Dolores Huerta Carrascosa: «Es un mito que la vivienda sostenible constituya un lujo»

Dolores Huerta Carrascosa, directora general de Green Building Council España, la asociación sin ánimo de lucro de referencia para promover la edificación sostenible, se adentra en los retos pendientes de la sostenibilidad y la eficiencia energética.

La mayoría de las viviendas de nuestro país cuenta con una fecha previa a 1979, cuando la regulación en materia de sostenibilidad energética aún no había llegado a aprobarse. ¿Qué retos tiene España en esta materia hoy en día?

En lo que respecta a la edificación como sector hay un reto mayúsculo, que es precisamente hacer de nuestro parque edificado un parque eficiente que cumpla con las condiciones mínimas de eficiencia energética. La Estrategia Nacional de Rehabilitación prevé rehabilitar 1.200.000 viviendas para 2030 y 7.300.000 para 2050. Esto significa multiplicar más que por diez lo que se hace actualmente. Teniendo en cuenta que estamos en un país de propietarios donde la decisión está en manos de cada uno —y donde muchos viven en comunidad—, el reto es complejo. Sobre todo, porque no es fácil de activar. Pero también es prometedor: las soluciones tecnológicas están, son viables y hay financiación para llevarlas a cabo. Es una cuestión de poner en marcha una maquinaria que tiene que crecer y que tiene sus retos añadidos, como cualquier sector en crecimiento: necesita mano de obra formada (que no tiene), formación…, lo más difícil, quizás, es activar a la ciudadanía. 

La Estrategia Nacional de Rehabilitación prevé rehabilitar 1.200.000 viviendas para 2030 y 7.300.000 para 2050

¿Y qué hay de los aspectos burocráticos?

No son fáciles: son obras complejas y hay que pedir una licencia y muchos permisos. Y, por supuesto, si pides ayuda, hay que presentar mucha documentación. Pero este es el reto más pequeño: todo eso se puede escalar y digitalizar, incluyendo una mejor documentación; cambiar la voluntad de las personas es más difícil. Dicho esto, si hoy alguien decide rehabilitar su vivienda, se va a encontrar con una carga burocrática importante.

¿La sostenibilidad en materia de edificación es solo una cuestión energética o también es una cuestión social?

La sostenibilidad tiene tres patas: afecta a las viviendas, a la salud y al derecho al acceso a la vivienda. Y el aspecto energético no es el único reto ambiental del sector. Aquí también debemos incluir aspectos como la generación excesiva de residuos o la economía circular, que no se abordan habitualmente. La energía se lleva los titulares por la crisis energética en la que estamos envueltos en Europa. Lo mismo ocurre con la accesibilidad: antes de 1979 tampoco era obligatorio poner aislamientos o ascensores en muchos edificios. Y luego, por supuesto, la edad les pasa factura a los edificios. Cuesta cada vez más conservarlos. Sin duda, otro de los problemas, en este caso crónico, sería el del derecho a la vivienda. La sostenibilidad tiene muchos frentes.

¿Debemos seguir la senda de viviendas como las passivhaus o el reto de España se encamina por otro lugar?

Para solucionar este problema, desde luego, la apuesta está en arreglar lo ya construido. Tenemos un presupuesto muy contenido de emisiones que podemos gastar. Por lo tanto, debemos solucionar el problema dentro de los límites del Acuerdo de París. Ese presupuesto no nos permite tirar nuestros edificios y hacerlos de nuevo. Las soluciones hay que estudiarlas clima a clima y caso a caso. El concepto de la vivienda passivhaus es muy aislado y estanco, un concepto que hace referencia a una vivienda muy controlada más propia de climas fríos. Y a priori, además, lleva un importante gasto de recursos. Hay que estudiar muy bien cada caso no para poner mucho aislamiento, sino el aislamiento justo: no solo nos aislamos del frío en invierno, sino del calor en verano. No soy muy partidaria de las recetas muy cerradas. Eso no quiere decir que para ciertos casos pueda ser buena, ya que consume muy poca energía en relación con el uso de la casa. Entiendo que se quiera tener una receta única, pero no es así; lo que tenemos son muchas soluciones, tantas como cada caso.

El Green Building Council España (GCBE) otorga, en caso de que el edificio se adapte, la certificación VERDE, que se define como “un valor añadido en la compraventa del inmueble”. Hace referencia también a las 5 P: personas, prosperidad, planeta, paz y pacto. Esta clase de edificios, que parecen complejos, ¿son accesibles para todo el mundo o, en cambio, constituyen un lujo?

