Su vocación por la defensa del planeta comenzó en la niñez cuando buscaba los secretos de la Tierra guardados en los fósiles. Hoy, su obra es un referente del cuidado medioambiental en la lucha contra el cambio climático.
Cuando David Frederick Attenborough (Londres, 1926) nació, la información sobre el pasado de las plantas, los animales y el planeta solo se encontraba en los libros y…, por supuesto, en las piedras. Y precisamente así fue como él, hoy considerada una de las voces más reconocidas de la defensa planetaria, comenzó a descubrir los grandes secretos de la vida en la Tierra. Desde entonces brotó dentro de él la fascinación por saber cómo era y había sido el mundo y qué podíamos hacer para preservarlo.
A los 12 años ya coleccionaba pequeños pedruscos y plantas y fue precisamente a esa edad cuando una de sus hermanas le regaló una piedra de ámbar con insectos fosilizados en su interior. Aquel gesto despertó en él, aún más, la imperiosa necesidad de hurgar en el ayer para saber cómo hemos cambiado como especies y cuál ha sido la huella que hemos dejado en la historia del planeta.
Actualmente, los documentales que ha dirigido y producido son un referente de la divulgación naturalista universal. Pero antes de consolidarse como uno de los ambientalistas más importantes de todos los tiempos, los primeros pasos profesionales de Attenborough fueron filmando y contando cómo eran los entornos naturales hacia mediados del siglo pasado (incluso en los tiempos en que las pantallas eran en blanco y negro). Eso, por supuesto, lo hizo después de obtener el grado en Ciencias Naturales por el Clare College de la Universidad de Cambridge.
Su vocación no pudo esperar e, inmediatamente después de concluir sus estudios universitarios, el joven David salió a recorrer el planeta. Mostró al resto del mundo escenas nunca vistas de frondosas selvas, desiertos enigmáticos, océanos inmaculados por la vorágine humana, bosques espectaculares e islas solo conocidas por la imaginación de quienes las habían descrito en relatos épicos y mapas. Pero eso solo es una parte de lo que yace en su inabarcable hemeroteca, pues en el resto de sus piezas audiovisuales, sobre todo en las más recientes, como A Life on Our Planet (2020), el protagonismo es para la ya innegable alerta medioambiental. Por ejemplo, en esa producción aparecen fotografías y vídeos de ecosistemas, especies animales y rincones del mundo que ya no existen. Ese trabajo bien podría ser la continuación de obras legendarias que lo llevaron al reconocimiento internacional, como A Life on Earth (1979), A Living Planet (1984), The Trials of Life (1990), The Life of Mammals (2002) y Life in the Undergrowth (2005).
Una voz ineludible contra el cambio climático
Tras siete décadas de una incesante labor documental y de divulgación científica y naturalista (cabe destacar que fue director de programación de la BBC en las décadas de los sesenta y setenta), David Attenborough actualmente se encuentra dedicado al activismo medioambiental.
Su discurso de 2021 en la COP26, en Glasgow, en la que fue designado defensor del pueblo, fue más que conmovedor: una última llamada de atención sobre lo que podría suceder en la Tierra si no hacemos algo para frenar el calentamiento global: nada más y nada menos que la sexta extinción masiva en la historia del planeta. Esa idea ya la había expuesto un año antes en A Life on Our Planet, donde deja muy claro que, de no cumplir con los objetivos de descarbonización para 2050 y no frenar la subida de temperatura global, el escenario planetario no será muy distinto al de un apocalipsis. Al margen de esas predicciones catastróficas, Attenborough presentó en ese documental el análisis de cuántas hectáreas de ecosistemas sanos hemos ido perdiendo década a década. ¿Su conclusión? Hoy tenemos menos de la mitad de los entornos naturales que existían hace setenta años.
En aquella intervención también subrayó la imperiosa necesidad de crear una nueva revolución industrial, una en la que la sostenibilidad sea la columna vertebral del modelo económico. “De lo contrario, todos los esfuerzos hacia la descarbonización serán inútiles”, dijo al respecto. Pero sus palabras también estuvieron cargadas de esperanza, pues dejó sobre la mesa la idea de que estamos en un momento excepcional para construir un nuevo mundo, uno más igualitario entre las distintas poblaciones, además de uno más sostenible, circular y sano. Es decir, tenemos la oportunidad de crear un nuevo mundo en el que la humanidad pueda convivir de manera más armónica con el entorno natural.
Como no podía ser de otra manera, su labor por el cuidado de los ecosistemas y la lucha ambientalista le ha valido incontables distinciones. Entre las más destacadas se encuentran el premio Princesa de Asturias, el premio Desmond Davis de BAFTA, el premio Kalinga de la Unesco, el premio Fonseca, el premio Primetime Emmy como mejor narrador, además de haber sido reconocido como Comendador de la Orden del Imperio Británico por sus servicios prestados a la conservación de la naturaleza. Por si fuera poco, este año fue nominado para el Premio Nobel de la Paz.
Hoy, sin duda, David Attenborough es una de las voces con mayor peso en la defensa del planeta. Sus más de setenta años recorriendo y documentando cada rincón del mundo, a cada especie, a cada población, lo avalan como una voz ineludible para el proyecto global (en un futuro muy cercano) en el que las personas y los ecosistemas puedan convivir en armonía y prosperidad.