Laia Ribas: “Un asentamiento en Marte sería absolutamente sostenible; eso nos enseña lo mal que lo hacemos en la Tierra”

¿Cómo sería la vida para los humanos si pudiéramos habitar en otro planeta? La respuesta es, sin duda, compleja, pero hay algo incuestionable:  sería absolutamente sostenible y circular.

Al margen de los trajes espaciales y de los vehículos futuristas que pudieran formar la estampa de un asentamiento en otro planeta, si algo sabemos es que el aprovechamiento máximo de los recursos sería la norma en un modus vivendi semejante: vivir con la mitad (o menos) del agua que utilizamos diariamente, consumir a diario las frutas y verduras de un huerto propio, regadas con agua reciclada, comer pescado criado el patio trasero de la propia vivienda… Todo eso es posible, y sin hacer grandes sacrificios. Lo sabemos gracias a las conclusiones de las nueve científicas catalanas que participaron en el proyecto Hypathia 1, un simulador que recreó las condiciones de Marte en el desierto de Utah (Estados Unidos).

Una de ellas, Laia Ribas (Tarrasa, 1979), bióloga especializada en acuicultura e investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar, cuenta cómo ha sido la experiencia de ‘vivir en Marte’ con un modo de vida cien por ciento sostenible durante 15 días. Pero no solo eso, sino que además comparte su opinión sobre la importancia del empoderamiento de las mujeres en la ciencia. Para ella, supone combatir a los fenómenos sociales que impiden a muchas jóvenes desarrollarse exitosamente en carreras STEAM.

 

¿Cuál es la exactitud de las condiciones de la vida en Marte que recrea el proyecto Hypathia 1?

Con este proyecto hemos intentado simular esas condiciones al máximo. Por ejemplo, teníamos restricciones de comida, muchos alimentos eran deshidratados, como la típica comida para los astronautas en el espacio.

Lo único fresco que comíamos era lo del invernadero, del cual yo estaba a cargo. Me refiero a medio tomate cherry por día en promedio, y no a diario. En total, durante los 15 días, comimos tan solo tres pepinos y un poco de lechugas. Yo les decía a mis compañeras “oye, tú come, que no tenemos nada más fresco, no te quejes de las lechugas” (risas).

También teníamos limitaciones de internet. Sin embargo, por las noches trabajamos mucho haciendo los récords, es decir, hacíamos el recuento de cuánta agua necesitamos para regar las plantas, repasamos lo que había pasado durante el día en el invernadero, reportamos los niveles generales de agua, etcétera.

 

De modo que, realmente, era como estar en el planeta rojo. 

Las condiciones eran como las de Marte. Teníamos que pedir permiso para salir fuera. Incluso, un día que lo pedimos, desde ‘la Tierra’ nos dijeron que no era posible. Y todo eso lo teníamos que planear con un día de antelación.

“Queremos que cada vez más niñas crean que pueden formar parte de investigaciones de esta naturaleza, y que no escuchen a las presiones sociales que les impiden lograrlo”

Hago especial hincapié en el tema del agua, porque solo teníamos 2.000 litros y tuvimos que limitar su consumo muchísimo. Al final, lo hicimos muy bien, porque fuimos muy restrictivas. Tan solo utilizamos 12 litros por persona (para beber, aseo, limpieza general…). En pocas palabras, únicamente gastamos la mitad del tanque que teníamos. Con ello demostramos que se puede vivir con mucha menos agua, y que se puede solucionar el tema del desperdicio.

También recalco en que lo que vivimos fue lo más parecido a la realidad, porque utilizábamos el traje de astronauta, que pesa 10 o 12 kilos, y es muy cansado llevarlo, además de que hacía muchísimo calor allí.

 

¿De qué manera estudiar cómo podría ser la vida en Marte nos ayudaría a ser más sostenibles en la Tierra? 

Nos ayudaría al cien por cien.  Yo empecé a trabajar con este proyecto hace tres años. No me refiero solo a Hypatia 1, sino a estudiar cómo podríamos hacer la vida más sostenible en Marte. Entonces, me invitaron al proyecto NÜWA (que es el nombre de una diosa china, asociada al nacimiento de la vida) cuyo objetivo era diseñar una ciudad para un millón de habitantes en ese planeta.

Soy bióloga, y hace más de 20 años que me dedico a la acuicultura, y mi participación en esto fue formar parte de la comisión encargada de controlar la comida y los bienes para ese millón de seres humanos (en especial, la cría de peces en condiciones de otros planetas). Gracias a eso, nos dimos cuenta de que pensar en un asentamiento en Marte, o en la Luna, donde los recursos son muy limitados, requiere que todo deba ser ideado para ser reciclado, reutilizado, y muy bien estudiado, porque no puedes tirar nada. Me refiero a que la forma de vida tiene que ser circular en todo sentido, donde una cosa alimente a otra.

Haciendo estos ejercicios de sostenibilidad nos damos cuenta de lo mal que lo hacemos en la Tierra. Y, sobre todo, de la urgente necesidad de crear sistemas que sean más de aprovechamiento y circulares. Por mencionar un ejemplo, en algunos hoteles de Barcelona, hay datos que indican que una persona puede llegar a utilizar hasta 300 litros de agua, y nosotras, durante esos 15 días, sobrevivimos con muchísimo menos.