Las 5 P corresponden a los valores, pero no a los recursos. De hecho, esta clase de viviendas son construcciones que tienen un uso eficiente de los recursos energéticos y materiales, con un menor impacto ambiental que otras. En este sentido, por ejemplo, se están certificando viviendas de protección oficial. Creo que es un mito que la vivienda sostenible constituya un lujo. Estos criterios, además, lo que hacen es rebajar el coste del ritmo de vida (no solo a la hora de construirla, sino a la hora de vivir en ella). Se trata de encontrar un equilibrio de soluciones que minimicen el impacto y den unas condiciones mínimamente buenas de salubridad y confort. Esta es una visión más total.

“Estamos midiendo solo las emisiones en fase de uso de los edificios, pero si sumamos el resto —la de materiales, transporte, reformas…—, doblamos el presupuesto de carbono que tenemos según la senda prevista”

Hace poco sostenía el GCBE que “la edificación quedará muy lejos de la neutralidad climática en 2050 si se siguen haciendo las cosas como hasta ahora”. ¿Qué se debe cambiar? ¿Es pesimista el GCBE?

Es realista, te diría. Hemos hecho una hoja de ruta para la descarbonización en la edificación olvidando dos cosas: qué deberíamos hacer para llegar a la neutralidad climática en 2050 y cómo hacer para no pasarnos del presupuesto de carbono que nos mantiene en ese camino de mitigación del cambio climático que es el Acuerdo de París. Nos hemos dado cuenta de que todas estrategias en marcha en nuestro país van encaminadas solamente a medir las emisiones en fase de uso de los edificios, pero el resto de emisiones están en los materiales, en su transporte, en las reformas…, y si sumamos todas esas emisiones doblamos el presupuesto de carbono que tenemos según la senda prevista. Hay que tener una visión mucho más sistémica y eficiente en esta lucha contra el cambio climático. Es absolutamente imprescindible. Nuestro mensaje iba en ese camino.

¿España es una excepción dentro del conjunto europeo o, en cambio, se encuentra en la media en esta clase de avances?

El problema es el mismo para toda Europa, pero el punto del camino en el que nos encontramos es muy distinto. La tradición en rehabilitación en Centroeuropa, por ejemplo, es mayor. Otros países del continente, como Francia, Dinamarca u Holanda, están intentando minimizar las emisiones de carbono en todo el ciclo de vida. Y es algo que vale la pena.

La actual inestabilidad geopolítica y económica, ¿cree que reforzará los pasos hacia la sostenibilidad o, más bien, ocurrirá al contrario?

Todas las crisis ponen sobre la mesa que lo que se viene diciendo desde el ámbito de la sostenibilidad y la ciencia era cierto. La crisis energética, además, puso encima de la mesa todas esas ineficiencias que tapamos comprando energía. Hay un aspecto favorable, y es que con esta situación van a salir impulsados el ahorro y la independencia energética, al igual que cualquier política que valga para combatir el cambio climático. En cuanto a la edificación, las medidas a largo plazo, como la rehabilitación energética de los edificios o la mejora de los envolventes, son a priori muy costosas de implementar, así como más difíciles. Es más fácil invertir en el cambio directo, en el sector energético. Eso sí, no nos vale un cambio directo de la energía que consumimos ahora a las energías renovables. Sin disminuir la demanda, no es una situación viable (aunque sí muy rápida). Hay que hacer una reflexión profunda: ¿cómo podemos mejorar para hacer que un edificio provea de energía —y de origen renovable— con el menor uso de recursos posibles?

¿Hay un suficiente impulso desde las instituciones públicas?

Tenemos una apuesta decidida de las Administraciones públicas: hemos pasado de ser uno de los países más tibios en la lucha contra el cambio climático a uno de los que —en teoría— tienen más ambición. A la hora de trasladarlo a la realidad, sin embargo, hay mucha administración implicada: el Gobierno central, comunidades autónomas, ayuntamientos…, a lo que se suma la falta de formación para saber implementar todas estas políticas sin caer en recetas sencillas y erróneas. Siempre se puede mejorar, pero ahora mismo no hace falta hablar con cualquier político para que te escuchen. Ahora, la sostenibilidad y la eficiencia energética están en la agenda de cualquier político e institución. Nadie se escapa de ello, aunque sea por obligación hacia Europa.