir a las tiendas físicas para minimizar las emisiones contaminantes del transporte si se van a adquirir varios productos de diferentes lugares y, de paso, reducir embalaje. Si, por el contrario, se va a realizar una sola compra o en un solo establecimiento, internet puede ser la mejor opción.
Meditar, reciclar y apostar por las tiendas de barrio
Por eso, un año más, ecologistas y especialistas en sostenibilidad recuerdan la importancia de comprar de manera consciente, valorando antes de adquirir gangas si realmente se necesita o simplemente es una acción compulsiva. Además, recomiendan comparar precios para saber si la oferta realmente lo es y, en la medida de lo posible, optar por la segunda mano o los productos reacondicionados, fomentando así la economía circular.
Y más allá de la compra en sí, advierten de que el problema llega una vez la campaña del Black Friday pasa: se calcula que alrededor del 33% de las compras acaban devolviéndose. Es decir, a la contaminación que genera per se todo el proceso de producción de, por ejemplo, un teléfono móvil – uno de apenas 200 gramos genera 86 kilos de residuos–, se le suma el CO2 emitido para su transporte y, después, su devolución. Cuando el teléfono vuelve a la tienda habríamos generado un rastro de residuos y gases de efecto invernadero para que el producto vuelva al lugar del que salió. Por eso, lo mejor es no dejarse llevar por impulsos y meditar cada compra. Si nos preguntamos si verdaderamente necesitamos algo antes de darle a finalizar compra, seguramente las devoluciones se reducirían sobremanera.
Otro gran problema derivado de la compra sin mesura que provoca la campaña del Black Friday parte del embalaje de las compras, especialmente las online: si no se gestionan adecuadamente los productos que se van a reemplazar o el packaging de los recién comprados, estaremos generando en pocos días miles de kilos de basura que acabarán en vertederos. Así que la clave está en el reciclaje: ante la duda, todos los ayuntamientos de España disponen de un número de teléfono de información sobre gestión de residuos.
La cultura del usar y tirar, que favorecen las campañas de rebajas, genera un extra de contaminación, pero los expertos recuerdan que, además, asfixian a muchos comercios de barrio que, un año como el actual, ya respiran con dificultad por la crisis sanitaria. Para muchos, es imposible competir con los descuentos durante una semana o un mes. Por eso, en un momento tan extraordinario, ¿por qué no apostar por el pequeño comercio de proximidad y ayudarle a sobrevivir al 2020?
Giving Tuesday
La conciencia medioambiental de muchos –especialmente los más jóvenes– ha precipitado la aparición de alternativas sostenibles al Black Friday o al cada vez más famoso Cyber Monday (celebrado el lunes de después). Una de ellas es el Giving Tuesday, con la que, según las organizaciones que la impulsan se pretende “dedicar un día en todo el mundo, este año el 1 de diciembre, a celebrar la acción de dar, ya sean alimentos, dinero, tiempo (voluntariado), objetos de segunda mano, etc”. Con este día, representado en redes con el hashtag #GivingTuesday, se quiere extender la solidaridad a los 365 días del año, empezando por uno solo.
El Giving Tuesday nació en 2012 en Nueva York para contrarrestar los efectos del Black Friday y el Cyber Monday. La ONG 92Y Street y la Fundación de las Naciones Unidas lo pusieron en marcha para promover el espíritu solidario de la Navidad frente a un consumismo cada vez más generalizado. Esta iniciativa, a la que cada vez se unen más personas en todo el mundo, llegó a España tres años después de su creación en Estados Unidos y solo en 2018 llegó a recaudar 697.265 euros en nuestro país que se destinaron a más de 300 proyectos sociales. Una alternativa que apuesta por dar en vez de comprar e intenta romper con las ansias consumistas en un planeta cuyos recursos ya han llegado a su límite.