 

¿Cómo ha sido la experiencia de ‘vivir en Marte’ durante dos semanas? 

La experiencia ha sido brutal. Nos ha ido extremadamente bien.  Debo mencionar que, durante el experimento, no estuvimos juntas las nueve científicas. Durante estos dos años hemos trabajado online, porque unas estábamos en Barcelona, otra en Francia, y otras en Estados Unidos. Pero el trabajo ha sido maravilloso, muy cansado, pero hemos ‘regresado’ muy contentas.

“Hemos demostrado que se puede vivir con mucha menos agua, y que se puede solucionar el tema del desperdicio”

Insisto, fueron las limitaciones y la recreación de las condiciones de allí lo que nos hizo sentir en ‘Marte’. Retomo el tema del agua porque una experiencia así despierta la sensibilidad por su uso y cuidado. Por ejemplo, reciclábamos la orina. Neus, nuestra compañera, creó unas baterías que se recargaban con ese residuo nuestro, nos proporcionaban luz led con las que pudimos hacer crecer unas semillas que yo aporté, y la verdad es que crecieron muy bien.

Sobre el número de horas en la estación, pues sí que ha sido cansado, además de que tuvimos que regar las plantas del invernadero tres veces al día. También hicimos salidas extravehiculares, y además nos ayudábamos entre todas a vestirnos y desvestirnos. Dormimos pocas horas, pero todo resultó excelente.

La leche la diluimos al máximo y no comimos nada de yogur, y el alcohol estaba prohibido. Sin embargo, vivimos muy bien.

 

La posibilidad de la vida en otros planetas sigue siendo un tema muy desconocido para mucha gente. ¿Cómo podrían ser los primeros asentamientos humanos en, por ejemplo, el planeta rojo? 

Los primeros asentamientos los imaginamos muy sencillos.  Tendrían que estar excavados en los cañones, entre las grandes grietas. Y tendrían que estar muy bien protegidos, debido a las hostiles condiciones de Marte. Sin embargo, pese a la sencillez, los imagino cada vez más complejos, y, por supuesto, absolutamente sostenibles y basados en sistemas de reciclaje y circularidad.

 

Científicos y expertos en el origen de la vida, como el biólogo Antonio Lazcano, han sostenido que la vida en otros planetas no es posible, pese a la existencia de agua o de elementos orgánicos. “Son elementos necesarios para la vida, pero no suficientes”, han dicho. ¿Podríamos los humanos ser ‘la chispa de la vida’ en otros planetas? 

Bueno, yo no puedo contestar a si hay vida o no en otros planetas. Esa es una de las grandes preguntas que se ha hecho la humanidad desde siempre. Si nosotros hacemos un asentamiento en otro planeta, ¿eso se podría considerar la chispa de la vida? (risas).

Al respecto, con un proyecto relacionado a Hypathia 1 hemos intentado responder a esa pregunta analizando algunas arenas de Marte. Pero no solo se trata de saber si hay vida o no, también queremos conocer qué tipo de vida existe. Y es que, al final, como bien dice Antonio Lazcano, no por encontrar agua significa que ya exista vida compleja en algún planeta. Por otra parte, siento que se trata de una cuestión filosófica. Me refiero a realmente responder a “¿qué es la vida?”. Y eso es, precisamente, lo que vamos a buscar. Estamos investigando si hay ADN en los compuestos encontrados, aunque durante la búsqueda nos encontremos con otros tipos de vida que no conocemos y que no están basados en el genoma.

 

Son nueve científicas las que han participado en este proyecto. ¿Cómo cambia esto la narrativa en cuanto a las referencias en la investigación en España (y en el mundo)? ¿Qué estereotipos intenta romper, sobre todo para las carreras STEAM?

Espero que rompa muchos estereotipos. Eso es también parte de nuestro objetivo. Queremos romper las estadísticas que muestran que solo el 20% de las mujeres estudian carreras STEAM. De hecho, sólo 7% de quienes han estado en el espacio son mujeres.

El proyecto Hypathia 1 promueve las carreras científicas, y lo cierto es que queremos que haya muchas más ediciones. Queremos que cada vez más niñas crean que pueden formar parte de investigaciones de esta naturaleza, y que no escuchen a las presiones sociales que les impiden lograrlo.

Pero no solo eso, sino que también queremos dirigirnos a las científicas, para que rompan la idea de que no pueden empoderarse. A mí, por ejemplo, me ha ayudado muchísimo para empoderarme y para seguir mi carrera hacia delante.

Este tipo de proyectos hacen ciencia muy pionera, y eso es bueno porque permiten más espacios para la investigación. Ejemplo de ello es lo que hago yo con la acuicultura, criando peces en condiciones de otros planetas.  Queremos, sobre todo, romper el efecto tijera, ese que muestra que muchas mujeres comienzan una carrera científica, pero más tarde muchas la han abandonado. Queremos ver más mujeres en puestos directivos y en postdoctorados.